Lo confieso: He leído muy poco a Borges y en mi juventud tildé a la jota aragonesa, a excepción de las de picadillo, de aburrida, monótona y poco gratificante. Con estas premisas poco o nada se me había perdido en la presentación dos por una que la Editorial Olifante organizó ayer en la Biblioteca de Aragón: “Babel en las manos” de Fernando Sarría surgió tras una de las muchas lecturas del autor sobre la obra de Borges; y “Cancionero de coplas aragonesas” de Miguel Ángel Yusta dónde las cuartetas piden cuerda de guitarrico y aire jotero.
El irresistible motivo que me llevó hasta allí fue, además del respeto que guardo a los dos poetas, el elenco de presentadores: Manuel Martínez Forega, Roberto Malo, Javier Barreiro y José Luís Melero, una cuarteta de gran interés literario e intelectual. Forega y Malo repartieron juego con el poemario de Sarría; Barreiro y Melero sentaron cátedra con la jota y los versos de Yusta.
Forega abrió fuego, prometió brevedad y fue al grano. El último poemario de Fernando Sarría, afirmó, es una agradable sorpresa porque abandona el instante arrebatado, lo depura y lo deja al sol, al tacto carnal; desaparece lo anecdótico y gana lo lírico. Forega estuvo untuoso, con esa lubricidad en su verbo que envuelve y excita, un oleaginoso oleaje cultista que aliña, mece y te cuenta, bañadas por latines y giros inalcanzables del lenguaje, sus sensaciones. Un discurrir que ayer fue ducha laudatoria para un poemario que celebra los sentidos frente a la descripción, la intima sensualidad frente al realismo.
Malo llevó la frescura, esa impagable forma de convertir todo en cuento, en historieta, su impronta natural de saltimbanqui y narrador oral arrancó carcajadas. Agradeció a Sarría la invitación para compartir mesa “con estos grandes” y también prometió brevedad porque ya que Malo, al menos breve. Confesó que su presencia estaba sustentada por dos motivos. El primero era que, aunque experto en Borges, no tenía ni idea de poesía y esa mirada interesaba mucho al autor. El segundo era su condición de “hombre talismán” para Sarría desde que compartieron charla en los pasillos de Borradores, programa cultural de la televisión aragonesa al que Malo estaba invitado para hablar de su primer libro de relatos, cuando Sarría, que sólo acompañaba a Luisa Miñana, vaticinó que él también pasaría por aquel plató con sus libros. Porque como todo el mundo sabe, subrayó Malo, los escritores aragoneses publican libros con el objetivo fundamental de salir en Borradores. El autor de la novela “Asesinato en el club nudista” ha leído tres veces el poemario “Babel en las manos”. En la primera no se enteró de nada, la segunda cazó las referencias a la obra de Borges, y fue a la tercera cuando disfrutó, dejó volar la imaginación y concluyó que estos versos, cuando se traduzcan al francés o al italiano, ganaran una barbaridad.
Javier Barreiros comenzó con la segunda parte de la presentación, un salto, afirmó, de lo culto a lo popular, de lo escrito a lo hablado. Un nuevo evento para levantar la voz y defender la jota frente a su desvalorización entre los zaragozanos, y poner en valor los pueblos dónde se ha seguido cantando y a gentes como Miguel Ángel Yusta que, con su sección “Rincón de coplas” en el Heraldo de Aragón, mantienen vivo el interés por estos octosílabos que conservan la naturalidad del verbo y el sabor popular junto a autores como Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado.
José Luís Melero estuvo brillante y mostró el camino de regreso a la jota. Porque la jota, afirmó, extracción popular de ingenio y grandes composiciones, no tuvo la renovación necesaria para pasar de la instrumentalización religiosa y política, al ámbito sentimental dónde todos los aragoneses nos veamos reflejados. Una renovación que Demetrio Galán Bergua pedía en 1966 y que pasaría por desvincularla de las épocas predemocráticas, evitar certámenes dónde las jotas sean parlamentos de ideas para y buscar la unidad exenta de ideologías, que todo el mundo pueda vibrar con la jota. Tiempos nuevos para cantar a Buñuel, Costa y Goya dónde intelectuales como Miguel Ángel Yusta se acercan sin complejos para ponerse a la cabeza y conseguir que todo el mundo cante sus coplas sin saber la autoría, la máxima expresión del éxito popular.
Nacho del Río puso broche de oro a la presentación con tres jotas en las que mostró su poderío vocal
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