Una felicitación navideña
Hasta hace un par de años felicitaba las Navidades por correo ordinario. Lo hacía con postales de UNICEF,de Médicos Sin Fronteras y de Intermon Oxfam, supongo que en un postrero intento por lavar los restos de la mala conciencia que me corresponde por vivir en la parte rosa del mundo. Era una tarea muy voluminosa que comenzaba mucho antes de que los compradores compulsivos, los lamentables papanoeles y la puta melancolía terminaran por derribarme, por dejarme tirado en el sofá desde dónde miraba el rincón que ya no acogía el Belén de plástico y corcho que compré, pieza a pieza, cuando aún guardaba un ápice de entusiasmo por la Navidad.
En aquellas letras se podía encontrar todo un muestrario de tópicos garabateados a toda prisa y rubricados con la monotonía del funcionario. Pero también escribía líneas especiales, palabras que intentaban destilar el afecto que nunca verbalizo, deseos verdaderos para el futuro y agradecimientos solapados, agradecimientos cobardes, agradecimientos que se merecerían una novela y que intentaba ventilar en cuatro líneas. Demasiada mezquindad por mi parte para una fechas tan entrañables (“fechas tan entrañables” y eso que me había jurado no citar ni un solo tópico para que Ángel Gracia me acoja en su seno) Este año, y ya van dos, no he escrito ninguna felicitación navideña, ni lo voy a hacer.
Hoy me he levantado a la hora de comer, esta semana trabajo en el turno de noche, y sobre la encimera de la cocina me esperaba una nota de Migue y un sobre. La nota hablaba de cómo debía elaborar el cus cus con verduras y cordero. Después de asegurarme que entendía la receta he husmeado el contenido del sobre y al abrirlo me he encontrado con una de esas maravillas que justifican las bombillas de bajo consumo en la fachada consistorial, la plaga de Santa Claus escaladores y las lucecitas enloquecidas que han pasado de los escaparates de las tiendas de los chinos a las terrazas de los barrios obreros: Clara, Julia y María Clemente Marcuello nos habían enviado su tradicional felicitación navideña. Era una tarjeta apaisada, en la izquierda la letra del villancico “El tamborilero” y no, no me resistí y me puse a cantar bajo el influjo estratosférico de Raphael. En la derecha una foto de plano medio de las tres niñas. Sonríen, creo que van vestidas de los que son, de princesas. María regala su mirada a la cámara, chispas que hipnotizan, su sonrisa dibuja la más hermosa luna creciente. Clara es la más pequeña y tal vez por eso esta situada en medio de sus hermanas, ella se parte de la risa, sin medias tintas ni boberías, la boca bien abierta para llenar el mundo de carcajadas, de castillos encantados y de príncipes valientes o no tanto. Julia tras sus gafas naranjas, y yo siempre tengo debilidad por las niñas que usan gafas, guarda los ojos estirados como si vinieran de Pekín, la sonrisa leve, sin despegar los labios, educada y feliz.
Pero lo mejor estaba por llegar, al darle la vuelta a la tarjeta me encontré con el dibujo que encabeza esta entrada y el día, que empezó gris, se ha llenado de color y de esa Navidad con la que alguna vez soñé. Gracias.
En aquellas letras se podía encontrar todo un muestrario de tópicos garabateados a toda prisa y rubricados con la monotonía del funcionario. Pero también escribía líneas especiales, palabras que intentaban destilar el afecto que nunca verbalizo, deseos verdaderos para el futuro y agradecimientos solapados, agradecimientos cobardes, agradecimientos que se merecerían una novela y que intentaba ventilar en cuatro líneas. Demasiada mezquindad por mi parte para una fechas tan entrañables (“fechas tan entrañables” y eso que me había jurado no citar ni un solo tópico para que Ángel Gracia me acoja en su seno) Este año, y ya van dos, no he escrito ninguna felicitación navideña, ni lo voy a hacer.
Hoy me he levantado a la hora de comer, esta semana trabajo en el turno de noche, y sobre la encimera de la cocina me esperaba una nota de Migue y un sobre. La nota hablaba de cómo debía elaborar el cus cus con verduras y cordero. Después de asegurarme que entendía la receta he husmeado el contenido del sobre y al abrirlo me he encontrado con una de esas maravillas que justifican las bombillas de bajo consumo en la fachada consistorial, la plaga de Santa Claus escaladores y las lucecitas enloquecidas que han pasado de los escaparates de las tiendas de los chinos a las terrazas de los barrios obreros: Clara, Julia y María Clemente Marcuello nos habían enviado su tradicional felicitación navideña. Era una tarjeta apaisada, en la izquierda la letra del villancico “El tamborilero” y no, no me resistí y me puse a cantar bajo el influjo estratosférico de Raphael. En la derecha una foto de plano medio de las tres niñas. Sonríen, creo que van vestidas de los que son, de princesas. María regala su mirada a la cámara, chispas que hipnotizan, su sonrisa dibuja la más hermosa luna creciente. Clara es la más pequeña y tal vez por eso esta situada en medio de sus hermanas, ella se parte de la risa, sin medias tintas ni boberías, la boca bien abierta para llenar el mundo de carcajadas, de castillos encantados y de príncipes valientes o no tanto. Julia tras sus gafas naranjas, y yo siempre tengo debilidad por las niñas que usan gafas, guarda los ojos estirados como si vinieran de Pekín, la sonrisa leve, sin despegar los labios, educada y feliz.
Pero lo mejor estaba por llegar, al darle la vuelta a la tarjeta me encontré con el dibujo que encabeza esta entrada y el día, que empezó gris, se ha llenado de color y de esa Navidad con la que alguna vez soñé. Gracias.
6 Comments:
No me extraña, jeje, también aquí se ha encendido otra bombilla navideña.
El resto estaban a tope después de la postal que me preparo mi peque ayer en la fisioterapia ...si puedo la cuelgo.
Besos
PD Va a ser verdad eso que dicen: la Navidad existe por y para los chicos.
Hola Lamima.
Es la última esperanza, que los niños de ahora le den la vuelta al calcetín de estas celebraciones pero me temo...
Salu2 Córneos y un abrazo.
bueno Javier, yo no felicito ni mando deseos especiales en estas fechas, ggrrr!!!! no obstante os he puesto un mensaje en nohaydolor, más que nada por brindar por el buen humor y las risas a destajo,
un besazo
Hola Maite.
Bueno, yo también me he sumado a las felicitaciones, en este caso sonora... en la próxima entrada.
Salu2 Córneos.
Es totalmente así: la navidad existe por los niños. ¿Es que os hacen falta más pruebas? Lo demás es todo eso que citas: bombillas de bajo consumo o de los chinos, papás noeles odiosos y compradores compulsivos. Pero yo hago toda clase de boberías por mis chicos, y por mis sobrinos, y me da igual que me llaméis inconsecuente: disfrutan, disfruto.
Hola Inde.
Totalmente de acuerdo. Durante todo el año me gusta hacer "boberías" con los chicos y ¿sabes? los adultos tan responsables y serios les dicen a sus chicos: "Esta tururú" y yo, yo suspiro por enésima vez y pienso en la tristeza que supone no dejarlos ser niños, disfrutar por el simple placer de disfrutar. En fin Inde, que si tú disfrutas, yo disfruto :-)
Salu2 Córneos.
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