El Príncipe que cruzó allende los mares arribó en el Pequeño Teatro de los Libros
Ayer llovió tanto
en Zaragoza que un velero bergantín navegó por las calles del barrio de Las
Fuentes. Las velas ilustradas del Nalvay flameaban bajo la atenta mirada de
Pepe Serrano, un capitán barbado de ojillos chispeantes y alma de grumete.
El Nalvay
transportaba en su bodega la primera edición de “El Príncipe que cruzó allende
los mares” escrito por
Roberto Malo y Francisco Javier Mateos e ilustrado por David Guirao. Una carga tan importante
provocaba inquietud en nuestro capitán que, atenazado por la responsabilidad
pero contento con el encargo, trenzó olas y letras hasta tejer una maroma de
palabras que amarró al puerto del barrio.
Ciro y Carolina,
estibadores de El Pequeño Teatro de los Libros, esperaban su llegada en los
muelles de la librería. Ellos trasegaron los libros hasta las estanterías y a
la hora convenida, a la hora de la verdad cuando las aguas regresaron al río y
los lectores llenaron la librería, Ciro y Carolina extendieron la alfombra roja
de la amabilidad hasta los escalones que dan acceso al Círculo Mágico, un lugar
reservado para forjadores de sueños como Pepe Serrano, David Guirao, Roberto
Malo y Francisco Javier Mateos.
Pepe Serrano fue
el primero en tomar la palabra. Palabra de malabarista en el centro de la pista.
Encantador de historias encantado de contarnos la peripecia de cuando El
Pequeño Teatro de los Libros estuvo a puntito de ser una peluquería canina o el
lugar donde los mimos ensayan el silencio. Pero el destino se impuso porque tan
difícil es imaginarse a Ciro peinando chihuahuas como a Carolina estar un
momento callada. Así, por el arte de las pasiones los dos abrieron una librería
para que autores y lectores se sintieran protagonistas de una obra de teatro. Pepe
Serrano proclamó con fanfarrias su profunda admiración por los escritores y el
ilustrador. Aunque parezca una paradoja la admiración de nuestro capitán para
con los escritores, es una admiración iconográfica. Serrano tiene fotos de
Roberto y Francisco Javier por toda la casa. Fotos en el salón con marcos dorados, portarretratos sobre el piano
de cola en la sala de música, un póster de dos metros por dos en la pared del
dormitorio, fotos no frost en el congelador y hasta una Hot Picture en el
retrete que algunos finolis llaman baño. Para el ilustrador se guarda el
misterio de disfraz. Serrano sigue los pasos de Guirao veinticuatro horas al
día, para tan azarosa tarea se disfraza de espía salido del TBO, ya saben:
Gafas con nariz y bigote, un periódico con dos agujeros, sombreo y gabardina a
lo Bogart y una libretita roja para apuntarlo todo. Así nos enteramos de cuando
el ilustrador afila sus lápices, lo bien que rellena de color y que a mitad de
la tarde, después de la merienda, llega ese momento traumático donde la goma de
borrar es la protagonista. Y claro, el capitán también habló de su barco, de
cómo el Nalvay nació en una historia dónde una niña llevaba un tupperware a casa de su abuelita, y allí un escritor,
aturullado por las musas confundía leñadores con marineros, lobos con tiburones
y editoriales con navieros. Y el capitán hubiera continuado con la charla pero,
una interrupción con aplausos, dejó la palabra en los lápices de ilustrador.
Guirao agradeció la libertad de la editorial y el entusiasmo de los escritores
por sus ilustraciones, aunque Francisco Javier se enfadó un poco porque van
diciendo por ahí que le han dibujado fuerte, y ya sabemos todos que cuando a
uno le dicen que está fuerte, casi siempre quieren decir que estamos gruesos,
orondos o incluso gorditos. Girao ha imaginado Príncipes Azules, Marrones y
Naranjas, guiños para adultos de sota, caballo y rey; y unos bichos que a veces
son retorcidos y otras descomunales. Agradeció a Pedro Arilla que le dejase
usar una tipografía muy especial que se llama Valentina, y aunque ya no quiso
hablar más poco hubiera importado porque el torbellino Malo & Mateos, de
tanto estar callados, rebufaron como un resorte y montaron el tenderete
titiritero de las máscaras de cartón, un rayo en el paro por culpa del cambio
climático y la representación surrealista de este Príncipe que vaya usted a
saber por qué cruzó los mares… si lo quieres saber el libro tendrás que leer.
Etiquetas: David Girao, el pequeño teatro de los libros, Franciso Javier Ballesteros, Nalvay, reseña evento, Roberto Malo