Un volcán al lado de casa
Elsa tenía seis años cuando el 24 de junio de 1949 estalló
el volcán de San Juan en la isla de La Palma. En su recuerdo guarda el calor y
el miedo, el abrazo de su abuela y de su primo, y como a los pocos días su tío
los llevó a ver correr la lava y contemplar toda la agresividad de aquel río de
fuego que arrasaba con todo.
Elsa no estaba en la isla el 26 de octubre de 1971 cuando un
volcán estalló en la zona conocida como Las Indias. Cuando ella llegó todo
había acabado y lo vivió como una aventura, una visión llena de atractivo y
belleza porque, una vez pasado el peligro, las huellas que había dejado el
volcán en el paisaje se percibían como una experiencia excitante, y con el
tiempo visitar La Palma significaba contemplar las transformaciones que la lava
había hecho en el terreno.
Elsa ahora tiene 78 años y afirma que el volcán de Cumbre
Vieja es diferente y se niega a escribir sobre la belleza de las nubes de
ceniza y las llamaradas rojas que pintan el cielo negro de la noche. No estoy
seguro si puede entender que escritores, músicos o pintores busquen inspiración
en la energía descontrolada del volcán, o que cualquiera de nosotros se siente
frente al televisor como lo hacemos ante uno de los documentales de la BBC en
los que te recuerdan que los volcanes son imprescindibles para el equilibrio
del planeta, que llevan millones de años moldeando la corteza terrestre y que
gracias a su actividad las nutrias del parque de Yellowstone puede pescar en
pleno invierno en unas aguas termales sin la que no podrían sobrevivir.
Elsa se enfrenta a la visión del volcán que asola su isla
como algo inhumano, peligroso y aterrador porque, para los habitantes del oeste
de La Palma significa dejar atrás la vida amueblada de sus casas, la memoria de
las fotos de los abuelos colgadas de la pared y las tierras calcinadas donde
cultivaban plátanos, mangos y aguacates.
Por eso Elsa piensa que, por muy bellas o llamativas que
parezcan las imágenes, no deberíamos ni frivolizarlas, ni olvidar que detrás de
esa visión están las lágrimas angustiadas de una madre, niños asustados sin colegio
y la voz de un viejo agricultor que suspira “Dios mío, toda una vida”.
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Elsa López es escritora, antropóloga, catedrática de
Filosofía y embajadora de buena voluntad de la Reserva de la Biosfera Isla de
La Palma ante la Unesco.
Etiquetas: artículo, Elsa López, La Palma, volcán
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