Sobre el Yihadismo, una aproximación de la mano de Sami Naïr
http://www.abc.es/Media/201410/08/isi-bandera-negra--644x362.jpg |
El
número 250 de la revista Claves analiza en profundidad el fenómeno yihadista
que, además de su cara más terrible en forma de terrorismo y su transformación
en la nueva guerra mundial, enfoca el problema desde otros ámbitos históricos y
culturales. Este texto es un intento de destilar el artículo que Sami Naïr
aporta a este debate y al que le he añadido algunas pincelas históricas con la
intención de contextualizar en el tiempo un fenómeno que habitualmente percibimos
sin advertir la complejidad que lo trasciende.
Sami Naïr nació en Argelia en 1946, una voz construída en
torno a la política, la filosofía y la sociología, especialista en movimientos
migratorios fue europarlamentario hasta 2004 y actualmente ajerce como Catedrático
en Ciencias Políticas y Director del Centro Mediterráneo Andalusí (CMA) y
Profesor-investigador en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
Para comprender el fenómeno del yihadismo en particular y el
Islam en general es importante acercarse con perspectiva histórica sobre el
amplio debate que se ha producido en el ámbito jurídico porque el Corán, además
de un libro religioso es una ley civil fundamental que precisa un esfuerzo permanente en su aplicación
e interpretación. Su base teológica busca una sociedad perfecta que se caracterice
por una identidad que aúne lo político con lo religioso, sin embargo su desarrollo
histórico ha desembocado en una nueva concepción imbricada en un movimiento terrorista
que se ha colocado a la altura de los grandes totalitarismos del siglo XX.
Mahoma
llegó a la ciudad de Medina y, sin renunciar a su condición de profeta, se
convirtió en el primer magistrado de la ciudad, de esta manera unía su
condición de jefe religioso y cabeza de una organización política y así
configuró un rasgo que históricamente será característico entre los pueblos
islámicos. Esta doble condición religiosa y política permitió cristalizar los rasgos
característicos del Islam: El primero sustituir el vínculo tribal de sangre por
el de la sumisión a la voluntad de Alá. El segundo barnizaba el poder de la
comunidad tribal de una prerrogativa que procedía de Dios. El tercero fue una
cierta militarización de la comunidad islámica primigenia. La yihad, en medio
de este marco general, es un concepto polisémico que puede definirse como
“esfuerzo actuado” y que, dependiendo del significado histórico de la
revelación islámica, contiene tres dimensiones: Bélica, intertribal y de
esfuerzo diario.
Mientras
la dimensión bélica ha sido tradicionalmente secundaria, la tradición
intertribal tiene raíces preislámicas y se utilizó para expandir el islam o
defenderlo de una agresión exterior, sin olvidar que, en cualquier caso, el
sentido fundamental de la yihad es el esfuerzo de la vida diaria en cualquier ámbito
como los políticos, económicos, filosóficos, jurídicos o militares.
El
profeta Mahoma utiliza el concepto yihad en el Corán con ambas connotaciones,
bélica y pacífica. “Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no
creen en Dios ni en el último Día.” (Corán, 9,29) “No cabe creación en
religión. La buena dirección se distingue claramente del descarrío.” (Corán, 2,
256) En cualquier caso, nos recuerda
Sami Naïr, es importante entender que el concepto yihad apareció en el mundo
occidental bajo una connotación bélica en medio de la expansión musulmana en la
Edad Media o frente a la colonización europea sufrida por muchas sociedades
musulmanas desde el siglo XIX.
Los dos
campos semánticos en los que se mueve la yihad se han conectado sistemáticamente
con la yihad jurídica o el esfuerzo para interpretar la relación entre los
preceptos del Corán y sus aplicaciones prácticas en la creación de una
jurisprudencia similar al derecho canónico de tradición occidental-cristiana.
Esta relación que se hunde en la Edad Media con el concepto de yihad mayor cuyo
objetivo principal es humano: Ser musulmán en la comunidad en la que se vive.
Por el contrario la yihad menor se refiere a la necesidad de defender a la
comunidad musulmana bien a la defensiva o a la ofensiva.
La
actitud defensiva, recuerda a Naïr, prevaleció desde el siglo XIV en el mundo
árabe, en el siglo XVI en el Imperio Otomano, se revalidó a finales del XIX y
se asentó frente a la colonización de occidente durante el siglo XX. Sin
embargo la interpretación actual de la yihad es una guerra santa ofensiva. Esta
visión no es una novedad porque se arraiga en una tradición teológica que enlaza
a los salafistas (fundamentalistas) radicales del siglo XX con la época de
expansión del Islam a partir del siglo VI, cuando se luchó los enemigos de la nueva religión y se conquistaron
nuevos territorios.
Como
recuerda García de Cortázar y Sesma Muñoz las razones del éxito
fulminante del Islam se han atribuido a la conciencia supra tribal que dio
cohesión y fuerza a los árabes para abandonar sus tierras desérticas y acceder
a las riquezas de sus vecinos gracias a una superioridad militar y al deterioro
de los imperios persa y bizantino. Durante el reinado de Alí, yerno de Mahoma,
(656-661) el último de los califas perfectos termina la primera etapa de
consolidación que se asoma fuera de Arabia. Un enfrentamiento en torno a la
relación de la legitimación del poder del califato con el Corán dejó a Los
Omeyas a la cabeza de un imperio que, descuidando la jefatura religiosa, se
centró en el papel de dirigente político, la centralización administrativa,
traslado de la capital de Medina a Damasco (Siria) y el fortalecimiento del
carácter autocrático de la autoridad. Estos cambios de modelo se robustecieron
con la máxima expansión territorial que abarco Oriente desde la, el norte de
África y la invasión de España en el 711. Las conquistas árabes cesaron en la
década del 740.
La
ideología yihadista del siglo XX nació como reacción a tres corrientes
modernas: Nacionalismo laico que diviniza el estado en sentido occidental
olvidando que el Corán es el único referente temporal, reformismo musulmán
representando por la Nahda como un movimiento que proponía la modernización de la
religión islámica para luchar contra la empresa occidental de colonización y,
socialismo y comunismo como ideologías netamente ateas que los fundamentalistas
perciben como enemigos absolutos.
En
cualquier caso, prosigue Naïr, la historia moderna del yihadismo es una
estrategia de guerra civil que bloquea a
las sociedades, una batalla con protagonismo especial de las potencias arábigas
del Golfo que financiaron la concepción más retrógrada del Islam que incluía la
lucha armada. Otro acontecimiento que reforzó el fundamentalismo fue la
victoria de la revolución chiita en Irán y como propició el cambió de papel que
el Islam ejercía hasta entonces en el mundo. El argumento chiita original afirma
que el poder debía designarse por gracia divina y que un parentesco familiar
con Mahoma era más que una señal para elegir al futuro líder. Todo este contexto ha derivado en la actual
radicalización en Irak y Siria como la continuación de un terrorismo y guerras
civiles iniciado por Al Qaeda y continuado por el ISIS.
La
definición política más sencilla, según Naïr, es asimilar yihadismo con el
fascismo occidental aunque hay dos elementos esenciales que los separan: El
yihadismo no es un movimiento de masas y el fascismo, al menos en Alemania e
Italia, no tiene a la religión como elemento de movilización.
La base
teológica del yihadismo es el integrismo salafista que defiende la
interpretación literal e integral del Corán con respecto a la creación de una
comunidad perfecta, un ideal que enlaza con la época de los tres primeros
califas tras la muerte del Profeta. La muerte
de Mahoma en 632 dejó sin resolver su sucesión y a quien debía corresponder la
herencia de su legado religioso y político que pasó a convertirse en una
cuestión conflictiva. En un clima de tensión, y durante casi treinta años, el
Islam estuvo dirigido por los llamados «cuatro Califas Perfectos» porque siguen
la ortodoxia de las prescripciones dictadas por Mahoma: Abu Bakr (632-634) Umar
(634-644) Ulmán (644-659) y Ali (656-661) La búsqueda de esta pureza religiosa, subraya Naïr, ha generado un
proceso de autodestrucción encabezado por el wahabismo saudita que llevó a la
victoria a los talibanes de Afganistán e, inmediatamente, produjo la escisión
de Al Qaeda que, a su vez sufrió una escisión que ha dado lugar en Irak al
nacimiento del ISIS (Islamic State of Iraq and Syria), Daesh por su acrónimo en árabe
en 2006 (al-Dawla al-Islamiya fi al-Iraq wa al-Sham) y la proclamación del Califato
en 2014.
La
potencia destructora del ISIS, recuerda Naïr, se sustenta en dos patas: Un
Estado militar eficiente capaz de utilizar los nuevos medios mediáticos en los
que se desarrolla la guerra moderna, y cuyo relato está asociado al poder de la
imagen y su distribución inmediata a través de la televisión e Internet hasta
convertir sus crímenes en un espectáculo, relatos épicos y sangrientos que
sirven para afianzar su segundo pilar: Una organización internacional que
recluta a sus milicianos en cualquier lugar del globo e incorporarse a una lucha
que legitima el asesinato de los propios musulmanes y utiliza el terror
generalizado mediante ejecuciones públicas, crucifixiones y torturas dentro de
la interpretación fundamentalista del Corán.
Para
Naïr el problema fundamental al que se enfrentan los yihadistas, tanto los que
utilizan las armas como los que rechazan la violencia es contestar a una
pregunta: ¿El Islam debe ser la referencia, incluso moderada, del orden
temporal o debe separarse de él? Esa es la cuestión, la separación entre lo
espiritual y lo terrenal. Saddam Hussein en Irak y al-Ássad en Siria impusieron
la idea de un Estado laico pero lo hicieron en un régimen dictatorial sin un
fuerte apoyo de la sociedad civil. Otros regímenes modernos como Argelia, Túnez,
el Irán del Sha, Pakistán e incluso Indonesia no se atrevieron a tanto y
pactaron con el Islam moderado el carácter musulmán del Estado. En cualquier
caso, subraya Naïr, nos encontramos con la ausencia de tradición democrática y
el trabajo pedagógico de modernizar la religión.
Por
todo lo expuesto, aconseja Naïr, la lucha desde Europa contra el
fundamentalismo debe partir de un visión sin prejuicios que defina el derecho a
practicar su religión mediante unas reglas de integración que dejen claro los
valores comunes e innegociables que definen la democracia con respecto a la
igualdad de sexos, separación de lo espiritual y lo temporal, pluralismo
político y libertad de expresión.
Frente a
los yihadistas, termina Naïr, no se trata tan sólo de plantear un problema
policial o militar, en realidad nos enfrentamos a una cuestión histórica,
cultural, identitaria y psicológica con el reto final de
adaptar el Islam a las sociedades europeas.
_______________________________
Bibliografía
Naïr
Sami. “Sobre yihadismo” Claves. Enero-
Febrero 2017.12 – 23.
García
de Cortázar y Sesma Muñoz. Manual de
Historia Medieval. Madrid. Alianza Editorial: 2011.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home