La curvatura de la córnea

29 noviembre 2007

Las creencias de Paula

Tras leer a Maite me animé a publicar esta entrada


Mi sobrina Paula de siete años anda estos días muy preocupada por sus creencias. La semana pasada se le cayó otro diente y el ratoncito Pérez acudió puntual a su cita, el ratón se llevó el colmillo y a cambió le dejó un pequeño regalo. Cuando me contó lo ocurrido estaba enfadada, le pregunté por el enfurruñamiento y entonces me acercó una nota manuscrita en la que se podía leer: “Hola Ratón Pérez. Me gustaría conocerte, si estoy dormida cuando llegues me despiertas, por favor. Firmado Paula”
Balbuceé que tal vez los ratones no supieran leer, o que el señor Pérez, pese al apellido, no fuera español y no entendiera el castellano. Me miró, me miró de una manera muy rara y aproveché para desviar la cuestión a terrenos de la etología, así que le pregunté por aquel interés en conocer personalmente al Ratón Pérez. Estuvo un momento pensativa y decidió darme bola. Confesó que su amiga Diana le había dicho que el ratón Pérez no existía, que eran los padres quienes dejaban los regalos debajo de la almohada. Paula lo negó con rotundidad y abundó en el asunto de las creencias acudiendo a otros ejemplos, “si no existe el ratón Pérez, ¿qué pasa con Papa Noel y los Reyes Magos?”
La verdad es que me quedé sin palabras, no por falta de ganas de continuar el debate con mi propio punto de vista, tengo claro como posicionarme. A mi me parece que es bueno mantener la ilusión sobre estos personajes imaginarios hasta que las preguntas hacen acto de presencia, entonces hay que empezar a pensar en explicar la realidad de las cosas, hacerlo con tacto, con cariño, incluso con humor pero sin alargar demasiado el desenlace. Mi duda radicaba en si debía continuar con el debate o, por el contrario, dejar pasar el turno hasta que los padres de la criatura decidan que hacer, incluso tuve un momento de debilidad para valorar la posibilidad de recordar al Padre Coloma y declamar aquello de: «Entre la muerte del Rey que rabió y el advenimiento al trono de la Reina Mari-Castaña existe un largo y oscuro periodo en las crónicas, de que quedan pocas memorias. Consta, sin embargo, que floreció en aquella época el rey Buby I, gran amigo de los niños pobres y protector decidido de los ratones...»
En esas andaba cuando de improvisto, con la retaguardia desguarecida por el cuento que quería abrirse paso en mi cabeza, Paula remató su reflexión “…y también creo en Dios, porque entonces, a ver, ¿quien ha hecho todo esto?”

27 noviembre 2007

21 tomas

Para Paula y sus gatas con todo mi cariño

25 noviembre 2007

Reyerta bloguera

Retruécano de la hipérbole hace poco que ha ingresado en el universo de la blogosfera con una bitácora que responde al nombre de Los lobos tenemos flow.
En una de mis primeras visitas tuve un cruce verbal con Retruécano sobre algunos aspectos escénicos relacionados con la última gira de Héroes del Silencio, pero la cosa, no me digan los motivos, fue derivando a otros asuntos mucho más puntiagudos y peligrosos
:

Hola Javier:Cuando uno coge carrerilla...Da gusto leer sus comentarios sobre la parte escénica de la gira. Le emplazo a una cervecita (en recuerdo de aquella Cruzcampo Glacial que nos tomamos en Sevilla) para comentar como se debe estos aspectos y otros que surjan sobre la que ha sido una de las experiencias mas inolvidables de los últimos tiempos...
Saludos

Javier López Clemente dijo...

Cambiaré el tratamiento ya que usted me ustea es su respuesta.Estoy dispuesto a tomar unas cañas en cualquier lugar, día y hora pero de "emplazamientos" sólo entiendo eligiendo armas entre sable o pistola.
Salu2 Córneos.

RETRUÉCANO DE LA HIPÉRBOLE dijo...

Mire usted señor Marías, vuestra merced, que es un finolis de buena cuna, se puede permitir el lujo de elegir armas...Usted venga con el arma que quiera que yo le recibiré con mi vizcaína, mi faca y mis malas artes en el cuerpo a cuerpo...que en España más hablaron las navajas que ninguna otra arma, por muchas novelas caballerescas que haya leído vuestra merced...
Saludos

Javier López Clemente dijo...

Su equivocación en el apellido no es tal y a mofa suena. Más no me arredra cambiar mi nombre por el de la Virgen en plural, que a ella tendréis que rezar. Usted con su navaja en noble tierra de seguro sustraída, y yo con mi sable diestro, que en peores trámites me he visto antes de cruzar con un retruécano mi valor y su retórica.Y rece lo que sepa.
Salu2 Córneos.

Hola Javier:Se de su destreza con la espada (espadachines, ladrones y bravos podrían hablar mejor que yo de ella) pero recuerde vuestra merced, que en los campos donde de verdad se libraron la batallas, contra el turco y el hereje, y que usted conoció solo por boca de romances, todavía quedan restos de la sangre de este infante, que sin cuna, sin bolsa y sin oficio no tiene otro destino que la guerra, donde las palabras baladíes, dichas por valientes, son apagadas por el ruido ensordecedor de los mosquetes… y, que aunque su formación se deba a las clases de esgrima que con su elevada posición se puede suministrar, recuerde vuestra merced, antes de alegremente lanzar desafíos, que mi experiencia con las armas ha sido adquirida en la veterana infantería española, más concretamente, en el tercio viejo de Aragón.
Saludos

Javier López Clemente dijo...

No está mi pluma ni mi espada templadas para circunloquios e hipérboles. No seré yo quien hable de andanzas con el nombre de mi tierra por bandera, que esas proezas las dejo para infantes que presumen en tabernas y bitácoras. De mi cuna y mi esgrima sólo debería interesarle lo acertado de ambas, y no me hable de tercios cuando usted empezó hablando de cañas.No fui yo quien vino a su casa a lanzar desafíos, fue su imprudencia en el trato y su mofa en el nombre quien zahirió mi honra, fue usted quien habló de facas, navajas y malas artes.Dicho queda todo lo expuesto por su parte y por la mía, ¡dejémonos de monsergas de convento! Elija día, bar y hora, allí entre pinta y pinta le contaré, antes de verter su sangre, como unos pocos defendimos nombre y bandera en la zona más oriental de esta nuestra patria.Y despídase de los suyos y no me deje faena de campo santo que son lugares a los no voy por no acostumbrar la vista ni la muerte, ni a la imagen todo poderosa de Dios.
Salu2 Córneos.

Hola javier:
Veo que contra mi
valiente lanzáis afrentas mayores
y no entendéis en ello, que mi acero
combatió en miles de acciones
y que vive Dios que tal pujanza
ni tal orgullo os comprendo.
Y ahora os acepto los envites
de hablar esto en posada
pues hombres que cruzan la espada
no han de temer de Baco escondites.
Aceptad pues mi invitación
y dejemos las letras escritas
las afrentas y las cuitas
olvidadas para ello
con vino de tercio en el mesón.
Que ya seamos letrados o guerreros
bien claro demostramos
que no tenemos miedo a la guadaña
y que bien hicieron en llamarnos
los valientes fidalgos de España.

Javier López Clemente dijo...

Quedo destocado ante el verso
que el infante me dedica
y aunque desee continuar la prédica
no puedo con poema tan extenso.
Acepto el encuentro en la barra
a la que su rima me invita
más yo le propongo una cita
dónde se escuche la guitarra.
Poco falta de calendario
para que la música empiece
y en esta ciudad tropiece
un músico legendario.
A las notas de su orquesta
le propongo una copa
y traseguemos con la tropa
hasta que se acabe esta afrenta.
En estos ripios desbocados
queda de sobra demostrado
que tiene usted mejor rimado
y por el verso me ha ganado.
Hola Javier:
Ante semejante respuesta
de hombre de pluma excelsa
no me queda nada mas caballero
que descubrirme el sombrero.
Que antes rompería
mil vidrieras de colores
que volver a retar a usía
por estos u otros honores.

22 noviembre 2007

El Detective Amaestrado

En la zona de comentarios de esta bitácora podrás encontrar una fórmula de despedida que me caracteriza, “Salu2 Córneos” ya es un clásico que utilizó con todos aquellos que me honran con su visita y sus palabras. Transplantar un número como sustitución sonora de las letras es algo que aprendí en los discos de Prince. La novedad radica en “Córneos”, una brillante idea que no fue mía, se la debo a El Detective Amaestrado. No recuerdo si fui yo quien lo descubrí, o fue él quien llegó hasta aquí. El caso es que en una de sus primeras visitas asignó a mi persona la categoría de “córneo”, tanto me gustó la definición que se la robé y ahora es algo característico de esta bitácora.
El Detective Amaestrado ha decidido cerrar su blog. Es una decisión soberana que me dejó una desagradable sensación. Fue una reacción egoísta porque pensé que ya no podría disfrutar de la estupenda experiencia de navegar por su prosa ágil e imaginativa. Pero hoy me he dado cuenta de mi error. Es cierto que, al menos de momento, El Detective Amaestrado no va a colgar nuevas entradas pero tenemos la suerte de disfrutar de todos y cada uno de los textos que ha dejado editados en su página, historias y reflexiones que demandan renovadas caricias de los viejos lectores y una mirada fresca de todos aquellos que aún no lo han visitado.
Gracias Samuel.

20 noviembre 2007

Desayuno con Proust

Durante varías semanas excité a las neuronas más perezosas de mi cerebro, practiqué diversos rituales, activé multitud de mecanismos con una sola finalidad: Invocar a los recuerdos para acercar el pasado hasta hacer presente el pretérito con la fuerza emotiva de la cinemática, estaba interesado en conseguir fotogramas en movimiento, de luxe technicolor o daguerrotipos de feria, cualquier cosa antes que la reiteración de imágenes fijas componiendo un collage de instantáneas viradas al sepia, enmarcadas y estáticas, sobre las estanterías de un mueble bar contrachapado en colores granates de manzana caramelizada.
Algunas lumbreras de la literatura local me habían asegurado que la solución a mi problema pasaba por el método Proust, una técnica basada en recuperar los sabores de la infancia y atraparlos, ellos traerían los recuerdos. Los sabores de la infancia, como si fuera tan sencillo hacer ese viaje, conseguir la textura que el pollo de corral aportaba a la sopa, la voluptuosa densidad del arroz caldoso con tropiezos y escardaderas, el descaro de las lentejas, la arenosa sencillez de los garbanzos viudos o el sinuoso mareo de las judías blancas con orejas, manitas y careta de cerdo. Eran platos del pasado, obras maestras imposibles de reconstruir en estos tiempos de envases al vacío, recetas pre-cocinadas y alimentos manipulados por la ingeniería genética.
Me levanté acuciado por el despertador. Era temprano. Los rayos de sol todavía no habían trazado líneas paralelas sobre el parquet. Me duché con avaricia, despilfarrando el agua que los anuncios de la tele me recomendaban ahorrar, apuré el afeitado, bajé a por una barra de pan a la tahona de la esquina y me dispuse a hacer el desayuno. Estuve a punto de caer en la monotonía de café con leche y tostada con aceite, pero recordé la docena de huevos que mi vecina Paquita, urbanita con huerto, animales de granja y todo terreno, me había regalado el domingo por la noche. Eran unos huevos menudos que, al cascarlos, se presentaron compactos y apretaditos, un perfil que garantizaba la frescura del género. Vertí abundante aceite en la sartén pequeña y esperé a que el humo construyera una columna robusta. El par de huevos chisporrotearon al contacto con el líquido candente, la clara se cuajó casi al instante manteniendo la forma circular mientras el color ámbar de la yema ganó en intensidad. Los freí hasta tejer un velo de puntillas crujientes y doradas.
Dediqué los primeros bocados a desmenuzar y deglutir la clara de una manera sistemática y en constante avance radial hasta que uno de los trozos de pan encontró el camino beatífico de la eclosión liquida, espesa y tentadora de las dos yemas. La untuosidad amarilla cambió el campo cromático y la voluptuosidad húmeda de los labios, los dientes y las papilas gustativas activaron la máquina del tiempo. Una asombrosa reacción en cadena partió de la boca en dirección al cerebro, allí comenzó la exhibición de una escena a la velocidad de 24 fotogramas por segundo.
Era verano en el Barrio del Piojo. La Lupe cantaba al ritmo inconfundible de los que han nacido a orillas del Guadalquivir, la Amanda barría la acera mientras mi madre regaba las macetas de los geranios que decoraban todas las ventanas de nuestra casa. Más al fondo, en segundo plano, el discurrir del río sin nombre dónde la chiquillada jugaba a ver quien meaba más lejos.
La fuerza de la memoria traspasó veleidades intelectuales para incorporarse al circuito por dónde transitan los estímulos nerviosos. El escalofrío comenzó en la parte superior de la espina dorsal, se distribuyó por las extremidades y terminó por disiparse en la punta de cada uno de los dedos. El vendaval emotivo fue breve, intenso y me dejó un sabor a huevos fritos muy parecido al que me acompañó durante mi infancia.
Todas las mañanas, después de ayudar en la misa de ocho, pasaba por la tienda de la Leonor para comprar pan y huevos. Mi madre me freía uno antes de ir al colegio, así fue hasta el día que dimití como monaguillo y por extensión dejé de ir a la tienda de la Leonor, entonces llegó el Cola-Cao y las galletas María, una pérdida de la que entonces no fui consciente.
El segundo par de huevos fritos me los comí muy despacio, afiné todos mis sentidos, puse en estado de alerta el raciocinio y la inteligencia, intenté descubrir el camino que el recuerdo había trazado para conquistar mi cuerpo. Nada. No me rendí ante el fracaso y repetí el ritual. No estoy seguro de cuando abandoné el protocolo científico y la velocidad empezó a ser determinante. Me comí el último par de huevos con tanta ansiedad, que estuve más cerca de las bestias que del método Proust.
El recuerdo no regresó, sin embargo, el médico de guardia, tras mi llamada, lo hizo en pocos minutos, muy poco tiempo para inventar una excusa convincente que explicara mi empacho ovíparo.

18 noviembre 2007

El resto de los días

El retrovisor de la memoria me devolvió la imagen paralizada del eco de su voz martilleando una y otra vez la poca dignidad que a esa hora me quedaba. Fue una sola palabra la que se deslizó para congelarme en la oscuridad de sábanas candentes, para herirme desde la sintaxis inconexa, desde el uso injusto y caprichoso de la gramática.
El adjetivo grueso y desmesurado se hizo presente por encima del deseo, destrozó la pasión y aplastó los sueños maximalistas que todo hombre guarda en lo más profundo de su alma, en los conductos flexibles que trasiegan el orgullo viscoso de la raza. Noche aciaga.
Los dedos - que se soñaban habilidosos, expertos rastreadores - se paralizaron tras la denuncia. Los besos, antaño sabrosos, se vaciaron por los desagües del verbo hasta dejar en secano los mordiscos eléctricos que excitaban la epidermis. Las caricias huyeron ante el calificativo usado con la saña borracha de quien no sabe amar, o sólo lo hace en manos del egoísmo, en los rincones húmedos dónde el yo más individual y egocentrista se alza sobre las estúpidas palabras de amor, tan blanditas, tan etéreas, tan repetidas y manoseadas que sólo sirven para ser arrastradas a las ciénagas de lo cotidiano por la risa desencajada de la víbora, esa víbora que espera paciente en el nido fogoso del útero deseado, de la caverna abrasadora, el eterno femenino: Un estoque frío y calculado, el disparo certero que me dejó sin libido para el resto de los días. Amen.

15 noviembre 2007

El Calamar Bravo

El Calamar Bravo es todo un clásico de la calle Moneva de Zaragoza. Sin lugar a dudas el bar con más camareros por metro de barra en el que yo haya estado, además del servicio de bandeja para los medios toneles empotrados en la pared de un local tan pequeño pero con tanta solera. El éxito se sustenta en una ecuación muy sencilla: Un excelente bocadillo de calamares a un precio razonable.
Durante mis años de estudiante fui un cliente habitual de miércoles, era el preludio ideal para la sesión de cine nocturna y la mejor opción para cenar si la película había sido vespertina. La combinación perfecta era ir en compañía para, además del bocadillo, compartir una ración de papas bravas. Todavía voy con asiduidad pero desde hace tiempo estaba preocupado por su situación urbanística. Al parecer, y según se puede ver en su fachada apuntalada, el edificio esta esperando una reforma integral para la venta de apartamentos, oficinas o vaya usted a saber, tan sólo el bar aguantaba acompañado por la riada de clientes que en él nos damos cita para consumir en su interior o para llevarse ese manjar en forma de bocadillo.
Pero la resistencia llega a su fin. Migue fue ayer hasta el centro para hacer algunas compras y tuvo la brillante idea de traerme un bocadillo de calamares bravos. La alegría gastronómica se quedó en menos cuando me dijo que un cartel anunciaba el traslado de El Calamar Bravo para abril del 2008 a la calle Cinco de Marzo.
No podemos valorar como le sentará a este emblemático bar cruzar el Paseo de la Independencia, pero aún tenemos unos meses para disfrutar de su actual localización.


13 noviembre 2007

Violencia de Género

11 noviembre 2007

La mala hora

Es la mala hora de los tropiezos. Ese descubrimiento reiterado de la falta persistente de capacidad. Es la jodida hora de la verdad, cíclica y despiadada. Un vestigio de luz que ilumina toda esta farsa de palabras. Es la mala hora, la hora de la tecnología conectada a un mundo mudo porque los putos drivers - o lo que coño sea - han mutilado el sonido de los altavoces y no puedo escuchar los signos de admiración que Abraham Boba ha puesto en el salón de su casa mientras León Camaleón pincha ye ye en algún garito de Zeta. Es la mala hora sin una Coca-Cola que llevarme a la boca para poner burbujas a este mal aliento de alcantarilla tan inapropiado para una bitácora. He comprado un libro del genial Luis Landero en edición de bolsillo, como si sus tapas blandas fueran a salvarme: Tendrá razón John Comandante Vilas cuando afirma que en los polígonos sólo quedan salarios más IPC, mientras el talento rueda fortuna entre las becas de los cultivados bajo el desarrollismo tecnócrata gris que ignoraba al cateto hasta el rabillo de la boina mientras labraba la tierra tras las mulas devoradas por las moscas verdes de la mierda depositada en los corrales de gallinas más putas que las gallinas y conejos degollados con ensoñaciones de conejitos negros con pajarita. Es la mala hora de los vibradores de colores brillantes desinfectándose en el lavavajillas de las masturbaciones nocturnas y todavía secretas, culpables, sofocadas en las cuerdas vocales mientras el deseo aterriza en el tanga dorado con doce-cascabeles-lleva-mi-caballo-por-la-carretera dónde las putas retan al cierzo que yo sólo escucho soplar contra el tendedor, con la estúpida ilusión de que las pinzas sean las teclas de Chano, o de Chucho, o de Tete, o que la ropa azul, sintética y barata sea el traje de luces, no de un torero que para eso hay que tener mucho arte, si no del Rey cuando aún movía sus caderas. Es la mala hora, condenado estoy.

09 noviembre 2007

La calle del infierno

La compañía Tranvía Teatro conmemora sus veinte primeros años de vida, y lo hace sobre las tablas del Teatro de la Estación representando “La calle del infierno” de Antonio Onetti.
Rafael Campos, dramaturgo aragonés, actual Gerente del Patronato de Artes Escénicas del Ayuntamiento de Zaragoza y director de la obra, pronunció unas breves palabras momentos antes del estreno, recordó con cariño a todas las gentes que fundaron la compañía, y a todos aquellos que a lo largo de los años se han ido sumando a la aventura inexplicable del teatro, de la interpretación sin intermediarios catódicos, alabó la programación de las pequeñas salas, que como el Teatro de la Estación, apuestan por un teatro cercano pero sin renunciar a expresiones más contemporáneas y modernas, y se baten en duro combate por los escasos espectadores frente a los grandes escenarios, sin lugar a duda necesarios, pero con otras miras, con otros intereses.
Marisol cantó a los españolitos de la época de los tecnócratas que la vida era una tómbola. Las capas económicamente más bajas intuyen que en esta tómbola los premios están trucados. Quizás ese esa el motivo que lleva a las tres protagonistas de “La calle infierno” a encaramarse en las canastillas de la noria, al fin y al cabo, si tienes un poco de paciencia, durante unos minutos puedes estar en lo mas alto de la vida.
La Juani, la Paqui y la Toñi trabajan en el supermercado Superplan, desde allí nos cuentan su vida: el pasado desaprovechado en un suspiro, el presente hipotecado y un futuro incierto prendido con sueños irrealizables. Un cuadro gris que se nos muestra envuelto de una aparente comedia con las dosis justas de excelente humor, trajes de faralaes y banda sonora por sevillanas. Una combinación perfecta para pasar un rato agradable pero con una peligrosa carga de profundidad que, una vez terminada la obra, nos obligará a meditar sobre la condición humana, nuestros anhelos, deseos y frustraciones. “La calle del infierno” juega a mostrarnos la realidad pero, como en las estanterías borrosas de la escenografía, nos advierte que en la Feria de la vida las tómbolas tienen los premios trucados y que las norias, por más vueltas que den, no nos acercan a nuestros sueños.
Yolanda Blanco, Pilar Molinero y Concha Guíu realizan un excelente trabajo interpretativo. Uno de los grandes aciertos de la obra es situarla en la ciudad de Zaragoza huyendo de chascarrillos andaluces que la hubieran precipitado hacía el tópico. Las tres actrices componen a la perfección los personajes en todos los registros dramáticos que el excelente texto nos ofrece, tanto en las escenas conjuntas, como en los soberbios monólogos.
“La calle del infierno” es una magnífica ocasión para disfrutar del teatro con una sonrisa, sin olvidar que, como nos recuerda Rafael Campos en el programa de mano, alguna vez, en mitad de la fiesta, nos podemos parar a pensar en nuestra vida y en los motivos para seguir adelante.


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07 noviembre 2007

Las llaves de mi suegra

Mi suegra vive a la vuelta de la esquina. Cuando nos mudamos a esta casa le dimos una copia de las llaves para prevenir olvidos previsibles y sustracciones no deseadas. El caso es que durante todo este tiempo no las hemos necesitado pero Isabel, mi suegra, de vez en cuando si que las utiliza. Lo hace ¡válgame Dios! para dejar en la nevera manjares como el que puedes ver ahí abajo:

03 noviembre 2007

Señor de la Danza


La estupenda editorial Olifante organizó el II Premio de la Poesía de Miedo. El certamen convoca a los poetas, no se muy bien si para hablar del miedo o para dar miedo porque, en este último supuesto, es más que suficiente con algunos versos publicados en papel o colgados en la Red.
Los poetas premiados este año han sido Miguel Ángel Curiel por parte del Jurado y Ángel Gracia tras el recuento de los votos emitidos por el público.
El pasado lunes tuve la fortuna de compartir cañas y textos con Ángel Gracia y algunos amigos. En ese ámbito de intimidad, el poeta, tras leer la obra premiada, nos entregó una copia de la misma. Esta mañana la he encontrado en mi bolso, la he leído una y otra vez hasta que he sentido la imperiosa necesidad de grabarla, en esa tarea me he apoyado en la música y la genialidad de Howard Shore. Esta bitácora se viste de gala para colgar el poema todavía inédito de Ángel Gracia titulado “Señor de la Danza”
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01 noviembre 2007

Todos los Santos

Mi madre es católica, apostólica y romana pero, gracias a Dios, aún mantiene el sentido común de sus ochenta y seis años como para estar muy alejada de las mojigaterías de beata. Hace un par de semanas me sorprendió contándome una pequeña disputa con el sacerdote de impecable traje negro, alzacuellos y los zapatos más lustrosos de la comarca.
La diatriba no versó sobre teología, así que, no creo que mi madre abandone a estas alturas el seno de la Santa Madre Iglesia que la cobija. La pequeña disputa fue para corregir la mirada del señor cura sobre como pasar los últimos años de vida, el imperecedero amor materno hacia los hijos y la capacidad de decisión de los viejos.
Reconozco que esa actitud de mi madre me tenía intrigado hasta que esta mañana de Todos los Santos me ha repetido, como ha sido su costumbre de los últimos lustros, el fragmento de un artículo escrito por un fraile franciscano al que ha sido imposible ponerle nombre y que dice así:
“No visites panteones, ni llenes tumbas de flores. Llena los corazones de amor en vida, hermano, en vida”
Y yo estoy de acuerdo con la señora Rosario.