La curvatura de la córnea

12 abril 2023

Memoria histórica y recuerdo familiar


 

Rosa Ruíz Cebollero presentó su última obra de teatro el pasado 22 de marzo en la librería La Pantera Rossa de Zaragoza. La autora de 'Nicolás' confesó que el texto es el resultado de cuatro años de introspección en busca de una voz personal que le permitiera abordar una temática familiar por la que discurren sentimientos contradictorios y, aunque valoró abordarlo desde la novela, el conflicto como parte central de la trama le llevó definitivamente por el camino del teatro.

La primera pista que nos da la autora sobre la categoría del conflicto la encontramos en una cita de 'Niebla'. En la novela de Unamuno nos encontramos un hombre individual que al mismo tiempo es universal, un hombre de carne y hueso situado más allá de clases y posiciones sociales, o como dice Lucíano G. Egido, un hombre azotado por las dificultades de ver claro en la vida. ESA niebla de la que se desea salir para vivir. Además de este aspecto filosófico, la obra de Unamuno tiene una relación formal directa con el texto de Ruíz Cebollero: El personaje se presente ante el autor para protestar por su destino y exigirle la concesión de un pago. En este caso, el abuelo Nicolás exige a su nieto el escritor que escriba el relato de su vida.

El Nicolás de Ruíz Cebollero se presenta como un hombre mucho más joven que su nieto. Un abuelo de 47 años frente a un hombre con 65 recién cumplidos. Esa diferencia de edad marca definitivamente el conflicto esencial que los separa: La manera vital en la que ambos se enfrentan a la vida. Mientras el abuelo muerto y ejecutado todavía mantiene la energía juvenil de quien lucha por sus sueños y piensa que la supervivencia es el reto de la vida. El escritor, Desde una madurez teñida por las dudas, tan solo aspira a ahuyentar la soledad y paliar los fallos que tuvo con los que tanto amó.

Una vez planteado el conflicto principal toda la conversación es un catálogo que repasa dos maneras de ver la vida. El abuelo defiende una escritura que busque la verdad frente al miedo de quien se esconde en la comedia aunque sabe que la mentira reina por todos los lados. El escritor está varado en la necesidad de reflexionar y analizar, mientras el abuelo le apremia a tomar decisiones para que nuevos rayos de luz entren en la caja que guarda sus secretos. Un abuelo que lucha y supera los obstáculos frente a su nieto que agacha la cabeza. La realidad palpable en la que se mueve el abuelo, mientras al otro lado el nieto se escabulle en la retórica.

Estos debates generan un ambiente y un espacio donde confluye la historia familiar y así, la discusión de antagonistas se convierte en un engranaje para sincronizar dos visiones diferentes que completan el relato hasta obtener una panorámica más real de los hechos. Esa es la comunión que da sentido a la obra. Escuchar las historias del pasado alcanzan su plenitud si nos ayudan a colorear el dibujo del presente y viceversa, que una mirada actual sobre los hechos pretéritos tenga capacidad crítica para comprender su complejidad. Ruíz Cebollero demuestra que la escritura es una buena forma de acercarse al otro, un ejercicio de memoria histórica teñido de una mirada humanista y, aunque es consciente de que cualquier acción tiene una posición política, su texto huye de la polaridad ideológica con respecto al uso de la violencia.

Dos consideraciones en cuanto a aspectos formales. La estructura en cuatro actos resta fuerza dramática a un texto que pide continuidad, que el tiempo real coincida con el tiempo de representación, como una cuenta atrás que precipite la acción y que la experiencia del espectador conecte directamente con los relatos del abuelo y del nieto, dejar en segundo término el objetivo de plasmar las palabras en un libro, y que el centro de la trama pivote en los relatos de vida para conectarlos con la visión del mundo que cierra el texto y de la hablaré más adelante. La intervención de la autora a la hora de marcar el ritmo de los parlamentos es muy destacable con la inserción de abundantes acotaciones que indican pausa y silencio. Esta técnica puede tener dos objetivos, detener el discurso para enfatizar
el mensaje o, como yo lo he sentido en el caso de Ruíz Caballero, para imprimir al texto una intención rítmica a modo de partitura musical.

Juan Mayorga le preguntó a un actor sobre la diferencia entre 'Silencio' y 'Pausa' El actor guardó un largo silencio y contestó que para 'Silencio' contaba mentalmente hasta tres; pero cuando leía 'Pausa', contaba hasta cinco. Los silencios de esta obre tienen un importante peso específico que, en una futura representación, incluso podría cambiar el tono de la obra en función de la manera de ejecución de esas acotaciones: Si se atiende con precisión a lo escrito quizás la sitúen en el terreno más pausado de la reflexión, una manera de alejarla de una representación más realista que abonara la idea de una conversación cualquiera, en la que los silencios recaen en la libre interpretación del actor y del director de escena. Esta tensión, afirma Mayorga, entre el silencio y la voz, basta para contradecir a quien reduzca el teatro a su literatura.

Ruíz Cebollero sustenta el inicio del texto sobre una pregunta esencial que, en boca del abuelo, en realidad es una cuestión que la autora se pregunta a si misma "¿por qué sigues escribiendo?" La respuesta tiene un notable carga de pesimismo: "Cada día la vida me regala un argumento nuevo. Estoy harto de ver como la mentira reina por todos los lados y la verdad mendiga por los rincones" El final de la función es un monólogo que conecta y confirma esa en el que la percepción existencial alcanza unas cotas elevadas de desilusión: "Los nuevos hombres y mujeres nos verán como bárbaros que se quedaron en un rincón de la historia"

La presentación del libro tuvo un momento delicioso cuando los actores Luís Felipe Alegre y Antonio Magén tomaron el libro entre sus manos para hacer una lectura dramática del inicio de la obra. Era la mejor manera de dejar constancia de la fuerza dramática de esta obra que la autora dedica a su abuelo Nicolás.



Etiquetas: , , , , , ,

14 enero 2012

La Noche de los Triunfadores


Lo llaman microteatro porque está construido con historias que no van más allá de diez o quince minutos de duración. Utiliza lugares poco habituales para una representación y lo hace con aforos muy reducidos. El público tiene la potestad de elegir cuantas de las piezas quiere ver y el orden de las mismas. Se puede elegir una o todas las que quieras. Verlas una detrás de otra o, entre pieza y pieza, acodarte en la barra del bar, comentar la jugada y decidir cual será la siguiente aventura. Ayer probé otra interesante posibilidad. Aconsejado por la organización y tras señalar los platos que me faltaban por degustar, me dejé llevar…
“La Noche de los Triunfadores” comenzó su andadura en el Teatro de la Estación (lo puedes leer aquí) y más tarde se trasladó a las dependencias del Albergue Municipal. Allí nos esperaba Rosamarilla. No, no se hagan los despistados. Ustedes, como yo, conocen perfectamente a esta Star de la televisión. Una mujer especializada en mangonear el picadillo de la vida y servirlo en prime time. La actriz Pilar Molinero tomó posesión de la escalera del Albergue y nos mostró, peldaño a peldaño, la derrota del sentido común frente al share. Los espectadores seguíamos los pasos de la actriz en su conquista del espacio escénico - ese lugar dónde los actores representan la vida- Semejante persecución terminó por resultar natural y excitante. Pilar Molinero deambuló desde los camerinos hasta un plató de televisión. El trayecto nos deparó las confesiones de la estrella y puso sobre la parrilla los combustibles para mantener viva la chispa del directo. Pero lo mejor estaba por llegar. La actriz rompió la línea, que hasta entonces parecía invisible, entre representación y realidad, y nos otorgó a los espectádores un protagonismo que hasta entonces no teníamos. Su mirada y un ligero roce de sus dedos me invitaron a cruzar el umbral. Yo le dije que sí. La afirmación no era para la actriz. Mi aseveración fue para el personaje y ese, señores, es el triunfo más grande que puede lograr una actriz.
No hubo tregua. Desde no me pregunten dónde surgió la figura de un sacerdote. Con educación apostólica nos invito a adentrarnos en la intimidad de una pequeña habitación. El espacio se redujo a la mínima expresión. El sacerdote entre los espectadores prendidos de unas sillas, todos muy juntitos y las convenciones teatrales definitivamente destrozadas. Una tenue luz nos invitó a recordar esos pasajes ocultos por el poder, la vergüenza y los intereses sociales. Antonio Magen moldeó la atmósfera con un brillante ejercicio actoral. Su voz y su gesto, tan cercanos e irremediablemente verdaderos, crearon ambientes cálidos, siniestros y, tras un susurro junto a mis orejas, inquietantes. La experiencia fue turbadora. Les confieso que llegué a olvidar que Magen era un actor. Su mirada, los deslumbrantes cambios en el registro dramático y la inflexión de sus palabras suministraban ritmo cardíaco a un hombre mecanizado por las piezas que contiene el calidoscopio de la maldad humana.
A estas alturas de la función ya tenía bastantes emociones en el cuerpo. Quise marcharme pero el taquillero, entre la amabilidad y la amenaza, me invitó a que utilizará la última de mis entradas. Al fin y al cabo, me dijo, usted ya ha pagado. Le hice caso.
En la bodega del Albergue nos esperaban unos comerciales muy eficientes. Comprar un producto bancario, aunque hubo épocas gloriosas, siempre fue un poco farragoso, sobre todo para ciudadanos, como quien esto escribe, poco duchos en menesteres económicos. Pero lo que en un principio me pareció financiero, muy pronto se desveló biológico. La banca, queridos amigos, va en pos de nuevos nichos de negocio y ha entrado, definitivamente, en un nuevo concepto de obra social y humanitaria. Irene Alquézar y Rafa Blanca lograron que me partiera de la risa y con decirles eso ya sería suficiente. Carcajadas que unas veces fueron desternillantes y algunas otras un poco acojonadas. Sin embargo quisiera poner en valor el apabullante despliegue gestual y vocal de ambos actores. Una cascada de mínimas sugerencias que, disparadas una detrás de otra y a velocidad de vértigo, tuvieron la virtud de provocar momentos hilarantes hasta que el movimiento y el sonido se detuvieron en un breve segundo. Paréntesis de silencio para reír nervioso o temblar. La representación fue tan generosa en la entrega y tuvo tanta energía, que abandoné el espacio aturdido por el miedo que se había instalado en muchos órganos vitales, y no tanto, de mi cuerpo. Si aquello dura un poco más ¿Quién sabe que tipo de contrato hubiera firmado un servidor?
Santiago Meléndez es el autor y director de “La Noche de los Triunfadores” De su mano han surgido unos textos brillantes, capaces de dotar a cada uno de los personajes de las palabras adecuadas para potenciar sus particularidades. Las historias siempre tienen el matiz inteligente de la ironía, con la clara intención de incitar a la complicidad activa del espectador, que se sienta involucrado. El trabajo de dirección parte sin lugar a dudas de ese excelente material literario para personalizar cada escena con gran variedad de registros. Una labor, que se me antoja muy íntima entre director y elenco de actores, y que se traslada a la piel del espectador, destinatario final de este banquete teatral que, aunque alejado del espacio escénico tradicional, contiene todos los valores del buen teatro con mayúsculas. Lo llaman microteatro pero sus dimensiones son gigantescas. Todavía me duelen las manos de aplaudir.
______
Aquí toda la información sobre fechas y horarios.

Etiquetas: , , , , , , , , ,