La curvatura de la córnea

11 marzo 2023

Plátanos, cacahuetes y lo que el viento se llevó


 

Narración, diálogo y parodia

El pasado miércoles regresé a la película 'Lo que el viento se llevó' El canal de televisión TCM antes de su emisión reprodujo un mensaje introductorio explicando el contexto histórico en el que transcurre la película, avisando de la imagen romántica que se muestra de la época de la esclavitud en el sur de EE. UU. a mediados del siglo XIX, y como en 1939 la actriz Hattie McDaniel, que estaba sentada en una mesa aparte cuando obtuvo el Oscar a la mejor actriz de reparto, subió al escenario desde una sala adyacente para recibir el aplauso de sus compañeros y volver a una estancia separada del resto de los asistentes al evento.

'Lo que el viento se llevó' pertenece a ese puñado de películas que se reconocen como de leyenda. Todo comenzó cuando del productor David O. Selznick tuvo la idea de adaptar la novela homónima de Margaret Michel con una producción desarrollada en su propio estudio, un sueño que le permitía desarrollar su filosofía perfeccionista: Selznick sentía que la función del productor era ser el responsible de todo el proceso de realización, desde la escritura del guión al montaje final.

El rodaje comenzó en enero de 1936 y a los diez días estalló la tensión en el plató con director de la película. George Cukor y Selznick querían que una criada dijera de manera opuesta una frase. El resultado fue que Cukor abandonó el proyecto. Selznick nunca quiso hacer una película racista. Su preocupación tenía que ver con el ritmo y la calidad de los diálogos para que estuvieran lo más cerca posible del tono de la novela y su interés por rodar un Folletín melodramático que contara la historia de una heroína sureña, engreída y de dudosa moral. Pero este debate tenía un trasfondo más importante que se prolongó durante todo el rodaje, y enfrentaba dos posturas muy diferenciadas. Por un lado quienes consideraban necesario reflejar la realidad de la esclavitud, y por otro quienes preferían atenerse al espíritu de la novela Texto original en.

El historiador de Yale David Vincent Kimel, según la noticia recogida por Luís Pablo Beauregard en pasado 4 de marzo en El País, había conseguido el ejemplar del guion utilizado en el rodaje que arrojaba luz sobre los enfrentamientos que se produjeron por la forma de tratar el esclavismo. Vincent afirma que la visión errónea y romántica de la esclavitud como el legado principal de la película está presente desde el principio hasta el final del proyecto, incluso en el ajuste de algunas escenas, que en la mayoría de los casos cortaban detalles que se podrían mostrar de una forma más cercana la realidad de cómo eran tratados Los negros.

El abandono de Cukor del proyecto generó una crisis que se solventó llamando al director Victor Flemíng que, una vez visto lo poco que se había rodado y después de leer el guión le dijo a su amigo y director: "David, tu guion es una" Entonces el productor llamó al escritor Ben Hercht. Durante 12 horas Fleming y Selznick representaron todos los papeles de la película a Hercht que no había leído la novela. Después se encerraron durante cinco días y cinco noches para obtener el guion definitivo de la película. ONU encierro en el que los protagonistas solo se alimentaron de plátanos, cacahuetes y dosis de bencedrina inyectadas por un médico del estudio. Esta es la premisa histórica desde la que comienza una función en la que podemos encontrar tres planos narrativos diferentes en los que Gonzalo de Castro ejerce como nexo de unión que vehicula todo el discurso.

El primer plano narrativo sucede al comienzo de la representación y recae prácticamente en su totalidad en el papel de David Selznick interpretado por Gonzalo de Castro. Es el momento discursivo, y seguramente de mayor dificultad por esa necesidad de aunar la acción verbal con una acción visible que sea claramente teatral. Más allá de la brete de explicar el embrollo de la peripecia que se desarrolla en 'Lo que el viento se llevó', el trabajo actoral suple esta dificultad con un manejo dinámico de las frases que intenta acercar mediante la interpretación los verbos hablar y hacer. Es una ardua tarea a la que un bizarro Gonzalo de Castro se enfrenta con energía y eficacia. Todo cambia cuando el escenario se tiñe de la tierra roja de Georgia.

El segundo plano narrativo es la parodia, cuya esencia es transformar el texto original para que la burla y los efectos cómicos lo conviertan en otra cosa que nos haga reír. Transformar el melodrama de la película en una parodia teatral es una idea genial, sin embargo el objetivo no se consigue por dos motivos fundamentales. No existen dos niveles de narración entre un texto parodiante y otro parodiado. La manera formal de afrontar la parodia desde la interpretación se queda en territorio de nadie cuando no se decide por una de los dos caminos habituales de abordarla: mediante la excelencia en la imitación de lo parodiado, pero también con un registro totalmente diferente para conseguir darle la vuelta al origina. En este caso nada de esto ocurre, y el trabajo de Jorge Bustos en el papel de Victor Fleming y el de Gonzalo de Castro está lastrado por una dirección que permite una ejecución paródica muy endémico. Las acciones atoradas en una gestualidad exagerada y un manido ejercicio vocal no tienen ni pizca de gracia. Recursos que se quedan muy lejos de las exigencias de una comicidad potente y musculosa. Circunstancias que dejan la parodia en un agua de borrajas que imposibilita cualquier tipo de metadicurso sobre la obra original.

El tercer plano narrativo es el que atesora los mejores momento de la función gracias a la explosión del diálogo entre el guionista Ben Hecht interpretado por Pedro Mari Sánchez con Gonzalo de Castro. Nos encontramos ante los momentos más brillantes de la función. La esgrima verbal toma el escenario aunando ritmo de comedia y una potente reflexión. El debate conecta la discriminación racial contra los negros del siglo XIX con el antisemitismo del siglo XX en Estados Unidos. La explicación práctica para diferenciar los papeles del director, el productor y el guionista en la industria hollywoodiense es un momento de sonrisa didáctica. Pero el mayor punto de comicidad se alcanza cuando texto y acción teatral se materializan en una rueda que gira para demostrar que el encuadre de una escena es esencial en el desarrollo del lenguaje cinematográfico. Todo comienza con un debate entre Sánchez (guionista) y de Castro (productor) sobre el carácter de la protagonista de la película y la mejor forma de visualizarlo en pantalla, la escena la completan José Bustos (director), y una eficaz Carmen Barrantes como la secretaria diligente dispuesta a darle ritmo sonoro a la acción. 

El epílogo tiene una ambientación notable para que los actores terminen en el proscenio desde donde miran a los ojos de los espectadores para recordarnos que no olvidemos lo más importante: El negocio de las películas, el teatro y la literatura consiste en sincronizar la industria del entretenimiento y la cultura con los sueños, los deseos y su billetera y la mía, querido e Lector improbable.

 

'Plátanos, cacahuetes y lo que el viento se llevó'

Producción: Focus. Autor: Ron Hutchinson. Adaptación: Daniel Anglés. Dirección: José Troncoso. Reparto: Gonzalo Castro, Pedro Mari Sánchez, José Bustos y Carmen Barrantes.

10 de marzo de 2023. Teatro Principal. 


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