La curvatura de la córnea

15 octubre 2015

La muerte de Hipatia o la negación del debate




Muchos de los conflictos a lo largo de la historia se han resuelto acudiendo a la violencia, conflictos entre comunidades, pero también cuitas exclusivamente personales. Un territorio, el del enfrentamiento personal, que siempre me produce un rechazo especial porque tira por tierra una de mis argumentaciones en casi cualquier debate de carácter generalista: En lugar de pensar en países, regiones, comunidades, pueblos y villorrios vecinos como enemigos ancestrales, escoge a uno de sus vecinos o ciudadanos y reduce el debate de lo general a lo íntimamente personal, como diría un ínclito politiquillo patrio: Tener más piel. Intentar centrar el debate y la disputa en los argumentos, que sean los argumentos lo que hablen y no dejen hueco a la crispación.
Cuando Hipatia nació en Alejandría en torno al año 365, el Imperio Romano había cambiado de un emperador como Juliano el Apostata que otorgó libertad de culto a todas las religiones del Imperio y, para reactivar el paganismo frente a los privilegios que recientemente habían obtenido los cristianos, promocionó a paganos para que ocupasen los puestos importantes de la administración, e intentó una revitalización teológica que sin embargo se vio truncada por su muerte en el 363. Teodosio, dieciséis años después, accedió al poder imperial y en el 380 puso en marcha el Edicto de Tesalónica, según el cual el cristianismo pasó a ser la religión oficial del Imperio Romano. Este acontecimiento marcaba una nueva época de influencia de la iglesia con las altas esferas del poder que iría aumentado poco a poco hasta hacerse omnipresente tanto en Occidente como en Oriente. Hipatia tenía quince años.
El acceso al poder del cristianismo provocó una elevada intolerancia contra paganos o judíos. En Alejandría, como en otros lugares, se generalizaron los saqueos a santuarios de quienes se negaban a convertirse a la fe dominante. En este contexto el asesinato en 415 de la filósofa Hipatia, estudiosa de las ciencias, renombrada profesora de las ideas de Platón y parte de la élite pagana fiel al legado clásico, se produjo por un ataque de envidia del Obispo Cirilo que no soportaba la popularidad de la pensadora.
La imbricación del cristianismo con el poder romano en el siglo V, más allá del progresivo deterioro entre el mensaje cristiano y la ejecución de unos obispos díscolos quienes deberían ser un referente moral, más allá como digo, esta actitud beligerante permitía que el intercambio de ideas se cruzaran con el filo guerrero de las espadas, antes mantener la buena práctica de que sean los argumentos los que brillen.
Eustaquio Sánchez Salor ha recogido el esgrima dialectico que gastaban cristianos y paganos entre los siglos II y V. Estos debates fueron cambiando conforme el cristianismo se arraigaba en las entrañas del poder y el aumento de poder corrompía algunas de sus posiciones. Por eso prefiero acudir al siglo III, una época temprana para el cristianismo.
El tema escogido es la resurrección de los muertos y comenzamos con la argumentación de Minucio Félix que se sorprende de que los cristianos maldigan las piras y la incineración, como si no diera lo mismo que los cuerpos fueran devorados por las ferias, tapados por tierra, engullidos por mares, o en cualquier sepultura como mejor remedio para una rápida descomposición. Los cristianos se engañan cuando se prometen para ellos mismos, como buenos que son, una vida de ultratumba eternamente feliz, mientras para el resto como malvados que son, el castigo eterno. Un juicio de inocencia o culpabilidad que está en manos de un juez injusto porque castiga a los hombres en función de la suerte de ser llamado por Dios para estar entre los elegidos, y olvida los méritos que se puedan obtener su propia voluntad. Minucio Félix da un salgo práctico a su argumentación y lanza las siguientes preguntas en torno al día de la resurrección: ¿Se resucita con cuerpo? ¿Con qué cuerpos, cuerpos nuevos o los mismos que se han descompuesto?
La contra argumentación corre de la cuenta de Tertuliano que recuerda que en lo que se refiere a la resurrección de los muertos sabios como Pitágoras o Platón defienden que una vez los cuerpos muertos, las almas viven eternamente y frecuentemente se unen a otros cuerpos, a esta idea hay que añadir que las almas de los hombres vuelven a cuerpos de animales. Pero además de esto, continúa Tertuliano, ¿hay alguien tan bruto que niegue que, de la misma forma que fue creado por Dios, puede ser recompuesto por Él? En esa tesitura defiende que el hombre no era nada antes de nacer y nada es después de morir, pero claro, si nacer de la nada es un ejercicio de extraordinaria dificultad, restaurar algo que ya ha existido es mucho más fácil, y abunda ¿Creéis que si un hombre desaparece de nuestros ojos, desaparece para Dios? Todo cuerpo disuelto o reducido a cenizas, solo desaparece de nuestra vista porque se conserva a la vista de Dios, por eso no estamos en contra de la incineración. Tertuliano aboga por tener paciencia para ver el juicio final y el regreso de los cuerpos, porque la justicia de Dios se suele temer, no por una injustica que cada vez lo es menos cuanto más tardío es el juicio, sino porque prefieren el miedo inmediato de ser aniquilados antes que la regeneración del cuerpo mediante suplicios.
Y este debería ser el espíritu de cualquier contienda: La palabra como argumento para reforzar los principios propios y el respeto a las creencias religiosas y la visión que cada uno tenga sobre la vida política, social y cultural.


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