Sweet Dreams
El reto de ser feliz
San Ambrosio contaba que el cuerpo del ave fénix era
consumido por el sol hasta morir convertido en cenizas. Un poco más tarde
renacía con la forma de un pequeño gusano hasta transformarse en un águila
Celeste.
Cuando la coreógrafa Bouchra Ouziguen le pidió al novelista
Abdellant Taia que le ayudara a adaptar una de sus novelas para convertirla un
espectáculo de danza, el escritor le pidió participar en el espectáculo porque
pensó que su oficio también era actuar, la única diferencia era la inmediatez
de la danza. Su participación consistía en correr por el escenario pero, tanto se
entregó tanto en su actuación que se cayó. Inmediatamente, sin pensarlo, se puso
en pie, recobró el impulso del movimiento y la función continúo. Así de fácil se
puede representar la ficción sobre el
escenario.
Alberto Velasco también ardió y sus cenizas se dispersaron
por los mismos escenarios en los que se elevó hasta el altar del éxito. Pero a
él le resulto mucho más difícil levantarse y seguir. Por eso ha montado esta
función, para recordarnos que el dolor se puede en luz con la única condición de
cambiar hasta ser otro.
Sweet Dreams es una pieza híbrida que conecta danza y lenguaje
verbal en un marco de belleza visual mediante un altar que recuerda el universo
feliz de la infancia, y la desidia de los premios y trofeos que, alejados de la
apoteosis de su entrega, tan solo son los cachivaches polvorientos de una
Mudanza.
El punto de partida narrativo nos sumerge en una breve
coreografía que deriva en la canción del daño donde el dolor se visualiza en
Capucha, cueva y capirote hasta aterrizar en el relato de la autoficción. Una peripecia
personal que fija la verdad directa y sin tapujos con la confesión en primera
persona, con el golpe directo lanzado a la mandíbula. Son instantes de conexión
brutal y demoledora. Pero entonces el relato se afloja y deriva en otras voces que
se alejan de la primera persona para externalizar la trama hacia el delicioso
recurso del humor y el playback, como si la ficción alejara el foco de la
verdad pura, dura y carnal para rebajar la conectividad emocional y poner el
acento más lúdico de la función en un método para quererse, amarse y respetarse.
Ese cambio de terreno narrativo permite transitar la frontera porosa entre una fábula
que recrea la verdad y la potencia de un mensaje directo que te mira a los ojos
para confesar los pecados lanzando más preguntas que generando respuestas. Todo
este desarrollo argumental tan solo un preámbulo.
El espectáculo está diseñado para concentrar toda la energía
en una catarsis que intenta ser corporal, pero que tan solo se agarra al grito
emitido desde el fondo de un sillón, con el aliño unas voces en off que se
extienden tanto y son tan ajenas al espectáculo que solo deseo que se callen de
una vez y que vuelva la credibilidad. Y lo extraño es que el actor lo consigue
utilizando herramientas esenciales: Maquillaje, palabras y movimiento, a los
que añade el brilli brilli que transforma la oscuridad en un baile de luz para concluir
con una idea final: Ser feliz es lo más trasgresor que se puede hacer en la
vida.
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Miércoles 1 de febrero. Teatro de las Esquinas.
Dirección y dramaturgia: Alberto Velasco. Ayudantía: María
Pizarro. Escenografía: Alessio Meloni. Vestuario: Sara Sánchez de la Morena. Espacio
sonoro: The New Carrot Studios. Iluminación: Abel García y Alberto Velasco. Técnico:
Abel García. Fotografía: Dominik Valvo. Diseño: Laura Velasco
Etiquetas: Alberto Velasco, Alessio Meloni, critica teatro, Sweet Dreams, Teatro de las esquinas
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