Mentiras históricas para debilitar la democracia
El término patriota está siendo tan manoseado que a poco que
te descuides le pegan el cambiazo por el nacionalismo más rancio, por eso la
socióloga portuguesa María Filomena nos recuerda las palabras de Orwell que
distinguía entre patriotismo y nacionalismo. Mientras el primero es un
sentimiento sano hacia la tierra donde naces, el nacionalismo, que tan
frecuentemente se disfraza de patriotismo de baratillo, implica un deseo de
conquista o de superioridad. A mí me gusta pensar que el patriotismo se escapa
de lo racional, mientras que el nacionalismo es una herramienta política muy
bien pensada y razonada para excluir al que se sitúa al otro lado del muro que
los nacionalistas construyen. En esa dicotomía entra patriotismo y nacionalismo
es donde podemos situar diferentes cruzadas conservadoras.
La primera en la filas conservadores de los Estados Unidos
que pretende prohibir la enseñanza histórica de la esclavitud como una traición
o un fracaso de los auténticos principios fundadores de la patria, ya saben,
los sacrosantos mandamientos de la libertad y la igualdad. Y es aquí, cuando
los conceptos históricos se vuelven tan gaseosos cuando, como recuerda Amanda
Mars, hay que hacerse dos preguntas: “¿En qué momento un profesor que hable de
racismo está diciendo que ser blanco conlleva privilegio o está generando
resentimiento hacia los blancos?”
Seguro que este debate lo sientes muy cercano, al fin y al
cabo en nuestros lares patrios estamos asistiendo a una deriva parecida por
parte del ala más conservadora de la derecha española, esa que, en boca del
Jefe de la Oposición, obviando todo el trabajo historiográfico de las últimas
décadas afirma que “La Guerra Civil fue un enfrentamiento entre quienes querían
la democracia sin ley y quienes querían la ley sin democracia” o cuando alaba a
un ponente que a dos metros de sus oídos y de sus entendederas asegura que el
golpe de Estado de 1936 lo dieron quienes lo padecieron. Por eso, reformulando
la pregunta de Mars, ¿De verdad piensan los conservadores españoles del año
2021 que asignar la responsabilidad del golpe de Estado de 1936 significa
colgarles a ellos algún tipo de responsabilidad?
La respuesta la tiene Guillermo Altares cuando afirma que
algunos países parecen atrapados por su historia de una manera negativa. Parecería
que reconocer los horrores del pasado terminaría por afectar a la visión que
los ciudadanos del presente puedan tener de ellos, y Altares pone dos ejemplos de
la misma época histórica: La negativa del Gobierno polaco por reconocer el
antisemitismo de los años treinta del siglo XX. Las sonrisas de la derecha
española mientras la ultraderecha niega y hasta justifica el golpe de Estado de
1936 mientras miles de nuestros compatriotas represaliados siguen enterrados en
fosas comunes.
Ya sabemos que las mentiras siempre han circulado y que la
estrategia es dividir la sociedad en dos bandos, ellos y nosotros, los
ciudadanos de bien donde se sitúan los patriotas y al otro lado todos los demás,
la tierra de los traidores. Ese es el peligro, que esta nueva dicotomía entre
conciudadanos es un ataque contra los pilares de la democracia.
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