tras las palabras de Andrés Martínez Lorca en el libro Filosofía Medieval de la editorial Batiscafo. 2015
Introducción
La Edad Media está marcada por una denominación impuesta en la
Ilustración: Un tiempo intermedio que va desde el Imperio Romano hasta el
Renacimiento europeo, un período oscuro, pobre y servil.
Aunque la historiografía de la
Edad Media ha dedicado muchos esfuerzos tanto para modificar sus límites
temporales como su imaginario negativo, para este brevísimo acercamiento a la
filosofía de la época altomedieval nos vamos a situar entre los finales de los
siglos VIII y XII.
El avance cultural de la Edad Media está
íntimamente relacionado con la evolución de la enseñanza que, tras la
desaparición de la escuela pública del Imperio Romano, deviene en un marcado
carácter elitista compuesto por tres tipos de escuelas. Las escuelas monacales
adscritas a un monasterio y en cuyo desarrollo destacó la orden benedictina
cuyos monjes se dedicaban a la lectura espiritual y silenciosa de Biblia y al
trabajo manual en áreas domésticas, agrarias o el scriptorium. Más tarde
nacieron las escuelas catedralicias que, bajo el control de un obispo y
netamente urbanas, estaban dedicadas a elevar el nivel cultural del clero. Por último
las escuelas monacales que, adjuntas a la corte, introducen las artes liberales
mediante el trívium (gramática, retórica y dialéctica) y el quatrivium
(aritmética, geometría, astronomía y música)
Por todo lo dicho, y sin negar la
barbarie inicial del período medieval, hay que reconocer un creciente camino
hacia la ilustración que tuvo intensos conflictos sociales, políticos y
religiosos. Pero también encontramos un período de esplendor en esta Europa
Medieval, siglos dorados en los que florecen la filosofía y las artes en las
tierras de Al-Andalus, una sociedad de hegemonía musulmana en la que conviven
judíos y cristianos.
El islam oriental promovió la
traducción del griego al árabe de manera que se recuperó la cultura griega para
enlazar la nueva religión con el aprecio por el saber, así, en sus primeros
siglos, el islam fue el hilo conductor de las religiones monoteístas anteriores
(judaísmo y cristianismo) con una gran capacidad de absorción de diferentes
pueblos y etnias.
El impacto de lo árabe, entendido
en cuanto a la lengua más que a la raza, jugó un papel determinante en la
formación de Europa, una herencia, recuerda Martínez Lorca, que no deberíamos
olvidar.
El pensamiento medieval es hijo
de la filosofía griega. Al principio fue Platón y su teoría de las Formas o
Ideas que son la verdadera realidad, y el mundo que nos rodea tan solo es una
copia de las cosas. Este dualismo platónico permitía a las religiones una
reelaboración del alma eterna y racional. Pero además, si el neoplatonismo se
resumía en que todas las cosas se reducen a una única causa infinita, ilimitada
y más allá del pensamiento; nos encontramos con un doble aspecto: El alma que
mira al mundo natural y el alma que mira lo intangible. En el primero el hombre
es capaz de descender hasta la simpleza de la materia, pero también existe la segunda
posibilidad para ejercitar las virtudes que nos llevan a contemplar la luz
divina en el éxtasis místico.
La huella de Aristóteles es más
tardía en la teología cristiana, sin embargo llegó a ser hegemónico tanto en el
mundo árabe como latino gracias a su teoría del intelecto y su concepción de la
felicidad como una virtud.
Al-Farabi: Nace la filosofía islámica
Abú Nasr al-Farabi vivió a
caballo de los siglos IX y X y estudió medicina, filosofía, matemática y
gramática con hombres de ciencia y creencias cristianas. Lo hizo en un ambiente
libre para la circulación de ideas y bajo la máxima aristotélica que los
pensadores del Islam tenían como lema: La razón antes que el saber heredado.
Al-Farabi consolidó y reconstruyó
el pensamiento de Aristóteles gracias a sus traducciones del griego al árabe
para, con el aristotelismo como sistema hegemónico, elaborar un pensamiento
político que estableció el marco teórico de las relaciones entre la política y
la religión musulmana. Desde el pensamiento medieval era una posición revolucionaria
afirma que tanto la religión teórica como la práctica estaban subordinadas a la
filosofía.
La lógica para Al-Farabi, y para
Aristóteles es una ciencia instrumental que sirve de guía en el camino de la
verdad, dotándonos de las reglas necesarias para preservarnos del error y
conseguir certezas mediante el silogismo, es decir la conclusión argumentada que
se obtiene una vez establecidas ciertas premisas, A partir de esta definición
Al-Farabi introdujo dos tipos nuevos de silogismos: El retórico para persuadir
al otro, y el poético que sugiere y provoca la representación imaginativa sin
conducir a la certeza o la opinión.
Al-Farabi entendía el proceso
cognitivo como un intermedio entre las formas de las cosas y los sentidos que
las perciben. La culminación de ese proceso estaría situada en el intelecto
como agente creativo.
La teoría política de Al-Farabi parte
de la naturaleza social del hombre, una labor de todos para que cada individuo
subsista, esa vida social se basa en la libertad y en que todos los actos y
hábitos de carácter social tienen que ser voluntarios. La figura del jefe del
Estado tiene una importancia capital porque lo considera como el corazón de un
cuerpo humano dotado de las más nobles cualidades que deberían acompañar a un
filósofo como gobernante segundo. También reflexiona sobre la relación entre
política y religión para defender que la filosofía es anterior a la religión y
que por lo tanto, los hombres de religión deben convencerse de que el islam no
rechaza la filosofía. Desde su punto de vista la religión consta de opiniones y
valoración de acciones.
Pedro Abelardo: Un pensador crítico
Nació en 1079 con mente aguda y espíritu inquieto como para favorecer el
contacto del legado griego con el mundo occidental, un espíritu crítico que
caracterizara la escolástica. Fue profesor itinerante y sus discípulos lo
adoraban por su habilidad dialéctica.
Su contribución más valiosa fue en el terreno de la lógica, que él llamaba
dialéctica y representaba la garantía de la verdad gracias al uso de la razón
y, más que un instrumento, tenía un papel definitivo aplicado a las demás
ciencias. En este contexto se planteó el problema de los universales desde dos
puntos de vista.
Si la ciencia trata lo universal y, para Aristóteles toda realidad es
individual y llama universal a lo que por su naturaleza se predica a muchos,
entonces lo universal no existe fuera del discurso individual. Sin embargo los
realistas defendían que la esencia es fundamentalmente universal, como por
ejemplo el hombre cuyas diferencias son accidentales.
Abelardo tomó distancia de ambas posiciones para definir lo universal como
lo que se puede enseñar a muchos con una prédica creada por el hombre. Lo que
importa es la significación, la cosa y la voz no son universales, lo universal
es la palabra significativa. Lo universal por lo tanto pertenece tan solo al
lenguaje, a la lógica de expresarse, es decir, a la ciencia del discurso.
Abelardo concibe el pecado como un acto interior de consentimiento, es una
ausencia, la inacción frente a lo que Dios quiere. El vicio sin embargo es una
acción, la propia voluntad de acercarse a lo malo, de esta manera para juzgar
las acciones de los hombres debemos tener en cuenta la intención que las anima.
Por lo tanto el pecado no se encuentra en lo prohibido, entre otras cosas
porque lo prohibido puede dejar de serlo en cualquier momento, así la actitud
crítica de Abelardo se pone de relieve en cuanto a los pecados de la carne:
“Parece que más por autoridad que por razón se nos obliga a reconocer que el
placer carnal constituye en sí mismo un pecado”
Averroes: Maestro de Occidente
Abú Walid Muhammad ibn Rusd, conocido por Averroes fue la culminación de la
filosofía en Al-Andalus. Nació en Córdoba en 1126 dentro de una familia de
juristas y, aunque intervino en la vida pública, ocupó varias magistraturas y
fue médico, no era un filósofo de escuela, escritorio y biblioteca. Aunque sufrió
persecución política de los sectores más conservadores y privilegiados, sus escritos
sobre infinidad de temas entroncan con una consolidada tradición medieval.
Fue gran admirador de Aristóteles, pero no se dedicó a repetir el
pensamiento aristotélico, en ocasiones se separó de él y, en su contribución a
una filosofía estricta separada de la religión, criticó el pensamiento
abstracto porque “quien es arrebatado por la dialéctica es llevado con
frecuencia a creer en cosas extrañas y muy alejadas de la naturaleza de las
cosas. La razón para este devenir hay que buscarla en el hombre que busca un
razonamiento persuasivo sin preocuparse de si corresponde o no con lo
existente, y de este modo es inducido a falsas y artificiosas creencias. Para
Averroes la condición necesaria para el saber es el debate de fondo plagado de
argumentos, por lo tanto, una investigación científica solo se completa cuando
se han estimado previamente los argumentos dialécticos a favor y en contra,
porque sin un examen crítico es imposible vislumbrar la extensión del
conocimiento de aquello que se ha adquirido tras ser ignorante de ello.
Mientras Aristóteles consideraba un error que cualquier explicación
prescindiera de la corporeidad del ser humano, Averroes centra su psicología en
el estudio del intelecto. Si el filósofo griego describe un intelecto activo y
creativo, y otro pasivo y receptivo; el filósofo cordobés se esforzó por
decodificar el pensamiento concreto del hombre, ligado a un cuerpo que proviene
de la naturaleza y es capaz de formular una verdad universal y eterna. Son los
universales de los que ya hemos hablado: La génesis del pensamiento está en la
percepción de lo individual, de cada objeto, solo entonces podemos captar lo
universal y permitirá la entrada en acción de la dialéctica para darle
existencia
El pensamiento ético de Averroes trajo a Occidente los efectos cristianos
de una ética autónoma. Por ejemplo, el concepto “felicidad” es un bien que
elegimos por si mismo, casi todos estaremos de acuerdo en situar a la felicidad
dentro de los bienes excelentes, sin embargo unos la encontraran en los bienes,
otros en el placer y algunos en los honores.
Averroes, como ya hizo Al-Farabi, reflexionó sobre el mundo social y
político del islam y lo hizo desde el pesimismo de unos gobiernos que
intentaron ser virtuosos pero derivaron en oligárquicos y tiránicos con las
masas. El buen gobierno debería tener como meta la cohesión social fundada en
lazos que fueran mucho más allá de los lazos de sangre, una cohesión basada en
la armonía entre las diferentes clases sociales en la que debe prevalecer en
bien público.
Es muy llamativa su denuncia por la discriminación social de la mujer, para
ello parte de la naturaleza humana común entre hombres y mujeres, subraya su
capacidad genérica y defiende que deben compartir con los hombres todos los
deberes como ciudadanos.
Maimónides: nace el judaísmo filosófico
Los judíos, que fueron perseguidos por la monarquía visigótica, gozaron de
la tolerancia del emirato omeya y salieron de su aislamiento. La cultura
medieval recogió los frutos de esta liberación mediante la aportación sefardí
en su contribución a la ciencia, la filosofía y la literatura.
Mosé be Maimón, conocido por Maimónides, nació en Córdoba en el año 1135,
inserto en el ambiente intelectual vio como la tolerancia se quebró con la
llegada de los almohades que promovieron la emigración de quienes no fueran
musulmanes. Maimónides abandonó la península para viajar a Fez y Palestina
hasta instalarse en Egipto.
El filosofo judío rechazó las doctrinas de los filósofos islámicos por
falta de consistencia, su pensamiento, que también se asentaba en Aristóteles,
se distanciaba de él en todo lo que tuviera que ver con la religión judía, así
Maimónides enumera dos clases de conocimientos: La filosofía frente a la religión.
La filosofía ligada a lo humano y atada a la razón, y la religión, superior a
la filosofía y basada en la profecía, tiene por objetivo el conocimiento de
Dios como la ciencia verdadera.
Precisamente la obra magna de Maimónides está dirigida a quienes tienen
espíritu religioso, conocen las ciencias filosóficas y dudan a la hora de
interpretar la Torá o Ley judía. Para ellos establece un estudio de
“interpretación alegórica” sobre los textos sagrados, un concepto que se opone
a la interpretación literal de los hechos. Las palabras de los profetas aportan luz verdadera cuando su significado
es simbólico, por lo tanto el traductor no puede quedarse en la literalidad del
un texto sagrado que tiene dos sentidos, el aceptado por el lector ignorante, y
otro más profundo que se bifurca en dos caminos: El significado de una palabra
y el de la parábola como narración (el relato de la creación, el sueño de
Jacob, etc.)
La profecía, para Maimónides, es la única posibilidad de superar los
límites del conocimiento humano, parte de Dios y precisa de tres condiciones:
Perfección de la razón mediante el estudio, aumento de la de la facultad
imaginativa y mejora ética mediante el alejamiento de los placeres corporales.
Alcanzar estos estados solo depende de la potestad de Dios para concederlo y la
voluntad propia nada puede hacer al respecto. Una emanación divina que no es
directa, sino que media el intelecto activo y que, en cualquier caso, es fruto
de una conciencia de Dios que desborda la capacidad humana.
Etiquetas: Edad Media, historia, Recensión