Amalia y el río
No sé si a ti también te pasa,
pero yo cada vez que escucho la palaba antropólogo, enseguida me imagino un
señor muy británico que está estudiando el estilo de vida de alguna sociedad de
lanza y taparrabos en la profundidad de una selva a puntito de desaparecer. Afortunadamente
el profesor de antropología Eusebio Medina García hace un uso mucho más cercano
de una profesión que estudia la realidad humana en sus aspectos biológicos,
culturales y sociales, en este caso, para una tesis doctoral que se alimenta
del testimonio directo de Antonia "La Lirina" y otros contrabandistas y
estraperlista. Se trata de un relato que nos permite conocer las interioridades
de quienes desarrollaron una actividad comercial ilegal en la frontera que el
Guadiana dibuja entre Extremadura y Portugal, una historia que abarca desde los
años de postguerra hasta la masiva inmigración que vació el campo en dirección
al a las ciudades. El reto de la función es transformar el material de estudio
antropológico en combustible dramático para el escenario
El núcleo de la historia tiene la
forma de un monólogo que bebe del origen oral del relato, de la fragmentación
propia del recuerdo y de un esquema global que recoge una visión crítica de la
realidad. La acción se centra en el propósito de Amalia de sobrevivir mediante el
trapicheo con pequeñas cantidades de comida y esquivar la autoridad de
guardiaciviles españoles y carabineros portugueses que muchas veces, más que perseguir
el delito, buscaban saquear a los contrabandistas para su propio beneficio.
El espacio escénico asume una
doble función con la utilización de elementos reales como fardos y maletas, y
al mismo tiempo sugerir múltiples caminos simbólicos trazados por el recuerdo
de Amalia.
La narración de los
acontecimientos tiene la fuerza de los relatos familiares que surgen de la
realidad para ser contados una y mil
veces hasta constituir un territorio mítico. La adaptación del texto descuida
la necesaria depuración de los acontecimientos, que en algún momento pecan de
reiterativos y lastran el dinamismo de la aventura.
El potente y hercúleo trabajo
actoral de Magda García-Arenal merece una dirección más intensa para diferenciar
los niveles de un discurso construido sobre una montaña rusa que va del miedo al
Arrojo con grandes dosis de Picardía. Este trasiego emocional no se define con
claridad porque, más allá de pequeños matices en la interpretación, el texto se
reproduce con una velocidad de crucero que dificulta el pellizco orgánico que
merece el relato, y en alguna ocasión lo sitúa en el terreno de la retahíla.
La dramaturgia incorpora la
interesante figura simbólica del Hombre de Piedra para explicitar que Amalia
sufre el poder patriarcal de una masculinidad característica de esa época. Su
aparición a lo largo de la función es intermitente, y quizás por eso me
pregunto qué hubiera pasado si ese recuerdo onírico de susurros, tonadas y
chascarrillos también hubiera iluminado las piedras en el camino que pone una suegra
envidiosa, la alegría de Rosa o los secretos de Basilisa.
"Amalia y el río" es un documento
que aúna el esfuerzo en el campo académico y el arte dramático, un trabajo
imprescindible para que la historia de los comportamientos sociales vaya más
allá de los libros y se encarné en la emoción el teatro.
Ficha Técnica'Amalia y el río'
Compañía: Teatro Guirigai. Basado
en un relato oral recogido por Eusebio Medina García. Dramaturgia y dirección.
Agustín Iglesias. Diseño y realización de escenografía: Marcelino de Santiago
(Kukas). Reparto: Magda García-Arenal, Cándido Gómez.
13 de noviembre de 2022 Teatro de
la Estación.
Etiquetas: Agustín Iglesias, Cándido Gómez, critica teatro, Eusebio Medina García, Magda García-Arenal, Teatro de la Estación, Teatro Guirigai
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