La curvatura de la córnea

18 septiembre 2010

Amar en tiempos revueltos, en el Principal


El Teatro Principal de Zaragoza inauguró temporada el pasado viernes. Lo hizo con la magnífica idea de ofrecer a los Amigos del Teatro la posibilidad de, además de la tradicional y escasa bonificación para determinadas funciones, adquirir dos entradas al precio de una para el estreno mundial de “Amar en tiempos revueltos” El reclamo era de suficiente entidad como para pasar de Internet, acudir a las taquillas del teatro y encontrarme con sus encantadoras y eficientes taquilleras. Mientras hacía fila leí un cartel informativo dónde se decía que el salón de té del Principal –que en breve será restaurante- abriría una hora antes de la representación. La noticia redondeó mi alegría. Me gusta el ritual de tomar un café o una copa en ese magnífico espacio donde es una delicia leer el programa de mano de la función. A las siete y cuarto ya estaba delante de las puertas clausuradas del Principal. El público llegaba y las puertas seguían cerradas a cal y canto. Me puse en lo peor. Pensé en algún percance que impedía la normal apertura del edificio: Problemas técnicos con el montaje, accidente laboral de algún tramoyista, enfermedad de los actores. Al final, cuando el nerviosismo del público empezaba a ser evidente y cinco minutos antes de la hora señalada para el comienzo de la función, se abrieron las puertas. La sorpresa fue mayúscula cuando comprobé la causa aparente del retraso: El alcalde y su señora se apostaban junto al portero para saludar a los espectadores. La función comenzó con casi media hora de retraso, a los que hay que añadir los cuarenta y cinco minutos que estuve esperando en la puerta. Una manera peculiar de recibir y tratar a los aficionados al teatro. La sorpresa fue el ágape, pinchos de fruta, montaditos de jamón y cava, que esperaba al público al finalizar la función. Delicias de las que no pude disfrutar por avatares horarios.
El éxito de la serie “Amar en tiempo revueltos” entre la audiencia en general y mi parienta en particular llevó mi curiosidad de sobremesa hasta tan afamada telenovela. Encontré buenos diálogos, excelentes ambientaciones, tramas interesantes y un pero insalvable. Las acciones, elaboradas para desarrollarse a los largo de doscientos capítulos, ocurrían con tanta lentitud que terminaban por aburrirme.
Antonio Onetti tuvo la idea de sacar un pedacito de los más de mil capítulos emitidos y llevarlo al teatro, a no más de hora y media de representación. El autor eligió una trama que nos plantea como el poder de la dictadura franquista censuró a los escritores durante los años de la larga post guerra española. El texto tiene musculatura suficiente para traspasar lo catódico y aferrarse a las tablas, un salto que se sostiene gracias a como nos muestra la opacidad de un régimen dictatorial que, en la pantalla del televisor, aparece mucho más dulcificada por lo políticamente correcto, esa dosis extra de pimienta le sienta muy bien a la función y acrecienta su pátina histórica.
La primera alegría fue comprobar como todos y cada uno de los actores decían el texto con la solvencia que requiere el teatro sustentado en la palabra, una actitud profesional que se agradece y hace olvidar algunas otras producciones de susurros y dicciones sospechosas. El reparto nos regaló un trabajo brillante, sobrio en lo corporal y contundente en la expresión verbal. El texto posibilita que los personajes se desdoblen, o desarrollen diferentes planos de su personalidad, los actores recogen esa riqueza literaria y la elevan al territorio de la verdad, de la imprescindible credibilidad para que el público entre al juego de contemplar la vida y sus múltiples aspectos. Y por ahí viene también una de las pocas debilidades de esta función. La historia principal tiene demasiadas ramificaciones que, aunque ayudan a aliñar el entorno de la acción principal, prolongan y cuartean el ascenso dramático que pide el final de la obra, tal vez sería aconsejable que los autores no abrieran tantos frentes que necesitan un cierre para dar coherencia a todas y cada una de las tramas.
La escenografía se sustenta sobre dos paneles móviles, y una sencilla iluminación, que modifican con eficacia un espacio escénico que recorre lugares tan dispares como una casa burguesa, la cárcel o un populoso café.
La excelente ejecución artística y el práctico diseño técnico caminaron juntos en esta función que nos habla sobre el teatro desde el teatro, de los cómicos y su compromiso sagrado con el público, de los escritores y su compromiso con la historia que quieren contar, de la importancia de la libertad, de todos y cada uno de nosotros, de nuestros miedos más íntimos, y del largo y caprichoso brazo del poder que puede patearnos y domesticar nuestras vidas. Una función que nos invita a mirar al pasado como mecanismo de comprensión. El paso imprescindible para adentrarnos en un futuro libre de complejos y temores.
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Autores: Joseph María Benet I Jornet, Rodolf Sirera, Antonio Onetti

Dirección: Antonio Onetti

Ficha Artística: Cayetana Guillén Cuervo, Antonio Valero , Ricard Borrás, Verónika Moral, Jaume García, Sebastián Haro, Jaime Menéndez, Lara Grube

Ficha Técnica: (Diseño de escenografía) Ana Garay, (Diseño de iluminación) José Manuel Guerra, (Diseño de vestuario) Miguel Ángel Milán


Funciones:
Viernes 17: 20.00h
Sábado 18: 19.00h y 22.00h
Domingo 19: 19.00h
Miércoles 22: 21.00h
Jueves 23: 21.00h
Viernes 24: 22.00h
Sábado 25: 19.00h y 22

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