La curvatura de la córnea

31 enero 2006

Resurrección


Había entrado en la librería Los Portadores de Sueños de la calle Blancas para ayudar a elegir a Los Reyes Magos los libros infantiles de mis sobrinos Javier, Paula y Claudia, pero, antes de ascender al Reino dónde habitan las princesas desconocidas y un manual de campo para conocer los dragones, en la planta baja, me encontré con Resurrección. Lo tomé entre mis manos sin zarandajas, no hubo imantación, fue un gesto frío. Yo no elijo los libros que voy a leer, sólo decido cuales adquiero pero, ¡pobre de mi!, el fallo final esta fuera de mi alcance, son ellos los que me llaman desde las estanterías. Creo que esperan hasta verme preparado para emocionarme con la lectura. Desde que Eduardo Mendoza confesó que él tampoco sabe cual es el siguiente libro que va a ocupar su tiempo, ya no me preocupa esta extraña relación con los volúmenes de mis repisas.
Fui incapaz de elegir los libros infantiles, agobiado por un par de preguntas ¿Qué ocurriría si me dejará de historias, poemas y cánones de todos los pelajes? ¿Qué sucedería si solo leyera esas maravillosas obras para niños dónde todo es fantasía y espléndidas ediciones?
Antes de salir de la librería me coloqué los auriculares del lector mp3. Play. Violadores del Verso me llegaron potentes desde el directo grabado en Aqualung y titulado Tu eres alguien: “El gran hardcore desde Z G Zaragoza Ciudad” ¡Zas! y llegó la conexión: Zeta era un libro de relatos de Manuel Vilas, el preliminar de la novela Magia, o eso recordaba haber leído. Giré sobre mis talones y añadí a la compra los dos títulos mencionados.
Cogí el 30 porque trasladándome en el bus busco mejor en mi memoria y quería encontrar la noticia dónde se reseñaba que Resurrección había ganado el prestigioso premio de poesía Jaime Gil de Biedma. Bajé del 30 sin conseguirlo.
He coincidido con Manuel Vilas en varios eventos y he aprendido de sus conocimientos sobre el mundo de la literatura; desde una charla-recital organizada por la Asociación Aragonesa de Escritores, hasta un minicurso de minirelatos en la minisala de la Fnac. La última vez que crucé palabras con el poeta fue el día después de la presentación de Resurrección en la librería Cálamo, acto al que no pude acudir por culpa de mi horario laboral Non Stop. Fue, de nuevo, en la planta baja de la Fnac, le felicité por el premio recibido pero no pude decirle nada de su obra. Los tres libros que había comprado seguían impasibles, inmóviles, todavía no me habían lanzado su llamada.
Pasaron un par de días hasta que el contestador de mi teléfono móvil me llamó a la barra del bar El Sol dónde consumía el vigésimo tubo, uno por cada capítulo que soy incapaz de escribir. Allí me deslizaba por el amplio escote de la camarera con todos los pensamientos obscenos resbalando de mi mente a la bragueta. La voz marinera de Alejandro Pastor rompió el hechizo. Recitaba un poema, al principio pensé que era de los suyos, pero enseguida escuché ambientes, palabras y épocas que no eran las suyas. Me gustó el texto. La grabación terminaba con una broma que quedaba diluida en un tono más serio que jocoso «Serás cenutrio» decía «haber comprado este libro hace semanas y no haberlo leído todavía» Estaba claro, hablaba de Resurrección.
En el camino de vuelta terminé La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile de García Márquez y llegué a casa con la duda de qué libro sería el siguiente. Me esperaba acodado sobre la encimera de la cocina, inclinado lo suficiente como para enseñarme sus encantos, vestía de negro, ese negro tan lejano del luto y tan cercano a la pasión. Comencé a leerlo inmediatamente “Estoy en el MacDonald´s de la Plaza de Zaragoza”, y no paré hasta el final “Eh, mira, mira, ¿qué es esto? La vida. Es la vida” El poemario de Manuel Vilas me cautivó.
Y aquí me veo sentado con la intención de escribirte una reseña de este estupendo libro, pero tengo que dejarte. Los libros de bolsillo de Carver están intentado azotar a Zeta y Magia que se defienden como pueden.. Es una lucha desigual de cuatro contra dos. Así que me veo en la obligación de intervenir para evitar males mayores, y eso que ahora, con la fuerza de los valientes, se suma al par de libros aragoneses el Telón de boca de Juan Goytisolo. ¿Qué habré hecho mal para que mis libros renuncien al diálogo y diriman sus diferencias como matones?

Etiquetas:

Verbenero


Una vez aclarada la mala utilización del adjetivo rumbero, otra inquietud ha venido a turbarme y sigue siendo el SMS de Suso el culpable: “Europa FM lanza en primicia la canción del mejillón. Creo que del Payo Manuel y Trini. No tiene desperdicio, segura canción del verano. Adonde vamos a parar…”
Me niego a que un bodrio como el mejillón consiga el deseado galardón de la canción del verano.
Una buena definición de mi perfil musical seria, lo digo sin rubor y con orgullo, la de verbenero. Me parece maravilloso que llegado el verano, las Plazas Mayores de todos los pueblos de España se llenen de escenarios, de músicos y de jolgorio. Y no cabe duda, muchos de los mejores momentos de mi vida han ocurrido en noches de Frontón y bailoteo, en la Plaza del Ayuntamiento de Utrillas escenificando la coreografía de Follow the leader, o en las Fiestas de las Barriadas de Sur cuando Migue y yo juramos que nunca dejaríamos de bailar In the mood de Glenn Miller.
Una verbena como Dios manda debería contar con la sabrosa cadencia del cha-cha-cha, la rumba canalla y el todopoderoso pasodoble. Pegar los cuerpos en el tango hasta fusionarse con un bolerazo de pasión, la elegancia del vals y el desparrame disparatado de la ranchera. Sacudir el cuerpo con la música disco, el remix de Abba, rock and roll seguido del twist y el ritmo efectivo del funky. Renovar la devoción por el pop de los ochenta, los grandes éxitos de Village People y las cuatro estaciones de una sevillana. La recta final vendría marcada por un repaso a la lista de los 40 Principales, la majestuosidad del metal patrio e internacional y el inevitable homenaje a las músicas regionales hasta desembocar en cánticos ancestral del tipo: “Cuando yo me muera tengo ya dispuesto en el testamento, que me han de enterrar en una bodega al pie de una cuba con un grano de uva en el paladar”.En medio de toda esta panoplia de melodías lo más importante: La canción del verano, pero no sólo el éxito de cada año, no señor, además sería imprescindible el repaso a toda una historia de estribillos y coreografías que nos han proporcionado tantos momentos de felicidad.

Etiquetas:

Rumbero


La alerta me llegó a través de un SMS enviado por mi amigo Suso y que decía: “Europa FM lanza en primicia la canción del mejillón. Creo que del Payo Manuel y Trini. No tiene desperdicio, segura canción del verano. Adonde vamos a parar…”
He de reconocer que soy asiduo oyente de Europa FM durante mis desvelos y su selección musical nocturna me parece aceptable. Sobre los cantantes citados no tenía ni la más remota idea, así que me tuve que lanzar a buscar esa tonadilla que Suso encuentra tan…, no me atrevo a usar ningún adjetivo porque, siendo objetivos, el autor de SMS ningún adjetivo usó.
Me resultó sencillo encontrar la cancioncilla de la discordia y, que quieren que les diga, es un bodrio de tomo y lomo. Quizás lo menos importante sea lo infumable de una letra mugrienta, plagada tópicos trillados, obscenos y con un aire casposo de muy mala calidad. Lo peor tampoco es el soniquete cansino y pobre del órgano Casio, un instrumento al que le tengo simpatía porque su sonido siempre me traslada a la confluencia de Doctor Iranzo con Batalla de Lepanto, al balcón desde dónde disfruté del arte que una familia de gitanos amplificaba por el barrio con el arrebato de la copla y acompañados de trompeta, teclas, voz, palmas, cabra y la alegría de vivir soñando de esquina en esquina.
Lo que realmente me parece una ofensa es que a este tipo se le conozca como “el rumbero verde”. Rumbero es un adjetivo tan grande que sólo se le puede aplicar a músicos de la talla de Paco de Lucía (Entre dos aguas), cantantes como Antonio González “El Pescailla” (Con él llegó la rumba), Peret (El muerto vivo), Gato Pérez (Gitanitos y morenos) y apurando los tiempos más modernos, Pata Negra, Kilo Veneno, Los Chichos, Los Chunguitos, Ojos de Brujo, Dusminguet, Estopa y, si me apuran, el DJ R de Rumba.

Etiquetas:

Trae la rima



No había mucha gente para entrar al concierto de Sólo los Sólo pero un tipo trajeado de rebajas se empeñaba en cachear a todos los B-Boy y B-Girls de la fila, lo confirmé cuando a mi me dejó pasar tras una estúpida sonrisa complaciente. Pero volvamos a la cola (— Fila, hermana, fila) Allí estaban, eran ellos: R de Rumba, Lírico y Kase O.
Juan Sólo salto al minúsculo escenario con ganas de agradar y lo consiguió. Pero mi interés por el concierto pasó a ser secundario en el instante que el azar puso a Lírico y Kase O a mi diestra y a mi siniestra. El 50% de Violadores del Verso escoltando mi figura elevada al séptimo cielo.
Les miraba de reojo y cuando Lírico subía sus manos al aire, las mías también subían. Y si Kase O alzaba su quinto de Ambar este pavo bebía de la cerveza local como si de alguna irlandesa se tratara.
Al final del concierto hable con ambos para confesarles de mi admiración por su poesía, por sus ritmos y por su irresistible flow sobre las duras tablas del escenario.
Regresé a casa contento con la experiencia y arrastrando un sueño. Deseaba que la genialidad de estos chicos se hubiese trasvasado a mi cuerpo utilizando la osmosis inversa como novedoso método. Pero esta mañana he comprobado que sigo teniendo el mismo grado de originalidad, que nada ha cambiado. Así que conecto mi reproductor de mp3 y comienzo el rezo de todos los días: “¡Oh Calíope Augusta entre las musas. Haz florecer el jardín. Trae la rima”

Etiquetas:

Soy un cobarde


El cielo gris y las nubes enfadadas han ocultado al todopoderoso astro solar. Los tejados rojos se empapan con el aguacero que hará crecer el bosque de antenas y los rebollones parabólicos. Me siento tan estúpido utilizando metáforas trilladas de tópicos.
El señor de la bata raída vuelve a sacar al loro verde y amarillo a la terraza. Esta vez permanece callado, supongo que por el frío. Giro de nuevo la cabeza para mirar al monitor en blanco. Acabaré con una contractura en el cuello antes de enfrentarme a la realidad de los hechos: Soy un cobarde frente al Documento 1 – Microsoft Word – Garamond – 12 – Sangría francesa (nada de vino) - Justificar el párrafo – Espacio doble.

Etiquetas:

Super Power Platform Scale


La llave giró en el bombín y el ruido de la puerta de la calle me sacó de ese ligero grado de ensoñación on the sofa que me produce los programas vespertinos de freakes televisivos. Migue cerró la puerta con excesivo cuidado y atravesó el pasillo con el sigilo suficiente como para mosquearme.
— ¿Ocurre algo? — le pregunté.
Me contestó con un inaudible susurro y se encerró en el baño. No puedo precisar cuanto tiempo transcurrió hasta que me planté delante de la puerta del retrete porque había sucumbido al terrible drama de una Jenny abandonada por un Jonatan que, en realidad, estaba enamorado de una Mari Kelly que, al parecer, era un putón verbenero de mucho cuidado, todo ello convenientemente azuzado por esa referencia mediática llamada Patricia que, transformada en instigadora de los más bajos instintos, rompe niveles de audiencia a costa de abducidos como el que les escribe. Pero no crean que veo la televisión vespertina por simple ocio, no señor, lo que yo busco es la inspiración para escribir un soneto postmoderno y rompedor.
Cuando salí de la trampa catódica fui hasta el baño y abrí la puerta de sopetón. Migue estaba sentada en el suelo entre la ducha y el lavabo y, la verdad, no me daba buena espina tanto silencio, así que me acomodé sobre la tapa del inodoro y me lancé al interrogatorio.
— ¿Qué lees?
— Ahora nada.
— Ya veo. ¿Eso que llevas en la mano es un manual de instrucciones, no?
— Si, pero está en japonés.
— ¿Algún otro idioma?
— Si, además del japonés he podido descubrir el coreano, el alemán, francés, griego y no hagas el chistecito fácil. Y, déjame ver, inglés, italiano y fines.
— No me puedo creer que no vengan instrucciones en español.
— No, si venir vienen, dos hojitas de nada pero, ¿qué quieres que te diga? a mí me suenan a chino.
Fue entonces cuando la vi junto al armario del lavabo. Líneas estilizadas y de delgadísimo de grosor, un cuadrado perfecto que contenía un gran display rodeado de botones grises, el resto del espacio estaba moteado de pequeñas protuberancias metálicas sobre fondo gris plata.
— Esta cosa — pregunté, — ¿Qué tipo de cacharro es?
— No empecemos, no empecemos. No es ningún cacharro.
— Pues ya me dirás porque no acabo de… ¡Una báscula! Es una báscula
— ¡Qué bien, el chico nos ha salido listo!
— Te recuerdo que ya tenemos una báscula.
— Javi, la Super Power Platform Scale es mucho más que una báscula.
— Mira que te tengo dicho que no debe ser bueno ver tanto…
— ¡A callar! La Super Power Platform Scale no es un producto engañifa de esos que anuncian en las madrugadas televisivas. No señor, la Super Power Platform Scale es un producto revolucionario avalado por las investigaciones científicas de la University Haberdashery Oregon Scientific que, tras largos años de profundizar en el inmenso campo del mundo de las mediciones, ha condensado todo su saber en esta maravillosa Super Power Platform Scale. Porque la Super Power Platform Scale no es una simple báscula, ¡no señor!, la Super Power Platform Scale es una mini computadora fruto de los importantes estudios realizados por un equipo multidisciplinar en la estación espacial Ganímedes Skylab. La Super Power Platform Scale esta diseñada para medir tu peso de forma automática con sólo subirte a ella porque tiene la posibilidad de insertar códigos individuales de identificación personal para dos usuarios utilizando un lector óptico que cataloga las huellas dactilares de los dedos de los pies. La Super Power Platform Scale es capaz de controlar tu peso y analizar la masa corporal del cuerpo en ajuste centesimal. Para este seguimiento puedes seleccionar entre tres unidades de peso, a saber: kilogramos, libras o arrobas, todo ello con una sólo finalidad: Determinar que relación porcentual existe en tu organismo entre la grasa aglotermolítica y el agua retrogastreada. Pero no queda aquí la cosa. Te recuerdo que la Super Power Platform Scale hace estos cálculos con sólo pulsar un botón y en menos de un minuto puedes ver los resultados en su pantalla LCD o, a través un puerto inalámbrico, visualizarlos en el monitor del ordenador. Además, puedes amenizar tan corta espera escuchando las melodías relajantes de Mister Gary Strong Face que los distribuidores de la Super Power Platform Scale te regalan durante este mes como oferta especial.
— …
— No me mires con esos ojos. Lo que pasa es que no sé como configurarla. ¿Me podrías ayudar?
— …
— Venga. No te hagas de rogar — me besó. — Toma las instrucciones y me avisas cuando la tengas lista. Mientras, voy a preparar un cafelito con un Xuxo de chocolate para el rey de mi Super Power Platform Scale.
— …
Me sobrepuse al discurso publicitario a duras penas y me dispuse a seguir al pie de la letra las instrucciones en castellano para configurar aquella maravilla tecnológica. Tras colocar la fecha, la hora y la edad de nacimiento de los dos probables usuarios de la Super Power Platform Scale. Me descalcé y ascendí hasta su superficie rugosa como quien va a Lourdes en busca de un milagro. Pulsé el botón START con el dedo gordo del pie derecho. Cuatro guiones digitales parpadearon durante el minuto más largo de mi vida ¿Cuál sería la proporción entre la grasa aglotermolítica y el agua retrogastreada de mi cuerpazo serrano? Un mensaje escrito empezó a correr por el display de derecha a izquierda: “Super Power Platform Scale tiene el placer de informarle que en breves fechas aparecerá en el mercado la nueva báscula para baño Super More Power Scale Plus *** Su masa corporal esta compuesta por un 0% de ingenio literario y un 100% de mediocridad intelectual y poética ***”
Quedé arrumbado sobre las baldosas frías del minúsculo baño y allí permanecí macerando el miedo brutal que me impide mancillar las teclas del ordenador con mi insuficiencia creativa.

Etiquetas:

La vida secreta de la palabras

El dos de Diciembre de 1982 dejé de hablar. Fue durante la aburrida clase de Lengua y Literatura. Don Honorio dormitaba mientras un servidor salmodiaba la biografía de Demetrio Aldous con la cadencia monótona de lo memorizado a fuerza de repetición. Tal era la somnolencia del profesor que, ante mi repentina mudez, sólo golpeó la mesa con los nudillos de la mano derecha para dar paso al siguiente alumno en la lista alfabética que nos numeraba.
Hacía un par de días que en la clase de Prácticas Eléctricas había sufrido una pequeña invasión de amperios. Ese fue el motivo que El Calavera expuso ante el claustro de profesores para dar una explicación a mi silencio. «Una consecuencia directa» decía trenzando la voz con el bigote, «de la intensidad del calambrazo que ha circulado por su cuerpo». Tanto se preocupó que se encargó de citar a un psicólogo.
Mi madre me arropó hasta con seis mantas zamoranas durante todas las noches que estuve esperando al tipo que estudiaría mi actividad mental y cuanto había de humano en mi comportamiento. Fue la única que no me preguntó el motivo de mi mutismo, sólo duplicó sus besos y cocinó, uno tras otro, todos mis platos favoritos: Macarrones con jamón y ternera encebollada; judías con manitas, oreja y morro, arroz caldoso con escarbaderas y de postre flan a tutiplé para comer con cuchara sopera.
A veces he intentado fijar con exactitud el día que regresé al mundo de los fonemas y, aunque no consigo recordarlo, estoy seguro que fue con alguna estupidez sin sentido. Tampoco puedo explicar porque dejé de hablar, pero me gusta contar que fue porque tengo el cerebro en forma de embudo y a las palabras les cuesta demasiado tiempo llegar desde la zona más ancha, donde se crean las ideas, hasta el estrecho pitorro por el que los significados pasan antes de ser lanzadas al mundo exterior.
Sin embargo, en la última película de Isabel Coixet (La vida secreta de las palabras), Hanna tiene un motivo muy claro para no decir ni mu y cuando encuentra la empatía suficiente con otro ser humano, que parece vivir gracias a la incapaz de callarse, decide hablar en medio de un templo a la incomunicación, un lugar en ninguna parte. En ese medio tan inhóspito vence al miedo y nos cuenta la estremecedora experiencia vital que ha marcado su vida.
Preocupado por los motivos que nos pueden llevar a elegir el silencio le pregunté a Isabel Coixet, como si fuera mi Oráculo personal, si ella sabría interpretar los míos. Me aseguró que sobre mutismos juveniles nada podía decirme porque los pensamientos anárquicos que caracterizan esa edad son laberintos insoldables. Asentí y volví a su sabiduría reclamando alguna explicación, más poética que psicológica, que diera sentido a los muchos silencios que hoy en día me envuelven. Esos silencios con los que renuncio a defenderme del ultraje, incapaz de luchar contra la traición y que se acaban convirtiendo en garantía procesal para el juicio sumarísimo sobre mi personalidad ciclotímica y descarriada. Entonces me contó que las palabras son como bancos de peces que pululan en nuestras cabezas hasta agolparse en las cuerdas vocales. Allí luchan por salir para ser escuchadas por los demás. Algunas veces las palabras se pierden en ese camino que va desde la cabeza hasta la garganta. Esas palabras perdidas, que durante mucho tiempo vagan en el limbo de los silencios, de los malentendidos, de los errores del pasado y del dolor, un día salen a borbotones y cuando empiezan a salir nadie puede pararlas.
Desde que escuché esta parábola no he dejado de vigilar todos y cada uno de mis vocablos porque estoy impaciente por vislumbrar ese momento lucido en el que una avalancha de palabras me permitirá, ¡por fin!, escribir un relato cojonudo.

Etiquetas:

Reino de Juventud


Rakel Benítez afirmó «Jaime Gil de Biedma es Dios» Fue un acto de devoción al que no pude responder desde mi agnosticismo porque Raquel, la otra Raquel, la Raquel de Benidorm estaba retratando a todo bicho viviente y yo andaba demasiado preocupado por ofrecer al objetivo digital mi lado bueno como para andar discutiendo si el poeta mencionado era un Dios, un mito o, como diría Alejandro Pastor, “un cabroncete que se ríe de todas las realidades”.
No soy un gran lector de poesía pero recordaba un libro de Cátedra titulado “Lírica española de hoy” dónde descubrí el poema de Gil de Biedma “Píos deseos al empezar el año” Hace lustros que, preocupado por el transcurrir del tiempo y de sus consecuencias, subrayé los siguientes versos:

Pasada ya la cumbre de la vida,
justo del otro lado, yo contemplo
un paisaje no exento de belleza
en los días de sol, pero en invierno inhóspito.
/…/
Aunque el placer del pensamiento abstracto es lo mismo que todos los placeres:
reino de juventud.

No hace tanto tiempo que abandoné ese Reino de Juventud al que el poeta designa como centro de todos los placeres. Así pues, reconozco que ahora observo la jugada desde el otro lado. Seguramente por eso caigo en la tentación de relacionar la canción de Héroes del Silencio “Entre dos tierras” con el poema “Himno de jueventud” del Gil de Biedma. La visión del mismo asunto pero desde posiciones diferentes. En la letra del tema heroico se habla de la necesidad de los que llegan por apartar a los que, instalados en las poltronas, miran hacía atrás por encima del hombro. El grupo zaragozano se refería al mundo de la música pero podríamos aplicarlo a todos los ámbitos de la vida. Acudo a mi condición de fan para citar de memoria:
“Te puedes vender, cualquier oferta es buena si quieres poder. Y que fácil es abrir tanto la boca para opinar. Déjame que yo no tengo la culpa de verte caer. Pierdes la fe y cualquier esperanza es vana. Pero olvídame que nadie te ha llamado y ya estás otra vez. Entre dos tierras estás y no dejas aire que respirar. Déjalo ya, no seas membrillo y permite pasar. Y si te piensas echar atrás tienes mucho barro que tragar. Déjame que yo no tengo la culpa de verte caer.”
La mirada a este choque de generaciones desde el lado de la madurez viene determinada por los versos del vate barcelonés cuando escribe:
Estábamos tranquilos los mayores
y tú vienes a herirnos, reviviendo los más terribles sueños imposibles,
tú vienes para hurgarnos las imaginaciones.
/…/
Nos anuncias el reino de la vida,
el sueño de la otra vida, más intensa y más libre,
sin deseo enconado como un remordimiento
—sin deseo de ti, sofisticada
bestezuela infantil en quien coinciden
la directa belleza de la starlet
y la graciosa timidez del príncipe.

El paso del tiempo y la influencia de esos cambios en la vida se mantienen visible en la obra musical de Enrique Bunbury. Una evolución que va desde la letra de la canción de Héroes del Silencio “Entre dos tierras” hasta el poema de Gil de Biedma titulado”No volveré a ser joven” que utiliza como colofón para el final de la película “Freak Show” (que acompañaba a su último lanzamiento discográfico) y que dice:
“Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde. Como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante. Dejar huella quería y marcharme entre aplausos, envejecer, morir, eran tan sólo las dimensiones del teatro. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el único argumento de la obra.”
Una contundente reflexión para el final de mis primeros cuarenta años.
Pero volvamos a Rakel Benítez que, acodada en la barra del Paris Galerie, volvió a afirmar «Luis García Montero es lo más» Ya he confesado que no soy un gran aficionado a los poemas, error que voy corrigiendo poco a poco, así que el autor mencionado no se encuentra entre mis lecturas pese a que Alejandro Pastor me lo había aconsejado porque, según me dijo, «pone literatura en cada uno de sus versos» El fotógrafo canario Enrique Ponce me había sugerido, después de una cena de pescados, demasiados vinos y abundante orujo de hierbas, que leyera a García Montero y me dejará influenciar por él y su maestría en la colocación de los adjetivos.
Tres recomendaciones en una semana para leer al mismo poeta era demasiada presión para este cazurro que sólo envidiaba a tan loado autor porque el muy ladino comparte despacho, cocina, conversación y dormitorio con la expresiva y animosa Almudena Grandes.

Etiquetas:

29 enero 2006

Envidia

La niña del chándal rojo me adelantó. Lo hizo a la carrera y con una carcajada atrapada entre las mejillas sonrosadas. El pelo era de esa tonalidad rubia que empieza a pasarse al castaño. Un coletero multicolor no podía impedir que algunos mechones se escaparan para recibir un manotazo que nada solucionaba. Tendría seis o siete años cuando, tras rebasarme, extendió los brazos y así anduvo a la carrera durante quince o veinte metros. Al otro lado del sprint la esperaba un tipo tan gris como yo. Ella rodeó su cuello de chisporroteante vitalidad. Él la abarcó con sus brazos, cerró los ojos y se fundieron. Desde la distancia pude sentir el amor paternal como una explosión de colores. Al llegar a la altura de ambos el achuchón continuaba. Fue entonces. La envidia apuñaló por enésima vez mi soledad.

Etiquetas:

27 enero 2006

Tealosophy

Mi relación con el té comenzó en las estanterías de una tienda supermodernadelomás del Paseo de Gracia. Decidí entrar en aquel templo del diseño porque quería comprar una tetera que dejase boquiabierta a la que por entonces todavía era mi novia. Migue había abandonado por aquella fechas la ingesta masiva de café y pensé que tal vez necesitaba un empujoncito para introducirse en el oloroso mundo Green Peach, Tealosophy o Darjeeling. Sin saber muy bien como ocurrió me encontré inmerso en un mar de cacharros y cachivaches de extrañas formas y colores. Potes con tiradores infinitesimales, asas churriguerescas y pitorros tan garbosos como el de Nacho Vidal. La inseguridad propia de un paleto en la gran ciudad me hizo declinar la ayuda ofrecida por una dependienta top model que me dejó sudoroso y sin respiración. Tras una hora de rebuscar con atónita mirada, me decidí por el más barato de aquellos artilugios. Lo hice sabiendo que mi presupuesto alimenticio se iría al garete y que durante todo el fin de semana sólo podría comer la oferta de alitas de pollo picantes y peludas del Kentucky de La Ramblas.
Rodeé la entrega de la tetera con todo un ritual. Música China a cargo de Jean Michael Jarre, el olor de hebras de té verde, flores de jazmín y el mejor perfume que pude encontrar en el colmado del Repollés. Migue rasgó el papel de regalo con incredulidad, sus ojos no podían creer que el brutico de su novio hubiera tenido la delicadeza de tener un detalle tan fino. Tomó entre sus manos aquella pieza de acero inoxidable. La miró del derecho y del revés, abrió la tapa tirando de una luna menguante y por fin me abrazó con su sonrisa antes de afirmar que le había gustado mucho el azucarero y que tal vez sería una buena idea aprovechar algún otro viaje a Barcelona para comprar una tetera a juego.

Etiquetas:

26 enero 2006

Afeitado

Me gusta observar a mi padre en la afanosa tarea del aseo diario. Es la prueba de su victoria frente a la inundación caprichosa de la sangre. Desde que se recuperó del derrame cerebral se afeita con maquinillas desechables Bic. Los primeros días estaba un poco despistado por la diferencia de peso con el tradicional soporte para las hojas de doble filo Gillette. Ahora ya se ha acostumbrado y, aunque mantiene el equilibrio con cierta dificultad, ha conseguido que el movimiento de sus manos sigua el guión establecido.
Con la mano izquierda estira la piel mientras el rasurado se produce con pequeños desplazamientos grabados en la memoria, siempre los mismos, siempre minúsculos. Empieza por la mejilla con la dificultad orográfica de un montañita de piel para acabar en el carrillo derecho. Antes se ha peleado con lod pliegues rebeldes en la blandita zona de la garganta de dónde le cuelgan sus ochenta y siete años. El mentón y el bigote los deja para el final y, para que el apurado sea perfecto, coloca la lengua por delante de los dientes intentando reducir los surcos que se trajo de la tierra, de la vida y de su camión.

Etiquetas:

25 enero 2006

Palabras colgantes



e. j. malinowki fue fiel a su cita anual y visitó las Fiestas del Pilar. Había cambiando el Paseo de la Independencia por una esquina de la Calle Alfonso y, como cada año, me acerqué a su puesto de palabras colgantes y poesía al viento. Leí al azar los textos que el poeta exponía a los viandantes y choqué con uno en el que felicitaba a todos aquellos privilegiados capaces de leer poesía entre relojes y maquinaria. Quedé un poco aturdido y tras recuperarme no pude resistir la tentación. Me dirigí al vate, saludé con cortesía y solicité su permiso para recitarle uno de mis escasos versos: «Ante el reloj de fichar nunca me siento poeta»
Manoseó su barba sin fin con la sabiduría de la lentitud, recolocó por enésima vez el gorro de jinete de La Patagonia y sentenció «El poeta lo es hasta cuando duerme» Alzó la vista para buscar mi respuesta. Le conté las conversaciones que he tenido con el poeta Alejandro Pastor y de las veces que hemos hablado sobre la mirada del escritor, de la obligación de elevar la vista por encima del día a día, empinarse hasta vislumbrar la literatura dónde el resto de los mortales sólo ve monotonía. Le confesé mi intención pretérita de intentar ese salto cualitativo y de como me llevó a encontrar historias en el inhóspito lugar dónde todos trabajamos para ganarnos la manduca.
malinowki afirmó que esa era la senda para el escritor y tras carcajearse me hizo una confesión a modo de ejemplo. Sostuvo que él empezó a triunfar con las mujeres el día que se dio cuenta que todas las horas del día son aptas para ligar. Que lo puedes hacer en el autobús urbano, en la panadería, esperando a que cambie el color del semáforo y en la cola para pagar en el supermercado. Cualquier hora y cualquier sitio es bueno si exceptuamos bares y discotecas, precisamente los antros dónde los que no son poetas se dedican a malgastar el tiempo mosconeando en torno a las preciadas presas.
(Y ese es uno de los motivos que me han llevado, amigos de navegación, a intentar escribir un cuaderno de bitácora. Espero que la travesía sea gratificante tanto para todos ustedes como para este marinero, todavía inexperto e inseguro)

Etiquetas: