La Luna está en cuarentena
En la última ronda del turno de tarde el sol hace tiempo que se ha ido, como algunos de mis compañeros desde que teletrabajan o han visto como la producción de sus secciones se ha visto limitada o detenida. El sonido de fondo es el mismo de todos los días pero hoy, quizás para no sentirme tan solo, me he quitado un momento los antífonos para sentir como aumentaban los decibelios, ese sonido de fondo que de tanto estar a nuestro lado parece desvanecerse y sin embargo significa que la producción sigue adelante y eso, que siempre es una buena noticia para los que somos trabajadores por cuenta ajena, en estos tiempos de pandemia y confinamiento parece desearme buena suerte, pan bendito, maná en el desierto o vaya usted a saber en lo que creemos todos y cada uno de los que en esta factoría nos ganamos los garbanzos.
Regresaba al panel de control dando un rodeo porque mis botas se habían encariñado del camino verde que, aunque siempre es el camino más seguro, estos días también huele a la lejía de toda la vida y que ahora en los medios de comunicación la llaman hipoclorito. Entonces levanté la vista y la vi. La Luna en el cielo disfrazada de cuna quería iluminar una Tierra en la que un tercio de su población vive confinada en casa, casi nada dicen las noticias de los que no tienen casa. Pero la Luna, que no entiende de crisis sanitarias, de financiación de la deuda o de si los eurobonos deben ser solidarios, sucedáneos o aves de rapiña, la Luna que no conoce el odio y las fronteras, la Luna esta noche está acompañada. Y yo miraba la Luna para preguntarle por esa luz que la precedía y que ilumina quirófanos, almacenes y vertederos. Y mientras miro a la Luna me vienen a la cabeza los versos del poeta que cantaba a la Luna cuando la Luna, vestida de nardos, llegaba a la fragua donde el niño la mira mira, donde el niño la está mirando. Pero por mucho que yo mire la Luna, la Luna sigue callada.
Terminó el turno de tarde y los compañeros que venían al son que marca la noche no tuvieron tiempo ni de mirar a la Luna ni a su acompañante porque en tiempos de pandemia, aunque la noche es igual de oscura, los currantes no tememos tiempo ni ganas de charlas desde más allá de un metro de distancia para hablar sobre el firmamento, la Luna o la noche estrellada. Así que me fui de la fábrica sin saber el nombre de quien acompañaba a la Luna.
Ahora estoy en casa con las manos lavadas con cuarenta segundos de jabón y mientras les cuento el cuento de quien hace una ronda para rondar a la Luna que va acompañada, me encuentro con que Luisa Miñana ha colgado una foto de la Luna en Facebook acompañada de un texto que revela el secreto: “Llevan toda la #cuarentena persiguiéndose ahí afuera, la #Luna y #Venus. No lo parece, pero todo sigue en su sitio.”
Etiquetas: cuarentena, Luisa Miñana, Relato
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