La curvatura de la córnea

12 junio 2024

Aitana Sánchez-Gijón en La Ballena

 



Encuentro con Aitana Sánchez-Gijón en La Ballena del Barrio de las Fuentes

Javier Guzmán aprovechó que Aitana Sánchez-Gijón estaba en el Teatro Principal de Zaragoza interpretando la función ‘La Madre para invitarla a un encuentro en la sala de ensayos de la escuela La Ballena, al que tuve la suerte de asistir.

La mayoría de las asistentes eran actrices aficionadas (algunas de ellas especialmente emocionadas), un actor y actrices profesionales, una directora de cine, una niña, un bebé, la madre del organizador y un señor al que le gusta mucho Anthony Quinn.

Quiero empezar con una confesión. En lo más profundo de mi interior deseaba encontrarme con una diva y volver a sentir ese regustillo que siempre está por ahí pululando entre los que tenemos el gen de fan forever. La actriz hace una entrada mítica de diva y yo me desmayo. Ese es sueño. Pero tendré que esperar a otra ocasión porque Aitana Sánchez-Gijón entró como una corriente de aire fresco, diáfana en el color de sus ropas y una coleta al viento que dejaba libre una amplia sonrisa que transmite alegría y una mirada franca con muchas ganas de conectar con el otro. Eso que mi madre siempre me decía: En la mirada descubrirás a las buenas personas. Todos la recibimos con un primer aplauso tan cerrado y contundente como todos los que vinieron después.

Javier Guzmán lanzó una selección de preguntas que tenían la finalidad de mostrar a sus alumnas como se enfrenta a la profesión una actriz con cuarenta años de carrera y como, más allá del éxito o de la repercusión de su trabajo, la energía y los miedos a la hora de subirse a un escenario son muy parecidos, da igual si eres una estrella o es la primera vez que sales al escenario de La Ballena.

Aitana Sánchez-Gijón comenzó por tranquilizar a los que ya habían visto la función programada en el Teatro Principal. El dolor del personaje no me impregna. Y esa fue la primera lección, que una cosa es buscar en tu interior algo que conecte con el personaje, y otra muy diferente confundir tus vibraciones personales con las que sufre el personaje en escena.

La preparación de cualquier papel siempre parte del estudio, de hacerse preguntas. En el caso de ‘La Madre’ trató de comprender todas las capas que se cruzaban entre realidad, ficción, o vaya usted a saber. Quería entender el cuadro cubista que pinta el texto de la función, y desde ahí llevarlo a un trabajo de interpretación realista. Este largo camino siempre parte de la incomodidad personal, y además tiene que adaptarse a las indicaciones del director. En este caso les pedía a los actores que no estuvieran atmosféricos pese a una escenografía que les invitaba a crear un ambiente etéreo. En este sentido Aitana hizo una interesante reflexión en torno al uso del micrófono, y como un buen sonido les permite trabajar con una naturalidad que resulta imposible con la técnica clásica de proyectar la voz. Puso como ejemplo su anterior producción teatral. ‘Malvivir’ necesitaba una interpretación tan hacia afuera con coreografías de gran desgaste físico, canciones y desplazamientos, que el soporte técnico de micrófono no tenía sentido. Aitana Sánchez-Gijón reflexionó sobre la necesidad de que el trabajo del interprete debería centrarse en encontrar una coherencia que sincronice todos estos conceptos teóricos y prácticos, teniendo en cuenta que cada proyecto es totalmente diferente al anterior. Por eso es tan importante hacer que las inevitables dudas iniciales se conviertan en libertad de creación y puso un ejemplo.

El director de ‘La Madre’ había incorporado muchos elementos de atrezo durante el proceso de ensayos y los actores ya los habían incorporado como una parte más de la composición de sus personajes. Sin embargo, el director decidió eliminarlos totalmente un par de semanas antes del estreno para poner al elenco al borde del infarto. A las risas de los asistentes se sumó el gesto de satisfacción de Javier cuando confesó que eso lo saben muy bien sus alumnos porque  es lo habitual en La Ballena.

La idea es que todo viene bien para construir el papel, que la confianza y la relajación no hay que encontrarla en los objetos que pertenecen a la escena. La esencia de cualquier papel  está en el interior del intérprete y por eso hay que quitar todo lo accesorio. Aitana Sánchez-Gijón lo resumió en la necesidad de realizar un trabajo intuitivo del cuerpo para conectar con el texto y la emoción. La importancia del cuerpo en el teatro se basa en dejarlo brotar. Este  trabajo sin embargo es mucho más difícil de realizar en el audiovisual por la propia manera fragmentaria de rodar las escenas en las que tienes que entrar y salir una y otra vez, sin la continuidad que caracteriza una obra de teatro.

La actriz reconoció que después de cuarenta años de trabajo profesional siempre ha salido a escena con un nivel de ansiedad muy alto, una sensación que por primera vez ha mudado con ‘La Madre’. Con esta función sigue sintiendo ese run run compuesto por el combo de un miedo que siempre viene, la experiencia contrastada de que la catástrofe nunca sucede y la función siempre sale adelante. Por eso recomendó la improvisación como una buena herramienta de trabajo que acostumbra al actor a construir la verdad al momento, porque esa habilidad es muy posible que lo salve de alguno de esos resbalones inevitables que con el paso del tiempo se convierten en anécdotas y chascarrillos.

Aitana Sánchez-Gijón confesó que su formación no va más allá de algunas clases de teatro en su barrio,  porque muy pronto empezó a trabajar profesionalmente. Fue en los escenarios donde se forjó como actriz gracias a la suerte de participar en proyectos con compañeros de talla mayúscula, justo en el momento en el que se estaba dando un paso adelante para construir interpretaciones sustentadas en una naturalidad que huía de la vieja escuela declamatoria.

La sesión terminó con el mejor corolario posible cuando un alumno con acento anglosajón mostró su preocupación porque sentía que actuando en español no conseguía dar al personaje todo lo que necesitaba. Aitana lo tranquilizó. Nadie le iba a pedir un manejo brillante del idioma. La solución estaba en aplicar esa circunstancia particular a su personaje y así, olvidar el imposible de hablar un español perfecto, y utilizar esa energía en añadir una capa más a su personaje, la del anglosajón que se está expresando en español para interactuar con el resto del elenco. Ya saben, otra de las máximas de La Ballena: Todo lo que sucede siempre hay que ponerlo a favor de la escena que se está interpretando.

 




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