Matilda: Un musical maravilloso con un potente mensaje
Matilda es un musical impecable.
Narración, partitura y coreografía encajan perfectamente en una dramaturgia que
incorpora otras artes escénicas en forma de narración oral y lenguaje circense.
El trabajo actoral es sobresaliente y gracias a un amplio elenco, el reparto de
cada función se va alternando, pero es fácil imaginar que el nivel de
interpretación será muy parecido en todas los pases para conseguir números
musicales tan elocuentes como el lirismo de unos columpios gigantes que nos
recuerdan que cuando eres mayor siempre tienes preguntas por responder, la
locura de unas habitaciones apiladas donde la noche es un no parar de cantar y
bailar, o la emocionante coreografía de una revolución que pone en valor la
importancia de los pupitres.
La tesis de la función es demostrar
que, frente a la burricie de quienes pasan las horas muertas ante los concursos
hilarantes de una televisión tóxica que anula el espíritu crítico, otro mundo es
posible en el que se fusiona estudio, lectura y creatividad, tres actividades
que, al contrario de lo que piensan lo zoquetes, no están reñidas con el
divertimento. Matilda es la historia de la historia de una niña aficionada a la lectura que transcurre en
tres ámbitos para msotrarnos diferentes aspectos de su personalidad y de las
personas que forman parte de su vida en el hogar, la escuela y la biblioteca.
La familia de Matilda es odiosa
porque para ellos Matidla simplemente no existe, o tan solo es un objeto
horroroso que se puede patear, insultar o vilipendiar. Sin embargo, están
dibujados de una manera tan nítida y a la vez tan colorista, que nunca se terminan
de perciben como los malos malotes de ponerse a temblar, más bien son una
caricatura de que dan un pelín de pena porque no dejan de ser el pack garrulo
de una ignorancia arrogante que más pronto que tarde les llevará a pegarse un
Tozolón importante. Sin embargo, como el libreto envuelve todos esos despropósitos
de ironía, vestuarios tropicales y un dinamismo chispeante en las acciones, hasta
culminar con un fantástico número musical entre la madre desnortada de Matilda
y un electrizante, sensual y muy gracioso profesor de bailes latinos.
La Biblioteca es para Matilda un
Contendor inmenso de historias para leer y el lugar donde la bibliotecaria
escucha con fervor las
historias que dictan su imaginación. Nos encontramos con
unas escenas de una gran potencia teatral en las que aúnan la fuerza evocadora
del relato oral, una deliciosa escenografía, y el lirismo de una acción
ejecutada por unas siluetas circenses. Matilda mezcla todos esos elementos para
construir un universo donde el más difícil todavía permite giros inesperados
que nos llevan de las grandes dosis de amor a las lágrimas del drama, y quien
sabe si a un final feliz.
La escuela es el meollo esencial de
la función. Un lugar donde gobierna la maldad de una profesora mala, malísima con
la autoestima muy alta, y un irremediable tendencia a deleitarse en el
sufrimiento de los demás, sin embargo, como está dibujada sin un gramo de
parodia y su puntito de ironía, la seguimos con mucho interés y, pese determinación
para aniquilar niños, nunca se llega a odiarla. La decisión de que este papel
femenino sea interpretado por un actor es un acierto mayúsculo que permite una composición brillante del
personaje, un puntazo que diría Raquel Vidales.
En la escuela ocurren cosas muy
importantes. La primera tiene que ver con la formación y la evolución del
conocimiento de los niños que asisten a clase, y que se convierte en todo un
alegato en contra de esa corriente que está inundando el mundo occidental, que
Antonio Muñoz Molina califica de "La edad de la ignorancia", y a la que hemos
llegado en tres fases: 1 En un principio la ignorancia desataba el ridículo y
había un intento por disimularla. 2 La ignorancia, cuando algunos líderes
mundiales la mostraban sin vergüenza, comenzó a ser aceptada con indulgencia y
naturalidad.3 En la actualidad la ignorancia se muestra sin complejos para
convertirse en una señal de orgullo, y ahí es donde triunfan las redes sociales
que la glorifican.
La segunda es que la defensa en
favor dela cultura y el conocimiento deriva en que los alumnos se dan cuenta de
la importancia de luchar contra la ignorancia desde el esfuerzo individual como
el primer paso para obtener la conciencia colectiva que les permitirá
enfrentarse al despotismo que les oprime y así, la fuerza del grupo limita la
importancia de los poderes telequinésicos personales y exclusivos de Matilda
que, si eran decisivos en la versión cinematográfica, ahora solo son un
elemento más de la revuelta, una herramienta simbólica en la revolución que se
visualiza en un emocionante número musical en el que participa todo el elenco.
Es evidente que la visión que les
acabo de enunciar pertenece a la mirada de un adulto, sin embargo la grandeza
de este espectáculo radica en que también está pensado para el público infantil
que, con menos requiebros teóricos, se lo pasa de rechupete en un espectáculo
que aúna emoción, reflexión y carcajadas para alimentar espíritus rebeldes.
Etiquetas: critica teatro, Matilda, musical, Nuevo Teatro Alcalá
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