La vendedora de tornillos o El Tratado de las Almas Impuras
Pilar Bellver
Elipsis Ediciones. Barcelona 2006
427 páginas.
Encontré al mensajero de MRW en la puerta. Buscaba el timbre con el dedo índice de la mano derecha vestida de cuero. «No llames» Le dije sin encontrar su mirada estaba envuelta en un casco de regalo y celofán. «Creo que el paquete es para mi. Soy Javier López Clemente» La sonrisa se la adiviné sin problemas, ya ves, total porque se había ahorrado un viaje en ascensor.
Firmé la entrega y antes de llegar al 6º H ya había comenzado a leer lo que fue un no parar hasta la última palabra. Un viaje por el deslumbrante talento narrativo de Pilar Bellver. Una prosa excelente, combinación de agilidad, frescura y cercanía, capaz de conseguir que las páginas pasen sin descanso. Utiliza con maestría la primera persona y con muy pocos elementos descriptivos consigue introducir al lector en el meollo de las situaciones planteadas, de los personajes y de las conversaciones, es como si te sentaras a la misma mesa dónde los ejecutivos publicitarios toman las decisiones que macharan nuestra córnea televisiva, o como sentarse en el sofá de la buhardilla de nuestro mejor amigo y tomarte una de esas copas tan largas que duran desde el vermouth hasta pasada la media noche.
Esta aparente ligereza esta sustentada sobre la sólida estructura de decir muchas cosas y hacerlo bien. La novela tiene la virtud de poner sobre el tapete aspectos muy modernos de la realidad social que nos rodea y que sin embargo aparecen ocultos para unos ojos cada vez más acomodados, para una mirada que ha olvidado usar la crítica como método de transformación.
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El editor Luís Sábat me recibió con uno de esos apretones de mano que transmiten confianza. Tuve que esperar un poco y aproveché para husmear. Ella estaba sentada en torno a una mesa circular, como la amplia sala bañada por la luz suave de principios de noviembre. La reconocí de inmediato aunque en la foto de la solapa del libro no lleva gafas. Atendía a la prensa escrita con flash incorporado. Entonces caí en la cuenta: Había olvidado la cámara fotográfica para salpimentar este texto con imágenes y la grabadora para ser fiel a las palabras de la autora. Supongo que son los inconvenientes de llevar un aficionado a bordo.
Luís nos presentó y se ofreció para pedir algo de beber «si el camarero me hace caso» dijo el editor. Y en esa frase me dejó el mejor pase al área para comenzar con buen pie la entrevista porque le contesté utilizando el pasaje del libro dónde se expone cual es el método para llamar al camarero especializado en no mirar cuando es requerido… y a ti, lector de esta bitácora ¿te hacen caso los camareros?
Aún no había pasado medio minuto de conversación cuando me di cuenta que la conversación no iba a recorrer el itinerario trazado por mis notas. De eso nanaí. Pilar Bellver apuntó a una de las líneas narrativas de su obra, lo hizo de entrada, a puerta gallola, sin remilgos ni preámbulos, pero con una elegancia fascinadora.
La lucha entre el amor y el deseo es una de las constantes en la literatura de todos los tiempos. Pero siempre desde el punto de vista masculino, desde la pluma del varón, nosotros decidimos dónde y como se coloca la lupa. Esta novela ofrece una mirada novedosa: Una mujer escribe sobre mujeres, sobre el binomio amor-deseo y lo que supone hacer el viaje de la vida con uno de ellos. Porque no deja de ser una suerte que ambos se personifiquen en la misma ecuación de espacio-tiempo-pareja. Pilar Bellver nos cuenta tres historias en torno a otras mil en las que las cantidades de amor y deseo varían hasta pintar situaciones tan diferentes como reales.
Hasta la página cien llegué sin tomar un respiro. Entonces anoté que tal vez estaba leyendo un ensayo, una tesis, un monólogo interior sobre lo mala malísima que es la publicidad. Pero era una impresión errónea. En “La vendedora de tornillos o El Tratado de Almas Impuras” las reflexiones de la protagonista, una creadora de publicidad que abandona su puesto de trabajo dejando glorias y un salario estratosférico, llegan con voz propia y ese es el enganche que te arrastra por las disquisiciones en torno al mundo de la publicidad, alcanzando un poderoso poder narrativo.
Pregunté a Pilar Bellver los motivos que le han llevado a denunciar el mundo de la publicidad. La respuesta fue clara y contundente. «La publicidad es un trabajo deshonesto, es mala por principio, por su propia naturaleza, por lo que la define. Y no es mala como suele pensarse, por los fines que pretende, al fin y al cabo, querer vender algo no es malo por principio, es mala por los medios que utiliza para hacerlo.» Lo decía con el convencimiento del que ha sido cocinero antes que fraile.
— La publicidad es el arte de convencer al consumidor— le repliqué utilizando una cita del famoso publicista Luís Basat.
— La publicidad es el arte de mentir — respondió con rotundidad y la media sonrisa del que clamar al cielo para que no le vendas la moto.
— ¿Contra menos mentiras más arte? — le pregunté para intentar salvar la reputación de un sector que se ha puesto de moda en las conversaciones entre amigos, en los magazines radiofónicos y en las descargas del You Tube.
No me dio bola y remató la jugada recitando de un tirón el anuncio del primo de Zumosol, porque Pilar Bellver es la responsable creativa de esa idea y del furor que causó en los televidentes. Ella sabía perfectamente que esos brebajes envasados no se hacen “con naranjas recién exprimidas”
El mundo publicitario también es el escenario que nos muestra otra de las líneas narrativas de la novela: La ética del trabajo. Hablamos mucho de la actual perdida de valores éticos en el mundo profesional, de cuando no era lo mismo ejercer el derecho laboral que hacer oposiciones a registrador de la propiedad, de cómo se va perdiendo la ambición de la tarea bien hecha, de la perdida de madurez de la nuevas generaciones y de cómo la protagonista de la novela supone que deja su trabajo para dedicarse a otras cuestiones creativas, en este caso para escribir guiones de cine. Una metamorfosis muy interesante en busca de la literatura como la puerta que la ayude a clarificar sus ideas.
¡Talento! esa parece la clave, porque si ella tiene talento para escribir un spot lo tendrá para cualquier tipo de creación. Pero la reflexión avanza hasta afirma que: “La publicidad, como la literatura, es pura metodología” De esa premisa partí para preguntarle a Pilar Bellver «Si al final todo es técnica, si buscamos en las raíces del recuerdo para manipularlo y adaptarlo a las hechuras que requiere la historia por contar, como es el caso de esta novela, ¿no estamos convirtiendo la literatura, también, en una mentira?» La autora titubeó durante un segundo y me regaló la mejor sonrisa, la sonrisa de la duda, esa pequeña grieta que se abre en nuestras convicciones y que sólo tiene la salida de la confianza. Y yo confío en como se ha confeccionado esta novela, en su mirada hacía atrás y en las puntadas con las que ha tejido las historias que recorren este magnífico libro.
Después de una hora de conversación aún me quedaba por tocar un punto que me llamó poderosamente la atención durante la lectura de la novela, un tema que siempre me atrae como lector y como proyecto de narrador: La adolescencia. A veces pienso que todo lo que nos tiene que ocurrir en la vida ya lo hemos ensayado durante esos abriles en los que un grano en la nariz puede presentarse como el más terrible de los problemas.
Los recuerdos de nuestra protagonista viajan hasta esos años para llegar al corolario que esta novela guarda en su interior. El muestrario de todas las Almas Impuras que alguna vez se han atrevido a decir: “Creo que no me he enamorado nunca. He sentido el deseo, eso sí, y con una fuerza cósmica, incluso. Y también el amor profundo…, sí. el amor también, últimamente…, el verdadero, digo, el que intuyes que podría sobrevivirte. Pero nunca las dos cosas juntas. Creo que no. ¿Y no te parece esto lo más triste que pueda pasarle a nadie?”
Y tú, lector de esta bitácora, ¿te atreves a responder a tan espinosa pregunta? Pilar Bellver lo hace en “La vendedora de tornillos o El Tratado de las Almas Impuras"