Margarita Xirgu terminó la gira veraniega que cada año
realizaba por el norte de España y regresó a Madrid en el otoño de 1926 para
gestionar la siguiente temporada del Teatro Fontalba.
La actriz se alojaba en el Ritz y allí se encontró con Lydia
Cabrera, una compañera de profesión con la que había trabajado en Cuba en el
año 1923 y mantenía una buena amistad. A lo largo de la conversación, Cabrera
felicitó a su amiga por el próximo estreno de la obra de Federico García Lorca
que, titulada “Mariana Pineda”, había llegado a sus manos a través del escritor
Eduardo Marquina. La Xirgu mostró su asombro, primero porque Marquina no le
había entregado ningún material y segundo porque desconocía al autor del que su
amiga hablaba maravillas.
Cuando La Xirgu y Cabrera se encontraron en el hall del
Ritz, la producción dramática de Lorca se reducía a un estreno en 1920 de su
obra “El maleficio de la mariposa” que cosechó un estrepitoso fracaso en su
estreno en el Teatro Eslava de Madrid. Sin embargo, el entusiasmo que mostró
Cabrera con la amistad de Lorca, levantó la curiosidad de La Xirgu hasta el
punto de enviar a su amiga en busca del autor que vivía en la Residencia de
Estudiantes y, media hora más tarde, los tres estaban tomando el aperitivo. La
personalidad y la simpatía de Federico cautivaron a Margarita que se quedó con
un manuscrito de la obra y le prometió que la estrenaría si el texto le
gustaba.
Lorca volvió a Granada para preparar la publicación de la
revista Gallo mientras crecía la incertidumbre con respecto a “Mariana Pineda”.
El tiempo pasaba y tanto Marquina como La Xirgú guardaban un desesperante
silencio sobre su obra. Lorca escribió una primera carta a Marquina en la que
le confesaba el disgusto de sus padres por lo nada práctico de sus actuaciones
literarias, le pedía consejo sobre lo pertinente de escribir a La Xirgu y le
solicitaba opinión sobre su calidad de “poeta dramático” Lorca era un novato en
las tareas de escritor dramático y para él era importante recabar la opinión de
Marquina que, apoyado por la compañía de Fernando Díaz de Mendoza y María
Guerrero, había alcanzado un éxito notable implantando un nuevo teatro poético
que, desde 1908 hasta el estreno de “La ermita, la fuente y el río” en el
Teatro Fontalba de Madrid el 10 de febrero 1927, había dado voz para despertar
la imaginación del púbico hacia una realidad cerrada, falsa y dormida.
La desesperación de Lorca seguía en aumento y escribió a su
amigo Melchor Fernández Almagro que también era amigo de La Xirgu y de Marquina,
miembro del Ateneo y articulista de fondo y crítica teatral y literaria en el
periódico La Época.. En su carta le
insta a ejercer de enlace y Almagro le responde a vuelta de correo para
aconsejarle que viaje a Madrid de inmediato mientras él va moviendo los hilos.
A los pocos días le vuelve a escribir con buenas noticias: Marquina está
impresionado, y Margarita Xirgu decidida a hacer la obra.
Lorca recibe la confirmación oficial el 13 de febrero de
1927 mediante una carta de Cipriano Rivas Cherif. El director de escena en la
compañía de La Xirgu es un escritor con una prolífica actividad crítica en
diversos periódicos y un creador experimental dedicado a renovar el teatro de
vanguardia español mediante una alternativa artística que fuera más allá del
negocio del teatro industrial. Cherif y Lorca se conocían desde 1921 cuando el
poeta publicó sus primeros poemas en la revista “La pluma” fundada por Cherif y
Manuel Azaña. La carta era tranquilizadora, le comunica que la actriz está muy
ocupada para comunicarse con él, y le recomendaba escribir inmediatamente tanto
a La Xirgu como a Marquina. Le confesaba que siempre había desconfiado del
apoyo del autor a su obra, pero precisamente en aquel momento Marquina estaba
muy efusivo por el exitoso estreno de su obra “La ermita, la fuente y el río”, y
como esa misma noche había tenido una larga conversación con La Xirgu en la que
intercambiaron un buen número de elogios hacia él y su obra. Cherif también le advertía
que después del éxito de Marrquina, y aunque La Xirgu estaba dispuesta a
gastarse todo el dinero que haciera falta para poner la obra a su gusto, lo
cierto era que no debería esperar un éxito parecido al de Marquina. A Cherif no
le gusta la obra de Marquina y le parece impensable que la obra de Lorca tenga
tantos disparates como por lo visto eran necesarios para gustarle al público y
a la crítica, que Cherif resume en tres nombres: Canedo de El Sol, Mesa de El
Imparcial y Melchor de La Voz. Nosotros vamos a tomar esa dirección para
responder a la pregunta: ¿Qué escribieron los críticos aludidos sobre el
estreno de “Mariana Pineda” en Madrid?
Enrique Díaz-Canedo licenciado en Derecho nació en
Alburquerque en 1879 y se dedicó a explicar Historia del Arte en la Escuela de
Artes y Oficios de Madrid. Publicó poesía mientras colaboraba en prensa, y
después de pasar dos años en Paris se afianzó como crítico teatral en el diario
El Sol.
Enrique de Mesa y Rosales nació en Madrid en 1878, estudió
abogacía, fue e Secretario del Museo de Arte Moderno y compaginó su vena
poética con la pasión por el teatro que le llevó a ejercer la crítica en El
Imparcial.
Melchor Fernández Almagro nació en Granada en 1893, estudió Derecho
y trabajó en el Cuerpo de Correos al mismo tiempo que ejercía la crítica
teatral en la Gaceta del Sur. Se trasladó a Madrid en 1918 y unos años más
tarde comenzó a escribir la crítica teatral en La Época hasta que en 1926 dio
el salgo a La Voz. Era amigo de Lorca.
Mariana Pineda nació en Granada en 1804, se casó con un
liberal con el que compartía ideas y en 1823, cuando ya era viuda y se
restableció el absolutismo de Fernando VII, comenzó a bordar la bandera con la
que los liberales iban a realizar un levantamiento en Andalucía hasta que las
autoridades registraron su casa, encontraron la bandera y con veintisiete años
fue condenada a muerte. La obra que García Lorca dedicó a su figura se estrenó
en Barcelona el 24 de junio de 1927 y estuvo en cartel hasta el 3 de julio. El
10 de agosto se representó en San Sebastián como el inicio de una gira
veraniega por el norte hasta llegar al teatro Fontalba de Madrid el 12 de
octubre de 1927. El día del estreno madrileño el diario ABC publicaba una
“autocrítica” del propio autor en la que Lorca recordaba al público que se
trataba de una función que había escrito cinco años atrás. El protagonismo de
Mariana Pineda estaba directamente relacionado con su Granda natal donde su
figura todavía estaba muy viva gracias a los romances y narraciones que Lorca
escuchó de niño. Lorca afirmaba que la función,
lejos de ser un drama épico, tenía como propósito abandonar el terreno de la
historia y presentar una “Mariana lírica, sencilla y popular”. Lorca, lejos de
aspirar a una obra vanguardista o un drama romántico, solo pretendía escribir
un “drama ingenuo” El texto terminaba agradeciendo la colaboración de Salvador
Dalí en la escenografía y Margarita Xirgu en la interpretación.
El autor y la obra
La crítica de Almagro comienza sin dudas: La Xirgu ofrece al
público una obra de extraordinaria calidad y, aunque recuerda que un Lorca
adolescente ya se asomó al Eslava, omite el fracaso de aquella función, para
eso ya está Canedo que inicia su texto aludiendo al primer estreno madrileño de
Lorca para definirlo como “curiosísima ficción dramática”, sin embargo muy
pronto pone de relieve que la inspiración del autor se sitúa entre el “hechizo
popular” y los “cantos del pueblo” hasta alcanzar un “arte exquisito de poeta” gracias
a “una eterna persecución del alma infantil de las cosas”. Mesa también
coincide con esa apreciación y afirma que “las momias de los grandes poetas
españoles” “se habrán estremecido de júbilo” con la savia nueva del romance en
el que “Lorca ha triunfado por entero”. Pero al halago le sigue una crítica muy
técnica en la que se queja de “desigualdad notoria” de las cuartetas del primer
acto a las que califica de “construcción
artificiosa, desajustada y de vulgaridad ripiosa”. Sin embargo Almagro subraya
que el lenguaje, siendo “infantil y popular” está construido con una gran
“disciplina metódica” para unir “técnica” y “espontaneidad” en una inspiración
natural que se aleja del laboratorio.
Figura histórica
versus leyenda
Mesa advierte que detrás del romance hay una figura
histórica, y por eso reclama que los versos deberían ser el instrumento para
conseguir acción dramática, una crónica que deje claro tanto el romance como la
historia y, aunque alaba el poder estético de la obra, achaca a Lorca que no ha
conseguido “una realidad artística dentro del orden escénico” El motivo de ese
fracaso es el predominio del uso lírico de las palabras que, utilizadas como si
fueran colores, dejan de ser instrumentos para la pasión dramática. Mesa
defiende que la poesía puede mostrar las actitudes propias de los personajes
sobre un escenario y eso es precisamente lo que Lorca no lo ha conseguido. En
realidad no le preocupa tanto que la precisión histórica esté más o menos
presente en el drama, lo realmente negativo es que el ingrediente histórico se
queda en ambiente y a la vez hay poca humanidad.
Almagro no está de acuerdo en esa valoración y destaca que
la emoción del amor se humaniza de una manera más eficaz que la emoción liberal
de cariz histórico porque, en realidad, la doctrina política que significa
bordar la bandera no importa en el desarrollo de la historia: La heroicidad de
Mariana no radica en la defensa de sus ideas políticas, su leyenda permanece
porque no delata a ninguno de sus compañeros. En ese sentido Almagro afirma que
para enjuiciar la obra lo primero es comprender que el escenario se inundó con
un poema escénico en un ejercicio de teatro poético muy alejado del habitual “teatro
histórico” que, en este caso, se sitúa en el emplazamiento geográfico
¨sabiamente captado” de Granada, para conceder a Mariana Pineda el papel
dramático de quien está más enamorada de su amante que de la libertad. Almagro
finalmente afirma que Lorca deja la historia fuera del litigio y aporta una
pregunta al debate: ¿La fe de Mariana Pineda en la Constitución fue el único
elemento para provocar el sacrificio de su muerte?
Caneda abunda en esta visión cuando define a Mariana Pineda
como una “romántica en lamentación”, un personaje construido “a través de la
leyenda” que borda la bandera “no como un signo de libertad, sino como presa de
amor” para concluir que la obra emociona mientras Mesa la acusa de utilizar
todos los trucos del teatro viejo: La copla en la lejanía, el tañido de las
campanas en funeral, la muerte adornada con flores y sobre todo que el malo de
la obra es un torpe melodramático.
Escenografía
Canedo elogia la escenografía de Dalí porque crea una
alianza con las palabras de Lorca para mostrarlas con ojos de niño, un trabajo
que le recuerdan al mismo tiempo a Picasso y las pinturas infantiles. Almagro
la considera exquisita, un ejemplo vivo de gusto y adecuada simplificación,
pero Mesa, como ocurría con su discurso sobre la función en general, divide su
opinión, mientras la ingenuidad graciosa de la última estampa le parece
acertada, la primera escena es una mezcla arbitraria de realismo y simbolismo.
La Xirgu
La interpretación de La Xirgu bascula entre la moderación de
Caneda que la define como “muy de Margarita Xirgu”, para destacar los momentos
en los que el dolor abatía su figura, mientras Almagro le asigna la
consideración de “gran actriz” que halló acentos más humanos en los instantes
capitales. Mesa subraya la evidencia de que “Lorca está encantado con la señora
Xirgu” para alejarse de sus compañeros en la valoración de la actriz: “Poco
bueno puede decirse de la interpretación”. Llegados a este punto de crítica
quizás sea un buen momento para retroceder ocho meses y situarnos en la carta
en la que Cherif le envió a Lorca para confirmarle que la obra se iba a hacer y
donde el director artístico de la compañía de La Xirgu escribió: ¡Cómo te va a
destrozar los versos de Mariana! Porque los dice de una manera bárbara y
catalana, pero es lo cierto que hace algunas escenas, las mudas y cachondas, de
manera excelente.
Resumen
Canedo calificó el estreno como un éxito claro y generoso.
Melchor subrayó que el autor, naturalmente, escuchó las ovaciones de las
grandes veladas teatrales. Mesa reconoció que las muestras de entusiasmo fueron
fervientes y unánimes, pero las achacó a “una simpática juventud que aplaudía
toda la obra con hiriente y parigual entusiasmo, sin detenerse en ápices ni
distingos.”
El estreno de Mariana Pineda unió para siempre las carreras
teatrales de Lorca y La Xirgu que con posterioridad estrenó otras obras del
dramaturgo y poeta granadino: “La zapatera prodigiosa” en 1930. “Yerma” en
1934, y “Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores” en 1935 en lo que
fue el último estreno en vida de Lorca. La Xirgu organizó una gira sudamericana
a principios de 1936 con una primera escala en Cuba. El poeta y la actriz
tenían previsto reunirse meses más tarde en México, pero la guerra civil de
julio de 1936 impidió el reencuentro. Lorca fue asesinado el 19 de agosto
cuando el estreno de “La casa de Bernarda Alba” estaba previsto para finales de
1936 en tierras argentinas. Lorca terminó de escribir la función en junio de
1936 y cumplía los deseos de La Xirgu de hacer un papel de mala, un ser duro y
opuesto a la ternura que había encarnado en Doña Rosita. Tras la guerra civil,
Julio Fuensalida, un buen amigo de la familia García Lorca, entregó la obra en
mano a La Xirgu que comenzó los ensayos de inmediato hasta su estreno en el
Teatro Avenida de Buenos Aires el 8 de marzo de 1945.
¡Silencio! es la última palabra que pronuncia Bernarda Alba
que, recibida con la estruendosa ovación del éxito, parecía anunciar la larga
noche que la dictadura franquista impondría en España, mientras La Xirgu vivió
exiliada en Uruguay hasta su fallecimiento en 1969.
Documentación
Aguilera Sastre, Juan “Cipriano Rivas Cherif” Real Academia
de la Historia. https://dbe.rah.es/biografias/4471/cipriano-de-rivas-cherif.
“n.d.” Web 3 de abril de 2022.
De Mesa, Enrique. “El estreno de anoche de Fontalba”. El Imparcial. 13 Oct 1927. Web.
Díaz-Canedo, Enríque. “Mariana Pineda en Fontalba”. El Sol. 13 Oct 1927. Web.
Fernández Almagro, Melchor. “Estreno de Mariana Pineda”. La Voz. 13 Oct 1927. Web.
Fernández Gutiérrez, José María. “Enrique Diaz-Canedo”. Real
Academia de la Historia. https://dbe.rah.es/biografias/6000/enrique-diez-canedo-reixa.
“n.d.” Web 3 de abril de 2022.
García Lorca, Federico. “Autocrítica de Mariana Pineda”.
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Rodrigo, Antonina. Margarita Xirgu. Una biografía. Flor del
Viento Ediciones. Barcelona: 2005. Print.
Torres Nebrera, Gregorio. “Enrique Mesa y Rosales” Real Academia de la Historia. https://dbe.rah.es/biografias/12732/enrique-de-mesa-y-rosales. “n.d.” Web 3 de abril de 2022
Viñes Millet, Cristina. “Melchor Fernández Almagro”. Real Academia de la Historia. https://dbe.rah.es/biografias/9336/melchor-fernandez-almagro “n.d.” Web 3 de abril de 2022
Artículo publicado en el número 4 de la Revista Cultural El Eco de los Libres
Etiquetas: artículo, El Eco de los Libres, Federico García Lorca, Margarita Xirgu, teatro