Los mundos de Amelia
Los mundos de Amelia: El círculo de las emociones
La gentrificación es un proceso de renovación que transforma los centros urbanos sustituyendo viviendas por apartamentos turísticos y centros comerciales que cambian las condiciones sociales, económicas y culturales para favorecer la llegada de personas con un estatus económico superior, mientras las clases medias y populares se desplazan a zonas periféricas de la ciudad. "Los mundos de Amelia" es un cuento que se apunta a este concepto de la Geografía Humana para sustituir al lobo y sus soplidos, por una heredera sin corazón que vende un edificio de viviendas al mejor postor, deja a sus habitantes en la calle y obtiene un suculento beneficio.
El texto de Francisco Fraguas utiliza cuatro personajes cinematográficos de la factoría Disney como protagonistas de un cuento con una estructura clásica de narración. Elsa, Bella, Quasimodo y Aladdin ponen su personalidad al servicio de la peripecia, de manera que la novedosa relación entre ellos permite acercarse de manera natural al resto del universo Disney para que las canciones y personajes que todos conocemos formen parte del engranaje que hace avanzar la historia.
La presentación de los buenos del cuento se hace con
canciones por todo lo alto. Alicia Gaison es una Elsa apasionada por el frío
que se muestra tan serena como el azul de su vestido y turbulenta como el vuelo
de su capa, una princesa sonriente detrás de unas gafas que siempre alcanza las
notas más altas de las canciones. Sara Sanroman es una Bella amarrada a un
libro, una joven elegante que acumula conocimientos para organizar una mudanza,
un club de lectura o un coro a tres voces en el que llevar la batuta mientras la
delicadeza de sus cuerdas vocales acaricia las notas del pentagrama. Rubén
Remacha es un Quasimodo con el talento del artista que brinca por las paredes, es
el bailarín en la fiesta o el rompecorazones con caidita en los ojos para
anunciar a un barítono que añora las gárgolas de una catedral. Manuel
López-Vigo es un ingenioso Aladdin, avispado cuando llegan los problemas, tiene
la inteligencia de quien siempre busca una solución ingeniosa y nunca sabes muy
bien que está pensando detrás de esa mirada de pícaro saltimbanqui que nos
apela entre canciones y bailes.
El conflicto del cuento se sitúa entre los buenos que quieren seguir en sus casas y La Nati, sobrina y heredera de Amelia, que solo piensa en sacar un inmediato y suculento beneficio económico. Yolanda Blanco hace el mayor y más gustoso de los viajes de esta función, el que va de la malhumorada ejecutiva sin tiempo pa'ná hasta transformar la seria geometría de su vestido verde en un alegre estallido de colores combinados sin ton ni son, y que tan bien nos habla del acertado diseño de vestuario para todo el elenco. El trabajo de Yolanda Blanco, que a veces consiste en observar a sus compañeros cantar y bailar, o flotar en las ensoñadoras vueltas de un vals, me recordó las palabras de Mariano Barroso: La melodía de las buenas historias audiovisuales siempre se encuentran en las miradas. Las miradas que Blanco regala a su personaje tienen la virtud de anticipar que cueste lo que cueste, todo va a salir bien, que La Nati de niñez olvidada, de notas fuera de tono y un vaivén oceánico de caderas, más pronto que tarde va a formar parte de ese universo donde lo normal es que la vida transcurra entre canciones y bailes para un gran festín, buscar lo más vital o disfrutar en las aguas más profundas del mar.
El desenlace llega después de que nuestros protagonistas se
enfrenten a esos obstáculos tan necesarios para tensar la función y que las
emociones entren en una montaña rusa donde la comicidad se combina con alegría,
tristeza y decepción. A lo largo de toda la historia se aglutinan elementos
propios de una buena historia infantil: Continuidad y rapidez en la acción, utilización
de canciones como elemento de repetición para favorecer la comprensión y hacer
avanzar la historia y, en cuanto la peripecia deja un hueco, introducir un giro
de humor o el pellizco de la ironía para que la sonrisa brote y la carcajada
estalle. La dirección de Mario Ronsano maneja con buen pulso todo este material
narrativo y consigue que los personajes llenen de vida el escenario con sus
sentimientos y actitudes para que brillen en los elementos musicales como en el
vértigo de algunos diálogo, y en la pausa justa que deja un silencio flotando
en el aire.
La escenografía está diseñada con la sobriedad que dicta la eficacia mediante un telón multicolor y un pequeño atrezo que disponen el espacio para que el proscenio sea musical, la zona central narrativa y más atrás, en el escotillón donde los cuerpos parecen evaporarse, un mundo para cantar a capela "Recuérdame" de la película Coco, y dejarme al borde de las lágrimas, justo antes de la eclosión final que cierra el cuento y el círculo de las emociones.
Ficha Técnia Los mundos de Amelia
Producción: Factory Producciones. Texto: Francisco Fraguas. Dirección: Mario Ronsano. Reparto: Yolanda Blanco, Manuel López, Sara Sanromán, Alicia Gascón y Rubén Remacha. Escenografía: Rubén Valero. Iluminación: José Antonio Royo. Vestuario. Alfonso López. Coreografía. Alicia Gasión. Entrenador vocal. Rodrigo Ramos. Diseño gráfico. Rubén Valero. Voces en off. Vicky Tafalla / Jaime Ocaña / Yolanda Blanco. Producción ejecutiva. José Antonio Royo.
31 de noviembre de 2020. Teatro del Mercado.
Etiquetas: Alicia Gascón, critica teatro, Factory Producciones, Francisco Fraguas, Manuel López, Mario Ronsano, Rubén Remacha, Sara Sanromán, Teatro del Mercado, Yolanda Blanco
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