La curvatura de la córnea

02 febrero 2017

Sobre el Yihadismo, una aproximación de la mano de Sami Naïr

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El número 250 de la revista Claves analiza en profundidad el fenómeno yihadista que, además de su cara más terrible en forma de terrorismo y su transformación en la nueva guerra mundial, enfoca el problema desde otros ámbitos históricos y culturales. Este texto es un intento de destilar el artículo que Sami Naïr aporta a este debate y al que le he añadido algunas pincelas históricas con la intención de contextualizar en el tiempo un fenómeno que habitualmente percibimos sin advertir la complejidad que lo trasciende.
Sami Naïr nació en Argelia en 1946, una voz construída en torno a la política, la filosofía y la sociología, especialista en movimientos migratorios fue europarlamentario hasta 2004 y actualmente ajerce como Catedrático en Ciencias Políticas y Director del Centro Mediterráneo Andalusí (CMA) y Profesor-investigador en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
Para comprender el fenómeno del yihadismo en particular y el Islam en general es importante acercarse con perspectiva histórica sobre el amplio debate que se ha producido en el ámbito jurídico porque el Corán, además de un libro religioso es una ley civil fundamental que precisa un esfuerzo permanente en su aplicación e interpretación. Su base teológica busca una sociedad perfecta que se caracterice por una identidad que aúne lo político con lo religioso, sin embargo su desarrollo histórico ha desembocado en una nueva concepción imbricada en un movimiento terrorista que se ha colocado a la altura de los grandes totalitarismos del siglo XX.
Mahoma llegó a la ciudad de Medina y, sin renunciar a su condición de profeta, se convirtió en el primer magistrado de la ciudad, de esta manera unía su condición de jefe religioso y cabeza de una organización política y así configuró un rasgo que históricamente será característico entre los pueblos islámicos. Esta doble condición religiosa y política permitió cristalizar los rasgos característicos del Islam: El primero sustituir el vínculo tribal de sangre por el de la sumisión a la voluntad de Alá. El segundo barnizaba el poder de la comunidad tribal de una prerrogativa que procedía de Dios. El tercero fue una cierta militarización de la comunidad islámica primigenia. La yihad, en medio de este marco general, es un concepto polisémico que puede definirse como “esfuerzo actuado” y que, dependiendo del significado histórico de la revelación islámica, contiene tres dimensiones: Bélica, intertribal y de esfuerzo diario.
Mientras la dimensión bélica ha sido tradicionalmente secundaria, la tradición intertribal tiene raíces preislámicas y se utilizó para expandir el islam o defenderlo de una agresión exterior, sin olvidar que, en cualquier caso, el sentido fundamental de la yihad es el esfuerzo de la vida diaria en cualquier ámbito como los políticos, económicos, filosóficos, jurídicos o militares.
El profeta Mahoma utiliza el concepto yihad en el Corán con ambas connotaciones, bélica y pacífica. “Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no creen en Dios ni en el último Día.” (Corán, 9,29) “No cabe creación en religión. La buena dirección se distingue claramente del descarrío.” (Corán, 2, 256)  En cualquier caso, nos recuerda Sami Naïr, es importante entender que el concepto yihad apareció en el mundo occidental bajo una connotación bélica en medio de la expansión musulmana en la Edad Media o frente a la colonización europea sufrida por muchas sociedades musulmanas desde el siglo XIX.
Los dos campos semánticos en los que se mueve la yihad se han conectado sistemáticamente con la yihad jurídica o el esfuerzo para interpretar la relación entre los preceptos del Corán y sus aplicaciones prácticas en la creación de una jurisprudencia similar al derecho canónico de tradición occidental-cristiana. Esta relación que se hunde en la Edad Media con el concepto de yihad mayor cuyo objetivo principal es humano: Ser musulmán en la comunidad en la que se vive. Por el contrario la yihad menor se refiere a la necesidad de defender a la comunidad musulmana bien a la defensiva o a la ofensiva.
La actitud defensiva, recuerda a Naïr, prevaleció desde el siglo XIV en el mundo árabe, en el siglo XVI en el Imperio Otomano, se revalidó a finales del XIX y se asentó frente a la colonización de occidente durante el siglo XX. Sin embargo la interpretación actual de la yihad es una guerra santa ofensiva. Esta visión no es una novedad porque se arraiga en una tradición teológica que enlaza a los salafistas (fundamentalistas) radicales del siglo XX con la época de expansión del Islam a partir del siglo VI, cuando se luchó  los enemigos de la nueva religión y se conquistaron nuevos territorios.
Como recuerda García de Cortázar y Sesma Muñoz las razones del éxito fulminante del Islam se han atribuido a la conciencia supra tribal que dio cohesión y fuerza a los árabes para abandonar sus tierras desérticas y acceder a las riquezas de sus vecinos gracias a una superioridad militar y al deterioro de los imperios persa y bizantino. Durante el reinado de Alí, yerno de Mahoma, (656-661) el último de los califas perfectos termina la primera etapa de consolidación que se asoma fuera de Arabia. Un enfrentamiento en torno a la relación de la legitimación del poder del califato con el Corán dejó a Los Omeyas a la cabeza de un imperio que, descuidando la jefatura religiosa, se centró en el papel de dirigente político, la centralización administrativa, traslado de la capital de Medina a Damasco (Siria) y el fortalecimiento del carácter autocrático de la autoridad. Estos cambios de modelo se robustecieron con la máxima expansión territorial que abarco Oriente desde la, el norte de África y la invasión de España en el 711. Las conquistas árabes cesaron en la década del 740.
La ideología yihadista del siglo XX nació como reacción a tres corrientes modernas: Nacionalismo laico que diviniza el estado en sentido occidental olvidando que el Corán es el único referente temporal, reformismo musulmán representando por la Nahda como un movimiento que proponía la modernización de la religión islámica para luchar contra la empresa occidental de colonización y, socialismo y comunismo como ideologías netamente ateas que los fundamentalistas perciben como enemigos absolutos.
En cualquier caso, prosigue Naïr, la historia moderna del yihadismo es una estrategia de  guerra civil que bloquea a las sociedades, una batalla con protagonismo especial de las potencias arábigas del Golfo que financiaron la concepción más retrógrada del Islam que incluía la lucha armada. Otro acontecimiento que reforzó el fundamentalismo fue la victoria de la revolución chiita en Irán y como propició el cambió de papel que el Islam ejercía hasta entonces en el mundo. El argumento chiita original afirma que el poder debía designarse por gracia divina y que un parentesco familiar con Mahoma era más que una señal para elegir al futuro líder. Todo este contexto ha derivado en la actual radicalización en Irak y Siria como la continuación de un terrorismo y guerras civiles iniciado por Al Qaeda y continuado por el ISIS.
La definición política más sencilla, según Naïr, es asimilar yihadismo con el fascismo occidental aunque hay dos elementos esenciales que los separan: El yihadismo no es un movimiento de masas y el fascismo, al menos en Alemania e Italia, no tiene a la religión como elemento de movilización.
La base teológica del yihadismo es el integrismo salafista que defiende la interpretación literal e integral del Corán con respecto a la creación de una comunidad perfecta, un ideal que enlaza con la época de los tres primeros califas tras la muerte del Profeta. La muerte de Mahoma en 632 dejó sin resolver su sucesión y a quien debía corresponder la herencia de su legado religioso y político que pasó a convertirse en una cuestión conflictiva. En un clima de tensión, y durante casi treinta años, el Islam estuvo dirigido por los llamados «cuatro Califas Perfectos» porque siguen la ortodoxia de las prescripciones dictadas por Mahoma: Abu Bakr (632-634) Umar (634-644) Ulmán (644-659) y Ali (656-661) La búsqueda de esta pureza religiosa, subraya Naïr, ha generado un proceso de autodestrucción encabezado por el wahabismo saudita que llevó a la victoria a los talibanes de Afganistán e, inmediatamente, produjo la escisión de Al Qaeda que, a su vez sufrió una escisión que ha dado lugar en Irak al nacimiento del ISIS (Islamic State of Iraq and Syria), Daesh por su acrónimo en árabe en 2006 (al-Dawla al-Islamiya fi al-Iraq wa al-Sham) y la proclamación del Califato en 2014.
La potencia destructora del ISIS, recuerda Naïr, se sustenta en dos patas: Un Estado militar eficiente capaz de utilizar los nuevos medios mediáticos en los que se desarrolla la guerra moderna, y cuyo relato está asociado al poder de la imagen y su distribución inmediata a través de la televisión e Internet hasta convertir sus crímenes en un espectáculo, relatos épicos y sangrientos que sirven para afianzar su segundo pilar: Una organización internacional que recluta a sus milicianos en cualquier lugar del globo e incorporarse a una lucha que legitima el asesinato de los propios musulmanes y utiliza el terror generalizado mediante ejecuciones públicas, crucifixiones y torturas dentro de la interpretación fundamentalista del Corán.
Para Naïr el problema fundamental al que se enfrentan los yihadistas, tanto los que utilizan las armas como los que rechazan la violencia es contestar a una pregunta: ¿El Islam debe ser la referencia, incluso moderada, del orden temporal o debe separarse de él? Esa es la cuestión, la separación entre lo espiritual y lo terrenal. Saddam Hussein en Irak y al-Ássad en Siria impusieron la idea de un Estado laico pero lo hicieron en un régimen dictatorial sin un fuerte apoyo de la sociedad civil. Otros regímenes modernos como Argelia, Túnez, el Irán del Sha, Pakistán e incluso Indonesia no se atrevieron a tanto y pactaron con el Islam moderado el carácter musulmán del Estado. En cualquier caso, subraya Naïr, nos encontramos con la ausencia de tradición democrática y el trabajo pedagógico de modernizar la religión.
Por todo lo expuesto, aconseja Naïr, la lucha desde Europa contra el fundamentalismo debe partir de un visión sin prejuicios que defina el derecho a practicar su religión mediante unas reglas de integración que dejen claro los valores comunes e innegociables que definen la democracia con respecto a la igualdad de sexos, separación de lo espiritual y lo temporal, pluralismo político y libertad de expresión.
Frente a los yihadistas, termina Naïr, no se trata tan sólo de plantear un problema policial o militar, en realidad nos enfrentamos a una cuestión histórica, cultural, identitaria y psicológica con el reto final de adaptar el Islam a las sociedades europeas.

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Bibliografía
Naïr Sami. “Sobre yihadismo” Claves. Enero- Febrero 2017.12 – 23.
García de Cortázar y Sesma Muñoz. Manual de Historia Medieval. Madrid. Alianza Editorial: 2011.




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