La curvatura de la córnea

26 marzo 2011

Reig & Vilas: Un par de españoles

El jueves 24 de marzo se presentó en el Forum de la Fnac de Zaragoza “Todo está perdonado” la última novela de Rafael Reig. Manuel Vilas ejerció de anfitrión, amigo y consorte. El poeta apareció con el estilo inconfundible de la versión Zeta de Johnny Cash. La sorpresa estuvo en el careto de Rafael Reig, su parecido con el humorista Javier Cansado me dejó boquiabierto. Una semejanza que no se aprecia en la foto que ilustra su artículo en el suplemento cultural del diario ABC. Pero lo mejor llegó cuando Reig comenzó a hablar y su voz me llevó a un bar de Madrid la que entré de zagal cogidito de la mano de mi padre. Calamares fritos que los tengo más baratos al final de la barra caballero. Anduve colgado en aquellos recuerdos de alfombras de servilletas de papel y cabezas de gamba, y por eso no enteré muy bien de la modalidad que habían elegido los autores para prepara la presentación: Hace dos minutos tomando una cerveza, o tomando una cerveza cada dos minutos. Las risas, la buena conversación y la complicidad entre ambos apuntaban hacía la segunda opción.
Manuel Vilas tomó la palabra y agradeció a Rafael Reig que hubiera escrito una que la novela que mostraba una visión crítica de la España que va desde la guerra civil hasta nuestros días, y que paliaba la actual falta de acercamiento entre la literatura y la sociedad. Porque una de las misiones de la novela, afirmó, es reflejar el mundo que nos toca vivir, analizar la política y la vida. “Todo está perdonado” nos cuenta la “Inmaculada Transición” y lo hace con brillantes ejercicios de creación de lenguaje que son productos prodigiosos de la imaginación y la metaforización. Una novela política en el mejor sentido de la palabra, dónde lo ideológico es relevante porque descubre como son las nuevas alienaciones de la vida que vivimos. Pero también, cambió de tercio el poeta, es literatura en forma de novela policíaca, sin olvidar que una parte fundamental de la novela comienza con una cita de Marx: “La crítica de la religión es la premisa de toda crítica” Aplicar este pensamiento a la particular teología de España nos llevaría a afirmar que, sin criticar a la Iglesia no podemos comprender la realidad que tenemos delante.
A Vilas le duele España, afirmó Reig antes de contarnos que “a Unamuno le dolía España porque padecía de fimosis. ¿Y Vilas…?” La pregunta inconclusa flotó en el ambiente y dejó en mi mente otra interrogación ¿Sufrirá Manuel Vilas de fimosis? El poeta tomó el envite por el lado patriótico y contestó “No nos queda otros cojones que ser escritores españoles.”
El novelista regresó a su libro. “Todo está perdonado” es como Buñuel. El típico ateo educado religiosamente, y la religión es la elección básica, junto a la masturbación que puede sustituirla.
Cuando Manuel Vilas preguntó por el engranaje policiaco del libro, Rafael Reig contestó que lo había sacado de un tuper de la nevera y explicó que hay dos tipos de cocineros. El primero compra todos los ingredientes que necesita – incluyendo especias exóticas como el cúrcuma o un decilitro de alguna chorrada -. Rafael Reig pertenece a la escuela de cocina que abre la nevera y combina los ingredientes que encuentra. En este caso, envueltos en papel de plata, fueron tres: Emoción, rencor y un poco de nostalgia. Los descongeló en el micro ondas y con ellos cocinó “Todo esta perdido” El protagonista del guiso es un detective que nació por la convicción del autor de que lo que nos cuentan no es verdad, por eso necesitamos un personaje con integridad moral, que no tenga nada que perder y vea el mundo desde una visión insólita. Ve lo mismo que nosotros pero de un modo distinto.
Manuel Vilas reveló que aunque Rafael Reig no tiene ningún interés por el fútbol, la novela contiene paisajes narrativos de gran ritmo futbolístico con descripciones minuciosas de algunas jugadas de la Eurocopa del 2008.
El fútbol es la eucaristía, contestó Reig. La presencia real. La ostia y el vino. El cuerpo y la sangre de Cristo. La democracia en la que vivimos, prosiguió, es una eucaristía sin presencia real, liturgia vacía donde no pasa nada. Como ocurre en la prensa donde tampoco pasa nada porque las corrupciones y otras correas no interesan. Sin embargo, los periódicos deportivos como el Marca y el As se leen con emoción, con presencia real. Una realidad que Rafael Reig ve “de una manera muy tonta. Mi mirada no es la realidad” Entonces explicó se que había hecho novelista porque si no se le ocurría nada se lo inventaba todo “y ya está”. Una invención que solo es válida si el lector, además de reírse, siente que escribir es muy fácil, aunque la elaboración haya hecho sufrir al autor. Escribo, afirmó Reig, para que la gente sea feliz.
Y quizás por eso, Manuel Vilas puso el foco en las elevadas dosis de humor de la novela. Situaciones hilarantes como el reparto a domicilio de ostias consagradas, su comercialización en Tetra Brick, y los problemas que conlleva la conservación, envasado y caducidad de un producto como el Cuerpo de Cristo.
Rafael Reig señaló que toda esta mezcla de géneros en las páginas de “Todo está perdonado” obedece al síndrome de la tía del pueblo. Esa entrañable señora que te sienta a la mesa y te pone de todo: Lentejas de primero, cocido de segundo, gambas para picar entre platos y arroz con leche para el postre. A los personajes de esta novela, continúo, les ocurre como a todos los mortales, cada uno se subleva de una manera diferente ante el poder que siempre es parecido y, como los corchos, siempre sale a flote. Y yo, confesó, siempre he sentido que no flotaba porque era un niño gordo, de mayor soy calvo y como todos ustedes, tampoco estoy contento con mi suerte. Todos sabemos que la felicidad es hacer felices a otros. La salvación es el amor. El amor certifica que existen otras personas más allá de nosotros.
Fue entonces cuando vibró la alarma de mi móvil. Yo también tenía que ir más allá de aquella deliciosa, inteligente y nutritiva presentación, concretamente me tenía que ir al turno de noche. La realidad implacable del calendario laboral me impidió preguntar al novelista sobre un artículo que publicó hace unas semanas en el que afirmaba: “El que cuenta, tanto da en una novela como en el bar de la esquina, siempre quiere conseguir algo de quien escucha: que les des la razón, que le compadezcas, que actúes o que le invites a las copas” Me hubiera gustado saber en cual de esos supuestos se sitúa Rafael Reig, pero a mi me gusta pensar que el autor de “Todo está perdonado” estaría encantado con cambiar sus historias por una copa de vino, una caña bien tirada o cualquier licor espiritual con el que levantar el ánimo y gritar ¡Viva España y mi tía del pueblo!




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La foto la he tomado prestada de una entrada del blog de Rafael Reig con el título:

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