La curvatura de la córnea

31 marzo 2020

César fue a Urgencias


César fue a Urgencias el 21 de marzo con tos y 39 de fiebre. César se hizo sus cálculos mentales y calculó por calcular que aquél malestar sería porque, como ya había pasado en otras ocasiones, algún cálculo biliar había calculado fastidiarle el día. Las piedras de su riñón eran así de caprichosas, no es que se desprendieran aleatoriamente, César estaba seguro que sus piedras, que los cálculos de su riñón calculaban el mejor momento para fastidiarle lo máximo posible, por eso los cólicos siempre eran en fin de semana
Pero el 21 marzo fue diferente porque después del paracetamol y los antibióticos pasó diez días en el hospital. Diez días como diez soles en los que César se reía pensando en uno de sus argumentos más tontos cuando decía que los cólicos le venían bien porque así hacía algo de gasto a la Seguridad Social, que ya estaba bien de tanto pagar para no sacar tajada. En esos diez días pensó mucho en su casa, el sofá y en sus alumnos del cole. A César le gustaba llamar de usted a sus alumnos y observar su cara de turulatos. El día que le hicieron la prueba del Covid-19 y dio positivo lloró. César lloró todos y cada uno de los diez días que pasó hospitalizado, a veces lo hacía pensando en sus padres de más de setenta años, porque no podía imaginar que la vecina del tercero se encargaba de llevarles la compra y hacer toc toc en su puerta para comprobar que todo iba bien, a veces lloraba por los vecinos de sus alumnos que sufrirían una y otra vez la falta de ritmo y las equivocaciones de 22 zagales tocando el Himno de la Alegría con una flauta dulce y a veces, solo a veces, lloraba porque estaba acojonado.
César, que empezaba cada uno de los diez días en el hospital esperando un rayito de sol y el canto de los pájaros hoy ha recibido el alta hospitalaria. Zaragoza amanecía bajo la nieve y César, en el trayecto hasta casa, ha recordado el día que aprendió a esquiar y cuanto le gustaba hacerlo en compañía de sus amigos y familiares. César ahora está confinado en casa y mira el mundo de otra manera.

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29 marzo 2020

La Luna está en cuarentena




En la última ronda del turno de tarde el sol hace tiempo que se ha ido, como algunos de mis compañeros desde que teletrabajan o han visto como la producción de sus secciones se ha visto limitada o detenida. El sonido de fondo es el mismo de todos los días pero hoy, quizás para no sentirme tan solo, me he quitado un momento los antífonos para sentir como aumentaban los decibelios, ese sonido de fondo que de tanto estar a nuestro lado parece desvanecerse y sin embargo significa que la producción sigue adelante y eso, que siempre es una buena noticia para los que somos trabajadores por cuenta ajena, en estos tiempos de pandemia y confinamiento parece desearme buena suerte, pan bendito, maná en el desierto o vaya usted a saber en lo que creemos todos y cada uno de los que en esta factoría nos ganamos los garbanzos.
Regresaba al panel de control dando un rodeo porque mis botas se habían encariñado del camino verde que, aunque siempre es el camino más seguro, estos días también huele a la lejía de toda la vida y que ahora en los medios de comunicación la llaman hipoclorito. Entonces levanté la vista y la vi. La Luna en el cielo disfrazada de cuna quería iluminar una Tierra en la que un tercio de su población vive confinada en casa, casi nada dicen las noticias de los que no tienen casa. Pero la Luna, que no entiende de crisis sanitarias, de financiación de la deuda o de si los eurobonos deben ser solidarios, sucedáneos o aves de rapiña, la Luna que no conoce el odio y las fronteras, la Luna esta noche está acompañada. Y yo miraba la Luna para preguntarle por esa luz que la precedía y que ilumina quirófanos, almacenes y vertederos. Y mientras miro a la Luna me vienen a la cabeza los versos del poeta que cantaba a la Luna cuando la Luna, vestida de nardos, llegaba a la fragua donde el niño la mira mira, donde el niño la está mirando. Pero por mucho que yo mire la Luna, la Luna sigue callada.
Terminó el turno de tarde y los compañeros que venían al son que marca la noche no tuvieron tiempo ni de mirar a la Luna ni a su acompañante porque en tiempos de pandemia,  aunque la noche es igual de oscura, los currantes no tememos tiempo ni ganas de charlas desde más allá de un metro de distancia para hablar sobre el firmamento, la Luna o la noche estrellada. Así que me fui de la fábrica sin saber el nombre de quien acompañaba a la Luna.
Ahora estoy en casa con las manos lavadas con cuarenta segundos de jabón y mientras les cuento el cuento de quien hace una ronda para rondar a la Luna que va acompañada, me encuentro con que Luisa Miñana ha colgado una foto de la Luna en Facebook acompañada de un texto que revela el secreto: “Llevan toda la #cuarentena persiguiéndose ahí afuera, la #Luna y #Venus. No lo parece, pero todo sigue en su sitio.”


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