La curvatura de la córnea

31 mayo 2025

Aporofobia o la creación de una sociedad cosmopolita


 


Un ágora para excluidos

Adela Cortina aprendió en Macondo que las cosas se incorporan al mundo si tienen nombre. Las palabras son importantes porque definen la realidad frente a quienes la ocultan o distorsiona en esta sociedad capitalista organizada alrededor de la idea de mercado, donde el diferente de verdad es quien no tiene capacidad real de contratar. La razón inicial para la discriminación no es de raza o procedencia. Todo comienza por la aversión a las personas pobres o desfavorecidas. Cortina consiguió que ese comportamiento figurara en el diccionario de la RAE con el término de ‘Aporofobia’.

‘Caídos del Zielo’ cede el uso del gesto y la palabra los excluidos mediante una escenografía que juega con dos elementos esenciales del teatro  griego. El ágora como espacio público donde el ciudadano manifiesta sus opiniones. La dramaturgia para convertir esas inquietudes y reflexiones políticas en una representación híbrida de lenguajes teatrales que apelan a la sociedad sin renunciar a la emoción y el entretenimiento. La exposición de ideas y datos objetivos nos sitúan en una realidad social definida por agresiones, malentendidos y buena voluntad, que sobre el escenario se desarrollan con la perfecta armonía de diferentes tonalidades.

El testimonio personal muestra en cuerpo y alma el buen hacer de unos actores naturales que, cuando comparten espacio con el delicioso trabajo de los actores profesionales, sostienen el pulso interpretativo. Los momentos álgidos de emoción llegan cuando el grupo abandona la asamblea para apretarse en una piña que pone voz solista y coros a una cuidada selección de canciones, o mecerse en el suave vaivén de una coreografía con vocación de plebiscito entre perder pie después de un rosario de golpes, o vivir al arrullo de una cadena cosmopolita de abrazos y caricias.

‘Aporofobia o la creación de una sociedad cosmopolita’

Calificación: 4 estrellas

Producción: Caídos del Zielo. Dramaturgia: Alfonso Plou. Dirección: Félix Martín. Intérpretes: Sara Lapiedra, Rubén Remacha, Lucie Thiombiano, Lucio A. Racho, Isidro Sánchez, Gerardo Prichard, Fernando Muñoz, Alba Castillo, Jesús Grijalba, Marina Pastrán, José C. Sáenz, Javier Antón, Mercedes Ramos, M. Esther Lucas Sena, Pepe Ndong, Juany Palomo, José Guillermo Peña, Manuela Lawson, Inma Oliver, José Carlos Causapé y Félix Levi. Composición musical: Pato Badián. Coreografía: Maia Pik. Iluminación: J. J. Sánchez. Participación de alumnos de la escuela superior de diseño de Aragón (ESDA) en escenografía, vestuario, imagen gráfica y fotografía.

Jueves 29 de mayo de 2025. Teatro del Mercado

Foto Daniel Marcos

'Aporofobia': un ágora para excluidos



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25 mayo 2025

Ramón Acín. Pajaricos en la cabeza

 



Lección magistral de Alfonso Palomares

Ismael Grasa se rindió ante  la dificultad de definir al Ramón Acín periodista, pintor, escultor, pedagogo y anarquista. No le quedó más remedio que acudir al humor somarda de José Jarne que en 1930 zanjó la cuestión. «Ramón Acín es un elemento de difícil catalogación, a Dios gracias»

Alfonso Palomares asume un reto mayor cuando se planta en escena para exponer su obsesión con la vida de su paisano. Un retrato caleidoscópico con una dramaturgia que utiliza diferentes lenguajes narrativos: herramientas documentales de negro sobre blanco para fijar las certezas históricas, y el buen uso de la ficción para tapar los huecos desconocidos de la biografía del protagonista.

Esta dualidad alimenta una peripecia desarrollada en la aparente tranquilidad de un espacio poético con imágenes proyectadas sobre sábanas blancas, y la solvencia habitual con la que Palomares transita de unos personajes a otros hasta regresar a la verdad de su piel. Pero desde el inicio de la función se ha plantado la semilla de una duda que estallará en el tramo final de la representación, cuando el texto del dramaturgo, el ritmo dinámico al gusto del director, y los matices que definen una buena interpretación muestran la vulnerabilidad de quien busca gestos, actitudes y palabras con la suficiente verosimilitud teatral para que la muerte injustificable de Acín provoque una catarsis en el espectador.

El desarrollo y la resolución final de este conflicto genera los momentos más brillantes de una función, donde la pasmosa naturalidad del trabajo actoral deja instantes de extraordinaria teatralidad para mostrar un esposo enamorado, al buen padre, el amigo de sus amigos, ese ciudadano comprometido con la revolución de señalar con lápiz y pluma, que lo más reaccionario siempre ha sido la pésima distribución del dinero.

‘Ramón Acín, pajaricos en la cabeza’

Calificación: 4 estrellas

Producción: Maite Bergues y Lagarto, lagarto. Texto y dirección: Alfonso Palomares y Javier Trillo. Reparto: Alfonso Palomares. Ayudante dirección: Manuel López Vigo. Escenografía: Circoku. Video arte: Oscar Aranda.

Viernes 23 de mayo de 2025. Teatro de las Esquinas.

‘Ramón Acín, pajaricos en la cabeza’: Lección magistral de Alfonso Palomares

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23 mayo 2025

Lucía el sol sobre Troya


 

Del origen del teatro a la complejidad de la vida

La profesora de historia antigua Ana Iriarte ha estudiado la evolución del mundo del teatro ateniense para concluir que más allá de sus cualidades lúdicas como espectáculo, se trata de un mecanismo de reflexión sobe los valores políticos y sociales.

La dramaturgia de Cristina Yáñez asume ese reto para convertir ‘Lucía el sol sobre Troya’ en una historia que aúna barniz didáctico, entretenimiento y un acercamiento valiente a la complejidad de los textos clásicos para conectarlos con sutileza artística a los acontecimientos contemporáneos que nos apelan. Una peripecia que parte de los relatos de La Ilíada y La Odisea hasta llegar al lenguaje teatral representado por la tríada básica de tragedia, comedia y cualquier mezcla que contenga ambos estilos.

El preámbulo, como en los buenos manuales de historia, nos sitúa en la geografía de los acontecimientos, y como la transformación de la poesía heroica al drama épico ocurrió entre las tierras del Peloponeso y Troya separadas por el mar Egeo.

El acto inicial es un trabajo de adaptación para trasladar al escenario el relato de los héroes homéricos. La etapa final de un viaje entre la oralidad de la narración al lenguaje escrito que fijó definitivamente la tradición para que el peso de la narración y la palabra establezca el orden preciso de los acontecimientos. Por eso su representación se caracteriza por la austeridad en los gestos, y concentra toda la energía en un ejercicio donde prevalece lo narrativo sobre lo dramático. La tragedia se percibe tan fría y severa como la figura masculina de sus protagonistas, hasta que la dramaturgia incorpora el uso del audiovisual para introducir la voz en primera persona de las mujeres que también han sufrido la tragedia. Una exposición de los hechos que apela al espectador alejándose del mundo mítico, para acercarse a la experiencia humana transmitida con el aroma que utiliza el lenguaje documental contemporáneo.

La voz femenina en primer plano será una de las características de la representación, y su uso se repetirá en las siguientes fases mediante la tragedia de Electra y la comedia de Lisístrata.

Ana Iriarte nos recuerda que si en la tradición oral los mitos vivían vidas ejemplares, la incorporación de los poetas trágicos al nuevo sistema de representación formal generó un espectáculo con aspiraciones adictivas para el espectador con un elemento novedoso: la relevancia de la acción dramática donde destaca la figura del actor. En ese sentido el segundo acto nos muestra una mirada personal que utiliza los elementos propios del teatro clásico griego. Lo más evidente es la presencia de coturnos y máscaras para elevar y subrayan el estado de ánimo de los personajes, que ahora se construyen con gestos grandes, mientras la fuerza de la voz busca ecos que muestren dolor, humillación y derrota. El relato sobre el héroe de la epopeya homérica ha desaparecido. Su lugar lo ocupa el héroe trágico con sus experiencias extremas. La dramaturgia muestra con claridad ese cambio formal en la manera de contar, pero su intención final es afectar al mundo contemporáneo, y por eso entrega el uso de la palabra al grupo de actores que están ensayando los textos clásicos. Estamos en el momento clave, en la antesala que nos llevará a la catarsis para que la representación alcance el valor de un espectáculo político con capacidad para estremecer. El recurso formal es la ilustración mediante fotografías que subrayan la indignación de quien contempla una secuencia de imágenes proyectadas sobre el fondo del escenario para formar la línea temporal que conecta la guerra de Troya, los conflictos bélicos que ya forman parte de la historia, y las crisis contemporáneas a las que asistimos desde la primera fila de nuestros teléfonos móviles: masacre en Siria, bombardeos en Ucrania y genocidio en Gaza.

La función podría terminar aquí y dejar al espectador ahogado en la realidad del drama. Pero el teatro también tiene la función de divertir y el tercer acto cambia por completo la piel del escenario. La dramaturgia voltea el pesimismo trágico de Sófocles y lo sustituye por el tono alocado que caracteriza las comedias de Aristófanes. Desaparece el aíre mítico y sagrado que envolvía a dioses y héroes para dejar paso al torbellino de la crítica festiva y mordaz de una pantomima que se instala en las pasiones básicas del ser humano. La guerra pierde toda su carga trágica y ahora solo es un chascarrillo para dar rienda suelta a la frivolidad de un comportamiento chabacano. Pero no se preocupen, es muy posible que liberadas las tensiones propias del discurso dramático, la caricatura de la realidad también sea un excelente indicativo que nos lleve hacia la catarsis, y por lo tanto tendríamos otro posible final. Sin embargo Cristina Yáñez nos guarda una última sorpresa.

El epílogo es un canto para que la imaginación asalte las tablas del escenario sin tener en cuenta el incómodo corsé de la realidad o los géneros dramáticos. La libertad del creador se permite un encuentro inverosímil para promover nuevos diálogos que sigan invocando la catarsis, que la mirada imaginativa del dramaturgo sea tan crítica y personal como para invitar al espectador a seguirle en esa aventura.

Todo esta ese delicado equilibrio formal se sustenta gracias a una dirección que armoniza la capacidad camaleónica del texto, el espacio y el trabajo actoral. La sencillez escenográfica de un escenario prácticamente vacío se complementa con la iluminación de Fernando Vallejo, una guía en el tránsito de la penumbra del drama hasta la luz de la comedia. La selección musical a veces subraya las intenciones de la palabra, pero también rompe su intensidad para que la coreografía alivie tensiones, genere un tiempo de remanso que reseteé la atención del espectador, un respiro antes de volver a la brecha. Las proyecciones de imágenes, textos y videos acentúan la acción dramática, unas veces tomando toda la carga de la narración, y otras como el condimento justo para acompañar el mensaje.

La solidez del trabajo actoral es la garantía final que permite poner en pie la función. El viaje del espectador se produce a lomos de sus mutaciones. Una flexibilidad que les permite saltar desde la rigidez del gesto granítico, al desparpajo jacarandoso de una chispa inesperada. El buen manejo con la energía de la palabra es contundente y afianza el drama, que se vuelve eléctrico y picante cuando entra en juego la chanza. Ana Cózar aporta la dinámica de una eficacia elegante para sobrevolar el escenario con la ligereza que trae el aire fresco. Daniel Martos vuelve a dejar constancia del peso de sus interpretaciones, y confirma el grato recuerdo que guardo de la precisión con la trabaja el teatro del absurdo, y de la que también hace gala en esta ocasión. Siempre atento al detalle pequeño, pone en valor el brillo de su mirada para transmitir las emociones que pretende el texto. Jesús Bernal nos regala un ticket para viajar en la montaña rusa de la contención al desparrame. Un hieratismo frio de busto que se transforma en un movimiento burdo y exagerado que el espectador agradece para desconectar sin rubor de la razón, y dejarse arrastrar por la carcajada que provoca lo grotesco.

‘Lucía el sol sobre Troya’ está construida con las suficientes capas narrativas para que cada espectador elija su propio recorrido. El erudito enlazará la ingente presencia de personajes, tramas y reflexiones hasta completar el puzzle que describe el origen del teatro y sus ramificaciones. El ciudadano al loro de la realidad social identificará sus preocupaciones para conectarlas con una línea histórica que lo dejará colgado en la Grecia antigua, y reflexionar sobre lo poco que ha cambiado la naturaleza humana después de veinticinco siglos. El espectador tentado por la curiosidad disfrutara de todas las puertas que se le abren para descubrir o regresar a los relatos clásicos, las diferentes maneras de contarlos, y como esas historias conforman nuestra idiosincrasia cultural. Y todos ellos se congratularán de encontrarse con una herramienta que nos ayuda a comprender la complejidad de una sociedad en la que conviven diversidad de identidades, procedencias y maneras de pensar. Un complicado entramado que quizás solo se pueda visualizar en toda su amplitud sobre las tablas de un escenario y quien sabe, tal vez ahí radique el mensaje y el éxito definitivo de esta función.

 

‘Lucía sobre el sol de Troya’

Producción y creación audiovisual: Tranvía Teatro. Dirección y dramaturgia: Cristina Yáñez. Reparto: Jesús Bernal, Ana Cózar y Daniel Martos. Espacio escénico: Cristina Yáñez / Fernando V. Labrador. Diseño de iluminación y dirección de producción: Fernando Vallejo. Vestuario: Jesús Sesma. Asistencia técnica: Raquel Laiglesia.

Jueves 23 de mayo de 2025. Teatro del Mercado.

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17 mayo 2025

Cortázar en juego

 



El laberinto de Cortázar

Los autores de la función se enfrentan al reto de atrapar la particular destreza narrativa de Cortázar y trasladarla al ámbito de la acción dramática, a partir de unas coordenadas muy bien delimitadas por dos escritores. Juan Gabriel Vásquez afirma que sus ficciones son mejores en la ambigüedad que en la certeza. Benjamín Prado le asigna la invención de un lenguaje que equilibra tradición y vanguardia.

Al principio solo existe el verbo. La reproducción de un registro sonoro nos lleva hasta el meollo del escenario donde un micrófono graba la exquisita precisión oral del radio teatro, mientras una gestualidad sosa y oxidada se aleja de lo teatral. No se preocupen, ese momento tan solo es el epicentro de una dramaturgia en expansión centrífuga que, liberada de las hechuras clásicas de la representación, encuentra un tono propio y original que nos invita a jugar con el espacio y las palabras.

La escenografía es una caja de cartón que transforma un avión de pasajeros en una casa embrujada. El escabel para embaucar ilusos con animales inventados deriva en instrucciones para llorar penas o excusas. La tradicional peripecia con principio y fin se ha sustituido por historias fragmentarias. Una colección de viñetas que se desplazan unas a otras. Un puntapié te deja varado en ese diálogo absurdo incapaz de llegar a ninguna parte. Un salto te lleva al otro lado del proscenio, para regresar al mismo lugar donde la exuberancia sexual de los amantes es una yuxtaposición esterfurosa de jerigonza.

Las interpretaciones de Pablo Rivero y Ana Rayo están teñidas por esa ironía infantil que abre la puerta a la sonrisa, mientras ellos disfrutan del vaivén y la energía de unos personajes, que exigen al espectador suficiente determinación para seguirlos por el delicioso laberinto de Cortázar.

 

‘Cortázar en juego’

Calificación: 4 estrellas

Producción: Entrecajas Producciones Teatrales. Texto a partir obras de Julio Cortázar: José Sanchis Sinisterra y Clara Sanchis Mira. Dirección: Natalia Menéndez. Reparto: Pablo Rivero y Ana Rayo. Escenografía: Mónica Boromella. Música y espacio sonoro: Mariano Marín. Vestuario: Laura Ferrón.

Jueves 15 de mayo de 2025 Teatro del Mercado

El laberinto de Cortázar

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15 mayo 2025

Méliés el mago del cine

 


Divulgar con la risa

Los hermanos Lumière le auguraron un futuro incierto a su nuevo invento. El cinematógrafo nunca llegaría más allá de una curiosa herramienta que les permitiría reflejar de manera documental la forma de vivir de finales del siglo XIX. El texto de Daniel Tejero recoge este momento fundacional mediante un salto en el tiempo que nos lleva al Paris de 1895 para contarnos la historia de uno de los pioneros que protagonizaron un cambio fundamental.

Méliés era hábil en casi todos los oficios. Con una imaginación desbordante amasada en el escenario del teatro y actor por naturaleza, puso la magia de su creatividad como prestidigitador y todas sus facultades de artista al servicio de la nueva tecnología. Grabar y proyectar imágenes en movimiento le permitió explorar las posibilidades de un incipiente lenguaje para contar desde aventuras fantásticas a historias reales.

La dramaturgia apuesta por la participación activa del público. Un riesgo innecesario cuando el relato pide aumentar el músculo narrativo de una peripecia, donde lo más interesante ocurre al armonizar la dinámica de los tres protagonistas con el divertido aliño de la divulgación.

La sobriedad de Ismael Escribano ocupa la parte posterior del escenario con la banda sonora de un piano minimalista y poético. Rubén Remacha ejerce como el maestro de ceremonias diligente y eficaz que empuja la acción con la inteligencia y la ternura de quien sabe lo que quiere, y lo muestra con una teatralidad natural. La explosiva vitalidad de Alba Escribano es el contrapeso que va de un lugar a otro con energía orgánica para dar y tomar. Revolotea entre sus compañeros, agita el patio de butacas, y tiene la clarividencia del payaso para hacer reír con esa seriedad sobrevenida que voltea palabras, sortea obstáculos y nunca se da por vencida.

 ‘Méliès el mago del cine’

Calificación: 3 estrellas

Producción: Factory Producciones. Autor: Daniel Tejero. Dirección: Rubén Remacha y Mario Ronsano. Reparto: Rubén Remacha, Alba Escribano e Ismael Escribano. Espacio escénico e iluminación: José Antonio Royo. Escenografía: Eduardo Velilla. Espacio sonoro: Ismael Serrano. Vestuario: Raquel Poblador.

Jueves 8 de mayo de 2025. Teatro del Mercado.

‘Méliès el mago del cine’: Divulgar con la risa




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05 mayo 2025

A cada paso

 




Sabiduría de payasa

Beckett nos enfrenta a la angustia de la condición hRogerumana mediante el teatro del absurdo. Sus personajes viven encerrados en un circunloquio de diálogos y acciones repetidas. Winnie es uno de ellos. Una habladora sin fin que quiere convencer al espectador de que sus días son felices enterrada hasta la cintura en un montículo. La precisión obsesiva del autor acota su comportamiento con la mezcla de palabras atolondradas y las rutinas cotidianas que le proporcionan los objetos para peinarse, limpiarse los dientes o limarse las uñas.

Pepa Plana y Roger Juliá liberan a Winnie de todas esas ataduras mediante una dramaturgia que convierte ‘A cada paso’ es un universo nuevo. La cárcel en forma de montículo es una falda de tules que recorre la muralla de un espacio circular para abrir puertas y ventanas. La iluminación de Yuri Plana y el diseño sonoro de Lluís Cartes aliñan la escenografía de Xavier Erra con una  deliciosa variedad de capas narrativas para que la peripecia rompa definitivamente amarras, se aleje del mundo sin propósito del teatro de Beckett, y convierta el escenario en el hábitat ideal para dar rienda suelta a la imaginación de una payasa. La repetición se sustituye por una curiosidad insaciable que descubre como conectar la ficción del escenario con la realidad del patio de butacas. Y eso lo cambia todo.

Pepa Plana se mueve en esta nueva geografía poética con la sabiduría de quien controla a la perfección el ritmo que necesita cada arco dramático por el transita, gracias a un optimismo inalterable para jugar con los objetos de atrezo, y empujar las acciones de la gestualidad a la mueca, del movimiento azaroso a la coreografía, mientras los espectadores se sienten participes de una aventura que los zarandea entre la explosión de la risa y el latido de la emoción.

 

‘A cada paso’

Calificación: 4 estrellas

Producción: Compañía Pepa Plana. Dramaturgia: Pepa Plana y Roger Juliá. Dirección: Roger Juliá. Payasa: Pepa Plana. Escenografía: Xavier Erra. Iluminación: Yuri Plana. Música y espacio sonoro: Lluís Cartes.

Sábado 3 de mayo de 2025. Teatro de la Estación.

Pepa Plana: Sabiduría de payasa

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03 mayo 2025

Que llueva Que llueva

 


Ojalá que llueva

La antropóloga Virginia Mendoza parte del recuerdo de sus abuelos mirando al cielo con angustia para contar en un libro como ‘La Sed’ ha sido uno de los motores de la humanidad. Migrante para escapar de ella, sedentaria para saciarla mediante el dominio y la distribución del agua, y creyente cuando los dioses traen la lluvia.

El texto de Lorenzo Asensio también nace de los recuerdos familiares para contar la historia de una niña sedienta, y su empeño por estudiar todas las historias que se han recogido sobre la lluvia con un solo objetivo: el regreso del agua sobre la tierra fértil donde creció con sus abuelos, y que ahora está seca como rastrojo.

Antes de comenzar la función, la dramaturgia se despliega en el patio de butacas para dibujar una delgada línea entre la realidad con luz de sala y el relato oral que termina enmarcado por la sencillez de una escenografía que contextualiza simbólicamente a los personajes. Dos mundos que permanecen unidos gracias al uso intensivo de la literatura. Palabras de un cuento ilustrado por acciones. El tejemaneje de una bruja con ingredientes improvisados para hacer un conjuro que a veces es un chubasco y a veces no. Ese cuento de la abuela donde la niña y el río parecen reales hasta vaya usted a saber en qué devienen. Comprobar entre risas que ni desafinando va a llover, mientras el coro colectivo entonando una canción popular hace milagros con la diosa de la lluvia aplastada por tanto plástico.

Las pocas veces que la peripecia pierde fluidez con explicaciones de más y una dirección dubitativa, la vigorosa energía de las actrices sale al rescate con la fuerza del cuenta cuentos de tradición oral o el manejo sutil de la máscara. La dinámica de representación mezcla con solvencia lenguajes narrativos, y obtiene una merecida ovación final.

 

‘Que llueva. Que llueva’

Calificación: 3 estrellas

Producción: Toca tocón. Texto original: Lorenzo Asensio. Dirección: Andrea Sierra y Teru Romero. Intérpretes: Aitana Díez, Andrea Sierra y Teru Riesco. Títeres y atrezo: Inés Paniagua. Escenografía: Gabriela Morantes. Iluminación: Alba de la Cruz.

Jueves 1 de mayo de 2025. Teatro Arbolé.

‘Que llueva. Que llueva’: Ojalá que llueva

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Hilos de Sangre

 


Gritar en la alcoba cerrada

Los textos de Samuel pertenecen al canon de libros históricos, y en ellos se cuenta el cambio político de Israel. De las tribus gobernadas por jueces hasta su transformación en una estructura monárquica centralizada con el rey David como protagonista. Esmeralda Gómez se apoya en esta coyuntura histórica para mostrar como la violación de Amnón perpetra a su hermana es un ejemplo de continuidad en la barbarie, y por eso nos retrotrae hasta el momento en el que su padre David se encaprichó de Betsabé, envió a su esposo Urias a morir en la guerra, y así pudo gozar de la mujer de su vasallo.

Luís García Montero afirma que el ‘Romancero gitano’ de Lorca pretende establecer un diálogo entre la tradición y la vanguardia, con la intención de presentar un mundo literario propio, reconocible, y mediante una manera muy personal de mirar la realidad para contarla a través de imágenes y ordenarla estéticamente.

La dramaturgia de Esmeralda Gómez se sustenta en estas dos narrativas a los que añade el grito de las mujeres que alerta, previene y denuncia, hasta construir una narración con la mezcla de diferentes lenguajes escénicos que encajan de manera sólida y contundente. La energía de sus palabras atraviesa el escenario, se proyecta sobre el patio de butacas y te arrastra porque más allá del desgarro que emociona y conmueve, se cuenta una historia para revelar la injusticia histórica que mezcla en un pozo oscuro deseo y poder.

La escenografía divide el escenario en dos espacios. En el primero transcurren los acontecimientos explícitos para de la historia sagrada, la recreación biográfica y el aroma poético. El segundo es el lugar donde los intérpretes cambian de apariencia física y espiritual. El que modifica la densidad dramática al compás minimalista de las cuerdas de la guitarra de Nacho Blancas, altavoz para un cántico solidario que se pone al lado de la mujer atacada. El eco de la voz desprotegida por el desgarro de la rabia se convierte en reivindicación política y moral.

Esta dualidad geográfica es la base de un proceso creativo caracterizado por el desdoblamiento de imágenes y ecos. Escenas y sonidos que proclaman una realidad más allá de la percepción sensorial, ese ejercicio donde las connotaciones morales confunden la virtud de los sentimientos con la deriva obsesiva que te lleva al pecado de los religiosos o la barbarie de lo crédulos. Es evidente que el objetivo de la autora, más allá de la acción teatral, es visibilizar el ejercicio de la violencia contra las mujeres y transmitir al espectador la necesidad de alcanzar nuevos valores. Sin embargo la manera de mostrarlo aleja el mensaje del discurso panfletario para elevarlo a la enjundia del lenguaje escénico.

La presentación de los personajes es un caleidoscopio de energía y complejidad que permite a los actores recorrer interesantes arcos dramáticos que los llevan por los caminos de la canción, la coreografía y la palabra. Los más evidentes son los de la pareja protagonista. Amnón pasa del enamoramiento infantil a la obsesión fatídica de la seducción turbada por un apetito sexual que muestra un deseo tan irrefrenable como caprichoso. Thamar se presenta desde el inicio con el tono rasgado de quien ha sufrido una agresión, y de alguna manera el resto de los cambios de ánimo siempre tienen ese punto de alarma que mantiene en vilo al patio de butacas hasta que se consuma la violación, y de nuevo aparece la dualidad de no ver lo sustancial y solo atender a su reflejo. Un juego de imágenes deja el drama en la oscuridad mientras un destello de luz es tan solo el flash de un momento estático. La percepción del horror se clava en la retina mientras la música te golpea. Es el momento de comprender la injusticia de exigir a la mujer violada que construya un relato preciso y exhaustivo de la agresión.

La dirección de Félix Martín ordena esta gran cantidad de material como el estratega que despliega sus fuerzas en la geografía de la batalla. Todo parte de una cierta pausa en la que los personajes se manufacturan en la parte posterior del escenario hasta el momento de someterse a la eficacia del movimiento escénico y la coreografía corporal. Su presencia va ganando peso hasta asentarlos sobre los focos más intensos, y dejar que el espectador termine de descubrirlos en una excelente prosodia y gestualidad. La utilización de la pausa es un elemento muy interesante, pero conforme transcurren los minutos se convierte en un pequeño lastre, y la peripecia pierde ritmo por unas transiciones que alargan innecesariamente la duración de la función.

El trabajo actoral es de alto voltaje gracias a la capacidad del elenco para dominar la intensidad de las emociones, mientas la dirección mantiene el equilibrio de unas relaciones que chisporrotean chispas sin caer en la peligrosa tentación del cortocircuito propio de la exageración y la impostura. Conseguir ese delicado equilibrio cuando las emociones están tan a flor de piel es una de las claves del éxito de la función.

Luisal Martu está imponente en cada una de las transiciones con las que le toca lidiar entre la actitud austera y atribulada del adulto y la fresca vivacidad de un niño, el trabajo corporal para descomponerse ante nuestros ojos, o el brillante manejo de la comedia del arte para darle ese punto burlesco para lanzarle una flecha al comportamiento de los poderosos. Eva Lago hace un ejercicio de elegante versatilidad para dibujar los cambios de personaje a los que se enfrenta, contundente en réplicas desde el coro hasta lograr un gran poso dramático cuando su figura remeda la de un hombre. Sara Lapiedra se enfrenta a la dificultad de comenzar su actuación en un punto muy alto de energía, y sin embargo es capaz de que ese grito, lejos de ser un lastre para el resto de su trabajo, convertirlo en un velo invisible para conseguir que, más allá del recorrido realizado por su personaje, el drama esté siempre presente.

‘Hilos de sangre’ utiliza textos previos como el disparadero para un excelente texto que plasma la mirada rabiosamente contemporánea sobre el uso de la violencia sobre las mujeres, y que el teatro vuelva a ser la caja de resonancia que amplfique reivindicaciones y denuncias mediante la confluencia de las artes escénicas con la historia y la poesía.

 

‘Hilos de Sangre’

Producción: Riesgo Teatro. Dramaturgia: Esmeralda Gómez asesorada por Alfonso Plou. Dirección y escenografía: Félix Martín. Intérpretes: Sara Lapiedra, Eva Lago, Luisal Martú y Nacho Blancas. Coreografía: Amador Castilla. Iluminación: Bucho Cariñena. Vestuario: Raquel Poblador – Obsidiana Atelier. Composición musical: Nacho Blancas.

Domingo 6 de abril de 2025. Teatro del Mercado.

 

Revista El Pollo Urbano


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