Carta abierta al Sr. López Clemente
Estimado Sr. López Clemente
El pasado fin de semana asistí a las tres funciones que el grupo número uno del Teatro de la Estación, al que usted pertenece, hicieron de “Un cadáver en el salón”, una aceptable adaptación de la obra de Jardiel Poncela titulada “El cadáver del señor García”
Mi nombre es Mirabeau, efectivamente Sr. López, soy el personaje que usted interpretó. Le escribo esta carta porque considero de suma importancia que usted conozca mi punto de vista sobre como me ha construido en el escenario.
Empezaré por la parte externa. Reconozco que su salida a focos me sorprendió, llevaba usted una barba como para llamar la atención pero que estabas más cerca de un enterrador de película del Oeste que de un ciudadano español del primer tercio del siglo pasado. El corte y el estilo de los pantalones dejaban ver las habilidosas manos de alguna modistilla, sin embargo, es impensable que yo acompañara a mi prometida a casa de sus vecinos ataviado con una pajarita tan poco vigorosa, tirantes pinza en lugar de abotonados y una camisa de manga corta, cuando lo correcto hubiese sido la utilización de de la manga larga, gemelos de oro en los puños y una chaqueta como mandan las más mínimas normas de urbanidad, por no hablar de esas ridículas gafas de seguridad que, si estoy en lo cierto, son de uso obligatorio en las actuales instalaciones industriales pero que nada tiene que ver con la época histórica de la obra.
Una correcta elección de vestuario es fundamental para perfilar el personaje, le recuerdo que la vestimenta es lo primero que llega a los ojos del espectador, que son esas sensaciones inmediatas las que configuran de manera intuitiva el personaje y usted, en ese terreno, se equivocó.
Sin embargo lo peor de las tres funciones fue su falta de definición en el terreno de la personalidad. Mirabeau se puede abordar desde diferentes lugares, es un personaje que se puede pintar como el pánfilo más pánfilo, el iluso que no se entera de lo que ocurre a su alrededor pero que termina por caernos bien de tan pánfilo que es. También se puede dibujar un Mirabeau endomingado, estiradote, tan seguro de sus conocimientos que no le importa gastar verborrea sin sentido, un tipo ajeno al rubor, incansable en la confección de párrafos que no dicen nada o, aún peor, que solo dicen lo obvio.
Pero usted no se decidió por ninguno de los perfiles posibles, por eso fue imposible que su personaje respirarse, esa evidente falta de personalidad le impidió construir un armazón sólido, reconocible y con la solvencia de la que hicieron gala la mayoría de sus compañeros que trazaron las líneas básicas de sus personajes, y con ese boceto trabajaron desde principio hasta el final con coherencia, consistencia y continuidad. Usted, sin embargo, se dedicó a ser pánfilo de solemnidad de salida, excesivamente temeroso en la parte intermedia de la obra y, para rematar el desaguisado, intentó convencernos de una solidez masculina apoyada en unos estrógenos que no venían a cuento.
Se dedicó, en resumen, a ejercer de veleta, a ir de aquí para allá sin definición, deslavazado y cometiendo el peor de los errores: Mirabeau es un orador, un rapsoda, para él escribió Jardiel algunos párrafos que así lo identifican y que usted olvidó en más de una ocasión para regalarnos algunas deplorables morcillas de su propia cosecha, esos cambios en el texto de la obra dejaron desnudo al personaje de la brillantez del autor y al amparo de su dudosa capacidad para la creación sobre las tablas.
Sr. López espero que mis apreciaciones no le hayan sumido en la tristeza, la depresión o el odio, al fin y al cabo, son críticas que le lanzo desde el cariño y el respeto debido a las personas que se lanzan a la difícil tarea de interpretar sin tener muy claro la responsabilidad que adquieren para con el público que paga, para con los personajes que sufrimos estos desaires y para con los actores de verdad que tanto esfuerzo les cuesta mantener a flote ese ancestral oficio de procurar el entretenimiento de los demás.
Me despido con la esperanza de que esta carta sea un acicate más que una losa. Continúe en este camino de la interpretación Siga esforzándose como me consta que lo hace en los ensayos, en el camino del trabajo tal vez pueda encontrar los brotes verdes de aquellos que carecen de talento.
Reciba un cordial saludo.
Mirabeau
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