La curvatura de la córnea

03 febrero 2016

"La última oportunidad" en el Teatro de la Estación




Ana Iriarte en su obra “Democracia y tragedia: La era de Pericles” nos recuerda que el teatro estremecía a los griegos clásicos hasta llorar, sentir escalofríos de temor y reír con los atrevidos dramas satíricos. Las artes han cambiado poco en ese sentido, los creadores buscan emocionarnos, y da igual que lo hagan desde la literatura, el teatro, la radio, el cine o la televisión, el objetivo siempre es el mismo: Provocar emociones. Sin menoscabar al resto de experiencias creativas, el teatro es un excelente laboratorio para recrear las emociones porque tiene esa inmediatez biológica que es tan difícil de superar cuando el escenario se convierte en el filtro de una realidad que ha pasado por la creatividad del autor y el director para sedimentarse en la voz y el cuerpo de los actores, chamanes de una ficción que nunca está atada a las reglas por la que se rige realidad. La realidad es otra cosa, tiene sus propios códigos y siempre ocurre fuera del escenario.
Pero un buen día la televisión se quiso apropiar de la realidad, y comenzó a emitir programas que prometían poner la realidad ante nuestros ojos después de romper el binomio compuesto por las emociones y la ficción. Se trataba de eliminar del relato la muletilla fronteriza del “Había una vez…” Pero la receta duró poco. Con el paso del tiempo hemos comprobado que esos realitys no nos muestran la realidad, sino que básicamente presentan unas historias cuya representación ha caído en manos de unos seres a los que les falta la magia de los chamanes, individuos incapaces de moldear la realidad para trasladarla al escenario porque, para estar bajo los focos se precisa algo más que voz y cuerpo, es imprescindible tener la genética de los actores. Y es ahí cuando la tele-realidad nos engaña, nos da el cambiazo: En lugar de mostrarnos la realidad, se dedica desnudar a la fauna que la habita para ofrecernos sus propias miserias, unas interioridades que cocinadas por las cámaras y la realización se convierten en una papilla grotesca.
“La última oportunidad”, interpretada por Carmen Marin, Marisa Nolla y Jesús Sesma bajo la dirección de Jesús Bernal, es el primer montaje de Teatro con Botas, una nueva compañía teatral aragonesa que ha escogido un texto del periodista radiofónico Javier Vázquez para poner sobre las tablas del teatro un reality de televisión que, según reza el programa de mano, tal vez pueda cambiar tu vida.
La idea de la obra, más allá de su desarrollo argumental, consiste en construir mediante una serie de monólogos el retrato de las concursantes que van a participar en un particular programa con un premio único y muy especial. Vázquez aprovecha el mecanismo televisivo para desnudar a sus criaturas, desvelarnos su personalidad y las aspiraciones de seis mujeres muy diferentes dónde queda claro que ellas, precisamente por estar en la televisión también actúan y planifican sus posibilidades para ganar el concurso y de paso, mostrar la baja calidad de ese tipo de productos de entretenimiento catódico. De esta guisa el teatro se convierte en plató de televisión y los espectadores en caras bonitas dispuestas al aplauso fácil cuando así lo reclame el regidor.
La estructura narrativa de la obra es muy sencilla y algunas veces reclama más interacción entre los personajes que circulan por el escenario porque, aunque los monólogos brillan y provocan la risa, la repetición del esquema reclama otros caminos que vayan más allá del cambio de acentos, y aquí es indispensable detenernos en el trabajo actoral que consigue un magnífico transito de la palabra escrita a la construcción de unos personaje capaces de romper la cuarta pared para involucrar al público en el desarrollo de la acción. Esa fusión del espacio escénico y el patio de butacas se incrementa con un acertado acercamiento al mundo de la televisión que, además de proporcionar momentos tan hilarantes como el anuncio del Barremagic, aporta una interesante vía al desarrollo de la acción narrativa.
“La última oportunidad” es una comedia divertida que, disfrazada de sátira, deja desnudos a esos personajes que recorren el prime time de la tele. Un estupendo espectáculo para pasar un buen rato de risas y, si la producción puede permitirse el presupuesto para todas las funciones, comerte un buen pedazo del excelente bizcocho que se elabora en Manchones. Yo no me la perdería:


Del 4 al 7 de febrero en elTeatro de la Estación: Jueves, viernes y sábados: 20:30 h; domingos: 19:00 h
Precio de la entrada: 14€.
Bonificadas: (pensionistas, estudiantes y parados): 10 €.
Socios/alumnos: 6€
VENTA DE ENTRADAS:
Taquilla de Teatro de la Estación: Compra desde una hora antes.
Venta anticipada:En nuestras oficinas de lunes a viernes en horario de 10:00h. a 14:00h. y de 17:30h. a 20:30h y en el Corte Inglés
Reserva telefónica: 976 46 94 94
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