Donde nacen los sueños
¿Quién no ha soñado con llegar a la luna? Luna llena de enero. La luna más bonita del año en el cielo frío de cierzo zaragozano. La misma luna que conquistaron los versos de un poema o en las lágrimas del amor.
El Dúo Karajan de acróbatas presentó ayer en el Teatro de la Estación “Donde nacen los sueños” Un espectáculo para lunáticos, una invitación para soñar con una senda que nos lleve hasta la luna a caballo de la danza, el circo y la acrobacia.
Sofía solo pensaba en jugar con su muñeco de trapo. La curiosidad llevó sus pasos de danza hasta los brazos de un trapecio. El divertido vaivén de caricia aérea derivó en obstáculo infranqueable. Sofía no pudo alcanzar su sueño y se durmió agotada por el esfuerzo. Recostadita en su cama soñó con una caja misteriosa de la que surgieron personajes cuyo único propósito era alcanzar la luna. Sofía les dijo que el camino más corto para llegar a la luna pasaba por las estrellas que tintineaban caprichosas a ritmo de salsa. Las estrellas estaban al otro lado de una cuerda. Uno de los acompañantes de Sofía trepó por ella. Subió y subió hasta llegar a la cúspide del cielo y tocar la más grande de ellas. En lo alto del firmamento comprobó que el único camino para llegar hasta la luna pasaba por un aro, el círculo mágico dónde los viajeros bailaron selenitas hasta que prendió el amor. Sofía había dejado de ser una niña para convertirse en mariposa de la noche y dicen que desde entonces, se la puede ver revolotear en el mundo de los sueños.
Los acróbatas son etéreos en la pista del circo, suspendidos en la lejanía sobrevuelan nuestra imaginación. Sin embargo, el Dúo Karajan ascendió a los cielos muy cerquita del público, tan cerca que en alguno de sus vaivenes se les podía tocar con la punta de los dedos. Esa proximidad a sus ejercicios nos regaló la percepción orgánica del esfuerzo físico transformado en belleza. La respiración de los artistas formó parte de la liturgia. El sonido que producía el roce de las cuerdas con las ropas de los acróbatas fue una banda sonora poco habitual. Esos detalles de cercanía conformaron la sangre del espectáculo, un manantial que conectó las filigranas gimnásticas de los acróbatas con un mundo onírico que se desarrollaba a la distancia de un latido. Ayer sentí de nuevo el gratificante pálpito de un corazón infantil.
El Dúo Karajan de acróbatas presentó ayer en el Teatro de la Estación “Donde nacen los sueños” Un espectáculo para lunáticos, una invitación para soñar con una senda que nos lleve hasta la luna a caballo de la danza, el circo y la acrobacia.
Sofía solo pensaba en jugar con su muñeco de trapo. La curiosidad llevó sus pasos de danza hasta los brazos de un trapecio. El divertido vaivén de caricia aérea derivó en obstáculo infranqueable. Sofía no pudo alcanzar su sueño y se durmió agotada por el esfuerzo. Recostadita en su cama soñó con una caja misteriosa de la que surgieron personajes cuyo único propósito era alcanzar la luna. Sofía les dijo que el camino más corto para llegar a la luna pasaba por las estrellas que tintineaban caprichosas a ritmo de salsa. Las estrellas estaban al otro lado de una cuerda. Uno de los acompañantes de Sofía trepó por ella. Subió y subió hasta llegar a la cúspide del cielo y tocar la más grande de ellas. En lo alto del firmamento comprobó que el único camino para llegar hasta la luna pasaba por un aro, el círculo mágico dónde los viajeros bailaron selenitas hasta que prendió el amor. Sofía había dejado de ser una niña para convertirse en mariposa de la noche y dicen que desde entonces, se la puede ver revolotear en el mundo de los sueños.
Los acróbatas son etéreos en la pista del circo, suspendidos en la lejanía sobrevuelan nuestra imaginación. Sin embargo, el Dúo Karajan ascendió a los cielos muy cerquita del público, tan cerca que en alguno de sus vaivenes se les podía tocar con la punta de los dedos. Esa proximidad a sus ejercicios nos regaló la percepción orgánica del esfuerzo físico transformado en belleza. La respiración de los artistas formó parte de la liturgia. El sonido que producía el roce de las cuerdas con las ropas de los acróbatas fue una banda sonora poco habitual. Esos detalles de cercanía conformaron la sangre del espectáculo, un manantial que conectó las filigranas gimnásticas de los acróbatas con un mundo onírico que se desarrollaba a la distancia de un latido. Ayer sentí de nuevo el gratificante pálpito de un corazón infantil.
Etiquetas: duo karajan, reseña, Teatro de la Estación
2 Comments:
...precioso...me hiciste sentir cuanto tú sentiste...fuiste mis cinco sentidos por un momento...infinitos besos de bolsillo de agradecimiento...
Hola luna
...tú si que eres preciosa.. shhh
Salu2 Córneos.
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