Hilo musical para una piscifactoria de Juan Luís Saldaña
Juan Luís Saldaña es como de la familia porque en casa lo
solíamos ver en un programa de la tele de esos que te miran a los ojos y te
hablan de tú a tú. Era un programa donde se podía reflexionar sobre el cierre
del McDonalds de la Plaza de España de Zaragoza como el lugar donde (a vueltas
con un poema de Manuel Vilas) se estaba amasando la revolución mientras los neo
socialdemócratas de tercera vía hacíamos el ridículo utilizando el verbo
maridar para relacionar la botella de vino del supermercado del barrio con un
par de torreznos. Sin embargo, como nos recuerda el autor, siempre hubo quien
detectó que la sociedad del bienestar no le daba ningún bienestar y buscó otros
solecitos a los que arrimarse. En cualquier caso la tele me convirtió en chico
Saldaña, un frontman de la tele y el pop que siempre pone el careto y que me
mostró como en el camino de la elegancia se encuentra en el nudo de una corbata
made in Bere Casillas, desde entonces nada es igual.
“Hilo musical para una piscifactoría” es la primera novela
de Juan Luís Saldaña después de un tiempo de poesía y relatos. El título puede
sorprender porque la memoria de un pez está muy limitada en el tiempo y la
música que acompañe su vida no le va a servir para incrementar su productividad
subacuática. Pero cuando algunos peces abandonaron
las aguas para empezar el viaje evolutivo todo cambio, y nuestros recuerdos se
acostumbraron a ocupar un espacio de memoria etiquetado por la felicidad, por
eso los metemos en bolsas de plástico que paseamos de aquí para allá hasta que
una ráfaga de cierzo las avienta de nuestras manos para convertirse en
capitanas, entonces las perseguimos con la ansiedad de quien busca revivir
aquellas sensaciones placenteras y olvidar por un momento la realidad. Y ese es
precisamente el objetivo de la banda que protagoniza este relato que, a modo de
thriller de motocarro, transcurre por la geografía zaragozana que limita al este
con Rausan, al oeste con el museo Pablo Gargallo, al norte con la cafetería
Cibeles y al sur con las espléndidas playas de Zaragoza.
La Cibeles es una de esas cafeterías que tienen el brillo
dorado de la década de los setenta cuando lo abrupto de la decoración era
sinónimo de Chic Chic Chic y discomusic con espejos en las paredes y taburetes
forrados de escay.
“La cala del Encantado es la playa más bonita de Zaragoza”, un
lugar que visito con frecuencia al trote cochinero de una carrera que termina
en los acantilados de los pinares de Venecia, allí me detengo a escuchar el
estruendo del mar y en días claros, cuando la calima es solo un sueño, puedo
ver al aire sulfuroso de Utrillas.
Rausan es la frontera entre la ciudad y el desierto, entre
nómadas y urbanitas, un terreno para camioneros, autobuses y charlatanes donde
puedes “repostar, comer, dormir y celebrar una boda.”
Kiki de Montparnase, musa de los artistas parisinos de
entreguerras, ahora vive en el Museo Pablo Gargallo de Zaragoza para
recordarnos que nacer provinciana solo es fruto del azar y que una fuerte
personalidad puede influir en tu entorno hasta convertirse en el icono de un
barrio que le prestó su apellido y objeto de deseo.
“Hilo musical para una piscifactoría” se mueve en un espacio
muy determinado que algunos percibirán como una jaula, sin embargo, dentro de
ese espacio todos luchan por mantener una normalidad que no es tan normal. Los
protagonistas del relato avanzan hacia la conclusión de su aventura a través de
puertas abiertas cuando otras se cierran. Es la eterna lucha entre cada
elección vital y el discurrir del tiempo, un tiempo que se nos escapa de las
manos cuando menos te lo esperas: Puedes vivir en una piscifactoría, volar como
una bolsa de plástico o jugar a la petanca. El camino que nos lleva hacia el
bien o hacia el mal está ahí, o tal vez la vida solo sea una mezcla determinada
por el miedo donde la felicidad es un estado pasajero. Lo importante, como reza
la contraportada del libro, es trazar un plan para sentirse vivo. Y tú, querido
lector, ¿ya has trazado los planos de la felicidad o tan solo caminas por la
paya más bonita de tu ciudad? En cualquier caso ten en cuenta que la banda sonora no puede ser lo más imporante ni para una piscifactoria, ni tal vez para la vida.
Etiquetas: Juan Luís Saldaña, reseña, reseña libro
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