La curvatura de la córnea

26 noviembre 2019

Hernán Cortés entre la leyenda negra y la reivindicación histórica



El pasado lunes se presentó en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés el ensayo “Hernán Cortés. Gigante de la historia” en la que participaron el autor Ramón Tamames y Palmira Vélez especializada en la Historia de América como profesora de la Universidad de Zaragoza.
La profesora Vélez comenzó el acto con un elocuente “Don Ramón” dirigido al autor de la obra en un elocuente gesto de respeto hacia un fructífera vida académica que se asienta en un mítico libro sobre la estructura económica de España que Tamames que, publicado en 1960, se convirtió con el paso de los años en un título imprescindible. Pero Vélez también recordó la amplia actividad de Tamames que lo ha convertido en uno de esos cíclopes intelectuales que, más allá de cualquier tipo de disputa, fue diputado en las Cortes Constitucionales, divulgador de alto nivel a través de sus trabajos académicos, en revistas, diarios, radio, televisión y medios digitales que lo han llevado a pertenecer desde 2013 a la Academia de Ciencias Políticas.
Tras la breve glosa del personaje la profesora Vélez reseñó el libro que allí nos había reunido y, bajo la premisa de que la historia es interpretación, el libro tiene como objetivo conformar un marco global de alguien tan polémico en España y América como Hernán Cortés para acabar con las medias verdades y abordar, desde las dos orillas del Atlántico, los acontecimientos históricos que protagonizó el extremeño.
La profesora puso el acento en el hecho de que el libro ni es un semblanza ni una  biografía, es ante todo un ensayo poliédrico que alejado de rigideces académicas tiene la virtualidad de mirar al futuro para reflexionar y proyectarlo hacia el futuro. Una tarea solventada con talento, agilidad en la pluma y la honestidad necesaria para mostrar los claroscuros y las contradicciones de un adelantado de la modernidad porque escribir sobre Cortés no es fácil porque, aunque amarlo es imposible, también lo es no admirarlo.
Ramón Tamames tomó la palabra y comenzó haciendo un breve repaso sobre las grandes biografías que se han publicado de Cortés. Comenzó por Prescott y la gran virtualidad de hacer llegar la figura del conquistador al mundo anglosajón. Alabó la tarea de un Madariaga que se hace imprescindible al trabajar en su obras personajes como Colón y Bolivar, del que hay que saber más, subrayó, para alejarlo de deidad en que lo han convertido los movimientos chavistas y recomendó acercarse también a través de Vargas Llosa y “Gabo”. El mejicano Vasconcelos hizo de Cortés la padre de la nación mejicana cuando, más allá de los Aztecas, configuró el espacio de Nueva España. Hasta la del hispanista Hugh Thomas que tras años de estudio en los archivos confeccionó una maravillosa narración que el propio autor calificaba de incompleta porque la faltaba la guinda del estudio del juico de Residencia de Cortés, o como reza la Wikipedia, ese procedimiento judicial del derecho castellano e indiano, que consistía en que al término del desempeño del funcionario público se sometían a revisión sus actuaciones y se escuchaban todos los cargos que hubiese en su contra para demostrar la honestidad del enjuiciado. Un material de archivo que está a la espera de algún vigoroso historiador.
Tamames calificó a Cortés como hijo de los tratados oceánicos de Alcaçovar y de Tordesillas que estableció la división del globo mediante una frontera tanto el mar como la tierra y  que, aunque determinó la actual configuración de América del Sur, en día de su firma era tan solo la posibilidad de un continente desconocido al que la bendición del papa español Alejandro VI soñaba con evangelizar.
Tamames recordó que la escuela de conquistadores se dividía entre viajar a Europa o las Indias. Cortés se decidió por el Caribe y el paraíso de los indios en Cuba, Puerto Rico y Jamaica. Aquello era el paraíso donde los nativos vivían insertos en una naturaleza que se vio asaltada por el trabajo en las minas y las grandes epidemias de enfermedades como la viruela o el sarampión que provocaron un colapso demográfico en cuarenta años que hizo pensar a Cortés en que la construcción de lo que sería Nueva España en la península de Yucatán precisaría de una actuación diferente. A partir de este momento, el autor se dedicó a destacar algunos aspectos de la figura de Cortés, al que además de conquistador, asigna la etiqueta de empresario y como, después de su vida de encomendero en Cuba donde podría haber vivido el resto de sus días, se empeñó en explorar el Yucatán en busca de oros y esclavos en un viaje en el que la autoridad le había prohibido expresamente la tarea de poblar el territorio. Pero Cortés tras comprar once naves a las que avitualló, armó y dotó de marineros para conformar la ciudad de Veracruz como la primera gran ciudad europea en América y auto legitimarse como mandatario del lugar, era el gesto de un soldado valiente que convivió ocho meses con Moctezuma en el cargo de emperador, y quién sabe cuánto hubiera cambiado la historia si ese periodo se hubiera alargado en vez de llegar a la noche triste con la derrota sufrida por los soldados españoles de Hernán Cortés y sus aliados a manos del ejército mexica  en las afueras de Tenochtitlan, hoy Ciudad de México. Pero Tamames también habla de Cortés como el gran diplomático y estadista que construye un estado de costa a costa apoyado por unos buenos capitanes.
Tras las palabras del autor se vislumbraba un interesante coloquio con el público que tuvo que recortarse ante la ineludible ceremonia de la firma de una gran pila de libros que se había diluido en manos de futuros lectores.

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