La curvatura de la córnea

27 septiembre 2021

Un volcán al lado de casa

 


Elsa tenía seis años cuando el 24 de junio de 1949 estalló el volcán de San Juan en la isla de La Palma. En su recuerdo guarda el calor y el miedo, el abrazo de su abuela y de su primo, y como a los pocos días su tío los llevó a ver correr la lava y contemplar toda la agresividad de aquel río de fuego que arrasaba con todo.

Elsa no estaba en la isla el 26 de octubre de 1971 cuando un volcán estalló en la zona conocida como Las Indias. Cuando ella llegó todo había acabado y lo vivió como una aventura, una visión llena de atractivo y belleza porque, una vez pasado el peligro, las huellas que había dejado el volcán en el paisaje se percibían como una experiencia excitante, y con el tiempo visitar La Palma significaba contemplar las transformaciones que la lava había hecho en el terreno.

Elsa ahora tiene 78 años y afirma que el volcán de Cumbre Vieja es diferente y se niega a escribir sobre la belleza de las nubes de ceniza y las llamaradas rojas que pintan el cielo negro de la noche. No estoy seguro si puede entender que escritores, músicos o pintores busquen inspiración en la energía descontrolada del volcán, o que cualquiera de nosotros se siente frente al televisor como lo hacemos ante uno de los documentales de la BBC en los que te recuerdan que los volcanes son imprescindibles para el equilibrio del planeta, que llevan millones de años moldeando la corteza terrestre y que gracias a su actividad las nutrias del parque de Yellowstone puede pescar en pleno invierno en unas aguas termales sin la que no podrían sobrevivir.

Elsa se enfrenta a la visión del volcán que asola su isla como algo inhumano, peligroso y aterrador porque, para los habitantes del oeste de La Palma significa dejar atrás la vida amueblada de sus casas, la memoria de las fotos de los abuelos colgadas de la pared y las tierras calcinadas donde cultivaban plátanos, mangos y aguacates.

Por eso Elsa piensa que, por muy bellas o llamativas que parezcan las imágenes, no deberíamos ni frivolizarlas, ni olvidar que detrás de esa visión están las lágrimas angustiadas de una madre, niños asustados sin colegio y la voz de un viejo agricultor que suspira “Dios mío, toda una vida”.

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Elsa López es escritora, antropóloga, catedrática de Filosofía y embajadora de buena voluntad de la Reserva de la Biosfera Isla de La Palma ante la Unesco.

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