Latas
Latas, un universo en descomposición
Los soldados viejos del siglo XVII mendigaban de despacho en
despacho una compensación para las penurias guerreras acreditadas en un rollo
de documentos que transportaban en un tubo de lata. Tanto dar la lata dio un
giro inesperado en 1795 cuando el confitero Nicolas Appert tuvo la ocurrencia de
meter sus alimentos en un tarro de cristal cerrado herméticamente, hervirlo y
sin saberlo, matar los microorganismos. Pero el latazo definitivo llegó en 1810
y se lo debemos a Philippe Girard que incorporó la hojalata al proceso de
conservación de alimentos. Cuarenta años después el abrelatas revolucionó el
mundo del laterío y terminó con la costumbre de “córtese alrededor de la parte
superior con escoplo y martillo” La Compañía D´Click todavía no conoce esta
mejora técnica porque, en el universo donde habita, las latas todavía se abren
a golpes.
Latas es un universo que nos habla de unos hombres viven una
vida individual entre la siesta y el aburrimiento hasta que la casualidad les
lleva a realizar un trabajo juntos. La colaboración da sus frutos en forma de
belleza y armonía, el agua es frescor de vida y la sal condimenta el buen humor
de quienes se sienten a gusto en compañía, respetan las particularidades individuales,
y son capaces de elevar la vista para descubrir que hay latas más allá del
equilibro esencial que ha generado la vida en comunidad.
Pero la condición humana, el gen de la competición y el
instinto del depredador tiñen la tierra, que si antaño era mies de oro, ahora
es brillo de destrucción que rompe el mito de la unidad, se carcajea del
diferente y restaura el canto narcisista del yo, y yo, y solo yo para convertir
el agua en borrachera y la sal en desierto. La solución quizás sea desandar el
camino y regresar al mito original que sigue anclado en su atalaya, escalar
hasta la lata primigenia que fue capaz de generar un universo de paz. Pero ese
viaje es imposible porque la naturaleza del hombre ha mutado. La única esperanza
bajo la tormenta de arena es morir con dignidad.
La compañía D´Click ha creado un espectáculo en el que los
aromas circenses se mezclan con la energía de la danza hasta convertirlos en un
movimiento que elimina las fronteras entre ambas disciplinas, y crea un lenguaje
nuevo donde el equilibrio es verso y las palabras corazón: El código genera un
ambiente hipnótico, una tensión magnética que transmite grandes dosis de humor,
emoción y poesía para anunciar un futuro poco halagüeño.
La naturalidad enlatada de los movimientos de Ana Castrillo,
Javier Gracia y Hugo Gauthier tiene la virtud de la libertad, el secreto del
abrelatas que convierte en cotidiano el esfuerzo muscular que proviene del
circo, y la precisión con la que se percibe la danza. Sus tres personajes son
los últimos supervivientes de una distopía que refleja el malestar de una
sociedad que deshecha la utilidad de los ritos, olvida las relaciones humanas y
degrada el entorno hasta poner en peligro los límites de la supervivencia y
así, mientras ellos luchan hasta la muerte y la luz se desvanece, el público
aplaude con fuerza el simbolismo poético de una extinción a la que todos
estamos contribuyendo.
Etiquetas: Ana Castrillo, Compañía D´Click, critica, crítica teatro, Hugo Gauthier, Javier Gracia, Latas, Teatro de las esquinas
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