La curvatura de la córnea

24 noviembre 2006

Platero, el viaje y el amanecer

Platero era el ligero recuerdo de un burro algodonoso, un animal que no se parecía ná de ná a los machos pardos que trabajaban en la mina y que regresaban todas las tardes a las cuadras que la M.F.U. tenía a la vuelta de la esquina de mi casa, ni al burro del tío Gorrión, una bestia amable y pacífica que era capaz de llevar seis zagales a sus lomos sin protestar ni miaja. La percepción que siempre tuve de Platero era de lectura infantil, tal vez por eso hice una regresión a la E.G.B y a las páginas del Senda pero… nada pude rescatar del exiguo almacén de mi memoria. Me quedaban pocas alternativas así que no quedó más remedio y me lancé a la lectura del libro de Juan Ramón Jiménez con el espíritu de un lector sin prejuicios, al menos eso pensaba yo, porque en realidad, llevaba una semana de auto debate (Hay pocas cosas más tristes que un auto debate, pero a falta de Tertulia buena son tortas)
Mi porfía versaba en torno a la utilización de los adjetivos en el desarrollo de una narración, de un texto, de un poema. Las conclusiones fueron claras: Lo más importante debería ser poner la habilidosa elaboración del lenguaje a expensas de la historia. Cada tipo de texto necesita de la manipulación exhaustiva de las palabras y, no lo olvidemos, los adjetivos también son palabras, por lo tanto, el reto consiste en engarzar con brillantez una cadena de palabras. Tanto da si ese trabajo artesano acaba en sencillez o en manufactura barroca y churrigueresca del idioma, lo importante es que la percepción del lector sea la de disfrutar de algo brillante. Y esa es otra de las variables que nunca había tenido en cuenta: El lector, casi ná moreno.
La puesta en práctica de estas disquisiciones sobre el lenguaje en general y los adjetivos en particular no tardó en llegar porque si algo tiene “Platero y yo” es profusión de calificativos. Me enfrenté a ellos con optimismo. Las primeras decenas de páginas las pasé en estado de deleitación. Allí estaban ellos, los adjetivos desafiaban mis preferencias literarias, lo hacían con desfachatez, incluso desafiantes, presumidos, literatura a colores, pintar con palabras, descender por un slalom de imágenes. Todas esas sensaciones surcaban mi lectura y no salía de mi asombro.
Entonces tuve que hacer el viaje. Ocurrió en el capítulo XXVIII. El cambio de percepción tal vez vino provocado por el regreso al Hospital Obispo Polanco de Teruel, a los largos pasillos de mi recuerdo infantil, al olor enfermo marcado con fuego en mi memoria. Desconozco los motivos pero lo cierto es que todo cambió. Los adjetivos se mostraron como muros, como el listón insobornable del salto de altura, cada línea un vado, cada párrafo un obstáculo. La lectura se convirtió en un leer y releer de escalar verjas, inspeccionar aljibes, rascar perros sarnosos y llegar hasta la libertad del que coloca el marca páginas sin saber si va a volver a abrir el libro.

***

La luz se coló por entre las rendijas de la persiana. La noche se había ido en miles de suspiros y con ella se fueron los gritos, las palabras inconexas — ese tipo de palabras que nunca podré transformar en literatura. — También desfilaron, entre las penumbras clínicas del tortuoso pasillo fluorescente, todo un batallón de fantasmas irreconocibles y por lo tanto temibles. El insomnio dejó de serlo al amanecer. Las claras del día, contra todo pronóstico lírico, no trajeron la felicidad. Las puntuales campanas del alba no tuvieron misericordia y voltearon el advenimiento irrenunciable de la muerte. Esa fue la fría sensación que recorrió mi columna vertebral.

14 Comments:

At 25 noviembre, 2006 11:42, Blogger Gubia said...

Es complicado y a la vez sorprendete como una situación puede cambiar todo lo que recibimos transformando algo agradable en un recuerdo oscuro y al contrario.
A mi me ha pasado muchas veces, leo un libro y en una de sus páginas descubro un recuerdo, algo que me hace volver la vista y de repente nada de lo que he leido tiene el sentido que yo creía.
Un abrazo otoñal.

 
At 25 noviembre, 2006 15:02, Anonymous Anónimo said...

Que poder ese libro, que te ha lastimado así.
Es curioso como nuestra vida se esconde a veces detrás de algunas palabras...
¿Te ha molestado?, igual tienes algo pendiente de terminar.

 
At 26 noviembre, 2006 15:13, Blogger Anya said...

Leí el librito cuando era niña, osea hace aaaaaaños atrás... que lindo, me lo hiciste recuerdo nuevamente volvere a leerlo...

¡Cuidate mucho!

Te dejo un abrazo de brisa de esos que son para no soltarte.
:)

 
At 26 noviembre, 2006 21:57, Blogger El detective amaestrado said...

En el cole teníamos un compañero al que llamábamos Platero, porque era pequeño, peludo y suave

 
At 27 noviembre, 2006 12:42, Blogger Paula said...

Espero que la segunda parte de tu post sea completamente ficticio, o, en todo caso, metafórico.

A mí el libro de Platero me gustó hasta la saciedad cuando lo leí. Qué cosas...

Un abrazo bien fuerte

 
At 27 noviembre, 2006 13:03, Blogger Txe Peligro said...

fascinante experiencia literaria

 
At 27 noviembre, 2006 20:05, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Gubia
Es cierto, a veces las circunstancias modifican la percepción que tenemos de un libro... a mi me había pasado con la edad pero no con la traslación interprovincial de mi body y mi coche, que, por cierto, duerme el sueño de los justos en un taller de las cuencas mineras...

 
At 27 noviembre, 2006 20:08, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Lamima
No, no ha sido el libro, han sido las adjetivos ;-)
Nunca sabré si esa reacción en contra fue motivada por la líneas del libro o por el lugar en el que continúe su lectura, o las circunstancias, o las noches largas y los días inmensos. Nunca lo sabré.
De todas formas volveré a intentarlo con "Diario de un poeta recién casado"
¿alguna recomendación?

 
At 27 noviembre, 2006 20:10, Blogger Javier López Clemente said...

Hola mEy

Me alegro que inicies ese viaje a los buenos recuerdos pero... es un asunto peligroso porque tal vez las líneas ya no sean como las recuerdas.

Me cuido, al menos lo procuro.

ay, cada día me gustan más esos abrazos de brisa y no, no me sueltes.

 
At 27 noviembre, 2006 20:12, Blogger Javier López Clemente said...

Hola detective

Mi conexión con internet sigue interrumpida, la cosa va a estar así un par de semanas. Me temo que este corte me impida leer esa lista de compañeros que podrías empezar con Platero y terminar con tu propio apodo, ¿qué me dices?

 
At 27 noviembre, 2006 20:14, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Paula.

Ya sabes, en esta bitácora se comienza por lo real y se acaba... en fin uno acaba dónde puede :-)
Pero en este post y en el siguiente hay muchas dosis de realidad, quizás excesivas.

Un abrazo

 
At 27 noviembre, 2006 20:15, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Txe

Ojalá todas las experiencias literarias fueran fascinantes, tal vez ese debería ser uno de mis empeños.

 
At 30 noviembre, 2006 09:41, Blogger Princesa said...

Fantástica manera de expresar la manera en que peligrosamente los libros, las novelas, se entremezclan con la realidad del momento en que vivimos.

 
At 30 noviembre, 2006 16:30, Blogger Javier López Clemente said...

Hola Princesa

Cuando los libros irrumpen en la realidad se rompen todos los conceptos físicos.

Salu2 córneos

 

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