Virtualización y algunos impactos reales
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Recensión sobre un texto de Pablo Wong-González titulado: “Globalización y virtualización de la
economía: impactos territoriales”[i]
Introducción
Aunque globalización es la primera palabra en el título del
texto de Wong, el propósito final del mismo es “examinar el fenómeno de
creciente virtualización de la economía y sus posibles implicaciones
territoriales y en la gestión del desarrollo regional.”
Con esta declaración de principios es fácil intuir que
globalización y virtualidad ocupan dos lugares distintos en el discurso de Wong
que, como tendremos ocasión de comprobar, se centra en como la virtualización
ha terminado por modificar el significado de conceptos como sistemas
productivos, financieros y sociales para rebasar, y al mismo tiempo profundizar,
su alcance global.
Wong afirma que “el uso de las nuevas tecnologías de la
información y el espacio cibernético” es el actor principal de este proceso de
transformación que han incidido de
manera notable en la relación entre economía y territorio hasta centrar el
debate en la deslocalización de las actividades económicas. Y lo hace anunciando
que los planteamientos de su trabajo se condensan en cuatro aspectos
territoriales del desarrollo:
a)
Relación espacio-tiempo.
b)
Noción de región y regionalización.
c)
Rol y organización del Estado-Nación.
d)
Gestión del desarrollo regional.
Precisamente porque Wong no se detiene en el concepto
“globalización” sea imprescindible comenzar por ahí, porque la virtualidad a la
que nos invita a viajar el autor es imposible sin una globalización previa que,
en palabras de Sampedro [2002:59]
Es el nombre dado a la más moderna, avanzada y amplia forma
de mercado mundial. El sistema en el que se ha liberalizado al máximo la
circulación de flujos financieros y monetarios; con ciertas limitaciones y
controles también en los movimientos de mercancías y, más restringidamente aún,
los desplazamientos de los trabajadores.
Globalización y virtualización comparten el uso de las
nuevas tecnologías de la información que, y en eso es indiscutible, han
modificado los planteamientos que rigen las relaciones económicas. A lo largo
de este texto intentaré poner el contrapunto a la aséptica mirada de Wong, y
focalizar la atención en como la globalización y la virtualización, más allá de
un nuevo modo de concebir la economía son, fundamentalmente, un instrumento que
esconde una ideología política cuya utilidad esencial es legitimar el poder del
dinero frente a una ciudadanía que pierde fuelle democrático frente al quehacer
de sus representantes en las instituciones políticas del Estado. En ese
sentido, frente a la virtualización supeditada en exclusiva a un liberalismo
económico globalizado, la tarea central de la política del siglo XXI, consiste
según Dieterich [1997:12]
En la creación de un nuevo proyecto histórico y de un
movimiento mundial que reanude la lucha con la ley del valor capitalista a
nivel mundial, desde una perspectiva del humanismo y la sociedad.
De la globalización a la virtualidad de la economía
Wong parte de una idea básica tomada de Pierre Levy: Lo
virtual no es opuesto a lo real porque, según Quéan “lo virtual no trata de
sustituir lo real, sino de representarlo de una mejor manera.” Para esta
“revolución copernicana” es imprescindible, según Castells, un nuevo sistema de
comunicación que construya una virtualidad real. Este nuevo escenario virtual,
aplicado al campo de la economía, conduce, en palabras de Sussen “a una nueva
geografía del poder en el mundo” además de a una jurisdicción territorial que
se anula por el desarrollo de un espacio electrónico compuesto por “las nuevas
telecomunicaciones y redes informáticas que han reconfigurado los procesos de
gobernabilidad y responsabilidad de los Estados modernos.”
Wong olvida que una de las constantes del pensamiento a lo
largo de la historia han sido las relaciones entre lo real y lo virtual. Platón
ya defendía que los simples mortales sólo éramos capaces de vislumbrar los
reflejos de la realidad y así, engañados por nuestros sentidos, somos incapaces
de vivir una realidad real. Wong, en eso se parece a Platón, porque para él la
virtualización no viene para sustituir a la realidad, tan sólo aspira a
representarla mejor.
El resultado inmediato de esa representación virtual genera
“una nueva geografía del poder en el mundo”, una consecuencia que, lejos de la
virtualidad, tiene efectos muy concretos y tangibles en la vida real como nos
recuerda Sampedro [2002:70] “la abisal desigualdad entre la minoría
globalizadora y la multitud dependiente /…/ muestra una agravación progresiva
de la desigualdad.”
El binomio globalización-virtualización enmarcado en los
avances técnicos refleja un alto grado de complejidad y, especialmente en el
campo de la economía, “significa la integración global de la producción, el
comercio, la financiación, la organización de la información y la tecnología.”
Una nueva concepción que lleva a la economía global a “funcionar como una
unidad en tiempo real y a escala planetaria.” El resultado inmediato es
“disolver la geografía económica histórica”. Un proceso, afirma Beck, “que crea
vínculos y espacios transnacionales, revaloriza culturas locales y trae a un
primer plano terceras culturas.” Este planteamiento, según Wong, provoca
algunas consideraciones positivas y otras negativas que van desde “el paraíso
de un mundo sin fronteras, hasta la bestia del Apocalipsis con riendas fuertemente
centralizadas” y recuerda que tal vez las generalizaciones no son posibles y
los impactos puedan ser muy diferentes entre “países, ramas de producción,
segmentos de capital, tamaño de las empresas o regiones.”
Creo que es una buena idea olvidar el consejo de Wong en
cuanto a la bondad de generalizar sobre la virtualización económica y
acercarnos a las palabras de Dieterich [1997:8] para tener presente algunas
reflexiones que Wong ha obviado en su análisis
La arquitectura de la sociedad global no es determinada por
los pueblos del mundo, sino por los banqueros y empresas transnacionales y los
amos políticos de las metrópolis, cuyos procesos de decisión se realizan detrás
de las espaldas de los afectados
Dieterich se refiere a la élites, un concepto que Wong está
a punto de utilizar y que es parte sustancial del déficit del proyecto
virtualizador porque, y regresamos a Dieterich [1997:11]
No hay un proyecto concebido con la audacia emancipadora y consistencia lógica necesaria para
canalizar las energías de transformación a nivel global hacia un mismo
objetivo: una sociedad más democrática y más justa.
La virtualización de la economía, subraya Wong, se produce
en “los sectores vanguardistas de la informática, las finanzas, comunicaciones,
turismo y servicios corporativos especializados” y de entre todos estos, parece
unánime considerar al “sector financiero” como la actividad más representativa
de la virtualización que está conduciendo a una reducción del Estado como
“aparato regulador del sector privado” porque “la extensión de la economía más
allá del territorio del Estado tiene tanto que ver con el tamaño de las magnitudes, como de la
velocidad de las transacciones posibilitada por las nuevas tecnologías” Un
motivo para comprender el conflicto y la batalla por el control de las
“autopistas electrónicas” por las que el dinero circula con la misma rapidez
que lo hace la información, y es en esa fusión entre comunicación y finanzas la
que incita el control de las redes y la importancia de Internet. Y, prosigue Wong
“este proceso de virtualización está transformando las nociones clásicas de
mercado y trabajo” que “están ocasionando un desplazamiento del millones de
puestos de trabajo de las fábricas y oficinas /…/ al hogar.” O en palabras de
Davidow y Malone:
La corporación virtual vinculará, bajo una visión cohesiva de
la empresa, todas las formas diversas de innovación (aprovisionamiento justo a
tiempo, equipos de trabajo, manufactura flexible, ingeniería reutilizable,
facultad participativa del obrero, racionalización organizacional, diseño
computerizado, calidad total, clientelización en masa, entre otras). En tal
sentido, los autores señalan que el reto que impone esta revolución corporativa
significa que las empresas que deseen mantener sus niveles de competitividad
deberán alcanzar rápidamente la supremacía en la información y en el esquema de
interrelaciones (horizontales y verticales). Para ellos es imprescindible la
reestructuración de todo el sistema: Investigación y desarrollo, manufactura,
comercialización, ventas, distribución, servicios, sistemas de información y
finanzas.
Wong nos acerca de este modo el concepto de corporación
virtual es visto como la respuesta estructural de una empresa que cambia tanto
su localización física, como los puestos de trabajo y el reparto del tiempo en
una nueva distribución espacio-temporal que afecta a todo el colectivo en
cuanto a “la especialización, la flexibilidad, la adaptabilidad, la oportunidad
y la optimización de costos de la empresa.” Una estructura que permita
localizaciones múltiples compartiendo espacios electrónicos, equipamientos que,
en términos de localización y poder, permitan centralizar al personal altamente
cualificado en unidades dispersas de la organización. Esta élite que es capaz
de manipular la estructura espacial de la corporación virtual divide el
conocimiento para complementar las divisiones del trabajo ya existente.
Ya les anuncié que la mirada de Wong no iba más allá de las
élites, de los que actúan desde “los sectores vanguardistas” y especialmente en
el “sector financiero”. Wong, pasa de largo por la “reducción del Estado” al
que me dedicaré ampliamente en el próximo apartado y, para catalogar como la
virtualización afecta al mercado de trabajo se retrata con un melancólico
“están ocasionando un desplazamiento de millones de puestos de trabajo de las
fábricas y oficinas… al hogar” La virtualización y la fibra óptica les haya
llevado el trabajo hasta casa, sin embargo es bueno recordar lo que Chomsky
[1997:36] escribe en cuanto a la globalización de la producción “que ha
ofrecido a los empresarios el provocador prospecto de hacer retroceder las
victorias de los derechos humanos conquistadas por la gente trabajadora.”
Los motivos de esta situación tienen un calado más profundo,
por eso vuelvo a la afirmación de Wong en la que afirma que el papel de la virtualización
se ha producido especialmente en el sector financiero, un factor determinante porque
según Chomsky [1997:37]
Antes desde que el sistema fuera desmantelado por Richard
Nixon, alrededor del 90% del capital en intercambios internacionales era para
inversión y comercio, el 10% para
especulación. Alrededor de 1990, esos números se habían invertido. /…/ En 1978
cuando los efectos ya estaban a la vista, el premio Nobel en Economía, James
Tobin, sugirió que deberían constituirse impuestos para desacelerar los flujos
especulativos, que llevarían al mundo hacía una economía de escaso crecimiento,
bajos salarios y altas ganancias.
Globalización, virtualización y refundación del Estado-Nación
Wong nos ha mostrado como la virtualización de la economía
permite “una mayor autonomía y descentralización” y “la transnacionalización de
las regiones.” Una doble vertiente que debilita el poder y la legitimidad del
Estado-Nación gracias a la desnacionalización y desplazamiento de elementos
estatales hacía otras instituciones que unas veces son supra-nacionales, y
otras veces son los mercados globales del capital. Esta deriva llega hasta tal
punto que “La globalización ha derrumbado/…/ la idea de vivir y actuar en los
espacios cerrados y delimitados por los Estados” que, no deberíamos olvidar,
son las herramientas que permiten una organización-administración de la
actividad humana y económica y que sin embargo, afirma Wong, “se han convertido
en una unidad artificial y disfuncional” abocadas a reducirse al papel mediador
entre los “mercados externos y la población local, erosionando con ello los
fundamentos sociales del ejercicio de su poder y la lealtad de sus ciudadanos”
En síntesis, puede decirse quela profundización del proceso
descrito no significa que el Estado-Nación se convierta en un agente “nulo” o
que tienda a su desaparición; más bien se presenta un cambio en el papel que
juega en el sistema económico, mermando su participación como productor directo
y realzándose como elemento de soporte de las gestiones e iniciativas de los
agentes y gobernanza económicos.
En la síntesis de Wong aunque no elimina definitivamente el
papel del Estado, deja clara su tibieza esa vez con respecto a la pérdida de
potestad del mismo. Sin embargo, como son recuerda Sampedro [1989:61-62], no podemos
dejar en manos del mercado su autorregulación, porque “tiende a producir lo que
conviene a los intereses dominantes, en vez de satisfacer las necesidades
sociales” La máxima de este pensamiento quedo reflejada, en la anécdota que
cuenta Sampedro [1989:62] cuando
“Charles Wilson, alto ejecutivo de la General Motors, que,
cuando fue nombrado secretario de guerra norteamericano por el presidente
Eisenhower, afirmó «que es bueno para la General Motors, es bueno para EE.UU» Como tantos poderosos, Wilson pensaba que su empresa era
su país, o quizá que el país era como su propia finca. Pero son cosas muy
distintas
Sin embargo la gobernación de un país y, por lo tanto, la
participación del Estado en las decisiones estratégicas se han visto deformadas
en los últimos lustros por lo que Morata [33-34] denomina “Gobernanza
Multi-Nivel” un concepto
Íntimamente conectado con las transformaciones del
Estado-Nación y con la pérdida de soberanía reflejada en la crisis de los
paradigmas tradicionales asociados a éste. /…/ El poder económico de las
grandes empresas transnacionales y de los operadores financieros globales
supera ampliamente el poder individual de la mayoría de los Estados.
Este nuevo tipo de relaciones se caracteriza en una pérdida
efectiva de la soberanía de los ciudadanos y, por lo tanto, en un deterioro de
las calidades democráticas de los Estados que, sometidos a injerencias y
presiones de los poderes económicos globales y, como nos recuerda Morata
[2011:35] nos lleva a “políticas de contención del gasto público adoptadas por
la mayoría de los países europeos /…/ que son reveladoras del alcance de las
presiones ejercidas por los operadores financieros globales.” Una vez asumido
que la mayor parte de las decisiones que deberían tomar los Estados se toman al
margen de los mismos, es inevitable lamentarse por la falta de voluntad
política para garantizar el tratamiento de los graves problemas a nivel mundial
que, pese a esa magnitud aparentemente tan alejada de la ciudadanía, afectan de
manera tan directa como, y vuelvo a Morata [2011:35] “la regulación de las
transacciones financieras, los paraísos fiscales o el cambio climático”
Todo este panorama que se dibuja entre la acción económica y
política termina por reflejarse en el ámbito social y cultura que, como ya
hemos comprobado, nada tiene de virtual y está anclado en una terca realidad
que, según Morata [2011:35] “ponen de manifiesto los límites del Estado-Nación
y del modelo de regulación tradicional, jerárquico y centralizado, como
expresión de dominación sobre un territorio.” O en palabras de Dieterich
[1997:148] que, ante la minimización del papel de Estado en mitad de la
vorágine de la virtualización económica, nos recuerda que, frente a una
concepción del hombre esencialmente egoísta y egocéntrico que se determina por
estímulos de castigo y gratificación, el Estado “es el agente civilizador que
impide la guerra civil” un Estado de derecho que sea “la reconciliación entre
el poder absoluto y el derecho individual”
Virtualidad y territorio
La virtualización de la economía, afirma Wong, ha propiciado
transformaciones espacio-territoriales en procesos de deslocalización de una
colectividad en la que se produce una “desconexión del espacio físico
geográfico y de la temporalidad del calendario ordinario.”, así la economía
muta al hombre para convertirlo al mismo tiempo “en portador de objetos nómadas
y, él mismo, en nómada objeto”
La utilización del lenguaje que hace Wong llega a una de sus
cumbres cuando utiliza el término “deslocalización” y lo contextualiza con el
concepto “hombre”, ni siquiera con el trabajador, el obrero o la más moderna
denominación de colaborador, no, ni siquiera eso, para Wong la deslocalización
convierte al hombre en “nómada objeto. Y este es uno de los momentos claves de
la virtualización, que ya apuntó Dietreric, cuando nos enfrentamos a la
paradoja de que, más allá de las élites, nos encontramos con la realidad de los
procesos productivos que han traído una virtualización dual y profundamente
injusta: Aquella que permite que los capitales circulen libremente por las
autopistas de la información mientras los hombres se ven atrapados en los procesos
de deslocalización que busca una bajada de costes especialmente laborales y
energéticos, cuyo resultado inmediato es el incremento de la desigualdad en el
reparto de la riqueza y, mientras las élites virtualizan las operaciones
financieras ¿lo recuerdan? desplazados de las oficinas a su hogar gracias al
avance de las tecnologías de la información, el resto de la población sufre
desplazamientos reales en lo geográfico por la inmigración o sociales por la
exclusión de los canales de progreso económico. En palabras de Ignacio Ramonet[ii]
«La globalización es una lucha frontal del mercado contra la
sociedad, lo privado contra lo público, lo individual contra lo social» y, al
tiempo, «un fenómeno más bien financiero que económico» derivado de que «lo que
más se compra y se vende en el mundo no es el petróleo ni cualquier otra
mercancía, sino dinero». Concretamente, «2.000 millardos de dólares al día»,
que circulan, «día y noche, como el viento, a la velocidad de la luz, por las
autopistas de la información», un capital que genera beneficios astronómicos
derivados de «la especulación» con las diferencias de cambio. «Por eso se
desindustrializa el mundo», aseguró Ramonet, y, por eso, «jamás ha habido tal
masa de personas que abandonan sus países para dirigirse a otros» ni tantas
naciones «que viven de las remesas».
Pero en este punto es imprescindible detenerse porque, como
nos recuerda Ignacio Escolar[iii]
en boca de Serge Othon Weil, uno de los personajes de la obra teatral de
Yasmina Reza titulada En el trineo de Schopenhauer:
Te voy a contar un secreto, me pongo muy contento cuando me
entero de una deslocalización. Personas que se morían de hambre en el Tercer
Mundo van a tener trabajo, van a empezar a integrarse en un sistema económico.
¿Por qué debería ser menos solidario con los desgraciados de la India o
Bangladesh que se mueren de hambre que con el tío que cobrará indemnizaciones
aquí? Es el futuro del mundo lo que está en juego, la paz, la prosperidad.
Esta visión abre una nueva vía de debate que Escolar resume
así:
Pero no está tan claro que la única manera de industrializar
a los países pobres sea así, al estilo de Bangladesh: cumpliendo con todos los
pasos de explotación laboral que tuvimos durante el siglo XIX en la revolución
industrial y sin que ese proceso se pueda acelerar, a través de la presión de
los propios consumidores y de la diplomacia de los países prósperos que pongan
freno al trabajo infantil y a las condiciones infrahumanas de algunas fábricas.
También es cuestionable que las indeseadas consecuencias de
la globalización no se puedan paliar: que el aumento de la desigualdad en el
primer mundo y la pérdida de poder adquisitivo de las clases trabajadores sean
algo inevitable; que la precariedad que provoca la globalización en los países
desarrollados no se pueda compensar por medio de políticas redistributivas que
eviten dejar al obrero deslocalizado en la miseria y (al menos en España, donde
esto también se recorta) sin posibilidades de reciclaje laboral ni educación.
Llegados a este punto del debate sería interesante
reflexionar sobre el papel de la política, seguramente el único factor capaz de
modular todos estos factores económicos para que el progreso económico y el
bienestar social sean cuestiones que entren en la agenda de una aldea global en
la que, a fuerza de la despolitización y ante el empuje de los poderes
económicos, aumentan las desigualdades como recoge el informe publicado por
Intermón Oxfam[iv] y del
que extraigo algunos datos reveladores:
Dada la magnitud del incremento de la concentración de la
riqueza, la monopolización de oportunidades y la inequidad en la representación
política suponen una tendencia grave y preocupante. Por ejemplo: Casi la mitad
de la riqueza mundial está en manos de sólo el 1% de la población. La riqueza
del 1% de la población más rica del mundo asciende a 110 billones de dólares,
una cifra 65 veces mayor que el total de la riqueza que posee la mitad
más pobre de la población mundial. La mitad más pobre de la población mundial
posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo. Siete de cada
diez personas viven en países donde la desigualdad económica ha aumentado en
los últimos 30 años. El 1% más rico de la población ha visto cómo se
incrementaba su participación en la renta entre 1980 y 2012 en 24 de los 26
países de los que tenemos datos Esta masiva concentración de los recursos
económicos en manos de unos pocos supone una gran amenaza para los sistemas
políticos y económicos inclusivos. El poder económico y político está separando
cada vez más a las personas, en lugar de hacer que avancen juntas, de modo que
es inevitable que se intensifiquen las tensiones sociales y aumente el riesgo
de ruptura social.
Wong incorpora a su discurso, exclusivamente financiero, dos
nuevos conceptos para esta sociedad postcapitalista del conocimiento, la
globalización y los avances tecnológicos: 1) La vuelta al tribalismo y 2) el espacio de flujos:
1. “la vuelta al tribalismo” a través de un nuevo mantra que
deja atrás el tradicional “pensar globalmente, actuar localmente” para
invertirlo en “pensar localmente, actuar globalmente” Nociones que dejan
obsoleta la herencia de la Ilustración que se sustentaba en la geografía y en
la historia de múltiples espacios en los que se sustentaba toda actividad
humana.
Comenzaré por la estética y, aunque lo recomiende Wong,
volver al tribalismo no parece un paso muy apetitoso. Andreu Segura[v]
nos recuerda que la frase “Pensar globalmente, actuar localmente” es una
“divisa del movimiento ecologista y utilizada también en el ámbito de la salud
pública, particularmente en la lucha contra el sida, es una de las aportaciones
de René Dobos”, una elocuente expresión de cómo con pequeñas aportaciones de
cada uno de nosotros a escala local, será posible ejercitar un cambio global,
es un canto a la corresponsabilidad de todos. La propuesta de Wong sin embargo
es mucho más pobre y, de nuevo, dirigida a la élites, ¿quién tiene la capacidad
de tomar una decisión pensada en el ámbito local con capacidad para influir
globalmente?
2. La virtualización “libera al binomio espacio-tiempo de
sus trivialidades realistas” y lo reemplaza por “el espacio de flujos”. De tal
manera que, en la anulación del espacio por el tiempo, la distancia ligada a la
longitud pierde peso frente a “la noción de distancia asociada al tiempo y la
velocidad en que se alcanzan esos territorios.” Las empresas, como consecuencia
de estas tendencias
Operan con criterios globales de localización con estructuras
más descentralizadas, fragmentan las fases de sus procesos productivos en
diferentes países, seleccionando la ubicación de ésta dependiendo
principalmente del tipo de calificación de fuerza de trabajo y nos niveles
tecnológicos requeridos. En el nivel de expresión territorial, ello ha dado
lugar al surgimiento de nuevos espacios industriales en el mundo.
La geografía de los nuevos espacios industriales genera,
según Wong, un intenso debate que hace notar que las tendencias de dispersión
geográfica o de concentración no pueden ser generalizables; éstas varían de un
sector productivo a otro, además de que “el fenómeno de la virtualidad aparece
acompañado constantemente a los procesos territoriales ya que “estos lugares
virtuales no son necesariamente coherentes, en el sentido de que no obligatoriamente
tienen que corresponder a la idea intuitiva que se tiene de un lugar real” y,
por lo tanto “las comunidades virtuales van a trastocar las nociones de
vecindad tradicionales, dando lugar a vecindarios simbólicos y virtuales que
irán sustituyendo cada vez más a los geográficos reales, basados en la
proximidad física.” Es decir
Puede decirse que en la actual era de la electrónica, de
información, de redes y espacios de flujos, la contigüidad geográfica no es
condición fundamental para la consecución de las actividades económicas y de la
vida social.
Fréderic Neyrat [2012:38], — a propósito del libro de David
Harvey Spaces of global capitalism — recuerda
lo que Wong olvida sobre la eliminación del espacio por el tiempo, y subraya la
existencia de una geografía radical, porque “el capitalismo necesita en primer
lugar de un espacio para promover su actividad depredadora” y, enfrentado a la
idealizada virtualización del espacio defendida por Wong, recuerda que en la
práctica eso supone “la destrucción del espacio desde la perspectiva de la
producción espacial”
Pero profundicemos en esta diferencia de criterios. De
manera intuitiva parece evidente que el espacio es una barrera entre la
producción y el mercado, sin embargo Neyrat [2012:39] nos aconseja que no perdamos
de vista como el capitalismo, pese a todo, necesita producir espacio y, en la
nueva organización global podríamos hablar de la destrucción de un espacio
tradicional para producir un nuevo espacio que, efectivamente, nos llevaría
directamente al espacio virtual que Wong define como “espacio de flujos” pero
la pelota vuelve a Neyrat [2012:40] que nos sitúa ante una contradicción
fundamental: La continuidad de flujos exige “configuraciones espaciales fijas”.
Es decir nos encontramos ante infraestructuras sociales y físicas fijas (en
gran medida inamovibles) y, por otra parte el espacio de flujos pero, según
Neyrat [2012:41]
Esta dualidad no resulta seguramente válida /…/ y es que el
modo de producción de un espacio abocado a la desaparición conforma ese
espacio como algo ya destruido. /.../ Lo cual puede formularse así: el
capitalismo produce espacio sin producir lugares, o también: el capitalismo
produce no-lugares al producir espacios programados para la producción. /…/ El
capital tiene como simple objetivo fijar un tiempo en un espacio que ya no
cuenta para nada – y todo está ya preparado para su próxima desarticulación.”
Un espacio abocado a la deslocalización como la única meta
posible para este tipo de economía de máxima rentabilidad financiera, es un
proyecto con muy pocas posibilidades de crear “lugares.” Por lo tanto, existen
nuevos espacios que surgen gracias a la virtualización.
La noción virtual de ciudad, región y corredores
Wong afirma que “las grandes ciudades parecen haber
adquirido un papel estratégico dentro de las transformaciones funcionales y
espaciales surgidas en la economía global y la era de la información” Wong
relaciona este nuevo rol como un punto clave para “las actividades financieras”,
“en la punta de lanza de la nueva economía, habiendo reemplazado a la industria
como sector económico dominante.” Con todos estos factores la ciudad global,
más que un aspecto puramente geográfico, está relacionada con el mercado único,
son ciudades que poco tienen que ver con “una lógica de continuidad
territorial” sino más bien unos ejes para “los flujos de mercancías, personas,
capitales e información.”
Wong nos recuerda la definición que Boisier aplica al
concepto de región virtual: como “el resultado de una relación contractual
entre dos o más regiones pivotales o bien, asociativas, para alcanzar ciertos
objetivos de corto y mediano plazo.” En esta nueva noción “la contigüidad
geográfica no es condición indispensable para lograr la conformación regional,
sin embargo hay tres requisitos que el autor considera indispensables:
Flexibilidad en los aspectos normativos que permitan asociaciones
territoriales, elasticidad y colapsabilidad en sus condiciones estructurales
que les permita adaptarse al nuevo entorno.
Wong también pone sobre la mesa unos nuevos procesos
regionales que se pueden calificar de “virtuales” cuyas característica
principal es modificar la competencia interregional por una gestión del
desarrollo para mejorar “su posición competitiva en un mercado cada vez más
globalizado” Una gestión que va más allá de las fronteras y, por lo tanto,
impulsan construcciones de infraestructuras que potencien estas nuevas regiones
transnacionales que, terminan por producir “corredores económicos y
comerciales” que a su vez, después de “atravesar los límites físicos,
políticos, sociales y económicos y administrativos tradicionales” son
considerados como nuevas regiones definidas por una infraestructura física,
comercial, tecnológica, profesional y con vínculos sociales y políticos bien
definida a lo largo del todo el corredor.
El autor concede una gran importancia a las ciudades pero,
más allá del nuevo diseño espacial me parece muy importante la confesión de
asignarles un papel estratégico dentro de las actividades de nueva economía
financiera que ha reemplazado a la industria como motor de desarrollo. En ese
sentido creo que es oportuno traer las palabras de John Ralston, autor de El colapso de la globalización y la reinvención del mundo
(2012, RBA), en una entrevista a cargo de Joseba Elola[vi]
P: usted que el dinero no es real y que nos hemos
convertido en sus esclavos. Habla de que vivimos en una economía ficticia. Y
dice que en los años setenta el comercio era seis veces el valor de los bienes
y que en 1995 era 50 veces más. ¿Cuántas veces más lo es ahora?
R: Nadie lo sabe, pero debe de estar alrededor de
150. Lo más vergonzoso es que los números no están disponibles, o al menos yo
no he podido encontrarlos.
R: La ironía es que la globalización ha conducido
a lo opuesto de lo que prometía. Prometió competencia, y ha causado el regreso
a los oligopolios; prometió renovación del capitalismo, y ha supuesto la vuelta
al mercantilismo /…/ Prometió crecimiento, no tenemos crecimiento; prometió
empleo, no tenemos empleo… y así se puede seguir con la lista. Nada de lo
prometido ha ocurrido. Dijeron que con el keynesianismo se imprimía mucho
dinero; que había que controlar el dinero en circulación y que eso haría funcionar
la economía. El hecho es que todo este periodo ha llevado a la mayor expansión
en la cantidad de dinero en la historia del mundo, hemos visto cientos de
ejemplos de nuevos tipos de dinero: las tarjetas de crédito, los bonos basura,
los derivados… Todo eso es imprimir dinero, pura inflación de la cantidad de
dinero. El argumento capitalista era que el dinero era lo que engrasaba la
maquinaria. Pero llegado un momento dijeron: el dinero es real, por eso es
bueno tener a gente trabajando en el sector financiero. ¿Las fusiones y grandes
adquisiciones de empresas?: eso es imprimir dinero. Cada vez que una compañía
compra otra y se endeuda en, digamos, 700.000 dólares, eso quiere decir que se
acaban de imprimir 700.000 dólares, acaban de crear 700.000 dólares que antes
no existían. Nunca tuvimos tanto dinero circulando en el mundo y tan mal
repartido. Y por eso cuando ocurre la crisis, la gente que es parte de esa
lunática inflación dice: hay que salvar a los bancos.
Wong, desde el punto de vista estrictamente geográfico desestima completamente a la ciudad como ente
geográfico y solo la contempla como el escenario imprescindible para que fluyan
los elementos de la nueva economía virtual. Es una posición que también podemos
ampliar a marcos geográficos más extensos como la región o mancomunidad de
regiones una visión que me parece muy estrecha porque, mucho más allá de la
ventaja de que este tipo de conglomerados geográficos se puedan constituir sin
una contigüidad física, las obsesiones economistas de Wong le llevan a olvidar
que el territorio es mucho más que una cuenta de resultados. Sus palabras me
han recordado a esos que al paso de un río solo pueden cubicar los hectómetros de
agua para venderlos en el mercado. Este tipo de observadores son incapaces de
relacionar territorio con cultura y una forma de vida integral que incorpore,
además de una geografía física reconocible, sostenible y respetable con el
entorno, valores y soluciones que incorporen al desarrollo a todos los ámbitos
sociales que, lejos de la virtualidad, ocupan espacios como el “terruño” y
“hogar” Si perdemos en la perspectiva que nos proporcionan la piel y el latido
del corazón caeremos, y vuelvo a la entrevista de Joseba Elola a John Ralston,
en
“la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe:
economistas, directivos, consultores y propagandistas, es decir, periodistas de
economía: “Difundieron la idea de que el comercio libre, la globalización y la
búsqueda del crecimiento eran el único camino a la prosperidad”, manifiesta.
El ensayista canadiense carga contra la llamada generación
del informe. Sostiene que el mundo está en manos de economistas y empresarios
de capacidades muy limitadas y que en muchos casos son “analfabetos
funcionales”. Gente que solo contempla el corto plazo.
Epílogo y coda final
Para terminar me gustaría volver a las primeras palabras de
Wong que, a modo de introducción cita a Pierre Levy: “La virtualización
reinventa una cultura nómada /…/ creando un entorno de interacciones sociales
donde las relaciones se reconfiguran con un mínimo de inercia” Esa nueva
cultura nómada parece un territorio propicio para la exploración histórica. Una
aventura que con el paso de los años se hace imprescindible porque, como nos
recuerda John Ralston, dentro de todo este nuevo laberinto de globalización y
virtualidad, concede a los historiadores un papel muy importante
Los historiadores económicos son los intelectuales; los
macroeconómicos son los semiintelectuales que dieron forma a las ideas, y luego
están las abejas trabajadoras, que trabajan en lo micro, que no piensan y solo
hacen números. Se eliminó a los historiadores porque, una vez que tienes la
verdad, no quieres que el pasado sea examinado. Promocionaron a los
semiintelectuales a los altares. Y elevaron a los que solo hacen número
Uno de los retos para los historiadores del siglo XXI está
ahí: Adentrarse en los mecanismos que
produjeron, a mediados de los años noventa del siglo pasado, la simbiosis
necesaria entre liberalización de los mercados, privatizaciones,
desregulaciones y toda clase de corruptelas políticas para caer hipnotizados, y
termino con Ralston, por “la religión neoliberal que adoraba el mercado
global.”
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Pero alguien que veía las cosas con aquella lucidez, me dije
inmediatamente, no podía perder el tiempo encontrar una historia como la del
taxista, por total que resultase. Yo estaba obligado a contar la historia del
mundo, es decir, la historia de mi calle, pues comprendí en ese instante que mi
calle era una imitación, un trasunto, una copia, quizá una metáfora del mundo.
Intuí también que debería emplear, para sacarla adelante, un método de la
familia de la escritura ciega, que era, paradójicamente, la escritura de Luz.
Durante aquellos instantes
comprendí también que la suciedad y la antipatía del taxista no estaban
colocadas en el mundo contra mí y porque no estaban en el mundo contra mi yo podía
observarlas desde aquella distancia clínica en la que me había instalado. De
esta revelación deduje que tampoco el mundo estaba mal hecho en contra mía. Quizá
ni siquiera estaba mal hecho. El mundo era como era y había en él pulgas,
chinches, ratas; había en él dolor y daño, desde luego, pero no se trataba de
un dolor ni de un daño puestos ahí para amargarme, no, ni siquiera era correcto
decir que había pulgas, chinches, ratas, dolor y daño como si fueran partes de
una totalidad. Lo que había era una lógica de la que se desprendían, entre
otras cosas, las chinches y las ratas, una lógica de la que me desprendía yo y el
conductor del taxi…
Juan José Millas. “El
mundo”
Bibliografía
Chomsky, Noam. “Democracia y Mercados en el Nuevo Orden
Mundial” La aldea global. Txalaparta:
Nafarroa, 1997.
Dieterich, Heinz. “Globalización, educación y democracia” La aldea global. Txalaparta: Nafarroa,
1997.
Morata, Frances. “Los restos de la gobernanza local en el
siglo XXI” Gobernanza Global Multi-Nivel
y Multi-Actor. Prensas Universitarias de Zaragoza: Zaragoza, 2011.
Neyrat, Fréderic. “Geocrítica del capitalismo”. Pensar desde la izquierda. Mapa del
pensamiento crítico para un tiempo de crisis. Errata nature: Madrid, 2012.
Sampedro, José Luís. El mercado y la globalización. Destino:
Barcelona, 2002.
Sampedro, José Luís. Nosotros y el mercado. Penthalon:
Madrid, 1989.
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