17 Acciones heterodoxas entre la vida y el teatro
`17 Acciones` es una función en la que Noelia Marín y
Gabriel Caballero plantean un mundo teatral dividido en dos planos narrativos
que, ocupados por una performer y un actor, encuentran un semillero creativo en
el espacio común de los sueños.
Para situarme ante la acción acudo pongo a los protagonistas
bajo una premisa que los defina: El
actor ocupa el centro del acontecimiento teatral bajo el paraguas o la
tempestad de un texto y unas acciones establecidas previamente para interpretar
un personaje que no es él. La performer se caracteriza porque utiliza otros
lenguajes narrativos, pero en lo fundamental habla y actúa en nombre propio en
tanto que artista y persona. La introducción abona este terreno previo y deja
claro ambos papeles: El actor se esconde tras la máscara. La performer parte de
la intimidad más personal para vestirse de artista. Es el momento de lanzarse
por un tobogán, un sube y baja para que todos, también el patio de butacas,
juguemos con palabras, gestos y bailes.
El lenguaje textual ese el territorio esencial del actor y
ahí se muestra seguro y con aplomo. La pausa y la cadencia de su voz es el vehículo
que cuenta historias. La performer transita de una manera muy personal por el
arte mayor de leer poema. Lo hace con una dicción de corrido que, con su puntito
indolente, se sitúa en una actitud tan personal como poco interesante hasta
sumergirse en las antípodas de la representación.
La aparición del gesto provoca en ambos protagonistas una
reacción muy diferente. El actor se esconde en la falsedad de un air guitar para generar energía escénica
mediante la tensión entre su silencio y el Trash Metal, pero ese contraste exento
de palabras se percibe tan plano como impostado. El actor enmudecido pierde pie
porque la energía no se transforma en la emoción y, aunque se desfonda, su
esfuerzo no va más allá de una caricatura. La performer por el contrario se
mueve diáfana, su cuerpo genera ondas que atrapan la mirada del espectador
mientras el actor cae cautivo de la repetición de las acciones propias de
cualquier obra de teatro. Va y viene una y otra vez atrapado en el ciclo
botella-vaso-escenario-embudo. El actor se enfrenta a un bucle que no entiende.
La repetición teatral solo tiene sentido si la función se resetea y se comienza
de nuevo. Sin embargo, no hay una justificación argumental cuando la repetición
se produce en la misma escena, y entonces se pierde músculo teatral, al menos
hasta que la performer acude en su ayuda, rompe el bucle y crea la imagen de una
fuente como una copa de vino.
La actitud del actor y la performer es muy positiva cuando
el espacio en el que se desarrolla la representación se pone patas arriba. Es
el momento de las mareas de las sillas. El actor asume un papel complementario
mientras la performer se activa, saca
partido personal a la marabunta y se siente cómoda en un terreno que le es
favorable. En ese momento los espectadores aún estamos un poco despistados. En
ese momento desconocíamos que la ruptura de nuestra posición habitual durante
un espectáculo teatral tan solo ere el preámbulo de un momento peligroso: La
realidad invade la ficción.
El primer paso fue mudar el patio de butacas y desplazarlo.
El nuevo espacio se percibe ajeno a la ficción, y ahí la performer se mueve con
naturalidad, se integrada sin problemas en lo que ha dejado de ser
representación para convertirse en un acto sorpresivo y divertido de la vida.
El actor sin embargo necesita recurrir a un elemento cultural para cambiar la
dinámica que la realidad generaba. Quizás por eso irrumpe con un ritual
cultural que modifica la acción dramática mediante una canción y un fundido a
negro.
El peligro de un público que ya se siente parte de la
ficción es que no atiende a dramaturgias ni a dinámicas dramáticas. Es un
estado muy volátil en el que puede ayudar con la coreografía inacabada, o
formar parte de una cadena achilipú de transmisión de datos, Pero también puede
romper el hilo de la comunicación o retrasar el desarrollo temporal de la
ficción como ocurrió este caso y así, cuando la dramaturgia señalaba que los
espectadores debían regresar a su papel de espectadores, pero una muchacha
decidió dar rienda suelta a sus necesidades fisiológicas en el plano de la
realidad, un breve espacio de tiempo en el que actor y performer deciden
suspender la ficción. La pausa diluye la magia del teatro hasta desaparecer.
Desde un punto vista formal, este acontecimiento sería un fracaso absoluto para
una función ortodoxa, pero en este caso el cataclismo se asumió con naturalidad
porque, quien sabe, tal vez `17 Acciones` va de eso, de poner en solfa las
herramientas con las que se construye el teatro, situar cada sesión en el borde
del precipicio y, cuando la realidad toma de nuevo asiento, recuperar el
territorio perdido de la ficción.
El actor y la
performer lo tienen claro, esperan a que la realidad se siente de nuevo en la
butaca y recuperan sin darse importancia el territorio de la ficción… o no,
vaya usted a saber porque, en la función de ayer se sirvieron unos platos que
son perfectamente sustituibles por otros diferentes para cambiar toda la
dinámica teatral.
La función termina con los dos protagonistas en escena pero
tan solo es el actor quien regresa a su estado natural librándose de la máscara,
mientras la acción se materializaba pensé que `17 Acciones` tiene el interés del
experimento que pone en jaque la comunicación entre quienes hacen teatro y quienes
lo consumimos. La situación se percibe maleable, y los platos que se sirvieron
en la función de ayer son perfectamente sustituibles por otro menú, con otras
características pero con la misma intención de modificar la habitual dinámica
teatral.
El espectador puede divertirse jugando a poner etiquetas a
todo lo que allí ocurre, empeñarse en comprender la propuesta, o simplemente dejarse
llevar y disfrutar de un happening al que tal vez le falta un puntito de
tensión dramática que defina con nitidez las diferencias entre los dos
personajes, que el conflicto surja de la discrepancia a la hora de enfrentarse
a la representación teatral. Y ahora, mientras escribo estas líneas me pregunto
si Noelia Marín y Gabriel Caballero dedicaran algún tiempo a reflexionar sobre
lo que ocurre en cada pase, si catalogarán las diferentes reacciones del
público, o han pensado en extraer algunas conclusiones para convertirlas en las
proteínas de una representación ortodoxa.
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`17 Acciones`
Reparto: Noelia Marín y Gabriel Caballero.
17 de febrero de 2023. Teatro Bicho.
Etiquetas: critica teatro, Gabriel Caballero, Noelia Marín, Teatro Bicho, Vicente Palotof