La curvatura de la córnea

26 abril 2013

Mi testamento, de Charo de la Varga

 Ayer estuve en la Sala de Juntas de la Facultad de Filosofía y Letras. Charo de la Varga puso las imágenes de sus versos y sus ojos, una mirada de ida y vuelta que, aunque atada al canto de la mesa, sentí magnética. Gustavo añadió la sabiduría de sus cuerdas vocales y la digitación hipnótica que recorre trastes, cuencos y maquinitas de fabricar ritmos.
Al llegar a casa busqué los versos de Charo en la antología “Yin” seleccionada por Angel Guinda y editada por Olifante Ediciones de Poesía. Este es el resultado:


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25 abril 2013

JOY (IN PROGRESS) o la alegría del agotamiento




El Teatro del Mercado, dentro del ciclo “Sin Fronteras 2013” que organiza el Ayuntamiento de Zaragoza, acoge una serie de conferencias en torno a la idea de la alegría. La primera de ellas se celebró el 24 de abril y corrió a cargo de Miguel Ángel Ortiz Albero en la palabra, Ingrid Magrinya en la danza y Gonso en la música. Lamentablemente me fue imposible llegar a la parte perfordance del evento y solo pude asistir al debate posterior.
Gracias a las interesantes aportaciones del público y a las explicaciones de los artistas desde las tablas, me enteré que la esencia de la actuación había sido mostrar como a través de la ejecución, repetición y vuelta a empezar de una actividad se puede llegar hasta la alegría. En el caso de los presentes esa actividad pasaba por el tamiz de la verdad, no se trataba de hacer el teatrillo de sentirse agotados, no, la esencia era mostrar desde la verdad el agotamiento de leer textos, interpretar música al piano y bailar y bailar y bailar hasta la extenuación para, quizás desde ahí, comenzar a crear de verdad.
El gran Cifu contaba hace unos días en Radio 3 como Thelonius Monk estuvo preparando una serie conciertos durante varios días seguidos sin ver la cama hasta que, durante la primera actuación se quedó literalmente dormido sobre el piano y se tuvo que suspender la actuación. Los recitales se reanudaron al día siguiente y Monk, bien dormidito (ustedes ya se lo imaginan) estuvo sublime.
Desde luego la primera premisa para esta teoría del agotamiento sería realizar una actividad creativa. Recuerdo mi temporada como trabajador de una cadena de montajes de lavadoras en la que desarrollaba una actividad repetitiva y constante hasta el agotamiento, más que físico, mental. No estuve mucho tiempo pero dudo que con el tiempo hubiera sido capaz de extraer algún resquicio creativo de aquella actividad. Más allá de la propia experiencia personal parece aceptable que si el agotamiento es la base para la alegría, ese agotamiento tiene que ser creativo: El músico que repite mil veces la misma partitura en busca de la perfección, la bailarina que rueda y rueda hasta llegar a lo etéreo y Ortiz Albero que trota y trota sobre sus zapatillas de color amarillo chillón en para que la inercia de la carrera le suministre nuevas ideas. Puedo aceptar que el agotamiento es fuente de alegría, pero no lo creo posible ni en la zanja, ni en el andamio. El agotamiento en el tajo solo es la antesala del accidente laboral.
Avanzado el debate se suscitó la relación de la alegría con la infancia y claro, si aparece la infancia tenemos que hablar de educación. Ortiz Albero recordó sus tiempos de escolar en un colegio de curas en el que la pedagogía pasaba por machacar y machacar hasta el agotamiento y de nuevo, como en el trabajo manual, en ese agotamiento no hay ni pizca de alegría. Entonces Magrinya recordó que, de esa exaltación del esfuerzo sin mucho sentido hemos pasado a todo lo contrario: Cualquiera puede ser casi cualquier cosa sin el más mínimo esfuerzo ¿han visto ese anuncio del i phone dónde parece que interpretar música es cosa de coser y cantar? y no, no es posible, ser músico, escritor, bailarín y cualquier otra cosa requiere de mucho esfuerzo.
Fue entonces cuando recordé a Ted Robinson, un pedagogo norteamericano que, frente al utilitarismo de la educación, ya saben, puesto que van a machacarte, al menos estudia algo con lo que te puedas ganar la vida, defiende la indagación en la creatividad para potenciar la educación. Y, si la conectamos con el discurso de esta conferencia/perfordance, podríamos decir que la educación basada en la creatividad y bajo la premisa del esfuerzo sería un camino óptimo para alcanzar la alegría.
Tal vez parezca una utopía pero Ted Robinson cuenta en una de sus conferencias (las pueden buscar en You Tube) como una amiga suya padecía los síntomas de eso que la modernidad ha calificado de niña hiperactiva. Aquella niña tuvo la suerte de encontrarse con una psicóloga que le abrió la puerta al mundo del baile, la niña pasó el umbral y descubrió que los síntomas que sufría solo eran los de una gran bailarina. Robinson cuenta que han pasado mucho años de aquello pero que su amiga todavía está dispuesta a ensayar hasta el cansancio, hasta la gloria de conseguir una coreografía perfecta.
Así que ya lo saben, si desean encontrar la alegría, con independencia del oficio que les da de comer, busquen una actividad que les agote. Pueden correr por la ribera en busca de los mil y un sonetos, tocar por bulerías el cajón flamenco bajo los puentes o teclear hasta la extenuación el argumento del best seller 2014, da igual, lo importante es poner un poco de creatividad en sus vidas.

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24 abril 2013

La Revelación en Gromeló



Hernán Romero me contó la historia de un elefantito recién nacido al que encadenaron a una estaca. El elefantito, en cuanto se sintió atrapado por el grillete, empujó y empujó y empujó tratando de soltarse pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no lo consiguió. Aquella diminuta estaca era demasiado grande para él. Los años pasaron y el elefantito se convirtió en un elefante con una fuerza descomunal sin embargo, permanecía atado a la misma diminuta estaca clavada en el suelo. Era evidente que el elefante podría escapar en cualquier momento pero ¿por qué no lo hacía?
Esa es la pregunta que planea sobre “La Revelación”, la última obra que Rompelanzas Compañía Teatral estrenó el pasado sábado 20 de abril en la Sala Parakultural Gromeló.“La Revelación” es el resultado de un proceso creativo en torno a multitud de tazas de mate y, como dice el dramaturgo Juan Mayorga, explorar en torno a la idea de que “el texto sabe cosas que su autor desconoce” Este concepto, aparentemente teórico, fue la palanca que accionaron el actor Javier Harguindeguy y el director Hernán Romero para maridar textos que navegaban por mares tan diferentes como la claustrofobia del pesimismo y una bocanada luminosa de esperanza. Esta combinación desvelo una nueva criatura y sus relaciones con los tentáculos del poder.
La clave del poder también estaba en de “Soy sola”, el anterior trabajo de la compañía que todavía está en cartel. La diferencia entre ambos montajes radica en la visualización del poderoso, mientras en “Soy Sola” el poder se nos presenta delante de nuestras narices; en “La Revelación” solo lo adivinamos como una sombra alargada que ahoga los sueños de un personaje teñido por el miedo.
El protagonista de la función tiene un aire pesimista de corre ve y dile y sin embargo me atrapó como para estar junto a él pase lo que pase, piense lo que piense. Seguramente fue un acto reflejo tras descubrir que su situación era muy parecida a la del oso que, acostumbrado a dar vueltas en el perímetro interior de su jaula, comprueba asombrado como el poder retira los barrotes y entonces…¿qué hacer entonces? Nuestro protagonista puede aprovecharse de la eventual magnanimidad que el poder siempre muestra para alcanzar, como diría Canetti, el grado de poder absoluto. Es una de esas ocasiones que se nos presenta dos o tres veces en la vida, momentos cruciales que definen nuestra personalidad y el discurrir de nuestra existencia: Correr al aire libre o hacerlo sobre la ruleta de hámster que gira, gira y gira sin llevarnos a ningún lugar.
“La Revelación” nos narra el camino que va desde la manifestación de una verdad oculta y secreta hasta su transformación en rebelión y revolución. Pero nuestro personaje olvida que la palabra revolución tuvo, de verdad, un significado político y que nuestra atención, como nos recuerda Hanna Arendt, debería dirigirse “hacia aquellos momentos de la historia en que hicieron su aparición las revoluciones […] y comenzaron a cautivar el espíritu de los hombres”
Javier Harguindeguy bajo los focos y Hernán Romero en la sombra son los demiurgos encargados de diseñar el viaje, un trabajo escénico y de dramaturgia que parte del profundo convencimiento de entender el teatro como algo mucho más importante que un rato para comer pochoclos. Actor y director han diseñado un camino que comienza en tonos grises y transcurre por veredas llenas de color y curvas emocionales que  Harguindeguy afronta con una explosión de energía.
La interesante propuesta interpretativa de este argentino afincado en Zaragoza parte de una composición corporal que tiene la magia de lo orgánico. Desde su irrupción en escena sientes como los músculos y la respiración son tan importantes como el movimiento, la gestualidad o el ritmo del fraseo. Modular todos esos elementos convierte cada función de “La Revelación” en una montaña rusa. Esa es una de las grandezas de esta pieza teatral: La lucha del actor por alcanzar el grado optimo de intensidad, la cantidad de energía necesaria para cogernos de la mano y conseguir que la alquimia del teatro nos haga volar de la butaca y viajar a su lado. Como espectador puedes decidir quedarte sentadito en tu localidad pero entonces, ¡ay! no descubrirás los motivos, el aliento que empaña miedos y sueños. Sin lugar a dudas “La Revelación” es un espacio de reunión para la crítica y la utopía. Un lugar para valientes, para aquellos que, frente al riesgo de convertirse en estatua de sal, son capaces de mirar atrás y tal vez, solo tal vez, mirar de cara al futuro. Y tú, querido lector ¿Te atreves a probarlo?


“La Revelación”

Todos los sábados a las 22 horas

“Soy sola”

Todos los viernes a las 22 horas

en

Espacio Parakultural Gromeló

C/ Comandante Ripolles 21 (Bar La Caja Tonta)

www.gromelo.com

Reseña publicada en el nº 135 de El Pollo Urbano

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05 abril 2013

Poder Absoluto del patio de butacas a la sociedad


Algo hemos hecho mal cuando relacionamos política con cloaca y políticos con corrupción. Seguro que muchos de ustedes aún recuerdan cuando pensaban que lo público era una cuestión de servicio a la ciudadanía. Yo a veces hago el esfuerzo y me dejo llevar por la melancolía.
Roger Peña Carulla, que también toma las riendas de la dirección, escribió el texto de esta función en 1995, cuando el olor a putrefacción todavía estaba oculto por la sensación de ser los reyes del mambo, por eso tiene tanto mérito, porque sentado en el patio de butacas parece que Peña Carulla se ha dedicado a cortar y pegar titulares de prensa de uno de estos días. En esa tesitura, la obra tiene un aroma de actualidad que el autor sazona en el programa de mano cuando nos recuerda que “Entre el relativo positivismo de Rousseau (…) y Hobbes, afirmando que “el hombre es un lobo para el hombre”, debería hallarse el equilibrio para definirnos como seres sociales.”
Las teorías políticas de Hobbes y Rousseau parten de puntos de vista muy diferentes sobre la naturaleza humana. El primero la sitúa en el ámbito de una competencia feroz por cubrir las necesidades básicas propias, en la que todo el mundo teme constantemente ser atacado o robado y es imposible de vivir. Para evitar el estado natural descrito por Hobbes necesitamos una autoridad política que sea ilimitada e indivisa para firmar un pacto de no agresión y renunciar a la libertad total.
Rousseau añade al hombre natural, preocupado por la auto-conservación, el rasgo de la compasión que le impulsa a interactuar con los demás, de esa necesidad surge la sociedad, la propiedad y con la desigualdad. Es entonces cuando las instituciones políticas se hacen necesarias y el hombre, transformado en un hombre hobbesiano, termina por construir unas instituciones corruptas.
Roger Peña sitúa a sus personajes sobre este entramado de teoría política y nos muestra a un veterano político deseoso de saciar sus últimas ambiciones frente al político joven envuelto todavía por el halo de las nobles aspiraciones. Del diálogo entre ambos surgirá el retrato de una vida pública carcomida por la corrupción. Pero lo que realmente asusta es comprobar como la realidad ha superado algunas de las afirmaciones del texto (“el poder está en manos de los partidos y puede controlar a los mercados”)
Todo es sobrio en escena: la escenografía, la iluminación, los movimientos, todo menos los actores que están soberbios. Poder Absoluto es fundamentalmente palabra, un constante esgrima dialéctico entre sus protagonistas que cada uno de los intérpretes aborda desde premisas diferentes. Emilio Gutiérrez Caba da una lección magistral de naturalidad, no hubo en su interpretación ni un gramo de afectación, incluso llegué a desear un pequeño gesto teatral, alguna pista del proceso de construcción del personaje, una diminuta rendija que me dijera que, efectivamente, Gutiérrez Caba era un actor y no el político que yo veía sobre las tablas. La evolución del personaje de Eduard Farelo tiene más recorrido y un camino más arriesgado que transitó con energía en los gestos y con excelente dominó en la disertación, sin embargo, el conjunto quedó envuelto en una crispación ligeramente excesiva. El problema quizá no sea una cuestión actoral, más bien es el texto de Roger Peña que dibuja el inicio del personaje de una manera excesivamente virginal, de tal modo que su transformación sufre una aceleración que no sería necesaria si partiera de unas premisas más reales. Pero no teman, esto son detallitos de nada frente a la portentosa exhibición de ambos actores.
No les engañaré. Aunque entre el público surgen risitas por el impacto que produce comprobar como lo que se dice en el escenario es carne de los noticieros de la tele, Poder Absoluto nos envía un mensaje triste, por eso creo necesario volver a la teoría política y recordar la teoría del elitismo competitivo de Schumpeter en la que describe a los ciudadanos como masas vulnerables, sin racionalización política, un pueblo con ciudadanos poco formados y sin opiniones concluyentes sobre todas las cuestiones políticas y económicas. El mejor caldo de cultivo para instaurar la influencia de partidos y sus líderes, maquinarías que fabrican la opinión y la voluntad políticas mediante estrategias similares a la propaganda comercial. Schumpeter nos recuerda que en la actualidad se invierten los elementos de la democracia clásica porque en realidad los electores no eligen a los líderes, son éstos, los líderes, quienes toman las decisiones sobre que es el bien común y el interés general.
En cualquier caso, cuando el telón cierra la representación y las luces del patio de butacas nos devuelven a la realidad, siempre nos queda la alternativa de aplaudir a los actores y regresar al mundo para subvertir las líneas de poder, que las decisiones se tomen desde la base de la sociedad y, como nos recuerda Habbermas: La legitimidad del poder político y de las leyes no depende solo de la elección democrática los gobiernos, ni siquiera del consentimiento de los ciudadanos a las decisiones políticas de estos. La democracia deliberativa exige que dicho consentimiento sea el resultado de una deliberación pública que garantice la aceptabilidad racional de su resultado, y que no se reduzca a una negociación de compromisos entre intereses particulares enfrentados.

Publicado en el nº 134 de El Pollo Urbano

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