Eclectical Dance
Apología del eclecticismo
El programa de mano de ‘Eclectical
Dance’ subraya que una de las intenciones del espectáculo es buscar la
sensación de juego. Los conceptos ‘juego’ y ‘teatro’ son dos caras de la misma moneda que siempre se
ejecutan dentro de unos límites temporales y espaciales determinados, y
mediante reglas aceptadas libremente por quienes los llevan a cabo. Ambos son
un pacto de ficción donde la realidad queda suspendida.
Esta dualidad se produjo cuando
entré al Teatro de las Esquinas para ver la función y el elenco del espectáculo
rompía las fronteras y las reglas del ‘teatro’. Los bailarines recibían al
público en pasillos y butacas en modo ‘juego’. El primer contacto fue apenas
una leve mirada, después una frase de bienvenida y hasta un give me five de
chocar las manos. Cuando ya estaba sentado en la butaca una las bailarinas se
acercó para iniciar una conversación. Le pregunté como se sentía justo antes de
comenzar su trabajo. Sonrió levemente y me confesó con preocupación que no encontraba
su centro de gravedad. En ese momento la luz de sala cambió y cada uno ocupó el
lugar de una representación ortodoxa de teatro. La bailarina avanzó por el
pasillo y penetró en el escenario de la ficción mientras yo me quedaba sentado
al borde de la realidad, ese delicioso lugar desde donde se observa la
construcción de otro mundo bajo los focos.
Una voz en Off nos informó. El
propósito final de la representación era poner su título en valor. A
continuación definió el término ‘Ecléctico’. No recuerdo la literalidad de la
locución pero la idea iba un poco más allá de lo que dice el diccionario cuando
se refiere al eclecticismo como la manera de juzgar una obra desde una postura
intermedia. Una definición que corre el peligro de caer en la trampa de la
equidistancia, esa artimaña que no compromete porque en cualquier conflicto
asigna el mismo peso a cualquiera de las partes, hasta caer en el error de equiparar
víctima y verdugo, opresor y reprimido.
La voz en Off insistía una y otra
vez. El eclecticismo era el concepto central de una función para alimentar una
idea mucho más filosófica y artística con una doble intención. La primera es conciliar
distintas posturas mediante la combinación libre de estilos y así, banda
sonora, coreografía y dramaturgia conforman un catálogo de situaciones que
parten de elementos en aparente enfrentamiento, para terminar conformando
entidades mixtas y al mismo tiempo unitarias. La segunda es construir una
apología del eclecticismo con una sugerente puesta en escena que, desde el
punto de vista formal, utiliza diferentes lenguajes narrativos caracterizados
por la diversidad.
La banda sonora se alimenta de aires
folclóricos de amable perfil, pop tan juvenil como luminoso, delicias sinuosas
del barroco, o la complejidad de guitarras saturadas al ritmo de bits con aliño
de electrónica.
Las coreografías viajan desde la
gestualidad orgánica contemporánea, a los fundamentos clásicos, hasta derivar
en un tiralíneas de escuadra y cartabón al servicio de los latidos de un robot.
La dramaturgia recoge este enorme
catálogo creativo de impulsos para contar pequeñas historias encapsuladas en
cada una de las canciones: La conexión entre un rico, un pobre y un preso, el
encuentro entre la ciencia y la religión, ese devenir de miradas de cuando nos
desnudamos o nos vestimos y como en cualquier caso somos esclavos de las
miradas de los demás, la ruptura dinámica del amor con el drama que enfrenta a
quiere seguir en la brecha y quien solo quiere escapar. Situaciones que siempre
parten de una reflexión personal para encontrar la manera de convertirse en una
experiencia extrovertida, colectiva y comunitaria.
La energía individual de cada uno
de los bailares y su compromiso con el grupo es una de las claves para
conseguir un festival sensoria de enorme valor estético, y sin embargo la
apuesta del conjunto es mucho mayor porque cada de las historias encapsuladas
en canciones conforman un enorme arco dramático.
Todo comienza con la duda que me
confesó la bailarina, ¿lo recuerdas? Ella estaba preocupada porque no
encontraba su ‘Centro de gravedad’. El hits de Franco Battiatto funciona en
modo antagonista en el inicio de la peripecia porque, mientras el protagonismo
se ha centrado en el eclecticismo de posturas divergentes, la letra de la
canción refleja el deseo de encontrar un equilibrio que compense las
fluctuaciones de la vida, un punto de anclaje personal frente a la confusión.
Una posición fija y estática muy alejada del viaje al que nos invita la función
donde las situaciones polarizadas por enfrentamientos tradicionales, siempre alcanzan
un final equilibrado de síntesis. Un encuentro ecléctico y amigable entre
diferentes.
El elenco es capaz de mantener en
pie ese territorio de ficción hasta que llega un momento de crisis, y la banda
sonora se hace eco de una confesión: Mi cuerpo de ficción es una jaula. Los
personajes que ocupan el escenario son conscientes de lo simbólico de la
representación que nos muestran cuando ellos quieren más, quieren romper con las
ataduras de la ficción para invitar al público a un ritual.
El objetivo ahora es volver al
principio de la representación, al mismo espacio donde comenzó el juego con el
público, a ese momento cuando había
desaparecido la línea entre ficción y realidad. Entonces llegó el ritual de las
manos unidas, respiración sincronizada y pronunciar todos a una que todos somos
uno. ¿Te lo imaginas? Un mundo donde más allá de nuestras diferencias encontráramos
un breve momento para que todos fuéramos uno. Si en el lado de la realidad eso
sería un milagro, al cobijo del juego teatral se puede sentir la profunda
emoción de habitar un espacio ideal donde es posible el encuentro entre pieles
diferentes y la misma revelación.
‘Eclectical Dance’
Compañía: Teatro del Temple. Dirección y Espacio escénico:
Carlos Martín. Coreografía: Ana Continente y Carlos Martín. Elenco: Iván
Benedict, Beatriz Cubero, Alberto Espallargas, María Ganzaráin, Mónica Marco,
Alfonso Ortigosa, Nashira Santanatalia. Coordinación: Alfonso Plou. Producción:
María López Insausti. Iluminación: Jordi Font. Vestuario: Ana Sanagustín.
Miércoles 24 de septiembre. Teatro de las Esquinas
Etiquetas: Alberto Espallargas, Alfonso Ortigosa, Ana Continente, Beatriz Cubero, Carlos Martín, critica teatro, el pollo urbano, Iván Benedict, María Ganzaráin, Mónica Marco, Nashira Santanatalia, Teatro del Temple
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