La Morada abre sus puertas en la sala El Extintor
Día de Todos los Santos. La ciudad pasaba el día
de difuntos azotada por la resaca de la noche anterior. Noche de niños y
disfraz baratillo. Esqueletos pintarrajeados en telas de la China, brujas pirujas en
busca de su escoba y la certidumbre de que el terror se ha adueñado de nuestro
tiempo. Paseaba por Zaragoza cuando en la calle Armas, a la altura del número
20, escuché un grito desgarrador. Me detuve para dejar que los latidos del
corazón volvieran a su rutina. No lo logré porque un chirrido metálico amenazó el
poco valor que me quedaba. Aunque estaba asustado logré girarme poco a poco. Era
una persiana metálica y me invitó a
pasar. Más allá del alumbrado público todo era tinieblas, y sin embargo, un extraño
influjo me llevó hasta el interior de aquel viejo caserón. Sentí frío y la
intensa sensación de que estaba a punto de entrar en uno de esos rincones
escondidos a la vista implacable de los demás, hasta
que la ligera brisa del destino, los hacen brotar. Santiago
Meléndez ha destilado la desazón de las calles para escribir un disparadero que
sacrifica el altar de un escenario y se hace carne bajo la luz de las neo
candilejas: Haces de led blancos y los ojos en par en par de todos los
espectadores. No había lugar a la duda. Estaba en el las tripas de La Morada y noté como el miedo
se adueñaba de mis sentidos.
En La
Morada sobreviven, aunque no sabemos hasta cuando, los restos
del Alacrán, de la debacle social y moral que se cierne al
ritmo demoledor de cuando creemos avanzar y solo retrocedemos. Scorpio es una
criatura atornillada por el sufrimiento y la tenue luz que sus recuerdos se
vierten por una voz acompasada y al ritmo, incomprensible para nosotros, del
lívido insaciable y fatal. Salamandra plastificó su vida de horror con frases
que hieren la culpa inocente de ser invisible ante los demás, y entonces
llegó un Ángel de Luz aferrado al texto como única vía de escape y su respiración entrecortada penetró en mi estómago hasta restregar las tripas.
Una leve pausa para llegar al pie de las largas trenzas y ojos abiertos de Luna. Vómito de mocos al compás de una canción infantil silabeada con ritmo fúnebre de miseria y hambre. Ayer lo viví. El desasosiego presente a cada paso y el matiz de un
gesto, la mirada desquiciada que trae recuerdos, esperanza o la certidumbre de
un futuro lleno de terror. El milagro del respetuoso silencio mientras el
tiempo pasa y ellos, los dueños de La
Morada, siguen dando vueltas al ritmo terrible del tiempo que
se presenta en forma de justicia, aunque algunos pusilánimes la llamaran
venganza, y nosotros, los espectadores de teatro, legitimamos con nuestro
aplauso.
La Morada es el cuarto montaje de la compañía Microteatro
Zaragoza que además estrenan espacio en El Extintor, una sala todavía en
construcción para teatro de emergencia y emergente. Un lugar ideal para
representar esta obra de teatro que, en palabras de Santiago Meléndez, conecta
con el auténtico terror actual de la realidad social.
"¡ ARRGGHHH ! (La Morada)...te sentirás helado...."El Extintor", Calle las Armas, 20Del 31 de noviembre hasta el 9 de Diciembre.Viernes y sábados a las 22Domingos a las 20 h.PRECIO: 7 EurosRESERVAS EN EL 622 431 121 |
Etiquetas: El Extintor, microteatrozaragoza, reseña teatro, Santiago Meléndez
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