Cuarto Oscuro o un master en jadeos
Les confesaré una cosa que hasta hoy he mantenido en secreto: Una vez estuve
en un cuarto oscuro. Fue una tarde de sábado a las pocas semanas de llegar a la
ciudad. Estaba tomando unas cervezas con uno de mis compañeros de clase y un
par de amigas suyas hasta que la ronda terminó en un garito que se llamaba
“Cachaito”. Pedimos nuestras consumiciones en la barra y mis acompañantes,
entre sonrisas que detecté nerviosas y algún empentón subido de tono, me
llevaron hasta una habitación en la que, aunque no se veía absolutamente nada
se percibía el sabor agridulce que produce la mezcla del sudor y el deseo. Mi
desconcierto eclosionó cuanto sentí como una lengua pretendía atornillarse a mi
boca y me las piré todo lo rápido que pude. Seguramente no estaba preparado
para semejante sorpresa, al fin y al cabo todavía era un chaval de pueblo al
que le gustaba el cortejo en el parque, las risas en el bar de la plaza y un
revolcón de besos y magreos en algún ribazo, y bajo la cálida luz de la luna.
No estaba preparado para aquella experiencia, demasiada sofisticación para un
paleto.
Por eso quería ver la función “Cuarto Oscuro” que la compañía Microteatro
Zaragoza presenta en la sala El Extintor. Quería encontrar las respuestas que
aquella escapada juvenil todavía me provocan ¿Quienes transitan por esos
lugares? ¿Cuales son sus motivos? ¿Qué buscan? ¿Sacian sus apetitos
espirituales o todo es una cuestión de piel? Si, tienen razón, quizás sean
muchas preguntas para una función de teatro.
La representación comenzó con lo que podríamos calificar como una seña de
identidad muy interesante de Microteatro Zaragoza y su especialización en la
iluminación indirecta de sus espectáculos a base de linternas. La ejecución de
las luces y las sombras fue muy sugerente porque ver y no ver no eran opciones
enfrentadas, formaban parte del clima de deseo al que nos invitan los actores
que, jugando en un amplio espacio, conformaban figuras y situaciones muy
interesantes por las perspectivas de los diferentes planos. El concepto, la
idea de la función y su envoltorio, invitaban al optimismo sin embargo, tras el
primer impacto y la curiosidad por la coreografía de múltiples y variados
deseos, posiciones y otras delicias… me pregunté por el desarrollo de la trama.
Y es ahí dónde la obra cojea porque no hay una evolución claro de ninguno de
los personajes que, aunque nos muestras sus pasiones, miedos y deseos, lo hacen
con materiales frágiles. La función pide una argamasa más consistente, asideros
a los que actores y público puedan amarrarse para entrar en ese lugar de
encuentro, de mezclas, de engaños y verdades. Un universo que solo atisbamos
pero al que no podemos acceder porque falta un camino que nos lleve hasta su
interior, y dar el paso que separa la pasividad de mirar del dinamismo cómplice
de quien siente las pulsaciones de la vida que se nos propone en escena.
Los papeles masculinos, salvo varios gag con gancho, son planos, tan sólo
un esbozo impuesto por un texto casi inexistente y unas situaciones que terminan
por carecer del suficiente interés aunque los actores las defiendan con oficio
y credibilidad. Ellas tienen más de suerte, además del repertorio de jadeos,
tan variado y abundante como el de sus compañeros, al menos tienen la ocasión
de mostrarnos un poco más de sus personajes. Y es una alegría porque Minerva
Arbués y Susana Martínez, en esos pequeños bosquejos, dejan entrever su
potencialidad como actrices.
Cuarto Oscuro es, sin dudarlo, una buena idea a la que le falta un cuarto
de hora de cocción para perfilar una historia. Sin esa profundidad temática solo
nos queda un intento, una pirueta, un muestrario dónde el mayor interés radica
en contemplar la entrega por la causa de los actores. Al finalizar tuve la
sensación de asistir a una clase en una escuela de teatro antes que a una
representación.
Cuarto Oscuro está pidiendo a gritos más músculo dramático: La aspirante
a meretriz, la periodista, el señor de los abrazos profundos y la brocheta precoz
de señores se lo merecen.
Publicado en el nº 134 de El Pollo Urbano:
Etiquetas: El Extintor, microteatrozaragoza, Minerva Arbués, reseña teatro, Susana Martíntez
2 Comments:
Hola Javi,
Como va todo? sigo pasando por esta casa que considero un poco mía, por lo menos por la veteranía y los buenos momentos leidos tanto en tu blog como en el mío. No puedo olvidar este rincón y a su autor.
Me ronda la idea de volver a escribir en el blog y leyendo tus cosas "la envidia" sana hace que el gusanillo aparezca de nuevo. Pero no me lío más, solo enviarte un saludo y un abrazo y decirte que los cuartos oscuros son lugares que fomentan la curiosidad. No he vivido la experiencia, pero algunos amigos que lo hacen hablan maravillas...
Me alegra que fuera una buena tarde de teatro. Un saludo!!!
Hola Gubia ;-)
Claro que esta es tu casa!!!El blog ha cambiado mucho desdes sus inicios, nosotros también jajajaja y el formato digital ni te cuento. Ahora los medios de expresión se han multiplicado con las redes sociales, mucho más inmediatas y los blogs han sido copados por los profesionales de las palabras, así que nosotros, pues eso, nos defendemos como bien se puede y, es inevitable, con un poquito de renuncia snif.
Me alegra verte de vuelta por la sección de comentarios que, aunque fue mucho más activa en el pasado jajajaja, ahora es vedado para los lectores fetén. Este blog si es algo es gracias a personas como tú, y este bloguero, ay, este bloguero te quiere ;-)
y si manejas facebook prueba a buscarme por mi nombre...
Un abrazo.
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