Las creencias de Paula
Mi sobrina Paula de siete años anda estos días muy preocupada por sus creencias. La semana pasada se le cayó otro diente y el ratoncito Pérez acudió puntual a su cita, el ratón se llevó el colmillo y a cambió le dejó un pequeño regalo. Cuando me contó lo ocurrido estaba enfadada, le pregunté por el enfurruñamiento y entonces me acercó una nota manuscrita en la que se podía leer: “Hola Ratón Pérez. Me gustaría conocerte, si estoy dormida cuando llegues me despiertas, por favor. Firmado Paula”
Balbuceé que tal vez los ratones no supieran leer, o que el señor Pérez, pese al apellido, no fuera español y no entendiera el castellano. Me miró, me miró de una manera muy rara y aproveché para desviar la cuestión a terrenos de la etología, así que le pregunté por aquel interés en conocer personalmente al Ratón Pérez. Estuvo un momento pensativa y decidió darme bola. Confesó que su amiga Diana le había dicho que el ratón Pérez no existía, que eran los padres quienes dejaban los regalos debajo de la almohada. Paula lo negó con rotundidad y abundó en el asunto de las creencias acudiendo a otros ejemplos, “si no existe el ratón Pérez, ¿qué pasa con Papa Noel y los Reyes Magos?”
La verdad es que me quedé sin palabras, no por falta de ganas de continuar el debate con mi propio punto de vista, tengo claro como posicionarme. A mi me parece que es bueno mantener la ilusión sobre estos personajes imaginarios hasta que las preguntas hacen acto de presencia, entonces hay que empezar a pensar en explicar la realidad de las cosas, hacerlo con tacto, con cariño, incluso con humor pero sin alargar demasiado el desenlace. Mi duda radicaba en si debía continuar con el debate o, por el contrario, dejar pasar el turno hasta que los padres de la criatura decidan que hacer, incluso tuve un momento de debilidad para valorar la posibilidad de recordar al Padre Coloma y declamar aquello de: «Entre la muerte del Rey que rabió y el advenimiento al trono de la Reina Mari-Castaña existe un largo y oscuro periodo en las crónicas, de que quedan pocas memorias. Consta, sin embargo, que floreció en aquella época el rey Buby I, gran amigo de los niños pobres y protector decidido de los ratones...»
En esas andaba cuando de improvisto, con la retaguardia desguarecida por el cuento que quería abrirse paso en mi cabeza, Paula remató su reflexión “…y también creo en Dios, porque entonces, a ver, ¿quien ha hecho todo esto?”