No hay muerte
“La literatura no sirve para iluminar nada, sólo sirve para ver un poco mejor cuánta oscuridad hay alrededor” (Javier Marías)
El Clown le preguntó que hacía allí y tartamudeó. Su compañero de clase de interpretación se lo había advertido. No te cierres. La nariz no es una careta, cuando te la pones te quedas en pelotas. No le hizo caso y en pelotas se sintió. Ahora recordaba aquel desequilibrio emocional al que se enfrentó tres años atrás, y como le ayudó a encontrar algunas de las respuestas que había obviado con respecto a una vida que estaba muy lejos de parecerse la que dibujó en sus sueños. Hizo gala de su condición de mamífero, olvidó muy pronto las conclusiones y volvió a la agradable tentación de pensar que el arte evitaba la realidad, que la interpretación o la literatura eran las vías de escape para las carencias emocionales que amontonaba en el baúl del desván del último rincón oscuro al que jamás llegaría un ápice de desaliento. Pero de nuevo se equivocó. El desaliento llegó a los dos años y la falta de oxígeno se hizo algo cotidiano, daba igual la gravedad de las puñaladas que a veces eran machetazos y otras caricias de pitiminí, el desánimo había regresado para quedarse y una tarde de otoñó lo tiró sobre el sofá. Sabía que se ahogaba pero nada podía hacer ante la majestuosidad desconsolada de la tristeza. El salvavidas llegó en la evocación de un puñado de aplausos que paralizaron el tiempo del reloj y la muerte. De nuevo sintió el cosquilleo que provoca la tentación de engañar a la vida, de situarse en el centro del ruedo para recibir los desdenes con un brillante volapié y las zancadillas con verónicas de alelí. Olvidó la cobardía que atenazaba labios, pensamientos y dignidad, y asumió que, aunque la vida no se puede ensayar, tal vez sea posible entenderla desde la pátina de un personaje o la quimera de un párrafo. Torear por el gusto de hacerlo, los pies juntos, asentados y quietos sobre el albero para que cuando el toro enhebré sus pitones en la talega, la costalada lo lleve un segundo a la enfermería y el resto de la vida para dar la vuelta al ruedo. Curar las heridas, regresar de la muerte y apretar los dientes para no morir.
Etiquetas: Relato
1 Comments:
En parte, si esto significa la vuelta al teatro, me alegro: hay espacios que son intrínsecamente tuyos, nada debería alejarte de ellos.Todos los caminos están plagados de cuestas para un soldado de infantería.
un abrazo
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