Palabra de bufón
Bufonísimo
El Gobierno de España convocó el año pasado una oposición
para ocupar una única plaza de Bufón Real. Se trataba de recuperar para la
corte de los Borbones a los hombres de placer que durante los siglos XVI y XVII
trabajaron para reyes y cortesanos en los palacios de los Austrias.
Estebanillo de Arguís estaba especialmente emocionado porque
con sus credenciales de hijo, nieto, biznieto y tataranieto de bufones tenía
que pensar la mejor manera de hacerse con esa plaza. Imaginó una escenografía
que fuera tan hermosa como la portada de la catedral de Huesca. Un armatoste plegable
de tres altares para transportarlo con facilidad por todas las plazas del reino.
A la derecha el armario de los trajes para darle colorido a la actuación. En el
centro un arco de media punta con su telón para que cada uno de los personajes
tengan la presencia que merecen. A la izquierda la silla para un músico de ritmo
calladito que tañe la guitarra, y sopla la flauta travesera y el trombón de
varas para conseguir una banda sonora que enriquece y da fuste al espectáculo.
Por aquí y por allá aparecerían las pinturas que Velázquez dedicó a sus
antepasados cuyo único cometido era provocar la risa.
Estebanillo cumple con todos los requisitos que requiere la
Corte. El primero es poseer algún rasgo que te haga absolutamente distinto,
algo nunca visto y fuera de lo común y..., aunque Estebanillo nada tiene de
gigante o enano, no es ni un loco ni un cretino, sin embargo posee el don de la
transformación y en un chasquido de dedos se convierte en un sinfín de
personajes, y cuando ese mundo se queda corto acude al terreno de los
titiriteros y ventrílocuos. El segundo requisito consiste en que el espectáculo
tiene que estar exento de actos violentos y ataques de furia, y eso Estebanillo
lo cumple de rechupete, si acaso algún chisporroteo con el músico ensimismado
que a veces va a la suya en lugar de seguir lo ensayado. El requisito último y principal
consiste en ser gracioso en el gesto y la palabra burlesca. Estebanillo en ese
terreno va sobrado, maneja a la perfección los ademanes que pueden ser solemnes
o zafios, según acompañen la chispa dialéctica del chiste corto y chocarrero o
la verborrea a largo plazo para el sucedido de final ingenioso. Tiene el don
natural para que rostro, talle y mirada anuncien el pellizco de la comedia, se
nota que ha estudiado las letras y sus autores para que todo lo que se dice
tenga el sentido de lo que se quería decir. Huye de la ceremonia grasienta y se
muestra flexible y etéreo, se ríe cuando la platea se ríe, pero también es
capaz de mantener el hieratismo cuando la risa necesita ese puntito de
reflexión. Se aleja del ridículo gesticulante para incorporar el universo de
los payasos de nariz roja y zapatones gigantes; mientras la cháchara, lejos del
Truhan Embaucador, siempre guarda un sentido más profundo que la carcajada.
'Palabra de bufón' es un viaje delicioso que conecta
clásicos como Quevedo y Góngora con los
pasos de un Groucho Marx sin bigote y los chascarrillos de bar. La función
demuestra que Estebanillo está perfectamente preparado para ejercer de hombre
de placer en los corredores y salones de la corte o en el escenario del teatro,
porque la esencia del bufón se parece mucho a esos actores del Siglo de Oro
capaces de representar papeles, danzar y cantar. Actores de los corrales
públicos siempre amenazados por la clausura si se pasaban con cuestiones
morales, quizás por eso Estebanillo ha escrito unas piezas que, al estilo de
los viejos juglares, nos hablan sobre la construcción de un chiste, los límites
del humor y la identidad de la patria. Su monólogo en torno al humor parece una
conferencia de Dario Adanti para afirmar que la recepción de un chiste es un
proceso cerebral que tiene que ver con la inteligencia. Sin una inteligencia
desarrollada, el humor no funciona. Se trata de dar malas noticias envueltas en
la catarsis que produce la risa. Las actuales derivas identitarias se abordan
desde un viaje delirante para poner en solfa los trajes que durante décadas han
revestido una identidad que, a poco que la rasques, se queda corta en esas
hechuras carpetovetónicas, y en esa contradicción es donde se fabrica un desacomplejado
humor de quilates. Muestras muy claras para recordarnos que la libertad del
bufón es la medida de nuestra libertad, y por eso hay que estar atentos a la
antiquísima tradición de quienes alimentan la imagen del cómico embozado en la
capa de los engaños, mientras maldicen su chanza como la señal de la ofensa y
el pecado.
El duque de Medina Sidonia afirmaba en 1543 que los bufones
forman parte de un arte teñido por la dignidad de un oficio que simulaba la
locura para mostrar el ingenio mediante unas reglas y cánones. Sin embargo 'Palabra
de bufón' es mucho más, es un recorrido por las múltiples formas de fabricar
humor, la herramienta perfecta para un
objetivo mayor que viene definido por las palabras de Alfonso Palomares: "Ser
un bufón no es una profesión, es una forma de entender y vivir la vida. Para mí
lo más hermoso de este espectáculo es que nuestro protagonista reflexiona
justamente sobre eso, sobre lo que significa ser bufón, sobre el mundo del
humor y la risa. Palabra de bufón es un homenaje a los cómicos.
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'Palabra de Bufón'
Producción: Lagarto, lagarto. Dramaturgia y dirección de
Javier Trillo y Alfonso Palomares, con música original de David Angulo, y
arreglos de Quique Lera. Reparto: Alfonso Palomares y Javier García (músico).
Escenografía: CIRCOKU / Tere Pérez Bambó. Vestuario: Alicia Preciado
Iluminación: Bucho Cariñena. Vídeo escenario: David Gálvez. Vídeo: La colmena
creativa de Agustín Pardo (actriz protagonista: Minerva Arbués). Coreografía:
Manuel López. Diseño gráfico: Isidro Ferrer. Fotografía: CIRCOKU. Técnico de
escena: Manuel Escosa. Promoción: Estela Rasal. Producción: Maite Berges.
13 de mayo de 2023. Teatro del Mercado
Etiquetas: Alfonso Palomares, Circoku, critica teatro, Javier García, Javier Trillo, Lagarto Lagarto, Teatro del Mercado
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