“T. W. Hutchinson, en un libro ya casi viejo, nos recordaba
una frase de Popper que el Gobierno debería tener presente a la hora de
formular su política económica para 1979: «El progreso depende de la claridad
con que concibamos nuestros fines y del realismo con que los hayamos elegido.»
Claridad y realismo en los objetivos.”
(Ernest LLuch. 21 de octubre de 1978. El País)
La Fundación Ernest Lluch en colaboración con el Caixa Forum
de Zaragoza han organizado unas jornadas bajo el título “Los radicalismo
políticos en Europa”. La primera de las sesiones se celebró ayer jueves 20 de
octubre de 2016.
La presentación corrió a cargo de Joan Majó i Cruzate que,
en su condición de Presidente de la Fundación y por ser la primera vez que esta
institución celebraba uno de sus actos en Zaragoza, recordó que la pretensión de
estas jornadas pasaba por ser una herramienta útil en la actualidad dentro de
los campos que interesaban a Ernest Lluch antes de su asesinato por la banda
terrorista ETA y que van desde la economía, la política, la sanidad y lo
deportivo, momento que Majó aprovecho para hacer un guiño a la pasión
barcelonista de Lluch y al resultado de la Liga de Campeones del día de ayer
con un victoria culé de 4-0 sobre el Manchester City entrenado por el ex
jugador y ex entrenador barcelonista Pep Guardiola.
El formato de las jornadas es el del diálogo que no pretende
ni debatir ni enfrentar, tan solo busca el intercambio de ideas sin la
participación de un moderador. En esa tesitura se invitó a los dos
participantes a una charla que contenga los conceptos de amenaza, radicalismo y
sociedad.
Los participantes en el diálogo son Daniel Innerarity
(Catedrático de Filosofía Política de la Universidad del País Vasco) e Iñigo
Errejón (Doctor de Ciencias Políticas y número 2 de la formación política
Podemos)
El comienzo del diálogo dejó en penumbra las butacas del
público, así que las notas que pude tomar es posible que sufran de esa venda y,
como diría Serrat, de algunos lapsus en los que quedé colgao en las alturas de una nutritiva conversación y sus
peripecias.
Innerarity rompió el hielo situando la cuestión en un
escenario donde encontramos sociedades exasperadas y perplejas sometidas a unos
procesos brutales de transformación de las condiciones de vida en los que
tienen poco poder de intervención. Una irritación social que debería se
transformadora y entonces acudió al ejemplo de Estados Unidos cuando, ante la
crisis financiera del 2008, surgieron dos reacciones de marcada diferencia
política: Por un lado el movimiento de izquierda "Occupy Wall Street"
y por la derecha la aparición de “Tea Party”.
Movimientos sociales nuevos frente a los dos actores tradicionales que pululan
por la política en los países occidentales bajo una de estas dos premisas: O
administrar sin entusiasmo el sistema, o cabalgar sobre promesas incumplidas,
posiciones que en el marco de la política francesa, Innerarity situó con ironía
en los países de Hollandia y Lepenia
Errejón aceptó el reto y, tras defender el diálogo frente a
la dictadura de los titulares, vino a decir que los grandes males que amenazan
nuestra democracia no tiene que ver con el radicalismo, sino que parten de la
incertidumbre como colectivo, de la dificultad de saber cómo va a ser el futuro
a la que se añade la carencia de un relato que nos cuente como vamos a hacer
ese camino hacía una mejora colectiva. En definitiva, del vaciamiento de la
democracia donde las cuestiones importantes no se dirimen en los Parlamentos,
las grandes decisiones se toman por élites que no se presentan a las
elecciones, por lo tanto, la amenaza y lo verdaderamente radical es que la
situación siga como hasta ahora: Con el común cumpliendo con sus obligaciones
mientras los de arriba viven en una orgía de poder que pretende la cancelación
de la soberanía popular y de paso, amenazar la cohesión social. De esta manera,
si además de que las grandes cuestiones se plantean en ámbitos muy alejados de
los ciudadanos, le sumamos el factor de la desigualdad en las rentas, el
resultado ha sido unas sociedades fragmentarias sin el pegamento de un relato
común que haga frente a unas instituciones débiles con los poderosos y que no
se sienten deudoras de la emancipación de los pueblos. Esta deriva nos lleva
hasta la oligarquía de un autoritarismo liberal con votaciones pero sin
democracia. Porque la democracia es mucho más que introducir una papeleta en la
urna, no es posible la democracia si sientes miedo en el trabajo, o frente las
multinacionales o ante los medios de comunicación. Si sumamos la falta de
pegamento en el relato social y unas instituciones débiles, el resultado es la
llegada del radicalismo.
Innerarity subrayó que, precisamente ante esa debilidad
institucional frente a los poderosos, las gentes que rodearon el Parlamento lo
que de verdad pretendían era, precisamente, defenderlo porque, si bien es
cierto que la democracia funciona, lo que no funciona es la política como
herramienta para articular un mensaje. El cuerpo social ha demostrado que sabe
decir NO y paralizar o disminuir problemas tan acuciantes como los desahucios,
minimizar algunos recortes en sanidad, pequeñas intervenciones generadas en
torno a una dinámica de protesta, muchos actos puntuales que no terminan de
articular una propuesta alternativa más allá de destilarse en una soberanía
negativa de saber contra lo que se va a votar, y a las que les falta un
discurso político que permita una intervención duradera que vaya mucho más allá
del ckicktinismo de ordenador que
permite tomar multitud de microdecisiones que terminan por ser irrelevantes,
Errejón tomó el envite para afirmar que la democracia no es
un todo o nada, que los criterios clásicos para definir una democracia han
cambiado, ya no se trata de democracia si o democracia no, ahora nos
enfrentamos a un problema de intensidad y calidad democrática porque, y
regresamos al miedo, el miedo ante el capricho del que manda nos extirpa la
ciudadanía, mientras los poderosos imaginan una democracia sin pueblo incapaz
de ir más allá de su condición de consumidor y votante cada cuatro años. En los
países europeos se impone la idea de que se ha alcanzado un estadio de
desarrollo que implica el destierro de las pasiones en la esfera de la
política, se trata de una elección racional donde operan los mismos mecanismos
que en el mercado hasta enlazar con la teoría del fin de la historia de F.
Fukuyama, un tiempo de postpolítica cuya única preocupación es gobernar bien
mediante una escuela de gestión pública. Este desarrollo político deja fuera la
emoción y nos condena a un mismo modelo de sociedad con diferentes formas de
administrarla, un mantra ha terminado por reducirlo todo al mensaje de: Las
cosas se hacen así porque es lo único técnicamente posible y así, por el camino
de las decisiones profesionales, convertir las distintas posiciones del debate
político en una simple cuestión técnica: Economistas frente a una pizarra en la
pantalla del televisor que, como los curas de las misas en latín, fabrican un
lenguaje críptico que el pueblo desconoce y, mientras la alquimia ocupa la
franja share de nuestro tiempo, se nos permite grandes discusiones sobre la
identidad nacional para que, inmersos en esa deriva sin fin, olvidemos que
somos una comunidad de ciudadanos. Y es en estas circunstancias cuando surgen los radicalismos nacionales identitarios
de extrema derecha que, pertrechados de una solución facilona sitúan en el
primer plano del debate la defensa de una supuesta identidad nacional. Y es
entonces cuando Errejón mostró su orgullo por la aparición de Podemos que,
dentro de una fase embrionaria, hablando en términos históricos, ha permitido
una propuesta progresista para modificar el país y reequilibrar la balanza hacia
un ámbito muy alejado del radicalismo nacional e identitario, para pasar de la protesta
a la
construcción de un proyecto articulado sobre el concepto
"nosotros - ellos" de un grupo que pretende el interés
general, y para conseguirlo pone en evidencia la contraposición
pueblo-élites, abajo-arriba que ejerce un papel divisorio en la
representación del espacio social.
Innerarity tomó la palabra con rotundidad: Plantear la
dicotomía social de arriba las élites y abajo el pueblo es simplista. Ese no es
el problema porque nos encontramos ante un dilema estructural. No se trata de
que las élites nos aparten de las decisiones políticas, lo que ocurre es que
hay una contraposición estructural entre lo que hay que hacer y lo que la gente
quiere hacer porque, mientras los economistas ponen opacidad para dejar al
pueblo fuera de la discusión, es necesario recordar a los nuevos dirigentes al
menos dos cosas: que no son el pueblo, que tan solo lo representan, y que plantear
unas élites perversas frente a la masa inocente del pueblo es una dicotomía que
no funciona porque de un pueblo tan bueno no podría surgir una élite corrupta,
y tal vez por eso, algo tan imprescindible como acercar la política y las
instituciones al pueblo es una tarea mucho más difícil de lo que parece.
Errejón — tras recordar las palabras de Álvaro García Linera,
que fue vicepresidente de Bolivia: En la oposición todo es política y en el
gobierno todo economía — se lanzó a exponer la teoría de Ackerman
sobre las épocas frías y calientes. En épocas frías prima las instituciones y
la estabilidad mientras que en las épocas calientes se acentúa el principio de
lo popular que no está bien representado y necesita agitar la política para
ganar en representatividad. Con esta premisa, el error tradicional de la
izquierda es el de aspirar a que la fase caliente se convierta en permanente
sin embargo, afirmó Errejón, la movilización permanente no es posible, o en palabras
de Oscar Wilde
"El socialismo está bien pero te quita muchas tardes"
Un buen ejemplo de momentos calientes y fríos sería la
disposición de la historia cercana entre la transición y la
institucionalización. En la actualidad se reclama un nuevo ciclo de este tipo
que, si se está repitiendo, no es porque tengamos a unos malvados en el poder político,
sino porque se debe conformar una movilización popular en torno a unos mitos,
canciones y otros enseres emocionales capaces de construir el relato de una
época caliente. Es en esa tesitura donde se puede aplicar la metáfora de la
dicotomía arriba/abajo para definir como los pocos que ostentan el verdadero poder
se auto representan mientras se olvidan de los intereses de la mayoría. En
realidad es una noción política que enfrenta a las élites (“ellos”) con un
“nosotros” que puede estar compuesto por diferentes opciones políticas que,
para huir del populismo, deberían asumir las limitaciones de lo que se puede
hacer una vez alcanzado el poder político y entonces ser conscientes de que, si
para conseguir avances sociales muy
pequeños es necesario una ingente acumulación de esfuerzo popular, a los
poderosos les es suficiente despolitizar la realidad con el mensaje “esto es lo
único que se puede hacer” y con esa facilidad alcanzar sus objetivos con un
esfuerzo mínimo. Es una táctica que los conservadores llevan haciendo desde que
Thacher en los años noventa acuñó el concepto: "There is not
alternative"
Innerarity apuntó que, el incumplimiento de las promesas es
mucho más peligroso que la falta de alternativa porque nos lleva hasta un
horizonte de frustración que imposibilita la gestación de un cambio. En ese
sentido sería importante olvidarnos de esa ley no escrita que tilde de
claudicadores a los que buscan un pacto, mientras los que no están dispuestos
al pacto se autoproclaman guardianes de las esencias.
Errejón afirmó que el cambio nunca llega si esperamos a que
todo se ponga lo suficiente mal para reaccionar, y sin embargo señaló que las
herramientas para un cambio son las ideas, la política y dos cuestiones
previas: 1 Incapacidad manifiesta de los que gobiernan (Es muy difícil provocar
un cambio radical si el gobierno cumple mínimamente con sus funciones) y 2 que
los desposeídos sientan que se puede cambiar lo existente mediante un proyecto
potencialmente victorioso. Lo importante, teniendo en cuenta estas premisas, no
es el punto donde se va a producir el cambio, lo realmente importante es el
“mientras tanto” y la capacidad para cambiar las cosas en el presente.
Mis notas terminan aquí, con este canto a una realidad
política tangible y transformadora de la sociedad, justo cuando la luz regresó
a la zona de butacas de la sala de conferencias y los dialogantes se
dispusieron a responder a una batería de preguntas realizadas por el público,
entonces guardé la Moleskine para, libre de cabalgar sobre las enrevesadas
líneas que trazaba mi bolígrafo, detenerme en el uso de la palabra que no huye,
el verbo elocuente que construye frases diáfanas con la finalidad de construir
un marco comunicativo por el que circulan la pasión, las ideas y algún
chascarrillo para desengrasar.
El diálogo entre Innerarity y Errjeón duró una hora de reloj
que se pasó en ese periquete delimitado por las ganas de comunicar y contar una
realidad compleja mediante un discurso donde prima la claridad en la exposición
de ideas en busca de una verosimilitud que emocione hasta poner en marcha la
maquinaria social que haga efectiva la modificación de las relaciones
políticas, económicas y culturales propias de este inicio de siglo tan convulso
como excitante.
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Gracias a Oscar López Acón por pasarme sus notas, gracias a ellas
he conseguido perfilar con mayor precisión algunos de los pasajes de este texto.
Etiquetas: Caixa Forum, política, reseña conferencia