“Primero un inventor trajo una máquina para convertir el odio en energía.”
(Luis Landero. Juegos de la edad tardía)
Los cuatro números rojos de despertador iluminaron la estancia. El zumbido lo situó sobre los raíles de una montaña rusa que descendió hasta el domingo por la mañana. La lamparita de noche continuó apagada, era una pieza retro de gran valor pero con una tulipa tan diminuta que impedía el uso de una bombilla de bajo consumo.
El micro ondas comenzó la cuenta atrás, dos minutos, el tiempo justo para leer el reportaje plastificado dónde se explicaba la única idea brillante que había tenido. Un chispazo gestado entre garito y garito de la calle del Temple, una coña que empezó nocturna y terminó publicada en la sección de buenas prácticas ciudadanas del Heraldo de Aragón.
“Verter medio litro de agua fría en un cuenco de plástico, calentarlo en el micro ondas a máxima potencia durante dos minutos, retirar el recipiente, verter el líquido en el lavabo, añadir agua fría hasta alcanzar la temperatura de veintidós grados y disfrutar del aseo personal. Una segunda opción consiste en colocar el cuenco de plástico en el hueco del lavabo y reutilizar el agua para desalojar del váter la primera micción matutina”.
Tras cumplir sus consejos higiénico-sanitarios consultó el cuadrante del menú laboral. Tuvo suerte, tocaba uno de sus desayunos favoritos: Tres nueces, dos naranjas, un café con leche acompañado de cereales y veinte centilitros de alguna bebida carbónica. Veinte centilitros era un volumen más bien escaso, así que ignoró la recomendación empresarial y aumentó la ración hasta los treinta y tres centilitros de una lata de Coca-Cola.
Pedaleó sobre la bicicleta de su abuelo, una Orbea que pasó veinte años de destierro en el trastero hasta que él la recuperó para desplazarse desde el barrio hasta la planta generadora de ciclo combinado. Llegó con tiempo suficiente, se mudó de ropa, leyó al vuelo la información sindical del tablón de anuncios y cuando la sirena anunció las seis en punto, se sentó sobre la prótesis personalizada de su “New Chair Gas Out”
El “New Chair Gas Out” era un sillón extractor de combustible de última generación, el primero de ellos se implantó en la factoría tras la firma del convenio sectorial. La medida fue un éxito social y productivo que derivó en una importante inversión económica para dotar a todos los trabajadores con estos nuevos aparatos. La personalización era una de sus características más destacadas. El asiento disponía de una pieza desmontable en cuya superficie se modelaba la orografía en negativo de las posaderas de cada trabajador, de esta manera se conseguía una perfecta comunión entre el elemento productor y el mecanismo de extracción.
El “New Chair Gas Out” supuso un importante salto tecnológico en I+D+i, alivió a los obreros y dejó en el recuerdo a las antiguas ventosas de goma, un sistema de succión manual que acarreaba desprestigio social entre quienes sufrían aquellos métodos, por el contrario, la comodidad y el confort del “New Chair Gas Out” proporcionaron tanto orgullo a sus usuarios que muchos de ellos explicaban la naturaleza de su trabajo sin las vergüenzas de antaño, resaltando la importancia estratégica de obtener un combustible ecológico y sostenible.
El Jefe de Planta abandonó la sala de control, caminó con gesto apresurado y cruzó toda la nave. Avanzó taciturno y sin comprobar los manómetros de los tanques de alta presión, ni los caudalímetros de los quemadores, ni los megavatios generados por la turbina. Algo iba mal.
— Necesitamos más descargas señor Bombardino.
— Bernardino, mi nombre es Bernardino.
— Se lo pido, señor Bombardino, porque es estrictamente necesario.
— Bernardino, mi nombre es Bernardino.
— Hágase cargo de la situación señor Bombardino…
— Bernardino, mi nombre es Bernardino.
—…Nuestras centrales hidroeléctricas del Pirineo están fuera de servicio por culpa de la pertinaz sequía, nuestros huertos de placas solares de Los Monegros están inutilizados por una masa nubosa y ¡para colmo!, los aerogeneradores de la Sierra de San Just y el Esquinazo están paralizados, ¿se lo puede creer señor Bombardino? ¡No se mueve una brizna de aire en la provincia de Teruel! El panorama todavía no es preocupante pero preferimos curarnos en salud. Por eso le pido que se someta a nuestro programa de optimización de recursos.
Aceptar el programa de optimización suponía duplicar la frecuencia de la descarga de gases, un incremento que se conseguía a base de aumentar la ingestión de líquido carbónico. La compensación por el esfuerzo triplicaba la prima de productividad. Bernardino era Oficial de Primera, una categoría que le obligaba a producir tres pedos por cada trescientos segundos con descansos de quince minutos por hora. Hizo los cálculos con la rapidez mental de los hipotecados y asintió en silencio.
— Me alegro de su decisión señor Bombardino, profesionales como usted son los que hacen posible la enorme fiabilidad en el suministro de Green Power Company.