La curvatura de la córnea

31 diciembre 2007

Nochevieja 2007

Be water my friend. Las doce campanadas no van a cambiar nada.

27 diciembre 2007

Europa, escritores y otros pirados

En el gremio familiar, además de la tradicional ojeriza hacia las suegras, existe una extendida animadversión en contra de los cuñados en general y las cuñadas en particular. Yo mismo he anunciado infinidad de veces la extinción de esa denostada especie a la que pertenezco desde lo seis añitos y en la que ingresé tras los esponsales de mi hermana, es evidente que he errado en mis predicciones y hoy les voy a contar un buen ejemplo
La primera novela de
Iván Prieto Valle me llegó de la mano de Pedro Arévalo, un compañero de trabajo que confesó ser el cuñado del autor, al día siguiente me entregó un ejemplar, editado por Entre Líneas, y me evitó un paseo entre la niebla zaragozana hasta mi librería favorita. Un cuñado que te hace publicidad y entrega pedidos en manos, eso es un “peazo” de cuñado, aunque siempre habrá algún agorero que afirmará que la excepción confirma la regla.
“Europa, escritores y otros pirados” parte con tres obstáculos cargados de buenas intenciones pero poco interesantes para el lector. El primero es un “Desiderátum” que en realidad son cuatro deseos y una conclusión. El segundo aparece bajo el epígrafe de “Agradecimientos” muy loables y merecidos pero que nada aportan ni al lector ni a la historia. El tercero es el más enigmático e incomprensible, “Prólogo innecesario” es el título tras el cual se nos advierte aquello de… cualquier parecido con la realidad es fruto de la coincidencia.
La historia arranca con una propuesta ingeniosa. Agenor es un escritor de best seller que se ve inmerso en una secuencia macabra de acontecimientos que amenazan su vida. El primero de ellos es el asesinato de su único amigo, Práxedes fallece sobre la mesa de un café a manos de una sombra “felina y femenina” que tiene por objetivo que Agenor deje de lado la pura mecánica del escribir por escribir y de un paso adelante, un salto que le lleve a la escritura para “sentir, aprender y reír”. A la muerte del amigo le sigue la mutilación del lóbulo de una de las orejas del Agenor en boca de una china, una tunda de palos por parte de un chulo putas y el ruido de las cámaras réflex de la prensa de picadillo. Acontecimientos que parecen abocar a nuestro protagonista hacia una catarsis que culminará con el abandono de la profesión de “churrero de libros” para caminar hacía una “nueva concepción de la vida”
Pero Agaenor no pasa de la reflexión, no llega a materializar esa travesía ritual y continúa con su peregrinar que lo llevará hasta una ceremonia y ahí, entre masones y vírgenes etéreas vestidas con pajarita y mandil, me dio el yu-yu. No puedo definir lo sucedido, tal vez fue la enfermedad de la rayuela, el caso es que continué la lectura haciendo caso omiso del orden capitular, salté de una historia a otra sin atenerme a la norma de seguir la numeración de las páginas. Leí al azar, saltos hacia delante y vuelta para atrás, una vertiginosa yenka de un, dos, tres, entre multitud de personajes. El siroco terminó cuando topé con la aliteración “atalaya de la raya”. Estaba seguro de haberla leído con anterioridad, pensé que estaba vagando en círculos y esa era la constatación de que estaba perdido, desorientado y, al fin y al cabo, fracasado en mi extraño comportamiento de alterar la propuesta del autor por la sinuosa senda dejada al azar de mi capricho.
Han pasado varios días y tengo que certificar otro fracaso: Soy incapaz de encontrar el hilo perdido, a día de hoy sigo atrapado sin poder salir de ella, vagando entre las páginas de esta novela, incapaz de encontrar el camino lógico en la lectura.
Mi mujer notó mi falta enseguida, los primeros días sólo movía la cabeza para expresar su desacuerdo con mi situación, más tarde llamó al Servicio de Urgencias pero desistió porque la tomaban por loca, hoy ha empezado a protestar “No me casé contigo para dejarte el desayuno en la página diez, el almuerzo en la veinte y la cena en la treinta de una novela, por mucho que venga recomendada por un cuñado”. Me lo escribió en una nota que dejó junto al teclado del ordenador en la página cuarenta, también me sugería que os pida ayuda “Tal vez alguno de los lectores que entran en La Curvatura de la Córnea te pueda aconsejar sobre como salir del atolladero en el que te has metido, chato”

26 diciembre 2007

El Mundo

Jesús Clemente me puso sobre la pista de Juan José Millás y me recomendó la lectura de su columna semanal en la contraportada del diario El País «Son como cuentos» me dijo. Seguí el consejo de mi primo y me encontré con brillantes líneas que diseccionaban historias con la destreza del cirujano. Un muestrario que contenía desde la vida cotidiana hasta adentrarse en aceradas radiografías de la actualidad política, o tratados biológicos sobre órganos, vísceras y cualquiera otra maquinaria insertada en el cuerpo humano. La extensión de los artículos y su periodicidad me supo a poco. En otros tiempos hubiera recalado en alguna de las novelas que el autor ya había publicado, pero en la era de Internet anclé las teclas del ordenador en la página oficial de Juan José Millás dónde cada día publicaba un texto bajo el paraguas de un nuevo género denominado “articuento”, ya saben, contar un cuento en el espacio de un artículo, ¿ o era al revés?
Más tarde descubrí al Millás mediático. Su peculiar pronunciación de la letra g me produjo una ligera hipnosis que aún hace mella en mis sentidos. Fue en las ondas de la cadena SER. Empezó como colaborador en el programa vespertino “La Ventana” desde dónde incitaba a los oyentes (todavía lo hace) al ejercicio de la escritura. Cada semana lanza una idea a partir de la cual se elabora un micro relato.
Durante varios meses envié algunas composiciones sin ningún resultado hasta que una tarde, mientras fregaba los platos, escuché mi nombre en la boca de Juan José Millás. El sonido se desplazó desde el receptor de radio hasta lo más profundo de mi ego y, la verdad, agradecí que Javier López Clemente no tuviera ni una sola letra g. Tanto el novelista como Genma Nierga, presentadora del programa, hicieron varios comentarios elogiosos sobre el texto, tras los cuales Millás sentenció “Este relato es bastante interesante pero si le quitamos una de las frases intermedias el resultado final será mucho más brillante” Así que mi relato fue leído mutilado y entre trompicones.
Me fastidió un poco la poda pero tuve que reconocer que había sido muy beneficiosa para el texto. Tras la constatación práctica de que una crítica constructiva siempre ayuda en el proceso creativo llegue a una conclusión devastadora: Si escribo un micro relato al que le sobra una frase, eso significa que no tengo ni idea del asunto. Así que lo que comenzó como regocijo radiofónico terminó en tristeza literaria.
“El mundo” de Juan José Millás me llegó envuelto en papel de regalo durante el día de mi cumpleaños, es una de las ventajas (o de los riesgos) que me acecha todos los años, esa coincidencia de mi fecha de nacimiento con la distribución del premio literario de mayor dotación económica de este país. El Planeta 2007 es un muestrario de la particular forma de entender la creación literaria que tiene su autor, un catálogo de espejos, autobuses, carreteras que se convierten en fronteras intangibles entre lo real y lo imaginado, territorios resbaladizos por los que la meta literatura circula con comodidad, un caleidoscópico (ufff, ya lo dije) para unir los cristales coloristas de la infancia con los vidrios húmedos de la edad adulta, un baile constante entre diferentes planos narrativos. Todos los materiales creativos usados en esta novela son elementos reconocibles dentro del universo Millás. Pero la novela tiene un claro marchamo de final de ciclo, la culminación de una época que comenzó en el taller de aparatos de electromedicina dónde el padre del autor trabajaba, el lugar dónde se pronunció una frase referida a las virtudes de un bisturí “Cauteriza la herida en el mismo momento de producirla”, pero que en manos de Millás se transforma en el paradigma fundacional de su literatura, o mejor, de su meta literatura.
El punto de partida de la novela es la infancia y cuatro poderosas imágenes que marcaron la vida del autor: El descubrimiento del frío, la calle como resumen del mundo, el azote del amor personificado en una chica y la incomprensible humillación del maltrato físico para cumplir la máxima de que la letra con sangre entra. Un viaje circular. La novela comenzó en una Valencia luminosa para llegar al final del trayecto bajo las nubes grises que entristecen el mar Mediterráneo. Ambas situaciones guardan en común la presencia del padre (y también de la madre). Tal vez por eso recordé una frase que subrayé en la novela de Millás titulada “El orden alfabético”, y que me sirvió de puntal para la reflexión que siguió a la muerte de mi padre: “Los padres te dan algo más que cosas útiles y cuando se van te dejan huérfano tengas nueve o noventa años” Juan José Millás ha escrito esta novela para certificar que se ha enfrentado a su orfandad, para comprender de dónde viene su particular visión del mundo, pero también como terapia para mirar hacia delante sin ningún lastre escondido en las estanterías de la memoria, para tener otras vías por las que crecer desde el punto de vista estilístico. “El mundo” es una novela que corta con la vida pasada y al mismo tiempo sutura la herida de la evocación, como el bisturí eléctrico que el padre de Juan José Millás admiraba en su taller.

21 diciembre 2007

Felicitación Sonora de Navidad

PHF y Dover han llegado hasta esta bitácora para felicitarte las Fiestas en 55 segundos. Conecta los altavoces y pulsa play:

20 diciembre 2007

Una felicitación navideña


Hasta hace un par de años felicitaba las Navidades por correo ordinario. Lo hacía con postales de UNICEF,de Médicos Sin Fronteras y de Intermon Oxfam, supongo que en un postrero intento por lavar los restos de la mala conciencia que me corresponde por vivir en la parte rosa del mundo. Era una tarea muy voluminosa que comenzaba mucho antes de que los compradores compulsivos, los lamentables papanoeles y la puta melancolía terminaran por derribarme, por dejarme tirado en el sofá desde dónde miraba el rincón que ya no acogía el Belén de plástico y corcho que compré, pieza a pieza, cuando aún guardaba un ápice de entusiasmo por la Navidad.
En aquellas letras se podía encontrar todo un muestrario de tópicos garabateados a toda prisa y rubricados con la monotonía del funcionario. Pero también escribía líneas especiales, palabras que intentaban destilar el afecto que nunca verbalizo, deseos verdaderos para el futuro y agradecimientos solapados, agradecimientos cobardes, agradecimientos que se merecerían una novela y que intentaba ventilar en cuatro líneas. Demasiada mezquindad por mi parte para una fechas tan entrañables (“fechas tan entrañables” y eso que me había jurado no citar ni un solo tópico para que Ángel Gracia me acoja en su seno) Este año, y ya van dos, no he escrito ninguna felicitación navideña, ni lo voy a hacer.
Hoy me he levantado a la hora de comer, esta semana trabajo en el turno de noche, y sobre la encimera de la cocina me esperaba una nota de Migue y un sobre. La nota hablaba de cómo debía elaborar el cus cus con verduras y cordero. Después de asegurarme que entendía la receta he husmeado el contenido del sobre y al abrirlo me he encontrado con una de esas maravillas que justifican las bombillas de bajo consumo en la fachada consistorial, la plaga de Santa Claus escaladores y las lucecitas enloquecidas que han pasado de los escaparates de las tiendas de los chinos a las terrazas de los barrios obreros: Clara, Julia y María Clemente Marcuello nos habían enviado su tradicional felicitación navideña. Era una tarjeta apaisada, en la izquierda la letra del villancico “El tamborilero” y no, no me resistí y me puse a cantar bajo el influjo estratosférico de Raphael. En la derecha una foto de plano medio de las tres niñas. Sonríen, creo que van vestidas de los que son, de princesas. María regala su mirada a la cámara, chispas que hipnotizan, su sonrisa dibuja la más hermosa luna creciente. Clara es la más pequeña y tal vez por eso esta situada en medio de sus hermanas, ella se parte de la risa, sin medias tintas ni boberías, la boca bien abierta para llenar el mundo de carcajadas, de castillos encantados y de príncipes valientes o no tanto. Julia tras sus gafas naranjas, y yo siempre tengo debilidad por las niñas que usan gafas, guarda los ojos estirados como si vinieran de Pekín, la sonrisa leve, sin despegar los labios, educada y feliz.
Pero lo mejor estaba por llegar, al darle la vuelta a la tarjeta me encontré con el dibujo que encabeza esta entrada y el día, que empezó gris, se ha llenado de color y de esa Navidad con la que alguna vez soñé. Gracias.

18 diciembre 2007

Get Back Show

Las Spice Girls regresaron a los escenarios el pasado 2 de diciembre en la localidad australiana de Vancouver. John Lennon, uno de los cuatro integrantes de un grupo de los años sesenta llamado The Beatles, ejerció la dura tarea de telonero para las chicas picantes.
La función del telonero es calentar al público o, en su defecto, entretenerlo, pero en este caso no era necesario. Todos estos años de espera han conseguido que los fans de estas cinco estrellas del firmamento musical estuviesen candentes, excitados y deseosos de volver a ver a su grupo favorito.
Esa pasión resultó ser un obstáculo insalvable para Lennon que comenzó acústico y arcaico con “Give peace a chance”, intentó que los allí congregados siguieran aquel soniquete, pero nadie le hizo el menor caso. Quiso levantar un poco el mortecino ambiente que había desolado la audiencia y se embarcó en la aventura de endosarnos un tema navideño titulado “Happy Xmas (War is over)”, pero ni la bandurria, ni la pandereta que lucieron los músicos causaron la menor impresión en un público que empezaba a inquietarse ante tantos despropósitos. Pero el anciano interprete no cejó en su intento de ser escuchado y se despachó con un tema que al parecer le acarreó algunos momentos de esplendor en el pasado, “Imagine” quiso ser un alegato para utilizar la imaginación, fue interpretado con muy poco salero y nadie escuchó un mensaje tan rancio como apolillado. El público comenzó a silbar y fue entonces cuando desde uno de los laterales, un grupito de personas pertenecientes a la tercera edad, corearon «Get Back Show» repetidas veces hasta conseguir un enfado morrocotudo, desmedido y mal educado de John Lennon que se fue por dónde había venido. La audiencia recibió aquella espantada con una ovación cerrada, entonces, las luces del Vancouver Arena se apagaron y las Spice Girls tomaron el escenario para regalarnos uno de los mejores conciertos que este reportero ha visto.


14 diciembre 2007

de mi córnea

La noche bajo cero comenzó con una parrillada de mariscos con un blanco de Alquezar. En el váter una puntita olvidada de coca, la chupé con el dedo y un sabor áspero que dejó dormida a la lengua pero nunca la palabra. Primera y última vez. Jovencitas en minifalda desafían el frío mientras yo me protejo las orejas con la bufanda más clásica de mi armario. Un segurata de pinganillo en el oído me abraza, asegura que me conoce y me invita a un chupito de un brebaje demasiado dulce. Música basura para que un ejecutivo calvo se sienta un conquistador, ella lleva un vestido horroroso. En las calles grupos festivos aporrean villancicos y yo me animo con la cabra, la cabra, la puta de la cabra, la madre que la parió, yo tenía una cabra que se llamaba Asunción. Me echan de los garitos dónde sigue la música de mierda pero no dejan cantar y sólo queda un taxi en Zeta que me quiera devolver a casa, Radiolé en los altavoces y la armaba mediática del insulto y el despropósito en el cerebro, pese a su discurso radical, y mi silencio como evasiva, le deseo que tenga un buen servicio. El ascensor me recoge, no me atrevo a mirar al espejo, no quiero ver papadas, mofletes, ni mis nuevas gafas azules. La resaca ya empieza a traicionarme. Una vuelta de llave significa que Migue aún no se ha ido a trabajar, procuro no tropezar como el último día. Enciendo la luz y allí está, sobre la mesita de la entrada: El último CD-DVD de Violadores del Verso con su celofán y una nota que reza: Espero que te guste, chato. Y tanto que me gusta, sólo tienes que pulsar play y escuchar once segundos para comprobarlo:



12 diciembre 2007

La Chispa Adecuada (Versión Méjico)

Me acaba de llegar un correo de la compañía discográfica EMI en el que se anuncia que ya están disponibles las primeras imágenes del Tour 2007, así que de un click me planto en la página oficial de Héroes del Silencio.
“La Chispa Adecuada” iluminada y coreada por un público soberbio, gracias Méjico. Y ha vuelto a ocurrir, la electricidad incomprensible que eriza la piel, la emoción noqueando el estómago, los brotes húmedos deslizándose desde lo lacrimales hasta el fin del mundo, ya saben… “todo arde si le aplicas la chispa adecuada”
Y como en este mundo virtual el que no corre vuela, quiero dar las gracias a mikemurga que hace dos horas ha colgado esas imágenes en la pantalla global y que La Curvatura de la Córnea tiene el gusto de ofrecerte.

11 diciembre 2007

Audi 100

El viernes de la semana pasada asistí a la presentación del libro “20 poetas aragoneses expuestos” Fue un acto brillante. Pilar Navarrete, directora de la Biblioteca de Aragón en cuyas dependencias transcurrió el evento, dio paso a Trinidad Ruiz Marcellan, responsable de la edición que ha llevado a cabo Olifante, una pequeña editorial a la que tanto debe la poesía. Javier Albisu como director de publicaciones de la Expo estuvo didáctico y entretenido en su disertación que dio paso a Pilar Manrique, impulsora inicial del proyecto y autora del prólogo, la poetisa leyó un discurso medido, vibrante y eficaz. La presentación formal terminó con Manuel Foreaga quien prestó su magnífica voz a las palabras escritas de Félix Esteban que ha ejercido las funciones de coordinador para la edición de este libro. Y si hasta entonces la ceremonia había sido excelente lo mejor estaba por llegar.
Trinidad Ruiz Marcellan invitó a los poetas presentes a subir al estrado para leer los versos seleccionados para esta publicación, ruego que hizo extensible a Genevieve Baudry, encargada de traducir los 20 poemas al francés y Rosa Lafuente que lo ha hecho al inglés. Con este formato cada poeta leía el poema en versión original y las traductoras lo hacían en los idiomas citados, un ejemplo práctico de lo que ha significado realizar una edición trilingüe.
Angel Guinda rompió el hielo y tras él Alonso Cordel. Dos poetas veteranos y excelentes lectores. Detrás de ambos, nos deleitaron con la lectura muchos de los autores presentes en el acto. También subió Manuel Vilas al estrado, Manuel Vilas con patillas espesas y muy pobladas, Manuel Vilas de negro, Manuel Vilas de botas altas y de puntas aceradas, y se sentó y dijo soy Manuel Vilas y voy a leer Audi 100, y a mi me gustó la idea porque Audi 100 es uno de mis poemas favoritos del libro
Resurrección, porque más que un poema es una road movie de Los Monegros, ahora que todas las carreteras de Los Monegros van a confluir en Las Vegas y podremos casarnos en Farlete vestidos de Elvis Presley y Dolly Parton, precisamente ahora que Los Monegros se van a transformar en ocio y neón, ahora, Manuel Vilas leyó una versión micro de ese fabulosos poema que en formato corto no tiene ni la pujanza, ni la fuerza, ni la belleza del original.
En esta bitácora queremos reivindicar la versión íntegra de Audi 100 y por eso me he aliado con Lou Reed, un viejo amigo de Manuel Vilas, para que puedas escuchar Audi 100 de Manuel Vilas dedicada a
Manuel Vilas. Sólo tienes que conectar los altavoces y pulsar play:


Los poetas participantes en “20 aragoneses expuestos” son: Sergio Algora, Adolfo Burriel, Mariano Castro, Ánchel Conte, Alonso Cordel, Manuel M. Forega, Emilio Pedro Gómez, Octavio Gómez Milián, Ángel Gracia, Ángel Guinda, David Mayor, Juli Micolau, Miguel Ángel Ortiz Albero, Elena Pallarés, Pilar Peris, Alfredo Saldaña, Joaquín Sánchez Vallés, Rosendo Tello, Manuel Vilas y Enrique Villagrasa.
Las ilustraciones del libro pertenecen a Iris Lázaro, Eduardo Laborda, Ricardo Calero, Javier Lapuente, Pachi Garulo, César Sánchez Vázquez, Columna Villarroya y Vicente Pascual.

09 diciembre 2007

Pasatiempos sutiles


Esta tarde, dos años y medio después de la mudanza que nos devolvió al Barrio de Las Fuentes, Migue ha desempacado la última caja. Desempacar es un verbo que me encanta porque cada vez que lo pienso me sueño bonaerense.
Lo ha hecho mientras yo estaba en el trabajo. No debía ser una caja muy importante cuando hemos pasado treinta meses sin hurgar en su contenido. Ese ha sido el motivo que ha esgrimido para justificar que gran parte de los cachivaches allí varados han ido a parar al contenedor de las basuras, contraviniendo una de mis más arraigadas costumbres de ordenar pero no tirar. También es cierto que ha tenido la precaución de rescatar algunas cosas que ha pensado interesantes: Una docena de cajas vacías de cd´s, la cartilla blanca que certifica mi paso por las Fuerza Armadas Españolas y cincuenta y seis hojas cuadriculadas de tamaño folios con letra abigarrada. La fecha inicial es febrero de 1982 y la despedida con firma incluida de marzo de1985, están cosidas por un clip bajo el título de “Pasatiempos sutiles (Para distancias largas)”
Aquí lo tengo, a mi izquierda. Casi no reconozco la letra del inicio, la de un estudiante de pueblo turolense con acento sevillano y recién llegado a Zeta La Capital, tampoco recuerdo la geometría de los trazos deslavazados y presurosos del final. No me atrevo a leerlo, me da pudor, más pudor que miedo ¿Qué escribí hace veinticinco años? Tan sólo consigo deslizar la mirada sobre la cita que a modo de subtítulo dice “Todo aquel que ose amar… esta loco” (de la canción “Romeo and Juliet” de Dire Stratis)



01 diciembre 2007

Soledad

Yo vengo sin idiomas desde mi soledad,
y sin idiomas voy hacia la tuya.
(Luís García Montero)



Encontrar las palabras que me permitieran disfrutar de la belleza, esa era mi meta soñada, el destino inalcanzado, una quimera. Al principio anduve con la esperanza del atleta, con el entrenamiento como Biblia y la disciplina como rezo. Duró poco porque los esfuerzos físicos requieren solidez en los principios y en las creencias, y yo soy dado a moverme como la veleta, siempre virando para acomodarme a las premisas de los otros, secuestrado por criterios ajenos que me dejan al albur de sus caprichos.
Lo leí en “La muerte en Venecia” La belleza esta en el camino. No fue difícil encontrar un camino, lo complicado resultó desenmarañar el mecanismo de la creación, de la originalidad, de la brillantez. El batacazo fue culpa mía porque había ignorado toda la extensión de lo expresado por el novelista alemán Thomas Mann que, además de la citada, establecía otra premisa: El camino sólo es el medio, lo imprescindible es la sensibilidad del hombre y la razón para transmutar el pensamiento en sentimiento. Unas condiciones insalvables que explicaba mi fracaso
Recobré el resuello pese a las constantes derrotas cuando la solución definitiva se presentó en un sueño: El conocimiento podría desvelarme los secretos para traducir lo sensible al lenguaje escrito, si acumulaba todo el saber posible podría utilizarlo en la elaboración de nuevas ideas que mostrasen la vida que me rodeaba y los mundos que soñaba. Era una buena teoría que partía de unas expectativas demasiado optimistas. Todo se fue al traste cuando quedó demostrada mi falta de capacidad para el aprendizaje sistemático, lo limitado de mi sistema de almacenamiento impidió acumular cantidades apreciables de conceptos, teorías y cánones.
Entonces reparé en algo muy importante a lo que no había dado la importancia que los nuevos tiempos requerían: La comunicación on line, una vía con el mundo exterior, el ojo del Gran Hermano que todo lo ve, la ventana por la que asomarme y darle al mundo todo lo que soy. Bueno o malo, brillante o mediocre, esos binomios dejaban de tener importancia en el mundo virtual porque lo importante era estar, ¡al carajo con los contenidos! En esa etapa estuve muy excitado, la aventura resultó enriquecedora, embarcado en la enorme avalancha generada por mis congéneres internautas, aprendía de una manera inconsciente, intuitiva, sin esfuerzo aparente. La panacea terminó con un solo click, todo se vino abajo, el mundo maravilloso que la pantalla plana me mostraba se disipó.
Cuando decidí tirar la toalla llegó ella. Fue un día al caer la tarde, se presentó con el calor del sol de otoño, con la familiaridad de quien se sabe deseado, como si hubiera espiado las necesidades de mi espíritu para presentarse en el momento oportuno, en ese segundo en el que me di cuenta de lo innecesario de mi presencia, de la simpleza de mi existir, del sinsentido que significaba el devenir desde el alba hasta el insomnio de la noche. Recibí su compañía alegre y esperanzado, era la señal que necesitaba, el último recurso para alcanzar la excelencia, la postrera posibilidad de comprender la belleza, el alivio para calmar la mediocre ansiedad que sentía frente al folio en blanco. Qué estúpido fui.
Me aferré a ella con todas mis fuerzas, la amarré a mi vida, seguí todas sus premisas. Todo fue en vano, en contra de mis expectativas, no hizo nada por salvarme, sólo se dedicó a expandir su presencia en derredor hasta aislarme del mundo y de mis pensamientos. Ahora me encuentro perdido en estos páramos, insatisfecho por no haber conjugado la fórmula espacio-tiempo hasta alcanzar una belleza singular, un territorio mítico dónde los hombres descubran mi acción creadora.