La transición, un relato mutante
Un texto de
Oscar López Acón y Javier López Clemente
Oscar López Acón y Javier López Clemente
Estábamos muy interesados en asistir a la conferencia
“De modelo a régimen: las visiones de la transición democrática española.” de
Santos Juliá porque el verano pasado trabajamos con algúnos de sus
textos para ayudarnos a construir nuestro propio relato sobre la transición, y comprender un período que viene de mucho más atrás en el tiempo para concluir que su
sombra todavía se proyecta en muchos aspectos políticos y sociales del primer
tercio del siglo XXI. (Un trabajo que puedes leer aquí)
La lectura de Juliá nos mostraba un historiador con
capacidad para sintetizar sus ideas y además manejar con eficacia las fuentes
que desde todos los ámbitos y ópticas aportaban luz sobre los acontecimientos,
desde los documentos del Partido Comunista a mitad de los años 50, a las
últimas reflexiones de politólogos emergentes como Errejón. Por eso nos
acercamos hasta la Institución Fernando el Católico, para saciar la curiosidad
imprescindible de dos alumnos de historia frente a un prestigioso profesional
de la misma, escuchar su voz y tomar notas de cómo se afronta una investigación
histórica. Y ya les adelanto que Santos Juliá no nos defraudó.
El motor de la conferencia se ajustó a una tajante
afirmación. El pasado cambia con el tiempo, y Juliá, bajo esa premisa, anunció
que su discurso sobre la transición pretendía mostrar que la construcción del
relato tenía una relación directa con los cambios políticos y sociales
ocurridos en el seno de la sociedad española. Para ellos trazó cinco líneas
temporales que han modificado esa percepción y el discurso.
La Transición como expectativa de futuro (1975-1981,
hasta el 23 F)
El desencanto provocado en muchos de los llamados a
cambiar el país ante el desarrollo de unos acontecimientos que no terminaron en
la ruptura soñada.
El triunfo del POSE en 1982 cierra la posibilidad de una
involución cuyo icono fue Tejero. El éxito como país insertado en Europa y con
evidente cambio social, derivó en la
construcción de un modelo, que no debe ser entendido como modélico,
sino, en tanto que artefacto intelectual para entender un proceso de transición.
Una visión que se prolongo hasta los años noventa.
Con la mayoría absoluta del Partido Popular en el año 2000
se alcanza una nueva mirada que no había estado presente y que se convierte en
hegemónica, se comienza a habar d la transición como periodo de silencio
y amnesia.
Los movimientos populares protagonizados por el 15M en 2011
abonaron la mirada al pasado con la utilización del término régimen, para
más tarde, en 2013, añadir una fecha concreta "régimen del 78"
El concepto de Transición comenzó a utilizarse antes del
final de la guerra civil en los años 1937-1938 por el Comité por la paz religiosa y civil, dentro
de un grupo denominado “Tercera España” con sede en París y planteaba una
salida a la guerra mediante la apertura de un periodo de transición con mediación
internacional. En realidad era el mismo esquema que promovía Manuel Azaña que,
convencido de la imposibilidad de victoria del ejército republicano, defendía
un "periodo de transición" por medio de suspensión de hostilidades.
La utilización del término “suspensión” en lugar de “armisticio” era muy
importante porque Azaña, como buen conocedor del derecho sabía que un
armisticio sólo puede ser firmado entre potencias enfrentadas, una categoría
que no le reconocía al bando franquista. La suspensión de las hostilidades
consistiría en dejar las tropas sobre el terreno para, bajo la intermediación
de las potencias europeas de la época (Inglaterra, Francia, Alemania y Rusia) iniciar
un proceso en el que cada uno de los bandos reconocería la capacidad del otro
para negociar y a la vez renunciar a su legitimidad previa hasta realizar un
plebiscito que confirmara el final del conflicto y diera paso a unas
elecciones.
El exilio argentino, encabezado por el socialista Indalecio
Prieto, abanderó el mismo modelo pero, en este caso, la acción intermediadora
sería acometida por los países latinoamericanos. Esta pretensión no dejaba de
mostrar que los líderes en el exilio no terminaban de comprender que el triunfo
de los aliados no supondría el fin de Franco.
En 1956 el Partido Comunista introduce nuevas formulaciones
para hablar de un "proceso de transición pacífica de la dictadura a la
democracia" que pretendía una resolución para la reconciliación nacional
sin contar con la intervención extrajera, los agentes del proceso debían ser
españoles, por un lado la oposición representada por los disidentes de la
dictadura, y por otro los hijos de los vencedores y de los vencidos para auto
amnistiarse.
Dentro de esa corriente se movió el poeta Marcos Ana que en
1964 construyó un primer discurso de la amnistía para ambos bandos con la
pretensión de clausura definitivamente a la guerra civil, que la guerra no
fuera ese pasado histórico que termina por determinar el presente. Era la
búsqueda de una transición pacífica, no revolucionaria, que vio como algunos
movimientos católicos suministraban espacios de reunión para el encuentro en la
clandestinidad de la lucha antifranquista.
Estas ideas suponían clausurar el pasado mediante una
amnistía que cubriera a todos por igual, se cancelaban las responsabilidades y
empezaría a hablar de la guerra como un período histórico y de la transición
como un proyecto cuya meta sería la elaboración de un proceso constituyente y
opuesto a un proceso subversivo o revolucionario basado en la fuerza. Estas
ideas serán elaboradas en el exilio, en los encuentros entre la oposición y la
disidencia. Dos conceptos con una diferencia muy importante, mientras la
oposición clandestina era terreno de los vencidos, la disidencia pertenecía a
los vencedores y solo tenía un carácter alegal, dos trayectorias que se pueden
personalizar en individuales tan contrapuestas
como Marcelino Camacho y Ruiz Giménez.
Tras la muerte de Franco en 1975 se suceden los gobiernos de
Arias-Fraga y Suarez, y este último, contra todos pronóstico, mostró una gran
capacidad de iniciativa a la hora de convocar unas elecciones generales por
medio de una "Ley para la reforma política", que en realidad no era una ley de reforma, sino que
tenía por finalidad convocar unas elecciones sin revocar ninguna de las leyes
fundamentales del régimen, de esta manera, surgían un gobierno directamente enlazado con la
legitimidad franquista, pero a la vez de las urnas democráticas y, por lo
tanto, sin la necesidad de una legitimación por parte de la oposición al
régimen para abrir un proceso constituyente. Es un recorrido que no precisó de
la revolución, aunque podemos preguntarnos si podría haber habido un nuevo tipo
de revolución pacífica, pero en cualquier caso, afirma Juliá, en este tipo de
procesos revolucionarios "ningún
poder sucumbe si no hay otro que lo tire al suelo".
El resultado final es que el gobierno democrático está en
manos de los herederos de Franco y esa implantación franquista de la democracia
genera un estado de desencanto de aquellos que observan como el proceso de
reforma nada tiene que ver con la ruptura o la revolución. Aranguren escribe
"oleada de desencanto ante una democracia implantada por los
franquistas", Cebrián, el director de El PAIS, "la derecha española
heredera del poder de Franco". Pero frente a esa visión pesimista, el
hispanista Raymond Carr en 1980 afirmó
que "tener una verdadera democracia, consiste en la aceptación
general de las reglas del juego, antes que pensar que es una herramienta
procedimental". Por lo tanto, una vez alcanzada la democracia la lucha
pasa por llegar al poder otorgado por las urnas.
El desencanto desaparece inmediatamente después del 23F: Había
que defender la Constitución ante el ataque que estaba sufriendo, se produce la
victoria electoral del PSOE con mayoría absoluta y se proyecta sobre el pasado una mirada distinta,
la nueva inteligencia académica (sociólogos, politólogos, constitucionalistas
etc.) elaboran un nuevo modelo de interpretación con una gran relevancia en
torno a la evolución de la sociedad española que en un tiempo record ha creado
un nuevo tipo de sociedad, ha entrado en Europa, adivina el desarrollo
económico, en ese marco los politólogos intervienen en la creación del de la
modelo de transición como un logro, entendido como lo contrario a un fracaso, que
había permitido un estado de derecho y libertades. En 1992 Ramón Cotarelo
escribe "la democracia española es una democracia a todos los
efectos", el constitucionalista Javier Pérez Royo escribió que el
principio de legitimación democrática del poder se expresaba de forma nítida.
Algunos incluso llegaron a escribir "el único estado que ha funcionado en
España desde el neolítico". La serie documental narrada por Victoria Prego
constituye un buen ejemplo de la expresión de esta visión.
Sin embargo, la corrupción en el ámbito socialista termina
por romper el techo electoral de Fraga y la llegada de Aznar termina por
obtener la mayoría absoluta en el año 2000. Esa victoria de la derecha empieza
a virar la mirada a la transición que, culpable de todos los males, es la
responsable d que la historia se haya cerrado en falso y se comienza a
reivindicar a los vencidos. Se incrementa la demanda de exhumación de cadáveres
de la guerra civil a la vez que se interroga sobre cómo había sido posible que
no se hubiera hecho antes y se tilda a la transición de pasar por el pasado con
un silencio y una amnistía que habían provocado una amnesia histórica. El
pasado entra en el debate político para deslegitimar el periodo de transición
mediante la fusión de la amnistía efectiva de julio de 1976 con la ley de
octubre del 1977 para convertir esos acontecimientos en una especia de ley de
punto final, de esta manera, las dos amnistías se unifican en el relato, equiparan
dos momentos históricos, y dos contextos diferentes para deslegitimar la
Transición: El decreto ley de julio de 1976 que permitió la salida de la cárcel
de los presos políticos, se confunde con la ley de amnistía aprobada por el
Parlamento en octubre de 1977.
El movimiento de protestas en la calle del 15M supone una
enorme convulsión en el 2011 que arroja una nueva mirada, en una de las plazas
aparece la consigna "abajo el régimen, no nos representan" La transición
pasa a concebirse como un engaño realizado por la banca, el imperialismo
norteamericano, los terratenientes, la Iglesia y el Vaticano. La transición
habría tenido como resultado la instauración de un régimen. Destaca un performance
de 2012, "Los encargados" dirigido por Santiago Sierra, un recorrido
por la Gran Vía de Madrid de siete coches con grandes retratos invertidos de
personajes políticos, encabezado por el rey Juan Carlos I, Suarez, Felipe
González, Aznar, Rajoy y Zapatero.
Esta visión se reforzó por la aparición de una nueva formación
política: Podemos elaboró su propia construcción discursiva. Cuyo principal teórico ha sido Iñigo Errejón que,
partiendo de Ernesto Laclau, Slavoj Zizek y Jacques Rancière, plantea la crisis
orgánica del régimen del 78, la quiebra del sistema bipartidista y el
agotamiento por corrupción que permite la creación de un marco social
dicotomizado, casta-gente, abajo-arriba, que permitía la identificación de los
actores, y creaba las condiciones para una ruptura populista. De igual modo la
construcción de una cadena equiparencial basada en llenar los significantes
vacios para deslegitimaba la transición.
Los estudios sobre la cultura de la transición definieron un
Estado que detentaba el monopolio cultural, sin pensamiento crítico, rancio, en
el que todo lo problemático había sido marginado, expulsado a los márgenes. Muchos intelectuales fueron partícipes del movimiento
15M, "había sido un milagro cultural" escribía Guillem Martínez, plantearon
que significaba el final de la CT o Cultura de la Transición, un claro
precedente fue Vázquez Montalbán, que desarrolló la crítica ideológica e
intelectual. El término CT fue acuñado por el periodista Guillem Martínez y
alude a la cultura española posterior al franquismo, una cultura consensuada y
vertical que ha actuado, desde los años ochenta, como el paradigma cultural
unificador de conciencias políticas y sociales. La cultura de la transición fue
el único marco posible de realidad durante décadas, sin embargo los que
critican radicalmente estos medios ¿qué posicionamiento asumían cuando eran
invitados a participar en los medios que criticaban tan fervientemente, aún
más, cuando obtenían el reconocimiento intelectual o profesional de estos medios?
posiblemente reconocían que su posición era más débil que el medio al que
combatían.
Y Juliá termino la exposición de su mirada dejando entrever
un nuevo paso en la mirada hacia la transición en el caso de Podemos, y que
nosotros nos atrevemos a resumir con ese eslogan que el partido morado ha lanzado
durante esta campaña electoral: Gracias 1978. Hola 2016
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