La curvatura de la córnea

06 mayo 2020

Covid-19 versus Científicos: La guerra que se va a ganar




He buceado en el reportaje que Luis Miguel Ariza publicó en El País Semanal del 3 de mayo para hacer un refrito y un resumen sobre las vías de solución que se siguen en la actualidad en el ámbito de la ciencia para luchar contra el Covid-19. Hombres y mujeres de laboratorios pequeños y habitualmente olvidados que con la alarma sanitaria han saltado a la palestra en dura competición con capitanes a posteriori, virólogos de video vertical y ahora salgo al balcón que te vas a enterar de lo que vale un peine.

Luís Enjuanes, que estudia los coronavirus desde 1985, dirigía una tesis doctoral y cuando surgió la noticia de una neumonía en China. La tesis que, estudiaba un virus que saltó a los humanos desde los dromedarios, habían desarrollado una vacuna que protegía el 100% de los ratones humanizados utilizados en los ensayos, sin embargo la vacuna no interesaba a nadie y no llegaron a desarrollarla en humanos. Esa investigación, y la tecnología obtenida cuando la ciencia sufría la indolencia política y la falta de fondos, se ha convertido en un preciado tesoro para combatir la actual pandemia.

Enjuanes confiesa que cuando comparó el retrato genético del Covid- 19 con un virus parecido que apareció en 2002 pensó que tendría un comportamiento similar: Causar una gran alarma y tener un recorrido de siete meses hasta que en junio de 2003 quedó aislado. Por desgracia el Covid-19 no siguió el mismo camino y la biología del nuevo patógeno nos jugó una mala pasada gracias a que tenía características especiales, personalidad propia y la particularidad de que no se delataba porque era capaz de permanecer oculto durante mucho tiempo. Esa capacidad dificultó las investigaciones y, cuando los científicos todavía trataban de encontrar el origen, el virus ya estaba muy diseminado gracias a que una persona sin síntomas pero infectada tenía la misma facilidad de contagio que otra persona con fiebre y tos. Enjuanes afirma que nunca había visto un comportamiento así en los coronavirus mortales para los hombres.

Los virus sufren un terrible problema existencial porque, aunque su máxima es sobrevivir y por eso necesitan infectar cuanto más mejor, sin embargo si un virus es muy agresivo y consigue una alta tasa de mortalidad, lo cierto es que la muerte del contagiado termina la rueda de propagación y el virus también muere. Pero antes de que eso ocurra la ciencia tiene tres caminos para luchar contra los virus: Antivirales, sueros, ingeniería genética y vacunas.

La primera vía es la utilización de los antivirales para frenar la progresión del virus en los enfermos y nuestra esperanza se deposita en la anticipación de los científicos que dedicaron los escasos recursos de los que disponían para luchar contra patógenos hasta llegar a la Aplidina que, pensada para un tipo de leucemia, se ha probado en cultivos celulares con coronavirus y la reducción del virus es dramática. La virologa Isabel Sola recuerda que entre ambos virus hay una similitud entre un 96% y un 98% en la proteína que necesitan para procrear dentro de las células y la Aplidina es capaz de engancharse a esa proteína y romper la reproducción vírica. Por el momento hay que esperar a los resultados con el Covid-19 para lanzar las campanas al vuelo porque la Aplidina es un fármaco que se podría fabricar en grandes cantidades.

La segunda vía es la de los sueros que consiste en extraer sangre de muchos pacientes afectados y recuperados porque, aunque los sueros no son abundantes, contienen los anticuerpos capaces de enfrentarse al virus. Enjuanes recuerda que fue la técnica usada en la crisis del ébola cuando la sangre que se le extrajo al médico misionero que murió en Madrid ayudó, junto a un antiviral, a recuperarse a la auxiliar de enfermería que se había contagiado en el desarrollo de su trabajo.

La tercera vía camina por la ingeniería genética y el diseño de anticuerpos específicos diseñados en el laboratorio, en este caso en Holanda, donde ya se han impedido la muerte de ratones inoculados con coronavirus muy parecidos al Covid-19. Son unos anticuerpos capaces de deteriorar la forma de corona del virus que es su herramienta de entrada a las células sanas. Si las pruebas en humanos sanos determinan la seguridad de estos anticuerpos, su fabricación también es relativamente fácil de llevar a cabo.

La cuarta vía son las vacunas. Mariano Esteban es un veterano virólogo que pertenece al comité que vigila las muestras del virus de la viruela confinadas en dos laboratorios de seguridad de Estados Unidos y Rusia. La viruela, aunque es el más efectivo de los virus, perdió la batalla gracias al médico español Xavier Balmís que emprendió una campaña mundial de erradicación usando en forma de vacuna el fluido de las pústulas de las manos de las vaqueras que ordeñaban vacas infectadas. Balmís desconocía que aquel fluido dotaba de inmunidad al hombre porque contenía Vaccina Virus. Esteban está siguiendo la estela de Balmís y usa la Vaccina Virus para disfrazarla con proteínas de otro virus muy agresivo y así fabricar vacunas contra el ébola, el zika o el VIH. Esta técnica se puede aplicar al Covid-19 porque ya se ha descubierto su secuencia genética y el equipo de Esteban está diseñando una variante atenuada del Vaccina Virus y el Covid-19 que tenga capacidad de robarle a este último la espícula que le sirve de gancho para entrar en las células humanas e infectarlas.

Estaban reflexiona sobre la situación en España que califica de impensable “Se podía pensar en aislamientos de grupos o de zonas, como sucedió en Canarias al principio, pero no esto. Nos ha sorprendido a todos los virólogos y tenemos que aprender más de la biología del virus: cómo se multiplica, su tasa de mutación, cómo interacciona con nuestras defensas y por qué se contagia con tanta facilidad.”

El virus, recuerda el periodista Ariza, ha ganado el primer asalto, pero ahora llega el contraataque de la ciencia internacional.

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