Sira Quiroga, una vida de esperanza y un tiempo entre costuras
“El tiempo entre costuras” es un musical de beon
Entertainment inspirado en la novela homónima de María Dueñas que, estrenado en
el Teatro Principal de Zaragoza, nos cuenta la historia de Sira, una modista que
abandona Madrid en los prolegómenos de la guerra civil para vivir una vida que
nunca había imaginado, y tal vez por eso decide coser los retales de su vida
para confeccionar el traje a medida de una mujer que avanza pese a las
dificultades, vence al desengaño, y olvida los tonos más oscuros del marco
histórico que acoge a una acción dramática representada en una interesante escenografía
que comenzó un poco dubitativa, pero poco a poco fue ganando en presencia. La
construcción de la dramaturgia es un gran reto por lo que significa traducir el
lenguaje literario al teatral, y que en este caso se divide claramente entre
las soluciones musicales y discursivas: Mientras las canciones originales empujan
con solvencia la acción y la música instrumental arropa el discurso narrativo,
este último, que solo tienen sentido se alimenta la tensión entre palabra y acción,
pierde energía cuando voces ajenas a Sira toman el mando y relatan desengaños y
aventuras; se diluye entre la gran calidad de todas las interpretaciones
musicales, a las que siguen algunos registros mucho más discretos en los
diálogos; se esconde en el momento clave de Sira al borde del fracaso, donde
todo se solventa con un par de frases, hasta que de repente vuelve la acción vertiginosa
con la simple y eficaz escenografía de un tren.
Estos desequilibrios se compensan con escenas muy potentes
en las que música, discurso y acción se complementan, como en la irrupción del
humor que se contrapone al drama gracias a las refrescantes actuaciones de los
nuevos amigos de Sira que le dan un tantarantán a la narración, los
sentimientos de unos y otros se relacionan con intensidad y me atrapan, y sin
embargo la pincelada más importante para entender el musical llega al final del
espectáculo cuando Sira Quiroga rompe la cuarta pared y confiesa que todo lo
sucedido en las dos horas anteriores tan solo sea un recuerdo, un vestido
confeccionado con los retales que la vida te pone ahí, que el relato de su vida
es el cuento que ella ha decidido contar y así, aunque la década europea y
española entre 1935 y 1945 fue de las más oscuras de la historia, en el
recuerdo de Sira brilla la lucha por el amor , y todas las dificultades
tamizadas por el filtro que colorea un tiempo que la historia desvela negro y
gris.
El Madrid de antes de la guerra tan solo es un pincelada sin
precisión pero que anuncia terrores suficientes como para que Sira huya del
país, su destino y un mal consejo la llevan hasta el Protectorado de Marruecos,
ese último sueño imperial con el que los gobernantes españoles quería enjuagar la
debacle colonial de finales del siglo XIX mediante la implantación en 1912 de
un tratado Hispano-Francés que se repartían el sultanato de Marruecos en forma
de sendos protectorados. La categoría jurídica del protectorado se define
cuando una potencia extranjera, sin imponer una forma de gobierno, se limita a
ejercer una tutela política y económica sobre un territorio. El protectorado de
Marruecos es de gran importancia en la historia de España porque los oficiales
que estuvieron al mando en la Guerra de Marruecos fueron los mismos que
organizaron la sublevación que desembocó en la guerra civil. Sin embargo muchos
de los civiles españoles que vivían en aquellas tierras se encontraban, en
palabras de Jordi Busqué, “funcionarios, médicos, maestros de escuela, dueños
de pensiones, sastres, barberos, tenderos y buscadores de fortuna. Además, años
más tarde se sumarían las personas que buscaban una vía de escape de las
penalidades dela España de la posguerra.”
En la función aparece otro personaje histórico que, para
desengrasar el drama con unas gotitas de humor, se le define en un tono muy
ligero y a modo de chascarrillo como el “cuñadísimo” apelativo que se ganó Ramón
Serrano Suñer porque estaba casado con una hermana de Carmen Polo, esposa de
Franco, pero el tono amable en el que se nos presenta no debería hacernos
olvidar que fue el segundo hombre más poderoso de la dictadura.
La carrera política de Ramón Serrano Suñer empezó a tener
relevancia cuando José Antonio Primo de Rivera lo designó, junto a Raimundo
Fernández Cuesta y antes de morir fusilado el 20 de noviembre de 1936, como
albacea de su testamento y de esa manera tuvieron un papel muy importante en la
unificación de la Falange.
La muerte de Primo de Rivera descabezaba el liderazgo de la
Falange y permitía la opción de utilizar su partido como un mecanismo de
movilización política de la población civil. Franco decretó que las milicias falangistas
bajo las órdenes de la autoridad militar y así, todo combatiente quedaba
subordinado a la acción del Generalísimo. Era su movimiento para comenzar la
controlar los centros autónomos de poder. Pero a este movimiento táctico le
faltaba la pata política, mediante un movimiento de masas que fuera el
mecanismo de identificación con sus aliados fascistas y nazis. A finales de
1936 todas las fuerzas políticas que apoyaban la sublevación asumían el mando
supremo de Franco pero faltaba concentrar todavía más su poder en su persona
mediante, al modo del fascismo italiano, con un partido de corte nacional.
Ramón Serrano Suñer fue el personaje clave para la creación
ideológica de ese modelo que se materializaría la idea final de Franco de crear
un régimen de partido único y el plan era unificar la Comunión Tradicionalista
Carlista con la Falange y sus ambiciones totalitarias que, tras la muerte de
Primo de Rivera, andaba revuelta por el enfrentamiento de diferentes líderes
para alcanzar el poder del partido que culminó en una reyerta con dos muertos,
lo que aprovechó Serrano Suñer para elaborar un decreto de unificación en una
sola entidad política nacional que se llamaría Falange Española Tradicionalista
de las JONS, un enlace entre la sociedad y el estado dotado de la
espiritualidad católica de los requetés integrada en la fuerza nueva del
fascismo. Monárquicos y otras fuerzas de la derecha se quedaron fuera mientras,
falangistas disidentes como Manuel Hedilla, fueron condenados a muerte por
adhesión a la rebelión, resistencia al cumplimiento del decreto y finalmente
indultado.
Serrano Suñer fue hasta seis veces destacando su labro como
ministro de Interior y de Asuntos Exteriores desde donde inició una política de
aproximación de Alemania e Italia pero, la hegemonía del Eje flaqueaba y Franco
comprendió que un ministro pro-nazi con los Aliados cada vez más fuertes no era
lo más oportuno, así que el cuñadísimo se quedó desenfocado de la política,
apartado por el régimen y volvió a ejercer de abogado, a podía compliar con el
final de la II Guerra Mundial a favor de los aliados precisaba de un nuevo
enfoque que dejó desenfocado al cuñadísimo de Franco cuyo recuerdo también ha
perdurado gracias al romance extramatrimonial que mantuvo con Sonsoles de
Icaza, musa de Balenciaga, mujer del marqués de Llanzol y dicen que la española
más elegante de la época.
El mensaje que Sira termina por lanzarnos desde el escenario
es esencial: Da igual las peripecias por las que pase nuestra vida y el marco
histórico que las contiene porque lo realmente importante para nosotros, para
nuestra memoria y recuerdo será la confección que seamos capaces de realizar
con esos retales. Quizás por eso es tan importante que el final de la función
sea un hecho colectivo que va más allá de la peripecia personal, que la
selección y la tonalidad de los recuerdos sean la tabla de salvación para que
el mundo negro y gris no consiga vencernos y así, cuando todo parece
convertirse en un cuento, el elenco unido por las manos lanzó la nota más aguda
para terminar la función en todo lo alto.
Etiquetas: crítica, crítica teatro, el tiempo entre costuras, María Dueñas, reseña, reseña teatro, teatro principal
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