La curvatura de la córnea

29 junio 2006

Mensaje para un futbolero de seis años

Hola Dani.
Imagno que, como España ha sido eliminada del mundial, ahora estarás apoyando a la selección brasileña de tu querido Ronaldinho. ¿Recuerdas lo que te dije de él?: Lo que más me gusta de su juego es la sonrisa. Este mensaje es para decirte que yo me apunto a animar a la selección de Argentina. ¿Por qué? Sería muy largo de contar... pero hubo una vez, hace mucho, mucho tiempo, un jugador que cambió mi tristeza por alegria. Lo hizo defendiendo a la albiceleste y desde entonces tengo un rinconcito de mi corazón guardado para el combinado del país del tango y para el Pibe.

27 junio 2006

Será un sueño

El arbitro Roseti picó y Henry sólo pudo vengarse de Puyol haciendo teatro. El realizador pinchó primer plano en la cara de zapatillasdebaile Zidanne, sus ojos eran el de un ave de presa rastreando el área contraría, entonces lo supe: El partido de cuartos entre Brasil y España será un sueño.

26 junio 2006

Gazpazcho

He estrenado cuchillo para cortar tomantes, pepinos, pimientos verdes y trocear algunas rebanadas de pan (¡He olvidado el diente de ajo!) Me gusta preparar el gazpacho mientras espero a Migue. Vendrá cansada del trabajo pero con ese color veraniego a lo largo y ancho de su piel. Color del sur, de alegrías, búcaro y pescaito. Colorcito guapo para la guapa de la casa. Debería pensar un piropo mejor para servirlo como entrante.

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25 junio 2006

El chopo

Doce de la noche, de la noche de San Juan. Los mozos de Utrillas despegaron el chopo del suelo, el cielo inmisericorde rompió en tormenta de verano y un desmedido chaparrón empapó a los jóvenes que no se amedrentaron ante el diluvio.
El cansancio hizo mella en sus rostros cuando el árbol negó su colaboración para subir apoyado en las dos crucetas. Las cuerdas tensas pero húmedas hacían más difícil la tarea. Pasó el tiempo. Las gotas huyeron hacía el este en busca del río Martín. Era el revulsivo que necesitaban. La lentitud se transformó en diligencia y la plantada se aceleró. El chopo ascendío al calor del jaleo propiciado por el público. Un vaivén inesperado llenó la Plaza Juan XXIII de gritos hasta que la verticalidad fue ostentosa. Abrazados en derredor, los mozos corean su orgullo.
Como cada año desde que el más viejo es capaz de recordar, el chopo esta plantado.

22 junio 2006

Pido ayuda

Estaba harto del anglosajón gin con todo tipo de tonic. Fue Suso quien me dio la entrada hacia el trópico. El viaje resultó agradable porque mi historial como consumidor de Coca-Cola tenía rancio abolengo y todavía perdura en las noches más insomnes de mi cuarentena. Así que mezclar el espirituoso estadounidense con el Ron acabó por resultar algo natural.
La primera duda surgió al pedir mi primera nueva copa. La oferta del brebaje, unas veces blanco y otras caña, era de una gran amplitud. Llamé a mi valedor y me dijo desde el teléfono móvil «No lo dudes. Pide siempre Brugal, esencia de Santo Domingo»
Y ese es el camino que he recorrido hasta que mi condición de mitómano ha provocado un conflicto de intereses. “Vivir para contarlo” es el último CD single de Violadores del Verso y entre la brillantez de las líneas de la canción “Haciendo lo nuestro” confiesan que ellos beben “Cacique o Havana
Ahora me encuentro en la encrucijada de decidir entre el consejo de mi amigo y la declaración de los raperos zaragozanos. Pido ayuda… ¿tú que me dices, co?

17 junio 2006

Anoche de hace cuatro años

ZgZ 11 de Diciembre de 2002

Tal vez anoche tuvieras razón. Hicimos el amor entre risas, al parecer, ponía cara de gato como si vivieramos en dibujos animados. Pero el gato del agua escapa y yo me fuí de las sábanas entre maullidos de resignacion. Y tú, siempre tan elegante y comprensiva.

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13 junio 2006

Sábados de niñero

Empecé a trabajar durante el invierno que cumplí once años. Era un empleo fijo discontinuo que desarrollaba los sábados por la noche en casa de mi hermana. No logro recordar el salario que percibía porque mis motivos para aceptar aquella ocupación estaban muy alejados del dinero.
Siempre llegaba un poco antes de la nueve al portal número cinco de la calle de San Vicente de Paúl y, aunque tenía llaves me gustaba esperarlos sentado en las escaleras. Colgaba los pies sobre un futuro que nunca vislumbré porque sólo soñaba con bailarines, cantantes y actores.
Llegaban puntales del periplo social del sábado por la tarde, de eso se ocupaba mi cuñado, y cenábamos en la cocina, de eso se encargaba mi hermana. Siempre lo hacíamos en animada tertulia y alrededor de una esponjosa, consistente y sabrosa tortilla de patatas. Natalia se dormía en un periquete, los adultos se iban a la sesión nocturna del Cine Las Torres y yo me quedaba al cargo de la casa y de la bebita
Mi sobrina siempre durmió como un angelito y jamás dio problemas. Ese comportamiento fue fundamental para vivir aquellos sábados de niñero con una excitante sensación de libertad que se materializaba en un ritual repetido semana tras semana.
No pasaba un segundo desde que se cerraba la puerta de la calle y ya me había abalanzado sobre el último cajón del mueble que presidía el cuarto de estar. Allí, fiel a su cita, aparecía por arte de Birli Birloque un botecito de apertura fácil con cacahuetes pelados. Sacaba dos posavasos con vistas de Paris — en uno de ellos colocaba un vaso de Dúralex y en el oro una botella de Coca-Cola de litro y medio —, conectaba la caja tonta y me tumbaba en el sofá. Era como llegar al séptimo cielo. Televisión Española entretenía a todo el país menos a mí. ¡Qué mi padre siempre me mandó a la cama cuando las cosas de las 625 líneas se ponían verdaderamente interesantes! Por eso, aquellas sesiones catódicas eran el mejor de los regalos.
***
Mis sueños de estrella del pop germinaban durante el otoño de 1979. El frío del escalón había traspasado hasta el culo, tenía más hambre que un perrico ciego y decidí esperarlos dentro de casa. Conecté el equipo estereofónico y el dispositivo que suministraba sonido a los altavoces diseminados por todas las habitaciones. No tenía muchas alternativas y me decidí por Manolo Otero. Su voz edulcorada y pringosa me conmocionó hasta el delirio de mirarla con desatada pasión.
Estaba sobre la encimera, acostada en un plato de porcelana, sensual y voluptuosa. La tomé entre mis manos y danzamos como si aquella balada susurrante fuese el centro del Universo. Tras el baile, la dejé dónde la había encontrado, me senté a su lado y la miré.
Mis ojos recorrieron su intachable perímetro sin encontrar la más mínima imperfección. Una circunferencia que pronto sería mancillada por el cuchillo: Noventa grados para mi cuñado, otros noventa para mi hermana, veinte para mi sobrina, sesenta para mi y el resto para ir pinchando.
Tuve un insólito arrebato creativo, artístico y pasional. Coloqué cuatro dedos de pan sobre el objeto de mi deseo y ajusté el corte al contorno del cuscurro. El resultado fue un espectacular cuadrado circunscrito en tortilla de patatas. El cuadrado exento del manjar pasó a componer un apetitoso bocata que me comí sin más remilgos.
La andorga llena me dio otra mirada. El hueco perpetrado en la tortilla de patatas se me reveló como un magnicidio. Pánico. ¿Qué hacer? ¿Cómo explicar aquel comportamiento estrambótico? ¿Sería capaz de encontrar algún motivo que justificase la sustitución del tradicional reparto angular de la cena sabatina?
La puerta de la calle hizo sonar su cerrojo. No había tiempo que perder y creí morir. El terror me ayudó a actuar con rapidez y, sin pensarlo demasiado, escondí el desaguisado en uno de los armarios de la cocina.
— ¡Javi, Javi, Javi! — gritaba Natalia — ¡Lo he hecho, lo he hecho, lo he hecho!
Puse mi mejor cara de disimulo y la sonrisa del tío-hermano-cuñado más enrollado
— Nada más verme se ha puesto a ladrar como hace siempre, pero esta vez te he hecho caso. He esperado a que estuviese bastante cerca y le he gritado como me enseñaste.
— ¿Y…?
— ¡Se ha largado pitando! ¡He vencido a Pulga! ¡Yupi Yupi! ¡He vencido a Pulga!
— Eso es una gran noticia — abracé a mi sobrina. — Por fin le has dado su merecido a esa perrilla de tres al cuarto. Ya verás como no vuelve a molestarte.
— Te has dejado encendida la luz del recibidor — dijo mi hermana.
— Es que estaba bailando y he venido a la cocina a beber agua.
— ¿Ensayando con Manolo Otero?
— Si, quiero empezar con las lentas.
— ¿Con las lentas? ¿No eres muy jovencito para pensar en las lentas?
— Es que como el repertorio de cintas es bastante escaso… pues tengo que…
— ¿Qué ha pasado con la tortilla? — Bramó mi hermana.
Mi cuñado desplegó la mesa de la cocina.
— ¿Qué tortilla…? — balbuceé con cara de acusado.
— ¿Qué tortilla? La que he preparado esta tarde y he dejado ahí. — Su dedo índice señaló hacía el plato vacío que descansaba sobre la encimera.
Mi cuñado sacó las servilletas.
— Es que esta tarde no he merendado y…
— ¿…Y qué? — La rigidez se había adueñado de todo su cuerpo.
— Pues que como tardabais un poco…
— Hemos llegado a la hora de todos los sábados.
—…Y yo tenía un poco de hambre.
— ¡Javi! ¡Dime de una vez por todas que ha pasado con la tortilla de patatas! ¡Qué te estás jugando el regalo de cumpleaños!
— Vale, te lo digo pero no te enfades.
— No se si te has dado cuenta pero ya estoy bastante enfadada. Vamos, ¿qué ha pasado con la cena de hoy? Responde si quieres llegar a cumplir los catorce.
— Me la he comido. — Mentí.
— ¿Qué te has comido la tortilla?
— Si
— ¿Qué te has comido toda la tortilla?
— Ya te he dicho que tenía mucha…
— Antonio — miró boquiabierta a su marido, — que se ha comido toda la tortilla.
Mi cuñado colocó los cubiertos.
— ¿Pero en que estabas pensando? Qué hay que tener mucha hambre para comerse una tortilla de seis huevos, mucha hambre o estar un poco atontado. ¿Qué te has comido toda la tortilla? No me lo puedo creer ¿Y que vamos a cenar nosotros? ¿Has pensado que vamos a cenar nosotros?
— Seguro — me atreví a sugerir — que hay algo de embutido en la nevera…
— Pero, ¿lo has escuchado?
Mi cuñado dispuso los vasos.
— ¿Será posible? Pues claro que hay embutido en la nevera y tu tienes una cara que te la pisas ¿Te parece bonito dejarnos sin la cena?
— Mamá — dijo Natalia. — Yo me puedo comer un bocadillo de queso.
— Muy bien hija, muy bien, pero tu tío no necesita que lo defiendan. Vamos Javi, sólo quiero que me digas porque te has comido toda la tortilla… ¡qué te vas a poner malo! Es que no me lo puedo creer ¿Te has comido toda la tortilla?
Mi cuñado distribuyó un plato en cada uno de los lados de la mesa y, en medio, un quinto con la tortilla de patatas transformada en obra de arte.
— ¿Qué significa esto? — preguntó mi hermana.
—Cuadrado circunscrito en tortilla de patatas. — Acerté a decir.
— Sin cebolla — puntualizó Antonio mientras esbozaba una sonrisa.

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08 junio 2006

La Caverna de la Tripas

Rebañé el plato con la intención de sustituir la etérea inspiración por la consistencia gastronómica de un chipirón impregnando mis intestinos. Su tinta negra maceró la imaginación necesaria para contar historias. Negro sobre blanco ya era una obsesión mucho antes de descubrir que el sueño de la escritura sólo era posible en la caverna de las tripas, allí dónde residen los sentimientos, allí dónde se digiere el chipirón, allí dónde se ahogan todos y cada uno de mis párrafos.

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07 junio 2006

Para un novato

Seguro que es una tontería pero esta mañana me he despertado pensando que era el Argán de El Enfermo Imaginario.
El Enfermo Imaginario fue la última obra escrita por Moliere. El gran autor, director y actor murió en escena durante la cuarta representación..
Nosotros ni siquiera la estamos ensayando en su totalidad y sólo la mostraremos en tres ocasiones pero… me he levantado con la extraña sensación de que actuar en el mismo papel que Moliere es una responsabilidad demasiado grande para un novato como yo.

04 junio 2006

Tortilla de patatas

Batí los cinco huevos en un bol, pizca de sal y perejil picado. Abrí el envase que contenía las patatas asadas que preparan en Los Pollos de Carpanta. Las troceé a conciencia, las eché en el bol, mezclé todo muy bien y lo freí en una sartén con poco aceite con un par de vueltas al aire de doble salto mortal.
La mitad para mi plato, el treinta por ciento para Migue y el resto se quedó en la nevera. La tortilla de patatas es una de mis cenas favoritas y me fui al turno de noche más contento que unas pascuas, algunos nos conformamos con poco.
Debían ser las cuatro de la madrugada cuando la recordé. Un triángulo isósceles de apetitosa tortilla de patatas me esperaba en la nevera. Ya no me la pude quitar de la cabeza y durante el resto del turno lo imaginé decenas de veces: La tomaba entre mis manos para introducirla en el panecillo que me compraría en la Tahona de Las Fuentes, descorcharía una botella del Somontano, una par de chatos y feliz como una lombriz.
Migue trabajaba de mañana y me encontré con la casa estaba vacía. Conecté el ordenador para comprobar el correo, puse a Rubén Blades en el loro y abrí la nevera para descubrir, horrorizado, que la tortilla de patatas había desaparecido.
En la segunda estantería, entre las latas de Ambar y las de Coca-Cola, se encontraba el plato de postre vacío, frío y con migajillas de mi tortilla soñada. Al principio pensé que se abría ido a dar una vuelta y que regresaría cuando menos la esperase, después sopesé la posibilidad de que alguna banda de mafiosos hubiesen perpetrado un secuestro express para espollicarme mis pocos ahorros y, por fin, caí en la cuenta de lo sucedido: Migue había desayunado pincho de tortilla y café con leche.
Pille un mosqueo de muy padre y señor mío, de acuerdo que en nuestro contrato matrimonial no especifica quien se come la tortilla de patatas sobrante pero, después de catorce años ejerciendo ese privilegio, creo que tengo algunos derechos adquiridos, al menos me podría haber pedido permiso ¿no?
Pan, longaniza de Formiche Alto, un par de vinos y me fui a la cama todavía cabreado. No me podía dormir. La tortilla de patatas ocupaba todo mi pensamiento, daba igual si me ponía boca arriba, boca abajo, pa´lli o pa´lla. Supongo que fue el cansancio quien me llevó hasta los brazos de Morfeo. Una vez sobrepasado la primera fase del sueño me vinieron a visitar los titiriteros de Pingaliraina. Estaban ataviados con coloridos trajes y portaban guitarras, bandurrias y todo tipo de percusiones. Llegaron bullangueros y sin ningún tipo de remordimiento me cantaron en verbenera algarabía:
Mi mama compró la planta Renata
porque le salió bastante barata.
Le gusta el jamón, las fresas con nata
pero lo que más le gusta
es la tortilla de...
Efectivamente, seguro que lo has acertado listillo.
Pasada la fase de pesadillas y maquinaciones para la venganza logré dormir un par de horas. Fue Migue quien me despertó cerca de las tres de la tarde. Lo hizo con uno de sus besos especiales que empieza manchego y acaba en ligero morreo ochentero. Ligero pero suficiente para que el sabor satinado de sus labios penetre en el interior de mi cuerpo. Aquel beso no me supo a Los Huracanes, ni a las Casas Nuevas, ni a la Peña del Cachirulo. Aquel beso de mediodía me supo a tortilla de patatas.
Desperté sobresaltado, irracional, desbocado. Ella creyó que respondía al beso tierno con otro apasionado de boca entreabierta y preludio al amor. Pero yo no pensaba en esas veleidades, yo sólo quería comerme mi tortilla de patatas. Y los labios dejaron paso a los dientes, y los dientes a los bocados, y los bocados a los mordiscos desmedidos, rabiosos y pantagruélicos. Me zampé a mi mujer en un abrir y cerrar de boca.

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01 junio 2006

La voz de Chipiona

La llegada de la Plaza de Toros portátil a la explanada de Los Huracanes era la señal: Faltaba una semana para las fiestas patronales. La primera vez que ayudé a mi hermano en la instalación eléctrica del Coso Taurino fue en uno de los últimos años de los setenta. Cuatro torres de focos para el alumbrado, mangueras para las neveras donde se refrescaban millones de latas y suministro de energía hasta el pie del escenario y los camerinos.
No la conocía de nada, con catorce años aún por cumplir mis gustos musicales eran muy distintos. Fui a su concierto porque estaba incluido en el bono festivo que todos los años me regalaban mi hermana y mi cuñado. La verdad es que no recuerdo mucho, tan sólo dos detalles.
Fue la primera vez que escuché flamenco en directo. La voz de la chipionera me dejó sobrecogido y desde entonces ando a trancas y barrancas detrás de las notas embrujadas de tientos, tarantos y bujerías.
A mitad de actuación empezó a chispear. La mayoría del público escapó despavorido para resguardarse bajo las gradas de madera. La Jurado siguió cantando como si tal cosa y miró a los ojos a cada uno de los que permanecimos hipnotizados bajo la lluvia. Al acabar el tema su voz bramó: Si mi público se moja yo me mojo. Y allí siguió su actuación mientras el aguacero se retiraba lentísimo. Poco a poco se volvieron a llenar las gradas del personal y Rocío las recibió con una sonrisa.
Hoy, veintisiete años después, intento no ser espectador de su muerte, pero me gustaría tener un gesto de agradecimiento. Por eso estoy escuchando su voz en la banda sonora de la película Sevillanas de Carlos Saura.

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