Incómodos y el comportamiento humano
¿Recuerdas cuando fue la última vez que te sentiste incómodo? Tal vez fue
ese silencio en el ascensor mientras tu vecino se miraba los pies y tú
guasapeabas un video porno. O durante la cena de anoche, también silencio,
mientras tu pareja zapeaba por todas las cadenas menos por esa que a ti tanto
te gusta. El silencio cuando miras las mareas ciudadanas y sus manifestaciones
sonoras, la degradación de la democracia, esta sociedad cada vez más
jerarquizada, la mentira instalada y la corrupción rampante mientras tú y yo,
querido lector, sobrevivimos al borde la inanición pero acomodados en un
silencio incómodo.
¿Seguro que ahora lo recuerdas? ese silencio incómodo que no viene
marcado por el capricho de una pose, sino que constituye parte del
comportamiento social, concretamente de su parte más miserable.
Teatro PezKao ha recopilado algunas de esas maneras de actuar de palabra,
obra u omisión, comportamientos que forman parte de la comunicación
interpersonal, un factor que, si lo aplicáramos con un poco de confianza,
cambiaría los patrones fundamentales de la socialización. Es cierto que muchos
de los personajes que vemos en el escenario parecen atormentados y viscerales,
pero no creas que son tan diferentes a usted y yo, querido lector. La
diferencia fundamental radica en que ellos, gracias a la alquimia del teatro,
se nos presentan desnudos, sin la protección del anonimato o el velo de lo
privado, ellos no saben que los observamos desde el patio de butacas.
Teatro Pezkao mantiene la misma premisa que la actriz de La Abadía Carlota
Ferrer define: “El teatro tiene que ser incómodo. Tiene que abrir heridas.
Nunca debe renunciar al compromiso con lo que pasa, debe enfrentarse a la
vulnerabilidad” Un teatro que podríamos calificar de compromiso social, y que
por lo tanto claro tiene que luchar en dos frentes. El primero es el posible
desinterés del público, como nos recuerda el crítico teatral José Nogales en su
columna del ABC en 1904: “El teatro de ideas suele interesar poco a los que por
otros medios más serios conocen esas ideas, y no interesa poco ni mucho a los
que las desconoces”. La segunda es conjugar cualquier tipo de con la máxima de
que el teatro es un espectáculo. El éxito del teatro comprometido dependerá de
la mezcla adecuada de la ecuación formada por el tratamiento de los problemas
de la sociedad contemporánea, hacerlo con la intensidad necesaria para conmover
al público y conseguir que el resultado sea artístico. Teatro Pezkao, para
alcanzar estos objetivos, ha trabajado desde sus inicios con un apabullante
minimalismo escénico (dicen por la radio que “Pedro y el capitán” su primera
producción teatral tuvo 30 euros de presupuesto en atrezzo), una interesante
acentuación, muestra y exposición del trabajo interpretativo, y suficiente
espacio para provocar las conciencias. “Incómodos” sigue por el mismo camino
La idea del espectáculo surgió en el bar la
Vía Láctea, después de ver “Happiness”, una
película de Todd Solonodz que según publicó Jordi Costa en Fotogramas, es una
radiografía pesimista, sin concesiones y con un esquinado sentido del humor,
tres elementos que se mantienen en la función, tanto en la primera versión que
vi en la Sala El
Extintor, como esta segunda en el Teatro del Mercado. La gran diferencia es que
la compañía ha variado el porcentaje de esos elementos en la dramaturgia de la
obra hasta convertirla en una obra nueva.
Esta modificación en la concepción de “Incómodos” creo que es una
decisión muy interesante. La primera versión la recuerdo con más ritmo, con
gotitas de humor intercaladas a modo de avituallamiento para seguir la obra y
un encadenamiento de escenas más dinámico. Sin embargo, en la versión del
Teatro del Mercado el humor se ha diluido casi por completo hasta quedarse
relegado a los momentos finales. La segunda versión de la obra me gusta más
porque mantiene el tono pesimista durante toda la función hasta que te abre una
pequeña rendija de esperanza gracias a la última escena (fantástico el
comunicado de ETA) que es claramente una puerta de salida para el público, la
lanzadera que te permite, al terminar la función, reír, debatir o llorar, usted
elige.
La obra ha perdido parte de su ritmo original, sobre todo en las
transiciones quizás un poco lentas, aunque algunas de ellas se me antojan necesarias
para digerir las miserias humanas que circulan ante nuestros ojos. En cualquier
caso, si la intención de la compañía ha sido ralentizarlo todo para acentuar el
pesimismo, creo que lo logran aunque tal vez la clave para redondear el espectáculo
pase por encontrar un equilibrio entre algunas transiciones lentas y
combinarlas con otros cambios más dinámicos y, lo que me parece más importante,
dosificar el grado de incomodidad para que fuera de menos a más en un constante
in crescendo, por ejemplo, la escena de los dos chicos y sus ordenadores me
parece ideal para la parte inicial de la función, sin embargo, después de la
notable y contundente escena del soldado, ya solo nos quedaría la salida hacía
el humor.
El escenario casi siempre está vacío o con muy pocos elementos de
atrezzo, una par de sillas, una mesa y poco más, si acaso una interesante
utilización de la iluminación y el silencio, el silencio es una de las claves
de la función, el silencio del que calla, el silencio de los actores (memorable
el chico en modo nueva pareja y el mendigo) el silencio en definitiva del que
escucha y, aunque fuera de plano, el público también escucha y lo hace para
reír, para indignarse o para mezclar ambas reacciones en una risa que te hiela
el rostro.
Teatro PezKao sigue su camino, una apuesta valiente por escribir textos
propios con una mirada minuciosa que pone el foco en la sugerencia, o el golpe
directo, un espacio donde proyectar palabras y silencios del comportamiento
humano, un viaje que, a poco que rasques, siempre resulta incómodo.
Publicado en el nº 136 de El Pollo Urbano
Etiquetas: reseña teatro, Teatro del Mercado, Teatro PezKao
1 Comments:
"...si el teatro no viene a tí" graciás x traelo a mí.
Publicar un comentario
<< Home