La curvatura de la córnea

03 marzo 2017

¿Por qué no muere el teatro?




El pasado 28 de febrero la revista Crisis organizó en el Teatro Principal de Zaragoza una mesa redonda enmarcada en una interrogación: ¿Por qué no muere el teatro?
El primero en tomar la palabra fue el actor, director de escena y profesor de interpretación Mariano Anos que abrió la charla con una máxima: El teatro siempre ha estado en crisis, aunque la de ahora es la más “jodida” En cualquier caso, continuó Anos, la muerte del teatro es improbable porque además de estar ahí antes que el cine, la televisión y la revolución de las pantallas on line, el teatro, como recordaba Wagner, es el arte total, un espectáculo donde la presencia real de actores, espectadores y técnicos construye un espacio donde se puede mirar y escuchar, palabra y acción en sus múltiples combinaciones entre las que se incluye el silencio. Pero también hay que entender el teatro como un ritual laico que configura una asamblea ciudadana y eso es un valor muy importante en tiempos en los que prima la escasez de rituales y asambleas que enlacen arte y pasamiento. Estas afirmaciones de Anos me recordaron las reflexiones de Durkheim que definía el rito religioso como una actividad que trata de distinguir entre lo sacro y la vida colectiva, y es precisamente la condición social del hombre la que precisa de los ritos (en este caso laicos). Así que, me parece muy pertinente hablar del teatro como materialización de un rito que potencia las relaciones entre lo humano y la clave de su funcionamiento social.
En estos tiempos, prosigue Anos, cuando hablamos de teatro podemos englobar un amplio universo que va desde los musicales utilizados como reclamo turístico hasta operaciones comerciales con caras conocidas de la televisión, o el teatro institucional pasando por lo que fue el teatro alternativo de los años 60, o el teatro comercial de guardarropía hasta la personificación de la precariedad laboral en un microteatro que, más allá de sus calidades artísticas, visibiliza una búsqueda para sobrevivir y también un teatro independiente con vocación pública. Si a este panorama sumamos el descenso de las ayudas públicas y la esclavitud de carteleras tan absorbentes como las de Madrid y Barcelona, nos encontraremos con la imposibilidad de mantener un teatro estable y comprometido con lo artístico cuando el panorama teatral cuenta en estos momentos con una excelente generación de autores y dramaturgos.
A continuación tomó la palabra María López que, aunque posee formación en dirección de escena, sostuvo su discurso desde la experiencia en la gerencia y la producción, pero eso no pudo evitar toda una declaración de principios: El teatro es pura emoción, un arte complejo en el que prima la dificultad de conseguir una buena obra, que suele ser fruto de una coincidencia que siempre precisa de un público receptivo, porque para que triunfe una obra de teatro es imprescindible que se perciba en el momento de su estreno, para el teatro no hay una segunda oportunidad, y es precisamente en el camino de la prueba – error donde se encuentra el acierto del teatro. El teatro que también es un lugar, y en eso incidía en las palabras de Anós, donde la gente puede saciar la necesidad de encuentro, de compartir los nutrientes para el intelecto. Por eso el teatro debe conmocionar y, aunque sea en pequeñas dosis, eso se puede encontrar más fácilmente en el teatro antes que en cualquier otro espectáculo. En cualquier caso, si existe actividad teatral el momento de encontrar una gran conmoción siempre llega, por lo tanto el problema del teatro nada tiene que ver con la creatividad, sino con el aparato institucional. Sin embargo, continúa López, ese problema ya es histórico desde que en la dictadura poco podía existir fuera de la caspa institucional, un abandono que provoca cierta discontinuidad en las propuestas y, por lo tanto, se imposibilita cimentar las carreras de unos actores que necesitan continuidad en su trabajo para alcanzar grandes cimas artísticas. López aprecia en el microteatro como una nueva experiencia creativa que tal vez pueda saciar cierto voyerismo por parte del espectador, pero la falta de cobertura social termina por reducirlo a una evidencia de la precariedad laboral del sector.
Pero también recordó López la posibilidad de que el público de teatro lo sea desde una posición conservadora que rechace nuevas propuestas de actores, dramaturgos o directores si esta no viene avalada por una referencia clara que los identifique, y por lo tanto la dificultad radique en la imposibilidad de sacar al espectador de su zona de confort, esa que le lleva a atender el reclamo de caras televisivas con un buen enganche comercial.
Otra causa de la crisis que no se lleva a la tumba al teatro es, para López es la indolencia institucional de un Ministerio de Cultura con un bajo presupuesto que también se ha trasladado a las administraciones autonómicas provocando un enorme desequilibrio al albur del vaivén del político de turno y de su interés por el teatro, además de encontrarnos con una actividad muy centralizada en Madrid y Barcelona porque son ciudades que permiten un alto grado de visibilidad, imposible de alcanzar en otras plazas, y que terminan ejerciendo de reclamo para jóvenes creativos.
El dramaturgo Miguel Ángel Mañas cerró las intervenciones desde la mesa lanzando preguntas a la concurrencia, ¿Miguel Ángel Mañas debería pensar como autor o como espectador? ¿Sus obras deberían responder a la demanda del espectador? ¿Qué elegir, un tema para reflexionar o un simple transcurrir de acciones? ¿Qué es mejor, olvidar el proceso creativo o primar el resultado? ¿Es necesario educar al espectador? ¿Nos salvará de la crisis los rostros conocidos o los buenos espectáculos? Y aunque Mañas abrió su discurso a otro tipo de oraciones, ya ven, yo prefiero seguir glosando su intervención consruyendo preguntas, porque las preguntas siempre son la clave para ponernos andar en busca de respuestas ¿La construcción de Centros Cívicos democratiza la escena teatral o son espacios sin alma relacionados con la especulación inmobiliaria? ¿Ante el estado calamitoso de la profesión por qué no se sale a la calle a protestar? ¿Qué tipo de sociedad alucina porque los del teatro quieren vivir de su profesión? ¿El teatro está cadáver? Llegados a este punto ya no puedo parar con las interrogantes, así que continuemos ¿El teatro es encuentro social? ¿Si coincidimos en que se va poco al teatro… será que no interesa? ¿Debemos empeñarnos en un teatro serio y comprometido o dejamos que las caras de la televisión vendan sus libros en el ambigú después de cada representación?
Cuando se abrió el turno de participación al público presente, tomó la palabra Esteban Villarocha, director del Teatro Arbolé que, atendiendo a mi memoria, lanzó un interesante mensaje. Para Villarocha el problema de la posible muerte del teatro se anclaba a comienzos de los años ochenta cuando el teatro alternativo, que por entonces era muy potente, cayó en los cantos de sirena de la recién desembarcada socialdemocracia y olvidó su discurso político para transitar el camino del recuros económico generador de beneficios, un modelo que fue viento en popa durante los años de bonanza hasta que, recordó Villarocha, esa cierta comodidad debilitó a la profesión que se vio sobrepasada por los vaivenes de la actual crisis. Este argumento me recordó eso que tantas veces me dice mi peluquero sobre como la socialdemocracia en el poder se dedicó a adormilar, por no hablar de desmantelar, todo el movimiento social, ciudadano y de barrio hasta que de nuevo la crisis que nos azota sirvió de catarsis para intentar reconstruir lo perdido pero esta vez desde una posición de debilidad a la que nunca se tendría que haber llegado.
Esteban Villarocha declaró con pasión que la solución estaba en volver a los orígenes del teatro independiente con una actividad artística marcada por lo político como eje vertebrador. Entonces recordé una entrevista que había escuchado en Radiocable a Alberto Sanjuan como integrante del Teatro del Barrio de Madrid, así que buscando en su página web me gustaría terminar esta pieza extrayendo algunas ideas que, me atrevo a afirmar, encajan perfectamente con el pensamiento expresado por Villarocha y enlazan con algunas ideas lanzadas desde la mesa en cuanto a concebir el teatro  como un lugar de encuentro y asamblea:
“La voluntad con la que abrimos el Teatro del Barrio es abiertamente política: participar en el movimiento ciudadano que ya está construyendo otra forma de convivir. Este teatro nace del hambre de realidad. La realidad tiene siempre algo maravilloso: por terrible que sea, puede ser transformada. Si se conoce. Y esta es la vocación del proyecto: saber qué está pasando aquí, por qué no nos gusta y por qué queremos cambiarlo. Este teatro pretende ser una asamblea permanente donde mirar juntos el mundo, para, juntos, imaginar otro donde la buena vida sea posible. Nuestros medios para hacer política son la cultura y la fiesta.
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La Programación Teatral estable está marcada por el humor político y musical. En diversos espectáculos se habla de nuestra historia pasada y presente.
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El Teatro del Barrio no va ser lugar para partidos políticos ni estructura institucional ninguna. Sí para los movimientos sociales. Toda iniciativa ciudadana que luche por los derechos de las personas tendrá aquí lugar.
¿Por qué la fiesta? El sistema nos golpea con miseria, fealdad, depresión. Queremos responder con belleza, con alegría. Una revolución sin sentido del humor seguramente está condenada a traicionarse a sí misma, y en cualquier caso, es un coñazo. La fase de desarrollo actual del capitalismo, llamada crisis (como se podría llamar guerra contra el ser humano), esta expulsando miles y miles de personas fuera del sistema, arrojándolos al vacío. Existe la posibilidad de encontrarnos en el vacío unos con otros, después de tanto tiempo, decidir juntos al fin como queremos vivir y hacer una fiesta para celebrar que ya hemos empezado.”
Como le pasó a la Cenicienta, yo también tenía mi tiempo tasado, por eso, cuando tuve que regresar a la cocina de mi casa, el público que había asistido a la charla seguía aportando ideas y reflexiones que lamentablemente ya no pude recoger.
 

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