La Escuela Cómica Suicida se enreda en El Extintor
La primera vez que los vi actuar juntos ya eran pareja sobre el
escenario. Fue en la presentación oficial de La Escuela Cómica
Suicida el 20 de marzo de 2011. La Sala Gromeló estaba de bote en bote y en la primera
escena, tras las bendiciones sacerdotales, asistimos
a un velatorio con fiambre de cuerpo presente y los hipos de la viuda. Irene
Alquezar era la viuda y Francesc Tamarite era el muerto. Desconozco si este
traumático inicio ha tenido algo que ver en la decisión de montar juntos “Enredos”,
una función de parejas enredadas.
Una parte esencial del ADN de la Escuela Cómica Suicida consiste
en abrir el juego de la improvisación a los caprichos delirantes del patio de
butacas. Una de las novedades de este espectáculo es que no hay lugar para las
improvisaciones. “Enredados” está formado por tres escenas cerradas donde la
cuarta pared, esa convención que separa actores y público, es fundamental. El
texto de la obra es de los autores Esteban Crespo, Eva Nuño y David Planas. Las
palabras son la primera gran baza de la obra que, bajo la dirección de Oscar
Castro y el trabajo de los actores, se hacen corpóreas. Se aprecia con claridad
el trabajo que va desde la hoja de papel que todo lo soporta hasta la
representación, un trayecto dedicado a traducir los diálogos y las situaciones
del libreto hasta el ámbito de la carnosa comunicación entre actores y público.
Esa inmediata conexión entre el escenario y las butacas juega a favor de los
personajes de “Enredos” que, aunque hablan no llegan a comunicarse, o si lo
hacen, es a través de los recovecos de la manipulación emocional, el descaro
por escrito o la extraña sensación de hablar en una frecuencia de onda muy
alejada de quien nos replica.
Irene Alquezar y Francesc Tamarite transitan
entre la ficción y la realidad para mostrarnos con credibilidad que a veces las
cosas no son como parecen, que es muy fácil confundir compromiso y libertad, o
sufrir algunas carambolas del destino. La sencilla escenografía es más que
suficiente para que los personajes se desenvuelvan a ritmo de comedia: diálogos
picados, movimiento en escena y, ahí está la esencia de la buena comedia,
detener el tiempo y la acción, dejar respirar al respetable, y tener el oficio
suficiente para mantener el pulso de la función. Los actores resuelven esta
ecuación y añaden la dificultad de conseguir que la brevedad de las escenas no
sea un obstáculo para conseguir una evolución coherente y verosímil de cada uno
de los personajes, especialmente en la Raquel que abre la función y que transforma sus
facciones, su voz y la voluptuosa intencionalidad de su cuerpo. De esa primera
escena me gustaría destacar como, tras una catarata de carcajadas, Irene y
Francesc consiguen que el público detenga la risa para observarlos. Los
personajes están ahí, más reales que nunca, justo al otro lado de la delgada
línea que separa la comedia de la vida. Están sentados junto a la mesa, las
miradas perdidas y la reflexión, la reflexión de los personajes y la del
público se adueña del escenario y las butacas durante un breve espacio de
tiempo, una de esas largas cambiadas dónde los pequeños matices en la actitud,
en los gestos y la voz abre la puerta a la realidad. Un diminuto momento que
engrandece aún más esta comedia pensada para que te diviertas y pases un buen
rato de humor fino y alargado.
Pulsen la tecla off del mando a distancia,
apaguen el móvil y reserven sus entradas con la sana y sencilla intención de
divertirse. “Enredos” es un juego alrededor de hombres y mujeres que, como
ustedes ya saben, no hablamos el mismo idioma.
“Enredos” de La Escuela Cómica Suicida
Sala El Extintor
Todos los jueves del mes de febrero a las 21:00h
Reservas: salaelextintor@gmail.com
Publicado en el número 133 de El Pollo Urbano
Etiquetas: El Extintor, Escuela Cómica Suicida, Francesc Tamarite, Irene Alquezar, oscar castro, reseña teatro, teatro
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