Aitana Sánchez-Gijón en La Ballena
Encuentro con Aitana Sánchez-Gijón en La Ballena del Barrio de las Fuentes
Javier Guzmán aprovechó que Aitana Sánchez-Gijón estaba en
el Teatro Principal de Zaragoza interpretando la función ‘La Madre para
invitarla a un encuentro en la sala de ensayos de la escuela La Ballena, al que
tuve la suerte de asistir.
La mayoría de las asistentes eran actrices aficionadas (algunas
de ellas especialmente emocionadas), un actor y actrices profesionales, una
directora de cine, una niña, un bebé, la madre del organizador y un señor al
que le gusta mucho Anthony Quinn.
Quiero empezar con una confesión. En lo más profundo de mi
interior deseaba encontrarme con una diva y volver a sentir ese regustillo que
siempre está por ahí pululando entre los que tenemos el gen de fan forever. La
actriz hace una entrada mítica de diva y yo me desmayo. Ese es sueño. Pero
tendré que esperar a otra ocasión porque Aitana Sánchez-Gijón entró como una
corriente de aire fresco, diáfana en el color de sus ropas y una coleta al
viento que dejaba libre una amplia sonrisa que transmite alegría y una mirada
franca con muchas ganas de conectar con el otro. Eso que mi madre siempre me
decía: En la mirada descubrirás a las buenas personas. Todos la recibimos con
un primer aplauso tan cerrado y contundente como todos los que vinieron
después.
Javier Guzmán lanzó una selección de preguntas que tenían la
finalidad de mostrar a sus alumnas como se enfrenta a la profesión una actriz
con cuarenta años de carrera y como, más allá del éxito o de la repercusión de
su trabajo, la energía y los miedos a la hora de subirse a un escenario son muy
parecidos, da igual si eres una estrella o es la primera vez que sales al
escenario de La Ballena.
Aitana Sánchez-Gijón comenzó por tranquilizar a los que ya
habían visto la función programada en el Teatro Principal. El dolor del
personaje no me impregna. Y esa fue la primera lección, que una cosa es buscar
en tu interior algo que conecte con el personaje, y otra muy diferente
confundir tus vibraciones personales con las que sufre el personaje en escena.
La preparación de cualquier papel siempre parte del estudio,
de hacerse preguntas. En el caso de ‘La Madre’ trató de comprender todas las
capas que se cruzaban entre realidad, ficción, o vaya usted a saber. Quería
entender el cuadro cubista que pinta el texto de la función, y desde ahí
llevarlo a un trabajo de interpretación realista. Este largo camino siempre
parte de la incomodidad personal, y además tiene que adaptarse a las indicaciones
del director. En este caso les pedía a los actores que no estuvieran atmosféricos
pese a una escenografía que les invitaba a crear un ambiente etéreo. En este
sentido Aitana hizo una interesante reflexión en torno al uso del micrófono, y
como un buen sonido les permite trabajar con una naturalidad que resulta
imposible con la técnica clásica de proyectar la voz. Puso como ejemplo su
anterior producción teatral. ‘Malvivir’ necesitaba una interpretación tan hacia
afuera con coreografías de gran desgaste físico, canciones y desplazamientos,
que el soporte técnico de micrófono no tenía sentido. Aitana Sánchez-Gijón
reflexionó sobre la necesidad de que el trabajo del interprete debería
centrarse en encontrar una coherencia que sincronice todos estos conceptos
teóricos y prácticos, teniendo en cuenta que cada proyecto es totalmente
diferente al anterior. Por eso es tan importante hacer que las inevitables
dudas iniciales se conviertan en libertad de creación y puso un ejemplo.
El director de ‘La Madre’ había incorporado muchos elementos
de atrezo durante el proceso de ensayos y los actores ya los habían incorporado
como una parte más de la composición de sus personajes. Sin embargo, el
director decidió eliminarlos totalmente un par de semanas antes del estreno
para poner al elenco al borde del infarto. A las risas de los asistentes se
sumó el gesto de satisfacción de Javier cuando confesó que eso lo saben muy
bien sus alumnos porque es lo habitual
en La Ballena.
La idea es que todo viene bien para construir el papel, que
la confianza y la relajación no hay que encontrarla en los objetos que
pertenecen a la escena. La esencia de cualquier papel está en el interior del intérprete y por eso
hay que quitar todo lo accesorio. Aitana Sánchez-Gijón lo resumió en la
necesidad de realizar un trabajo intuitivo del cuerpo para conectar con el
texto y la emoción. La importancia del cuerpo en el teatro se basa en dejarlo
brotar. Este trabajo sin embargo es
mucho más difícil de realizar en el audiovisual por la propia manera
fragmentaria de rodar las escenas en las que tienes que entrar y salir una y
otra vez, sin la continuidad que caracteriza una obra de teatro.
La actriz reconoció que después de cuarenta años de trabajo
profesional siempre ha salido a escena con un nivel de ansiedad muy alto, una
sensación que por primera vez ha mudado con ‘La Madre’. Con esta función sigue
sintiendo ese run run compuesto por el combo de un miedo que siempre viene, la
experiencia contrastada de que la catástrofe nunca sucede y la función siempre
sale adelante. Por eso recomendó la improvisación como una buena herramienta de
trabajo que acostumbra al actor a construir la verdad al momento, porque esa
habilidad es muy posible que lo salve de alguno de esos resbalones inevitables
que con el paso del tiempo se convierten en anécdotas y chascarrillos.
Aitana Sánchez-Gijón confesó que su formación no va más allá
de algunas clases de teatro en su barrio, porque muy pronto empezó a trabajar
profesionalmente. Fue en los escenarios donde se forjó como actriz gracias a la
suerte de participar en proyectos con compañeros de talla mayúscula, justo en
el momento en el que se estaba dando un paso adelante para construir
interpretaciones sustentadas en una naturalidad que huía de la vieja escuela declamatoria.
La sesión terminó con el mejor corolario posible cuando un
alumno con acento anglosajón mostró su preocupación porque sentía que actuando
en español no conseguía dar al personaje todo lo que necesitaba. Aitana lo
tranquilizó. Nadie le iba a pedir un manejo brillante del idioma. La solución
estaba en aplicar esa circunstancia particular a su personaje y así, olvidar el
imposible de hablar un español perfecto, y utilizar esa energía en añadir una
capa más a su personaje, la del anglosajón que se está expresando en español
para interactuar con el resto del elenco. Ya saben, otra de las máximas de La
Ballena: Todo lo que sucede siempre hay que ponerlo a favor de la escena que se
está interpretando.
Etiquetas: Aitana Sánchez Gijón, Javier Guzmán, La Ballena, reseña evento, teatro
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