Infierno, de Microteatro Zaragoza
Infierno es el lugar donde los pecadores son eternamente castigados después
de la muerte, sin embargo, en el Infierno de Microteatro Zaragoza los demonios
y los ángeles caídos están todavía muy vivos.
La Antigua Fábrica
de Chocolates Zorraquino de Zaragoza será, hasta primeros de marzo, la puerta
del Infierno. Un vestíbulo donde el mal se traduce en cuatro monólogos
paritarios: Dos mujeres, dos hombres y un silencioso y sumiso sirviente. Cinco
personajes exentos de misericordia y sentido de la justicia. El orden lo
encontramos en las horas de un reloj y la localización topográfica es una nave
de dimensiones fabriles en la que el calor infernal es sustituido por la gélida
sensación de la inquietud. En realidad no nos encontramos en el Infierno sino en
el preámbulo que nos espera antes de morir, en esa ceguera tan humana de
creernos inmortales y con el derecho a colmar todos nuestros macabros deseos
sin temer a las acciones que la justicia divina repartirá al fin de los
tiempos.
Ellas enlutadas tras el maquillaje blanco y el pavor inscrito en ojos
desorbitados por un gesto más allá de este mundo. Voces que no son de aquí.
Ellos mucho más terrenales y tal vez por eso más inquietantes. Piel desnuda
para el joven exitoso, ávido por la globalización del mal y tan seguro de sus
posibilidades como esos tiburones de las finanzas que solo atisban sus propias
satisfacciones. Labios y lengua diseñados para el placer. El veterano trafica
con la velocidad psicotrópica de su mente, frases aceleradas, pensamiento desorbitado,
dudas aparentes, soluciones rápidas, no hay tiempo para pensar, la música tensa
el ambiente, te golpea, ritmo inflexible y la huida siempre hacia delante, como
ese dedo que descerraja una bala para anunciar el silencio. Tres segundos de
majestuoso silencio para demostrar que tan difícil es gestionar el huracán como
la calma. Santiago Meléndez también es silencio en medio del vértigo
controlado, la ansiedad que va de sus palabras hasta el estómago, esa extraña
conexión entre la ficción y los miedos. Meléndez en carne viva, cada gesto,
cada sonido y esa mirada que uno no sabe hasta donde va. Por eso no me creo el
final de su monólogo, porque su personaje nos ha llevado a la deriva que no
casa con una solución tan monolíticamente institucional. El final de ese hombre
es la desorientación, la eterna lucha para sobrevivir al pasado que crece y
crece en horror. No hay calma ni para él ni para nosotros. Su final es tal vez
un descampado, una bala, el agua de una alcantarilla, un final que, al menos,
nos deje un resquicio para calmar nuestra conciencia. La maldad de los más
poderosos tiene otros matices y una pléyade de esbirros para los trabajos
sucios.
Los actores de Microteatro Zaragoza nos muestran que no hay necesidad de
fuego porque el infierno son los otros, si querido lector, usted y yo.
INFIERNO: por Microteatro Zaragoza. En la antigua
Fábrica de Chocolates Zorraquino, calle Lourdes 5-7 de Zaragoza. Reservas en el
622 431 121 y en microteatrozgz@gmail.com. Hasta el 5
de marzo.
Publicado en el nº 132 de www.elpollourbano.net
Publicado en el nº 132 de www.elpollourbano.net
Etiquetas: microteatrozaragoza, reseña, Santiago Meléndez, teatro
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home